¿Otra mirada sobre Malvinas?
Por Francisco Pestanha
CONTENIDO
Introducción
I.
Malvinas y medios de comunicación
Las miradas sobre Malvinas
El pensamiento nacional
Una mirada desde el pensamiento nacional
La desmalvinización
Reflexiones sobre la victimización
II
Malvinas, ontología y élites
Ontología y élites
Elites y desmalvinización
A modo de conclusión
Notas
Francisco Pestanha
Introducción
I.
Malvinas y medios de comunicación
Las miradas sobre Malvinas
El pensamiento nacional
Una mirada desde el pensamiento nacional
La desmalvinización
Reflexiones sobre la victimización
II
Malvinas, ontología y élites
Ontología y élites
Elites y desmalvinización
A modo de conclusión
Notas
Francisco Pestanha
#MalvinasArgentinas 2 de Abril, Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas.
"La invasión de las Malvinas por parte de los
ingleses es útil para la civilización y el progreso"1.
Domingo Faustino Sarmiento
ingleses es útil para la civilización y el progreso"1.
Domingo Faustino Sarmiento
1 Diario "El Progreso" de Chile, 28 de diciembre de 1842. Citado por Roberto Bardini en: "MERCOSUR: El pensamiento único y Domingo Faustino Sarmiento". www.rodelu.net/
La historia es esencialmente una progresión de sucesos y procesos públicos que acontecen en los pueblos. Desde este punto de vista, el devenir histórico es esencialmente un fenómeno social que da cuenta del pretérito acontecer de una comunidad determinada que, dada su naturaleza experiencial, mientras cobra significación en el presente, contribuye a cimentar el futuro. En el transcurrir histórico suelen entremezclarse acontecimientos plácidos y constructivos con otros traumáticos y disgregantes.
En tal sentido, Gustavo Francisco José Cirigliano nos advierte que: "Toda la historia es nuestra historia. Todo el pasado es nuestro pasado, aunque a veces preferimos quedarnos con sólo una parte de ese pasado, seleccionando ingenua o engañosamente una época, una línea, unos personajes, y queriendo eludir tiempos, ignorar hechos y omitir actuaciones"2.
2 Gustavo F. J. Cirigliano, "Metodología para el proyecto de país", Editorial Nueva Generación, 2002, pág. 11.
Historiadores profesionales o simples aficionados suelen abordar desde el presente los acontecimientos que componen el universo de lo acaecido, y expresarlos luego, mediante el recurso expositivo o narrativo. El resultado de tal actividad nos es transmitido luego a partir de la escritura o de la tradición oral. Dicha transmisión, entre otras funciones, permite a una comunidad determinada rememorar el pasado común que forma parte de su identidad colectiva, y además, contribuye a procesar y elaborar la experiencia combinada en función de la propulsión hacia el futuro.
La recuperación transitoria de nuestras Islas Malvinas, el 2 de abril de 1982, y el posterior enfrentamiento bélico con el Reino Unido de Gran Bretaña, no resultan a nuestro entender un episodio menor de la historia reciente. Muy por el contrario, como se ha dicho con certeza, la cuestión Malvinas da cuenta de gran parte de "lo acontecido en el resto del país en todos los aspectos: histórico, geopolítico, económico y militar durante el siglo pasado"3, y por tanto, su abordaje histórico debe aspirar a contener la mayor cantidad de variables posibles de análisis.
3 Pablo Hernández y Horacio Chitarroni, "Malvinas: Clave Geopolítica", Editorial Castañeda,1982.
Cuatro son los tópicos que colocan tal suceso en un sitio preponderante de nuestro acontecer histórico cercano. El primero: la batalla de 1982 constituye el único episodio bélico protagonizado por el país durante la centuria concluida. El segundo: el antagonista, es decir, Gran Bretaña, más allá de usurpador de una porción de un territorio que nos pertenece por derecho, ha cobrado especial protagonismo en nuestra vida institucional, política y económica durante el siglo pasado4, algunas veces apelando a la intervención directa, y otras, a partir de una estrategia de bajo perfil5, tal como lo demostraron en su época -entre otras luminarias- los hermanos Julio y Rodolfo Irazusta, Raúl Scalabrini Ortiz, José Luis Torres y Ramón Doll.
4 Para un mayor ahondamiento pueden consultarse, entre otras, las siguientes obras: Julio y Rodolfo Irazusta, "La Argentina y el imperialismo británico. Los eslabones de una cadena"; Julio Irazusta, "Influencia económica británica en el Río de la Plata ", EUDEBA, Buenos Aires, 1963; Carlos Malamud, "Lisandro de la Torre y el debate de las carnes", Anuario IEHS, Nº 7, Universidad Nacional del Centro, Tandil, 1992; José Luis Torres, "La década infame", Formación, Buenos Aires, 1945; Raúl Scalabrini Ortiz, "Política británica en el Río de la Plata ", Editorial Reconquista, Buenos Aires, 1940; Luis Alén Lascano, "La Argentina ilusionada. 1922-1930", La Bastilla , 1975; José Luis Busaniche, "Historia Argentina", Solar-Hachette, 1976; Atilio García Mellid, "Proceso al liberalismo argentino", Ed. Theoria, 1957; J. J. Hernández Arregui, "La formación de la conciencia nacional. 1930-1960", 1960; J. J. Hernández Arregui, "Imperialismo y cultura", Editorial Amerindia, 1957; Julio Irazusta, "Breve historia de la Argentina ", Editorial Independencia, 1981; Julio Irazusta, "Ensayos históricos", La voz del Plata, 1952; Ernesto Palacio, "Historia de la Argentina. 1515-1943", Peña-Lillo; J. A. Ramos, "Las masas y las lanzas. 1810-1862", Editores del Mar Dulce, 1981; José Luis Torres, "Los perduellis", Editorial Freeland.
5 La política de bajo perfil ha sido abordada y reconocida en numerosos trabajos historiográficos, inclusive aquéllos que niegan las tesis dependentistas. Respecto a ellos, puede citarse un trabajo publicado por el CEMA donde se consigna que "dentro del período bajo estudio, la primera fase de las relaciones políticas entre
El tercero: la guerra aconteció en el marco de una cruenta tiranía. El cuarto: la recuperación de nuestras islas despertó en su tiempo un nítido sentimiento de repudio hacia el colonialismo, no sólo en esta geografía, sino en gran parte de Iberoamérica.
En virtud de lo expuesto precedentemente y de las particulares circunstancias que han compuesto la relación argentino-británica durante los últimos dos siglos, nos proponemos en esta obra abordar ciertos aspectos vinculados a los presupuestos sobre los que se asentó el discurso dominante en lo que va del presente año, en el que se conmemora el 25º aniversario del desembarco argentino; analizar el tratamiento que los medios de comunicación locales han impreso a la cuestión, haciendo hincapié especialmente en el dispositivo que se ha dado en llamar desmalvinización, y por ultimo, esbozar respecto a dichas cuestiones algunas reflexiones.
Acompañan esta obra el compacto de un interesante trabajo realizado por Elizabeth Hudepohl, alumna de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires e hija de un compatriota caído en el Buque Isla de los Estados, tres textos de autoría del periodista y patriota Enrique Oliva, quien bajo el seudónimo de François Lepot cubrió para el periódico Clarín los acontecimientos bélicos desde Londres, y asimismo, un meduloso análisis realizado por nuestro entrañable amigo César González Trejo, veterano de guerra e integrante de la Comisión de Familiares de Caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur.
I
Nuestra vinculación con los medios masivos de comunicación en la era contemporánea es indudable. No sólo interactuamos cotidianamente con ellos, sino que éstos ejercen una notoria influencia sobre la opinión de los individuos. A tal extremo, que se ha llegado a sostener que en la vida moderna "el orden de prioridades establecidas por los medios de comunicación determinan la capacidad de discriminación temática en el público, por cuanto éste responde a los mismos criterios de prioridades presentes en los medios de comunicación de masas"6. Se compartan o no los alcances de dicha aseveración, lo cierto es que tales instrumentos han pasado a formar parte de nuestro periódico transcurrir, y efectivamente, contienen en sí un potencial que puede incidir en conciencias, razonamientos y valoraciones.
6 Enric Saperas, "Los efectos cognitivos de la comunicación de masas". Editorial Ariel. 1987.
Desde que el canadiense Marshall McLuhan sentenció que "toda herramienta humana y/o construcción social puede estudiarse como un medio de comunicación cuyo mensaje es el conjunto de satisfacciones e insatisfacciones que éste genera"7, razonamiento que compone su conocido aforismo "el medio es el mensaje", miles de científicos sociales, psicólogos, semiólogos y demás profesionales vinculados con el prodigio de la comunicación se abocaron al análisis de tal fenómeno.
7 Laureano Ralón y Maria Cristina Eseiza, "Arturo Jauretche y Marshall McLuhan: Trazando un paralelismo entre ‘retribalización’ y ‘barbarie’". Publicado en: www.dialogica.com.ar
Sin embargo, tal como sostienen Laureano Ralón y Maria Cristina Eseiza en un interesante trabajo que lleva el sugestivo título de Arturo Jauretche y Marshall McLuhan: Trazando un paralelismo entre "retribalización" y "barbarie"8, la vigorosa incidencia de los medios de comunicación en el ámbito de lo social era abordada desde el aquí por un paisano de las tierras de Lincoln, Provincia de Buenos Aires, cuyas inferencias alcanzaron o tal vez superaron las del canadiense.
8 Laureano Ralón y Maria Cristina Eseiza, op. cit.
Nos referimos nada más ni nada menos que a don Arturo Jauretche, quien ya a principios de la década de 1960 denunció una poderosísima impronta mediática que "había llevado a elaborarnos una ‘cultura’ a pelo y otra a contrapelo, o dos culturas paralelas. Una, a la vista, que identificábamos con el guardapolvo escolar, era la que exhibíamos ante los mayores y en la escuela. La otra, secreta. Este conflicto íntimo lo llevamos todos los argentinos. En mí, creo que ganó la cultura paisana -o si usted quiere, ‘la barbarie’- que, seguramente, será poca, pero buena, porque está hecha a base de sentido común y contacto con la realidad".
Los descubrimientos que Jauretche consignó parcialmente en su obra Los Profetas del Odio lo llevaron además a reflexionar en éste y otros textos posteriores sobre la íntima relación existente entre el poder y los medios. Según los autores del trabajo citado precedentemente, nuestro maestro demuestra ser totalmente consciente de la importancia detrás de los "poderes formales" de los medios de comunicación y su influencia sobre el individuo y la sociedad: "’El desarrollo técnico crea una variedad especial de tarado (decía Jauretche).
El tarado con técnica. Que viene a ser técnicamente un supertarado. La última palabra del supertarado técnico es el tarado con transistor’. Y agrega, ‘[el tarado del transistor] está atado a una cadena y no la puede dejar. Y cuando sale de su casa, en lugar de llevar la argolla al pie la lleva en la oreja. Como ese Romeo que hemos visto. Que pudiendo en un portal decir, oír y hacer cosas tan maravillosas, las posterga a la transmisión que le golpea en el oído la lección del pildorero que hace propaganda". Pero su percepción lo lleva aún más lejos: "Imagine el lector una pareja de adolescentes, a la caída de la tarde, oscuro ya, apretados contra un portal. Apretados. ¿Uno contra otro? ¡Sí! Pero con el transistor entre las dos cabezas. Oyendo el episodio o, lo que es peor, oyendo a Alsogaray. La cuestión es oír algo…’ Con esta última declaración hecha en febrero de 1960 -cuatro años antes de que McLuhan publique Comprender los medios de comunicación, el libro que presenta al mundo su famoso aforismo- Jauretche parece habérsele adelantado al sumo sacerdote de la cultura pop y metafísico de los medios"9.
9 Laureano Ralón y Maria Cristina Eseiza, op. cit.
La vinculación entre poder y medios ha sido profusamente tratada por numerosos especialistas nacionales e internacionales y expresada en incalculables obras de las que sería imposible dar cuenta aquí. Sin embargo, no cabe duda alguna de que la relación entre ellos se torna cada vez más indivisible, y de que los medios masivos resultan hoy además instrumentos vitales para la conservación del poder. Si concebimos al poder no como una fórmula estática, sino como una continua construcción que requiere enfrentamientos y negociaciones, la lucha por el poder implica en una de sus extensiones la lucha por la producción de sentido, entendiendo a este último como el conjunto de presupuestos, variables y fundamentos sobre los que se asienta un discurso determinado.
Los medios de comunicación en la actualidad son esencialmente reproductores masivos de sentido, aunque algunos autores los colocan ya en carácter de productores. Puede coincidirse entonces con Pierre Bourdieu y también con Arturo Jauretche en que los medios de comunicación reproducen el sentido de aquellos grupos de poder que cuentan con una posición más privilegiada, utilizándolos para mantener el statu quo.
Los grupos que cuentan con un mayor capital simbólico poseen en una sociedad altamente mediatizada mayores posibilidades de legitimar las decisiones. Nótese por ejemplo que don Arturo, refiriéndose en su época a una de las zonceras sobre las que aún se sostiene la legitimidad de cierto periodismo moderno, decía: "La prensa independiente no existe, y la independencia es una máscara para hacer pasar la mercadería de contrabando como agua corriente incolora, inodora, insípida, para que el estómago del lector no se prevenga defensivamente". De esta forma, el linqueño alertaba respecto a la dinámica de poder que encubre el utópico principio de la libertad de prensa.
Pero las observaciones jauretcheanas se extienden a otras aristas de la vinculación existente entre medios de comunicación y poder. Así, por ejemplo, se refiere a la relación entre medios y política: "Mientras los totalitarios reprimen toda información y toda manifestación de la conciencia popular, los cabecillas de la plutocracia impiden, por el manejo organizado de los medios (…), que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas y los resuelvan en función de sus verdaderos intereses.
Grupos capitalistas tienen en sus manos la universidad, la escuela, el libro, el periodismo y la radiotelefonía. No necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que les son inconvenientes. Les basta con impedir que ellos se formen. Dan a los pueblos la oportunidad de pronunciarse por una u otra agrupación política, pero previamente imposibilitan materialmente la formación de fuerzas políticas que respondan a las necesidades populares". Jauretche sostiene además que: "Esto ocurre aquí y en cualquiera de las llamadas grandes democracias.
Mientras en los países totalitarios el pueblo es un esclavo sin voz ni voto, en los 'democráticos' es un paralítico con la ilusión de la libertad al que las pandillas financieras usurpan la voluntad hablando de sus mandatos. Proponemos un auténtico ideal democrático. El sometimiento de las fuerzas de las finanzas al interés colectivo". Sigue don Arturo: "Porque los medios de información y la difusión de ideas están gobernados como los precios en el mercado y son también mercaderías. La prensa nos dice todos los días que su libertad es imprescindible para el desarrollo de la sociedad humana, y nos propone sus beneficios por oposición a los sistemas que la restringen por medio del estatismo.
Pero nos oculta la naturaleza de esa libertad, tan restrictiva como la del estado, aunque más hipócrita, porque el libre acceso a las fuentes de información no implica la libre discusión, ni la honesta difusión, ya que ese libre acceso se condiciona a los intereses de los grupos dominantes que dan la versión y la difunden", y además "porque estos periódicos tan celosos de la censura oficial se autocensuran cuando se trata del avisador; el columnista no debe chocar con la administración"10.
10 Arturo Jauretche, textos extractados de: "Opinión Pública y Democracia", 17/11/1941, Escritos Inéditos, Corregidor, 2002; "Los Profetas del Odio y la Yapa. La colonización pedagógica". A. Peña Lillo Editor, 1975. Pueden consultarse más textos de Jauretche en: www.elforjista.unlugar.com
En la actualidad, la concentración ha producido un nuevo fenómeno: ciertos medios de comunicación han comenzado a constituir un poder en sí mismo, y en consecuencia, se integran a la dinámica de poder no ya como una herramienta sino como un factor concreto. Sin embargo, tal como lo acredita nuestra propia historia, el poder de los medios no es ilimitado.
La actividad desarrollada por los integrantes de la Fuerza de Orientación Radical para la Joven Argentina (FORJA)11 en el decenio 1935-1945 y otros protagonistas del campo nacional, excluidos de todos los medios masivos de la época, pudo perforar el presuntamente impenetrable muro del universo mediático y llegar a las masas casi sin recursos. Por su parte, la campaña que llevó al poder al peronismo en 1946 logró penetrar un acorazado mediático casi unánimemente opositor.
11 Para comprender cabalmente la labor forjista en este sentido, pueden consultarse, entre otras obras: "F.O.R.J.A., una aventura argentina (De Yrigoyen a Perón)" de Miguel Angel Scenna, publicada en dos tomos por Editorial Oriente, 1972, y "F.O.R.J.A. 70 años de Pensamiento Nacional", de autores varios, editada por la Corporación Buenos Aires Sur, en tres tomos, 2006-2007.
En los primeros meses de este año han proliferado en los distintos medios de comunicación locales opiniones, análisis y comentarios respecto a las formas, oportunidades y modalidades en las que se desarrolló el conflicto bélico de 1982, y además, se han hecho numerosas recomendaciones e insinuaciones respecto de cuáles serían las modalidades más eficaces para que nuestra comunidad elabore histórica y socialmente dicho acontecimiento. Para tales efectos se ha recurrido insistentemente a las potenciales virtudes que para tal función posee el ejercicio de esa facultad tan sorprendente que es la memoria humana.
Bien vale entonces, apelando forzosamente al recurso de la simplificación, traer aquí ciertos elementos que han aparecido como presupuestos del discurso dominante respecto a la cuestión Malvinas. Y expresar, antes de proseguir, que se trata de mostrar aquí lógicas de razonamiento y no de juzgar a individuos, ya que la adhesión romántica o idealista a una cosmovisión determinada no obsta para que en el momento oportuno, cualquier compatriota pueda discernir adecuadamente a favor de los intereses del país.
Nos inspira una vez más aquí la compostura de Jauretche, quien ante los virulentos cuestionamientos que recibía respecto de su punzante y ciertas veces personalizada diatriba, respondía con la simpleza que lo caracterizaba: "Hasta cuando ataco a un hombre concreto no es que lo malquiera, es que quiero a mis paisanos, y por amor a ellos tengo que cumplir esta ingrata labor que me cierra las puertas y me junta enemigos en un arte como el de la política que consiste en hacer amigos"12. Demás esta reiterar que por razones de espacio he de presentar una versión simplificada de las miradas analizadas, intentando eso sí, preservar dentro de lo posible su lógica argumental.
12 Arturo Jauretche, "Filo, Contrafilo y Punta", Editorial Peña Lillo,1987.
Por último, debo destacar que las miradas que aparecen con cierta periodicidad en los grandes medios de comunicación respecto a una cuestión específica, no suelen responder a simples inquietudes basadas en la necesidad individual de expresión. La lógica de funcionamiento de los grandes medios presupone en la actualidad una determinada mirada que es producto de una articulación entre los intereses del mismo medio, de quien lo financia y de una superestructura cultural que sostiene su estatus -en parte- a partir del acoplamiento con el discurso dominante.
Ello no obsta para que en ciertas oportunidades sean convocados determinados especialistas, idóneos o simples ciudadanos, a fin de que emitan sus pareceres. Pero más que una muestra de tolerancia y diversidad, la participación esporádica de terceros discordantes constituye una verdadera estrategia para obliterar la homogeneidad del discurso, que ya es característica en los medios concentrados.
En el discurso de quienes se enrolan en lo que tradicionalmente se conoce como liberalismo o conservadurismo vernáculo, en los últimos tiempos reapareció la tesis que podríamos denominar como del "pecado original", visión para la cual nuestro desembarco en las Islas constituyó un acto de desfachatez, una provocación injustificable contra la civilización, un verdadero atentado contra el progreso y la prosperidad, o un quimérico desafío al orden mundial impuesto.
Esta visión puede representarse en ciertas enunciaciones que cuestionan la avanzada militar, en razón de considerar altamente satisfactorios o potencialmente beneficiosos para el país los términos en los que se opera el intercambio económico y cultural entre Argentina y el Reino Unido, y en otras que, sin considerar tan positivamente dichas mercedes, sostienen la imposibilidad o la inconveniencia de que un país emergente adopte una actitud semejante respecto a una potencia. En algunas de ellas, en especial, hemos detectado una solapada desdicha respecto a la ausencia de una vinculación más íntima y estrecha con la "metrópoli", como aquella que manifestara Julio Argentino Roca (h) al momento de suscribir el pacto Roca-Runciman en el año 193313.
13 Julio A. Roca (hijo) manifestó que la Argentina , por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.
La posición orientadora del ideario liberal vernáculo no resulta novedosa. Julio Mafud señaló alguna vez con certeza que: "Fue un error irreparable para los primeros pensadores (argentinos) no aceptar, de principio, que la realidad americana no era inferior, sino distinta (...). Llamar barbarie a todo lo que era americano no era una actitud de definición sino de rechazo (…). Hay un elemento que es necesario aislar para comprender los modus mentales de esos hombres que se constituyeron a través de la cultura europea.
Ésta estaba basada y sustantivada sobre abstracciones (…) lo único que era específicamente europeo sin antecedentes en América era la idea de progreso, y ésta sólo podía tener vigencia en América si se negaba el pasado y el presente. El futuro era lo único aceptable, en lo cual se creía excesivamente: el futuro era Europa. Progresar era salir de América para entrar en Europa"14.
14 Julio Mafud, "Psicología de la Viveza Criolla ", Editorial América Lee, 1965. Citado por Arturo Jauretche en "Manual de Zonceras Argentinas", Peña Lillo Editor, noviembre de 1968.
La antigua premisa sarmientina "civilización o barbarie" que ocultaba el deseo de "hacer la Europa en América", representa cabalmente el núcleo del razonamiento que nutre esta corriente.
En la mayoría de las expresiones de los representantes de esta tendencia que hemos relevado en los medios, la guerra de 1982 suele aparecer como un episodio "clausurado". La costumbre, práctica o tal vez estrategia de "aislar" un acontecimiento de envergadura como la guerra de 1982 de sus antecedentes históricos, proviene de una rancia tradición sustentada por el liberalismo local.
En términos generales puede señalarse que la corriente liberal concibe la historia como el producto de las cualidades de sus impulsores. El sujeto de la historia es esencialmente el individuo, y por tanto, el pretérito sigue la impronta de la tracción individual.
En todas las narraciones de orientación mitrista la historia se reduce al relato de la acción de los grandes hombres, de los próceres (de los que se adelantaron a su tiempo como en el ejemplo rivadaviano), o en su caso, de sus antagonistas. Es un relato fundado en doctrinas individualistas. Es una historia que en tanto coloca la potencia en el individuo y no en el pueblo, hace necesariamente hincapié en lo circunstancial y no en lo estructural, y permite cercar un suceso determinado.
Por su parte, en el discurso de los sectores más radicalizados de la izquierda vernácula, primó en estos tiempos la clásica estrategia de la negación combinada, como es corriente, con el conocido repudio a la dictadura militar.
Para este credo cuya cosmovisión se sustenta en principios materialistas y clasistas, la guerra de Malvinas en tanto cuestión que no encuadra en dichas categorías, debe ser relegada a planos inferiores del análisis o simplemente ignorada. Sin embargo, debo confesar que en algunas de las organizaciones marginales pertenecientes a esta tendencia apareció la reivindicación malvinera como manifiesto antiimperialista.
La mirada que con mayor preponderancia emergió de los medios y cenáculos portuarios es aquella que deviene de un ideario autodefinido como "progresista". A partir de una diatriba en apariencia diversa, pluralista, comprensiva y democrática, los progresistas locales han abordado el fenómeno malvinero desde vistazos que, a nuestro criterio, si bien se presentan como matizados, resultan ciertamente homogéneos.
Recorrido el espinel mediático porteño, la casi totalidad de las alocuciones que emergen desde esta perspectiva oscilan entre aquellas que integran estructuralmente el evento malvinero a la tiranía (mal absoluto) y, por tanto, confinan la batalla en el paquete dictatorial, hasta aquellas que, incorporando orgánicamente el acontecimiento a la experiencia tiránica, resaltan cuanto menos el rol de ciertos veteranos de guerra, pero eso sí, colocándolos en el papel de víctimas de una aventura castrense.
Este sintético recorrido me obliga a efectuar dos observaciones. La primera es que en ciertos casos aislados se han producido esporádicas y atenuadas declaraciones reivindicatorias; algunas de ellas emergieron de ciertos integrantes de las corrientes citadas, y otras, de compatriotas cuyo encuadramiento resulta dificultoso. La segunda, profundamente llamativa, nos indica que en la casi totalidad de los análisis se han omitido consideraciones respecto a la historia integral de las relaciones bilaterales entre nuestro país y el Reino Unido.
Expuestas las consideraciones precedentes, caben ahora cuanto menos dos interrogantes: ¿Son éstas las únicas miradas posibles sobre la guerra de Malvinas? ¿Tales miradas resultan las más eficaces para procesar colectivamente esa llaga histórica producida por el acontecimiento bélico?
Una prolífica corriente de pensamiento nacional, aunque ignorada por las academias oficiales, tiene algo que decir respecto al conflicto acontecido entre abril y junio de 1982 , y aunque por el momento, sólo se ha expresado marginalmente por medios alternativos, creo detectar que comienza paulatinamente a ejercer cada vez mayor influencia. Dicha corriente que se autoconceptúa como "nacional" ha transcurrido y aún transcurre por fuera del entramado mediático local y es difundida -como en sus orígenes- a través de pequeñas conferencias y de la labor patriótica de pequeños editores nacionales, entre los cuales se destaca don Arturo Peña Lillo. En la actualidad, la red informática se ha convertido en una herramienta sumamente útil para su difusión.
No obstante las limitaciones y la ostensible censura, esta vertiente del pensamiento llegó a producir durante el siglo pasado más de 6.000 textos, sin contar revistas y otras publicaciones. Nos referimos a autores como Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, José Maria Rosa, Ramón Doll, Manuel Ugarte, Manuel Gálvez, Leonardo Castellani, Coriolano Alberini, Jorge Enea Spilimbergo, Alberto González Arzac, Ernesto Goldar, Osvaldo Guglielmino, Salvador Ferla, Saúl Taborda, Abelardo Ramos, José Luis Torres, Julio y Rodolfo Irazusta, Ernesto Palacio, Arturo Sampay, Fermín Chávez, Manuel Ortiz Pereyra, Rodolfo Puigross y Norberto Galasso, entre otros.
El pensamiento nacional constituye toda una tendencia del saber que, si bien nunca aspiró a un encuadramiento especifico en tanto estuvo caracterizada por lógicos y nítidos matices, asumió el desafío de producir ciencia desde el propio lugar, desde la propia América, desde la propia Argentina.
Un dato históricamente llamativo, y sugestivamente poco abordado, nos remite a la profunda revolución cultural que se operó durante las primeras décadas del siglo pasado en la Argentina , e indica el modo en que científicos sociales argentinos como Carlos Cossio, Arturo Zampay, Saúl Taborda o Carlos Astrada (algunos de ellos hoy sujetos de estudio en universidades europeas e ignorados en nuestras academias) asumieron desde el "aquí nomás" una fuerte crítica a la ciencia producida en el Viejo Continente.
Estos hombres y mujeres llevaron a cabo una verdadera epopeya de afirmación americana. Un período de profunda aspiración e inspiración que se manifestó a partir de una producción científico-social con ciertos rasgos de autonomía. Esta actividad que abarcó casi todos los campos del saber social, y produjo además obras de un brillo y valor incalculables, es escasamente difundida en los ciclos oficiales de instrucción y educación. Una referencia imprescindible para entender este proceso la constituye el trabajo de Juan Waldemar Wally, Generación de 1940; grandeza y frustración, que puede consultarse en Internet, y que próximamente será publicado.
Las razones de este fenómeno son variadas y complejas. En términos generales puede sostenerse sin temor a equívoco que el ocultamiento o la censura encubierta que recayó sobre "los nacionales", puede ser atribuida a cierta tendencia no generalizada pero sí fuertemente extendida que promueve en nuestra intelligentzia un fenómeno de remisión del saber.
Fermín Chávez en su obra Historicismo e Iluminismo en la Cultura Argentina , enseña que en nuestras elites académicas subyace un mecanismo que tiende a remitir el saber hacia el exterior, y a vincular la erudición y la sabiduría con el conocimiento de las ideas universales o categorías de abordaje producidas en el Viejo Continente. Chávez enseñaba en tal sentido que tal actitud proviene de "La ideología de la dependencia (que) lleva entre nosotros el nombre de Iluminismo, esto es de una ideología a-histórica. En el rígido marco del país iluminista, la única cultura es la cultura purista. La cultura popular es un producto marginal que no cuenta para la nación"15 .
15Fermín Chávez, "Historicismo e Iluminismo en la cultura Argentina", Editora del País, 1977, pág. 9.
Chávez no es el único autor que sostiene tal fenómeno. Alberto Methol Ferré, notable pensador uruguayo, atribuye a la intelligentzia de su país una tendencia que lo lleva a seguir una sucesión de modas escolásticas, donde lo escolástico da cuenta de la "calidad" de lo transplantado.
La reflexiones formuladas por Chávez y Ferré advierten respecto de una actitud que lleva a nuestra intelligentzia a formular un procedimiento inverso al que acontece en los países centrales, donde las elites productoras de conocimiento académico parten del presupuesto que el saber primordial sobre sí mismos se encuentra en ellos mismos. Tal actitud coloca a la producción teórica de dichas naciones en el centro, y desde allí se analiza "el afuera". Cabe señalar que Jauretche concebía el pensamiento nacional como una mirada de lo universal con los propios ojos, proponiendo de esta manera en su época una verdadera reversión en la tendencia seguida por nuestra intelligentzia. Sobre este punto ahondaremos más adelante.
Antes de reanudar, y a efectos de evitar equívocos innecesarios y cuestionamientos improductivos, quiero resaltar expresamente que lo manifestado en los párrafos anteriores de manera alguna implica desprecio o menoscabo hacia la producción teórica proveniente de exterior, que por cierto ha brindado medulares categorías de análisis para el abordaje de cuantiosos fenómenos sociales. Simplemente pretendo aquí mostrar una tendencia que encubre un serio déficit para nuestro proceso de autoconocimiento.
El fenómeno tan magistralmente explicado por Chávez y Ferré adquiere vital importancia, ya que como lo he comprobado acabadamente, muchos de nuestros alumnos se gradúan de las universidades locales con una sutil convicción que asocia la externidad con la calidad del saber, y además, con una suerte de convencimiento respecto a la insolvencia iberoamericana para producir material teórico universalmente relevante. Esta tendencia que, reitero, no es generalizada pero sí ampliamente extendida, constituye una verdadera desdicha, ya que es harto conocido que cualquier abordaje sobre la dinámica social e histórica -más allá de que un individuo en particular aspire a desarrollar categorías universales de análisis- presupone una mirada ciertamente determinada por condiciones subjetivas e históricas de quien se lo propone, y por lo tanto existe un nítido e irreversible contexto de subjetividad en toda mirada social.
A esa tendencia remitiva del saber, que según Chávez se potencia en las primeras décadas del siglo XIX a partir de la expansión de la filosofía iluminista, se suma naturalmente otro fenómeno que responde a impulsos de índole individual y que es compartido por muchos intelectuales en el mundo: la aspiración a determinar categorías universales de análisis aplicables a toda comunidad humana. Este secreto o expreso anhelo de índole narcisista suele determinar muchas veces el pensamiento social.
La combinación entre ambas, es decir, entre la remisión hacia el afuera y las aspiraciones narcisistas, ha producido en nuestra intelligentzia un gran déficit de autoconocimiento -y por tanto- una grave falencia en el desarrollo integral de nuestro país, que se expondrá en otro apartado referido a las elites. Por su parte, el hecho de que una considerable porción de nuestros cuadros académicos se haya formado durante muchas décadas en un idealismo teórico que parte desde el afuera hacia el adentro, ha motivado, entre otras cuestiones, que a pensadores como Jauretche difícilmente engarzables en categorías sociológicas concebidas en el "primer mundo", se los aparte, se los niegue, o se asigne a su obra el carácter de acientífica.
El pensamiento nacional, entre otros desafíos, nos incita a abordar un acontecimiento histórico de las características y de la trascendencia del que nos ocupa, desde una actitud epistemológica inicial que bien puede resumirse bajo el interrogante jauretcheano de "¿Especular sobre razones o razonar sobre realidades?". Tal principio liminar presupone que todo hecho histórico, en la medida de lo posible, debe ser analizado sin preconceptos ideológicos, y en tal sentido, acometerlo desde un "vitalismo esencial" que el maestro denominaba "sentido común".
El sentido común jauretcheano, que además presupone el imperativo scalabriniano de "volver a la realidad", nos obliga, como instancia previa a la observación de un acontecimiento pretérito, a despejar de nuestras conciencias -dentro de lo posible- ciertos preconceptos erigidos a partir de un idealismo transplantado, y en especial, a abandonar aquel inútil esquema geométrico tradicionalmente europeo de izquierdas y derechas.
Adoptada tal actitud, el pensamiento nacional nos enseña -en primera instancia- a observar todo acontecimiento histórico en su marco contextual. De esta manera, el conflicto de 1982 en tanto fue protagonizado por dos naciones que poseen un nutrido vínculo histórico, debe analizarse forzosamente en el contexto de ese devenir. Ningún razonamiento sobre el desembarco argentino en Malvinas en 1982 puede entonces omitir el transcurrir de las relaciones bilaterales entre la Argentina y el Reino Unido de Gran Bretaña, porque ello implicaría una desarticulación arbitraria de la historia que -como fenómeno- constituye un proceso natural y estructuralmente interrelacionado.
De esta forma planteamos la primera discordancia existente entre nuestra perspectiva y la de las miradas que desde el entorno liberal-conservador, progresista e iluminista de izquierda recayeron sobre el acontecimiento malvinero en estos últimos meses.
Cabe señalar que la inconsistencia teórica que presupone abordar el acontecimiento bélico como un hecho coyuntural, se extiende incluso hacia aquellas hipótesis que presuponen que el desembarco argentino estuvo determinado por intenciones de perpetuación en el poder por parte de la conducción militar de la época, o que las hostilidades respondieron a una operación de la inteligencia británica. La guerra de Malvinas, de esta manera, aparece como un hito dentro de un proceso más amplio que refiere a las relaciones bilaterales que ambos países mantienen desde hace más de dos siglos, y en lo que al archipiélago respecta, a la primera tentativa de ocupación que data del año 1765.
Esta primera conclusión que coloca lo nacional en el centro del análisis, presupone que la cuestión Malvinas nos vincula a un fenómeno que excede y antecede al episodio bélico, y por lo tanto, disocia parcialmente el conflicto bélico de la tiranía. Las circunstancias dictatoriales y las posibles aspiraciones de la conducción militar pasan de esta forma a un segundo plano, por el "núcleo de conexidad" existente entre la guerra y las desiguales relaciones bilaterales entre la Argentina y la Corona Británica.
Los vínculos entre ambas naciones han sido abordados con diversos matices por el pensamiento nacional. Las conclusiones de nuestros maestros resultan tajantes respecto a las aspiraciones y la acción colonial desplegada por Gran Bretaña en nuestros lares, y además, respecto a la ilegitimidad de sus pretensiones sobre el archipiélago. Es por ello que existe plena coincidencia en todos los matices de nuestra corriente de que la reivindicación y la reclamación de nuestros derechos soberanos sobre las Malvinas y demás Islas del Atlántico Sur es esencialmente justa, más allá de la consternación que pueda producir a los seres pacíficos como quien les escribe, la utilización de la violencia. Aunque consideremos a la guerra como la exteriorización más cabal de la barbarie, resultaría ingenuo negar la existencia ancestral de este fenómeno que nos precede y excede, y no obstante asumamos una tesitura de repudio hacia ella, tal actitud no puede obliterar el hecho de que, en determinadas circunstancias límites, una justa reivindicación adopte una vía extra-diplomática.
Determinados dos de los vectores desde los cuales el pensamiento nacional aborda la cuestión Malvinas, es decir, por un lado, desde el contexto integral de las relaciones bilaterales entre nuestro país e Inglaterra, y por el otro, desde la perspectiva que sostiene que nuestro país persigue una causa justa, aspiro en lo sucesivo a extenderme sobre dos tópicos que justifican, desde nuestra perspectiva, una mirada diferente sobre la cuestión planteada.
sigue en parte II y final