martes, enero 31, 2012

Latinoamericanos: son tiempos de la Patria Grande - Amérique latine: des moments de la Grande Patrie

América latina, 
proyecto en construcción

  Por Carlos “Chacho” Alvarez *

El actual momento de América latina debe aprovecharse en todas sus dimensiones. La principal: explorar los acuerdos regionales y parciales que permitan la vertebración de un espacio común integrado, es decir, la potenciación de un gran mercado interno ampliado que, junto a los recursos naturales, es, sin duda, uno de los principales atributos de nuestra región.

Si la pretensión es ir hacia algo así como “Latinoamérica para los latinoamericanos”, la primera opción es buscar cómo se diseña y articula, más allá y más acá de la inserción externa que haya elegido cada país, un espacio común más integrado.

Esta es la prueba más exigente para la flamante Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe). Trazarse con paciencia una política donde todos tengan algo para ganar. Una estrategia que no se dirime en el ámbito de lo ideológico, sino en el de las ventajas que cada país pueda obtener al estar en una geografía que ofrece mejores oportunidades para sus pueblos. Esto es comenzar a transformar América latina, a pesar de su diversidad y su heterogeneidad de propuestas y modelos, en un ámbito de referencia interna y externa superior.

Frente a la declinación de Estados Unidos y la crisis de Europa, dos situaciones que pueden llegar a ser de carácter más estructural que coyuntural, América latina tiene la oportunidad de pasar a ser un actor gravitante en la nueva geometría del poder mundial. Esto implica dedicarle muchas energías y paciencia a explorar las complementariedades comerciales y productivas a proyectos de desarrollo y modelos de inserción externos muy diversificados. He aquí el gran reto para que la tan mencionada unidad latinoamericana no sea sólo una foto de una familia con unidad de pasado pero sin poder proyectarse como comunidad de destino. La capacidad que se tenga para encontrar caminos de convergencia en el terreno de las opciones económicas, comerciales y productivas (las culturales son casi naturales y más visibles y viables) será la medida de cuánto la región podrá ser visualizada como un espacio singular en proceso de construcción.

Para esto hay que poner en marcha debates, decisiones y estudios que precisamente detecten las oportunidades de complementación y convergencia, la formación de cadenas de valor subregional que puedan ir integrándose a opciones globales, las estrategias compartidas de sustitución de importaciones para enfrentar las asimetrías y armonizar los procesos productivos. La potenciación de ventajas comparativas comunes para influir con más fuerza en el mercado mundial, y el aprovechamiento asociado de ciertos usos de la ciencia, la tecnología y la economía del conocimiento que, en general, son una de las mayores asignaturas pendientes de casi todos los países de la región.

En este camino, nos parece fundamental que los países puedan comenzar a dar estos debates sin intentar imponer visiones hegemónicas, sino al contrario, respetando cada una de las realidades nacionales y subregionales. Ir encontrando coincidencias y puntos de acuerdo que permitan dar pasos importantes de avance, mostrar que, pese a la diversidad, es posible seguir construyendo.

En el mismo sentido, la actual presidencia de México en el Grupo de los 20 es otra oportunidad invalorable para que tracemos algunas líneas de acción compartidas frente a la crisis de legitimidad que atraviesa el sistema capitalista a escala global.

América latina puede tomar un mayor protagonismo en la definición de un nuevo sistema que coloque la política democrática sobre los mercados y los poderes fácticos, la producción sobre la especulación y la acumulación financiera, y las demandas de mayor igualdad sobre la concentración del ingreso y la distribución cada vez más injusta de la riqueza. Sobre todo este punto, ya que, pese al crecimiento sostenido de la economía en estos últimos años, nuestra región continúa siendo la más desigual del planeta.

Algunas propuestas en común sobre la agenda global y los cambios que se necesitan pueden ser muy significativos a la hora de mostrar una tendencia acumulativa de coincidencias y una voluntad política diferente hacia la síntesis y la búsqueda de la unidad en la diversidad.

Intercambios de experiencias, más cooperación, fortalecimiento de las alianzas sur-sur, búsqueda de complementariedades y mayor convergencia de los acuerdos hacia un espacio común, pueden expresar grandes avances en un mundo caótico que necesariamente debe ir a nuevas formas de gobernabilidad, contemplando la emergencia y el protagonismo de nuevos sectores.
 
Desde la Aladi (asociación que reúne a trece países y, entre ellos, a las más importantes economías de la región) podemos contribuir a esta tarea avanzando en los principales debates y tratando de ampliar y buscar coincidencias mayores en los acuerdos que hoy ya tenemos, y que pueden significar un aporte transcendente en la tarea de ir consolidando a la Celac como proyecto estratégico y punto de llegada a la tan anhelada unidad latinoamericana.

* Secretario general de la Aladi.

Elliot Abrams ratificó que EEUU sabía del robo de bebés - Elliot Abrams a confirmé que les Etats-Unis connaissaient le vol de bébés -

Un secreto a voces para la diplomacia norteamericana

Elliot Abrams ratificó la autenticidad de un documento desclasificado de su país que fue revelado por Página/12. 
El memo demuestra que la dictadura se negaba a entregar a los chicos apropiados a sus familiares.

  Por Victoria Ginzberg

Elliot Abrams se presentó como consultor, casado, nacido en Estados Unidos el 24 de enero de 1948. Su voz y figura llegaban a la sala de audiencias de los tribunales de Comodoro Py a través de una pantalla. Declaró por videoconferencia desde Washington en el juicio por el plan sistemático de apropiación de niños durante la última dictadura. 

En 1982 era subsecretario de Derechos Humanos de Estados Unidos y en ese rol mantuvo una conversación con el embajador argentino en ese país, Lucio García del Solar, en la que este último admitió que tanto el canciller Juan Ramón Aguirre Lanari como el dictador Reynaldo Benito Bignone estaban al tanto del robo de hijos de desaparecidos. 
El hecho fue documentado en un memo de carácter reservado revelado en 2002 por Página/12. Ayer, Abrams ratificó el contenido de ese papel y explicó: “Estábamos (el gobierno de los Estados Unidos) al tanto de que algunos niños habían sido sustraídos estando los padres en prisión o fallecidos y pensábamos que no se refería sólo a uno o dos niños o uno o dos oficiales que hubiesen sustraído a los niños, sabíamos que era un plan porque había mucha gente que encarcelaban o asesinaban y nos parecía que el gobierno militar había decidido que algunos niños se entregasen a otras familias”.

El memo

Abrams y García del Solar se reunieron el 3 de diciembre de 1982 a la una del mediodía en la confitería Jockey Club, en el hotel Ritz-Carleton de Washington. “Había dos temas principales, la certificación (una especie de certificado de buena conducta en derechos humanos) y la cuestión de los desaparecidos”, apuntó el funcionario estadounidense en un documento que fue parte de los 4677 cables secretos sobre el terrorismo de Estado en la Argentina que el Departamento de Estado desclasificó en agosto de 2002.

Abrams informó luego del encuentro a sus superiores: “Toqué con el embajador el tema de los niños, como los chicos nacidos en prisión o los chicos sacados a sus familias durante la guerra sucia. Mientras los desaparecidos estaban muertos, estos niños estaban vivos y esto era, en un sentido, el más grave problema humanitario. El embajador coincidió completamente y ya había hablado esto con su ministro de Relaciones Exteriores y su presidente. Ellos no rechazaron su visión pero señalaron el problema de, por ejemplo, sacar los chicos de sus padres adoptivos. Yo sugerí que ese problema debería ser manejado por la Iglesia o por una comisión que incluya la Iglesia, a doctores, etc. Las acciones respecto a estos chicos podrían tener un enorme contenido humanitario y político. Nuevamente el embajador dijo que estaba completamente de acuerdo y que tocaría este punto una vez más con su capital”.

La audiencia

El papel que prueba que de Bignone para abajo estaban enterados de las apropiaciones de niños, y que la dictadura se negaba a devolver a los hijos de desaparecidos a sus familias biológicas aun luego de la sugerencia de los Estados Unidos, fue publicado por este diario el 23 de agosto de 2002 y presentado como prueba en el juicio por los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo. Ayer Abrams ratificó la veracidad del memo y su contenido. Y, a partir de las preguntas de Alan Iud y María Inés Bedia, representantes de Abuelas, y la jueza María del Carmen Roqueta, presidenta del tribunal, explicó el contexto en el que fue elaborado. La declaración contaba con traducción simultánea, pero el ex funcionario republicano, que estaba en el consulado argentino en Washington, no la esperaba, aunque sí respondía en inglés.

–Según su experiencia, ¿este diálogo con García del Solar, en qué nivel de diplomacia lo ubica? –quisieron saber los abogados de Abuelas.

–Se trata de una conversación importante, el hecho de que sólo estuviéramos nosotros dos fue significativo, para así poder hablar más honestamente que si hubiese más gente, el hecho de redactar este memo tan detallado indica que era de suma importancia.

–¿Conoció casos análogos a la Argentina sobre los niños en otros países?

–No. Había muchas juntas militares en los países de América latina y en Asia, no recuerdo ningún caso similar a éste de niños sustraídos, éste fue el peor caso.

–¿Al tomar conocimiento de que varios niños fueron sustraídos, tomó conocimiento o al menos elaboró alguna hipótesis sobre por qué esos niños eran sustraídos y no entregados a la familia? –le preguntó Roqueta.

–Sí, me acuerdo de dos factores importantes. Uno era que las familias de los desaparecidos eran vistas como no aptas para criarlos, que eran comunistas. El segundo factor es que en algunos casos las familias a los que los entregaban no podían tener hijos, entonces lo consideraban como una bendición para estas familias leales al régimen.

–¿Esta es su opinión o tuvo otros elementos para llegar a este análisis?

–No es un análisis propio, sino lo que circulaba en el gobierno de Estados Unidos, lo que no recuerdo es en qué se fundamentaba. Pero me acuerdo que era sí, no recuerdo la fuente.

–De acá surge que el embajador iba a transmitir esta preocupación al presidente de la Nación...

–En el memo dice que el embajador ya había hablado con el ministro de Relaciones Exteriores y con el presidente.

–Después de esta reunión, ¿por parte del gobierno argentino hubo alguna propuesta? ¿Acercó al gobierno de Estados Unidos alguna idea?

–Realmente no me acuerdo, a lo mejor existen otros documentos, pero participaríamos en esto hasta que hubiese un gobierno democrático, después de eso considerábamos que debía tratarlo el propio gobierno argentino.

Con la llegada de la democracia y el comienzo de los juicios a los represores, los militares, e incluso el gobierno de Raúl Alfonsín, sostuvieron que la apropiación de niños fue uno de los “excesos” de la represión ilegal, un delito cometido por unos pocos fuera de la estructura montada por los jefes castrense. Las Abuelas de Plaza de Mayo y abogados defensores de derechos humanos demostraron que el robo de bebés fue una práctica sistemática.

“Consideramos que el de Abrams fue un testimonio importantes porque acreditó la veracidad del memo y si bien eso no estaba puesto en duda, para el sistema judicial argentino puede resultar extraño un documento de esas características. Y es una prueba importante contra Bignone y (Rubén) Franco (ex jefe de la Armada integrante de la última junta militar). Además, aportó interpretaciones sobre el documento que si bien podían ser inferidas, es diferente si lo afirma una persona que fue funcionario de jerarquía”, dijo Iud a este diario. Las Abuelas señalaron en un comunicado que consideran que “tanto el memo al que logramos acceder como la declaración de Abrams constituyen pruebas importantes” y por lo tanto redoblaron su pedido “para que se desclasifiquen todos los documentos de Estados Unidos, en particular de la CIA y el FBI, que puedan aportar información clave para encontrar a los nietos y nietas y condenar a los genocidas”.

http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-186367-2012-01-27.html

Malvinas: Encuesta respalda a Cristina - Malouines: Enquête soutient Cristina

UNA ENCUESTA MUESTRA UNANIMIDAD CASI PERFECTA EN COMO MANEJAR LA CUESTION MALVINAS

Sin vocación belicista

Prácticamente todos los consultados apoyan que el tema se maneje por vía diplomática, presionando con Latinoamérica. Tres cuartas partes consideran el tema importante, una muestra de transversalidad política de la agenda.

  Por Raúl Kollmann

Menos de un tres por ciento de los habitantes de la zona metropolitana consideran que Argentina tiene que tomar una actitud bélica en la cuestión Malvinas. 
La enorme mayoría elige alternativas que ponen el acento en las iniciativas diplomáticas: gestiones, presión política y alianza en el reclamo con América latina son las opciones que tienen más consenso. 
En cualquier caso, la recuperación de las islas es considerada importante o muy importante por el 74 por ciento de los encuestados, una transversalidad que supera largamente el color político de los ciudadanos. “Es un tema en el que no hay alineamiento kirchnerismo versus antikirchnerismo, como suele haberlo en la mayoría de las cuestiones”, evalúa Ignacio Ramírez, de la consultora Ibarómetro, que realizó la encuesta.

Las conclusiones surgen del sondeo concretado en Capital Federal y Gran Buenos Aires. En total se entrevistaron mil ciudadanos, vía telefónica, respetándose las proporciones por edad sexo y nivel económico-social. Ibarómetro es conducida por Doris Capurro, aunque el estudio sobre Malvinas estuvo a cargo de Ignacio Ramírez.

“La primera novedad es que en las opiniones sobre Malvinas hay convergencia transversal, de procedencias muy distintas. Son actitudes ante el tema bastante generalizadas, que bordean el 70 por ciento de los encuestados, lo que nos permite hablar de cierta universalidad. En concreto, hay acuerdo en que el tema es de importancia, en que se acompañan las iniciativas del Gobierno y se acompañarían todas las iniciativas, salvo las bélicas”, explica Ramírez.

Durante mucho tiempo se consideró que Malvinas era más un tema de los sectores populares, más nacionalistas, que de la clase media. El estudio de Ibarómetro indica que esto no es así, más aún teniendo en cuenta que el sondeo se hizo en Capital Federal y Gran Buenos Aires, con mayor presencia de clase media.

“Está claro que el tema reapareció –continúa Ramírez– ahora más desvinculado de la guerra de 1982. Reaparece por las declaraciones del primer ministro David Cameron diciendo que los argentinos son colonialistas. Y entonces se despierta cierta argentinidad, cierta unidad de criterio, que de todas maneras no acompaña la idea de la guerra de 1982. En primer lugar, porque pasó un tiempo suficiente, pero también por la evolución del mundo. Yo diría que el tema Malvinas estuvo muy contaminado por la guerra y ahora se tomó distancia.”

“Creo que la postura de la Presidenta encaja bien con lo que piensan los ciudadanos. Posición firme, enérgica, pero no bélica, ni tampoco chauvinista, ni de un nacionalismo al viejo estilo. David Cameron hace una declaración y Cristina no le subió la apuesta, como tal vez hubieran hecho otros líderes latinoamericanos. Eso legitima mucho sus posturas”, analiza el consultor.

Tres de cada cuatro personas, un 74 por ciento, creen que el tema Malvinas es muy o bastante importante, frente a un 15 por ciento que dice que es poco o nada importante. Y un porcentaje idéntico opina que las declaraciones del premier británico David Cameron fueron ofensivas. La respuesta de CFK tiene la aprobación del 67 por ciento, 13 puntos por encima de los votos que obtuvo en octubre, lo cual da la idea de la transversalidad del tema. “Creo que la Presidenta saca el tema de Malvinas de la tradición nacionalista de derecha y lo hace potable a una parte del progresismo que lo rechazaba. Esto, insisto, tiene que ver con la distancia de la guerra de 1982”, reitera Ramírez.

“Cuando hablo de que Malvinas, hoy en día, encaja con una idea de argentinidad es porque se trata de una cuestión compartida, que va más allá del kirchnerismo o el antikirchnerismo, que entronca con la historia y que no produce abroquelamientos según los partidos políticos. Está por encima de eso. Tal vez si la Presidenta hubiera reaccionado de una forma distinta, no tendríamos el consenso que hoy hay en la política y la reivindicación de Malvinas”, redondeó el analista de Ibarómetro.

raulkollmann@hotmail.com
Fuente: Página 12

Historia Nac&Pop: Jauretche y el revisionismo histórico - Le révisionnisme historique et Jauretche

LA VIGENCIA DE UN PENSADOR NACIONAL

Jauretche y el revisionismo histórico

Por Jorge Coscia Secretario de Cultura de la Nación.

Las voces críticas que han salido a denostar al Instituto Dorrego y su afán de revitalizar el revisionismo hacen pensar en el intento de excomulgarlo por atentar contra el ‘alcorán’ del que hablaba Alberdi.

En 1959, Arturo Jauretche publicó, en la colección La Siringa de la inolvidable editorial Peña Lillo, el libro Política Nacional y Revisionismo Histórico.
A la luz de la creación del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego y de las airadas reacciones que se suscitaron desde una aparentemente intocable autoridad académica que nos alerta sobre los peligros de una “intromisión” del Estado en la visión de la historia, la relectura del librito que Don Arturo publicara ilumina varios aspectos interesantes.
Desde el comienzo Jauretche advierte sobre la fuerte ligazón que une lo uno con lo otro: “La necesidad de vincular política e historia es además, en lo personal, producto de una experiencia. De mí sólo puedo decir que he integrado mi pensamiento nacional a través del revisionismo, al que llegué tarde. Sólo el conocimiento de la historia verdadera me ha permitido articular piezas que andaban dispersas y no formaban un todo. De tal manera pensar una política nacional, sobre todo ejecutarla, requiere conocimiento de la historia verdadera que es el objeto del revisionismo histórico por encima de las discrepancias ideológicas que dentro del panorama general puedan tener los revisionistas.”
En el capítulo “La falsificación como política de la historia”, Jauretche hace además hablar a Juan Bautista Alberdi, citándolo en el epígrafe: “En nombre de la libertad y con pretensiones de servirla, nuestros liberales, Mitre, Sarmiento y Cía., han establecido un despotismo turco en la historia, en la política abstracta, en la leyenda, en la biografía de los argentinos. Sobre la Revolución de Mayo, sobre la guerra de la independencia, sobre sus batallas, sobre sus guerras, ellos tienen un alcorán que es de ley aceptar, creer, profesar, so pena de excomunión, por el crimen de barbarie y caudillaje.” (Escritos póstumos)
A la actualidad de Jauretche se suma la del autor de El crimen de la guerra, que pensaba en la historia también desde la perspectiva de su valor político.
Las voces críticas que han salido a denostar al Instituto Dorrego y su afán de revitalizar el revisionismo hacen pensar en el intento de excomulgarlo por atentar contra el “alcorán” del que hablaba Alberdi. De lo que se trata precisamente es de construir colectivamente una suerte de autoconciencia compartida que impida el monopolio de la “verdad histórica” en manos de unos pocos.
En el mismo capítulo, Jauretche establece los profundos lazos entre la necesidad de revisar la historia fundada en el siglo XIX después de Caseros y Pavón: “No basta decir, por ejemplo, que los vencedores de Caseros y su más alta figura en la materia, Bartolomé Mitre, construyeron una historia falsa y que la desfiguración es el producto de la simple continuidad de una escuela histórica por ellos fundada. Una escuela histórica no puede organizar todo un mecanismo de la prensa, del libro, de la cátedra, de la escuela, de todos los medios de formación del pensamiento, simplemente obedeciendo al capricho del fundador. Tampoco puede reprimir y silenciar las contradicciones que se originan en su seno, y menos las versiones opuestas que surgen de los que demandan la revisión. Sería pueril creerlo y sobre todo antihistórico.
No es pues un problema de historiografía, sino de política: lo que se nos ha presentado como historia es en realidad una política de la historia, en que esta es sólo un instrumento de planes más vastos, destinados precisamente a impedir que la historia, la historia verdadera, contribuya a la formación de una conciencia histórica nacional, que es la base necesaria de toda política de la Nación. Así pues, de la necesidad de un pensamiento político nacional ha surgido la necesidad de un revisionismo histórico.”
En el final del libro las conclusiones de Jauretche asombran por su vigencia en la actual etapa. Parecieran tan recientes y reafirman por ello la vigencia, no sólo del pensamiento del autor del Manual de zonceras argentinas, sino también la dramática resolución pendiente de nuestros grandes temas: “Estamos en uno de esos momentos históricos (escribe en 1959) y se trata de reanudar para seguir tejiendo, lo que para nuestra realidad americana y rioplatense empezó San Martín, y continuó la Confederación; y de cortar los hilos que empezaron a tejer los enemigos de San Martín y que vencida la Confederación, nos quitaron el destino de Patria Grande para reducirla a la idea casi municipal de un estado administrador y una economía, un pueblo, una política internacional y fuerzas armadas complementarias de otros intereses nacionales distintos y opuestos a los nuestros.
En definitiva, tener política nacional, o negarnos a nosotros mismos en una situación de dependencia social y cultural. Comprenderlo es imposible sin el conocimiento verdadero de la historia. Su conocimiento, es decir, su revisión, se hace imprescindible para reanudar aquellos hilos y darle al pensamiento nacional el sentido de Patria Grande al que va aparejada la posibilidad de ser efectivamente una Nación.”
Desde aquel año de 1959, muchas de las preocupaciones de Jauretche se confirmaron, con el desmantelamiento de nuestra autonomía, la funcionalidad de las fuerzas armadas a un proyecto opuesto a los intereses del pueblo y la profundización de las banderas de la revolución fusiladora del ’55. Hubo desmantelamiento del aparato productivo, deterioro social y un genocidio funcional al proyecto hegemónico que, como advirtiera Don Arturo, tenía en una “política de la historia” su fundamento cultural. 
No es casualidad que algunos voceros de esa hegemonía teman a la revisión por su enorme capacidad de generar los anticuerpos para que la mala política de la historia no se repita. <


Fuente: Página 12

Paréntesis: Dos caras del...Opus Dei - Deux côtés de l'Opus Dei ...

 

Luche y Vuelve: YPF - Lutte et retours: YPF

TRAS LA DENUNCIA, Y EL RECLAMO DE CRISTINA A LAS PETROLERAS, SE PLANTEA LA ALTERNATIVA DE LA REESTATIZACION DE YPF

El debate por recuperar la petrolera propia

A las conductas abusivas y la estructura monopólica del mercado se suma el problema de una producción declinante. Detrás de la denuncia a las petroleras y el cambio de estrategia del Gobierno, surge el debate en torno de la reestatización de YPF.


  
  Por Raúl Dellatorre

La demanda contra cinco petroleras por abuso de posición dominante y cartelización de precios en la venta de gasoil entrará esta semana en etapa de definiciones. Las refinadoras deberían retrotraer el diferencial de precios que aplican en contra de las firmas transportistas, cumpliendo una resolución cautelar de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, a menos que logren que la Cámara de Apelaciones dicte un amparo a su favor en forma inmediata. Quienes estudiaron la denuncia, sostienen que difícilmente un juez podría obviar “las contundentes evidencias” del carácter arbitrario con el que se determinó un precio mayorista (ventas a granel) superior al minorista (en surtidor). Pero más allá del hecho coyuntural quedó plasmado, primero con la denuncia y luego en el discurso presidencial del 25 de enero, la preocupación del Gobierno por un problema de carácter estructural, el oligopolio en el sector de hidrocarburo y combustibles, que amenazan hacer del conflicto un escenario permanente. En el marco de la reunión con gobernadores de las provincias petroleras ya se empezó a plantear, al menos como hipótesis, la alternativa de volver a una empresa estatal integrada, desde la extracción de petróleo hasta la comercialización. La bandera de la renacionalización de YPF vuelve a asomarse en el horizonte.

En el entorno del Gobierno ya se plantea con fuerza que las políticas correctivas a las conductas monopólicas en el sector petrolero tienen límites muy estrechos. Legisladores, especialistas y también funcionarios de primera línea participan de un debate que ya incorpora, como alternativa explícita, la recuperación de una petrolera estatal y, más concretamente, la renacionalización de YPF. El planteo llegó al seno de la última reunión de gobernadores, pero tampoco habría sido ajeno a los argumentos en base a los que se formuló la denuncia contra las petroleras por sobreprecios en la venta de gasoil.

Una semana después de que el ministro de Planificación, Julio De Vido, y el vicepresidente Amado Boudou denunciaran a las petroleras por sobreprecios en el gasoil, el primero se reunía en Buenos Aires con los gobernadores de provincias petroleras. Era el miércoles 25, pocas horas antes de la esperada reaparición pública de la Presidenta de la Nación tras su convalecencia. El encuentro venía precedido de varios contactos previos entre los mismos interlocutores. El tema central: evaluar el comportamiento de las petroleras en materia de inversión en desarrollo de áreas para la producción en los últimos años.

El diagnóstico partía de una serie de datos preocupantes. La producción de crudo viene en paulatino e ininterrumpido descenso desde 2002 a la fecha, habiendo cedido en ese período en más de 10 millones de metros cúbicos (de 43,9 a casi 33 estimados para todo 2011). La provincia más castigada por ese retroceso resultó Neuquén, que de 14 millones de metros cúbicos pasó a producir alrededor de la mitad el año recién finalizado. Y perdió participación en la torta de producción nacional, de la cual representaba el 32 por ciento hace diez años y ahora apenas pasa el 22. Santa Cruz y Mendoza también vieron caer sus niveles de producción, la primera de 9,5 millones a cerca de 6 millones en el último año, y la provincia cuyana de 7 a 5 millones entre estos mismos diez años. Sólo Chubut quedó algo mejor parada entre las cuatro principales productoras; con una relativa estabilidad en sus niveles de producción, vio crecer su participación del 18 por ciento en 2002 (era la tercera) al 27 por ciento actual (mayor productora de crudo del país).

Ello no sólo afectó a los recursos de las provincias, sino que además dejó al país más dependiente de la importación de hidrocarburos (para refinar) y combustibles para abastecer una creciente demanda interna. Este, en realidad, fue el punto inicial de preocupación del gobierno nacional que movilizó la convocatoria a las provincias para resucitar la Ofephi, la organización federal de provincias productoras de hidrocarburos, que mientras tuvo a Mario Das Neves (ex gobernador de Chubut) de presidente, prácticamente se mantuvo inactiva.

En cuanto al comportamiento de cada una de las empresas petroleras, aparecen algunos datos que pueden apurar las conclusiones. Según el estudio sobre el que trabajó la Ofephi, en los últimos cinco años (2006 a 2011), YPF perdió producción por más de un millón de metros cúbicos (pasó de 13,7 a 12,4 millones, con cifras provisorias para el último año). La producción de la ex petrolera estatal sólo creció en ese período en la provincia de Mendoza, pero cayó fuertemente en Santa Cruz y Neuquén. En opinión de los mandatarios patagónicos, los resultados denotan la falta de interés inversor de la compañía y el descuido en aspectos vinculados a las condiciones de explotación, que sería en parte responsable del creciente estado de conflicto con los trabajadores en esas regiones (ver nota de opinión de Claudio Scaletta).

La declaración que emitió la Ofephi tras el encuentro es contundente al señalar la responsabilidad de las empresas petroleras en la falta de inversión, aunque es más contemplativa en su propuesta al convocar a un pacto federal que comprometa el esfuerzo para mejorar las condiciones de abastecimiento de combustibles.

Pero desde un ámbito político, incluso vinculado a los propios gobernadores que emitieron el comunicado, se cree que el escenario de conflicto que quedó montado no se desarmará con facilidad. Las relaciones con YPF están seriamente complicadas, y no es un dato coyuntural ni reciente. La caída en el esfuerzo de inversión para mejorar la producción de la empresa viene de hace por lo menos dos años. El Gobierno, en particular la Presidenta de la Nación, había apostado a una recuperación a partir de los más recientes descubrimientos, tanto en hidrocarburos en forma no convencional (shale oil and gas) como convencional. Pero no fue así. Son varios los que advierten que el Gobierno empezó a cambiar la estrategia en la materia.

En el contenido de la denuncia que se formuló ante la Comisión de Defensa de la Competencia por los sobreprecios al gasoil aparecen algunas probables claves de esa nueva estrategia. Allí se refleja claramente el carácter monopólico del mercado, con una posición dominante absoluta por parte de YPF con una proporción de la oferta cercana al 60 por ciento. Pero, además, se revela “una conducta empresaria abusiva”, refieren quienes estudiaron la causa, a través de “un insólito sobreprecio en la venta mayorista de gasoil, frente a un cliente en total estado de vulnerabilidad, sin capacidad de negociación y frente a la necesidad de un insumo imprescindible y sin posibilidad de espera en el abastecimiento, para poder mover sus vehículos”. Los mayores sobreprecios, entre las empresas denunciadas, corresponderían a las ventas de YPF.

La “condición estructural” del mercado, un esquema oligopólico con una empresa dominante, aparece acompañada por “una conducta empresaria abusiva”, que daña la justa distribución de recursos. Pero, además, tiene como resultado la retracción de la oferta de un insumo imprescindible para el modelo económico y el interés general. La aplicación de “correctivos” a la conducta empresaria –como lo eran las advertencias y sanciones a Shell, en su momento–, en este caso parece insuficiente. La respuesta vendría esta vez por un cambio en “las condiciones estructurales”, mediante la reaparición de la empresa estatal en la escena. De esto ya se conversa en diferentes ámbitos próximos y al interior del Gobierno, aunque nadie pueda adelantar el capítulo final de la historia.

Malvinas: Colonialismo puntocom - dotcom colonialisme

Colonialismo puntocom 

  Por Eva Giberti

Cuando yo concurría a la escuela primaria, hace ya setenta años, en mi casa compraban, junto con “el” Billiken, la revista Figuritas. Esa revista que incorporaba imágenes, dibujos, que podrían utilizarse en la escuela, cuentos para niños y niñas, acertijos y algunas publicidades, incluía sistemáticamente una frase en el borde superior de cada página: las Malvinas son Argentinas. Y en alguna doble página interior, un mapa desplegando el perfil de las islas. De manera que quienes leíamos, inevitablemente, incorporábamos la frase que se instalaba como un mantra: las Malvinas son Argentinas.

Era necesario saber por qué importaba tener presente ese contenido, de manera que la revista surtía de datos permanentemente. Contaba la historia y clavaba la bandera nacional sobre el territorio malvinense. Todas las semanas, los días jueves, Figuritas repetía el mismo mandato patriótico.

Algún visitante de la familia, al advertir que Figuritas era tema de lectura de aquella niña, comentó con aire preocupado: “Vean, ustedes están llenándole la cabeza a la nena con esas historias contra los ingleses. Es chica y se les puede convertir en nacionalista...”. Eran los tiempos en los que en la escuela nos enseñaban que la Mazorca pasaba a degüello a los unitarios, que ese rosista de Rosas había inventado la tiranía en nuestro país, que los buenos –los unitarios– tenían que exiliarse en Uruguay, y alumnos y alumnas recortábamos figuritas de mazorqueros que traía el Billiken y las pegábamos en los cuadernos, resaltando la lucha nacional contra la barbarie. Mientras, la figura de Manuelita –la hija de Rosas– amainaba con su presencia e intervenciones la ferocidad del padre. De manera que ése era el peligro de convertirme en nacionalista: oponerme a los ingleses que se habían apropiado de las islas, y por extensión adherir a Rosas.

Mi padre –italiano de la Toscana, simpatizante de la anarquía– se ocupó de explicarme qué significaba crear una colonia, apoderarse de un territorio y someter a sus pobladores, o poblarlo con gente propia. Algo complicado para mantenerse en la mente de una niña de diez años, ya que mi padre murió y yo quedé a merced de la escuela primaria. Donde no me hablaban de las Malvinas, pero me enseñaban a leer Amalia, de José Mármol, o sea el cántico a la libertad de los unitarios exiliados.

Muchos años más tarde, aprendiendo a revisar aquello que me habían enseñado en las escuelas y aun en las universidades, me di cuenta de qué significaba el colonialismo: yo había sido colonizada respecto de mi país, y así había permanecido durante décadas. Fue cuando empecé a regalarles a mis hijos el libro de Borrero, La Patagonia Trágica (que descubrí revisando libros que se liquidaban, en la calle Corrientes), obra que describe la Campaña del Desierto y el etnocidio de los nativos patagónicos y que resultaba difícil encontrar. También qué sucedía con los puertos de aquellas regiones y con los buques que, según cuentan, cargaban carnes para el continente europeo. Osvaldo Bayer todavía no nos había entregado sus textos y a Borrero había que encargarlo porque no se encontraba en las librerías.

Resultó inevitable que mis hijos dijeran lo no-debido en sus escuelas, y empezaran, mucho antes que yo, a entender qué significa ser intelectualmente colonizado. Por supuesto, sus hijos, mis nietos, se negaron a repetir en sus escuelas la historia oficial acerca de Cristóbal Colón y las joyas de la reina Isabel la Católica: porque otros fueron los dineros que se usaron para fletar la Pinta, la Santa María y la Niña. Afortunadamente, uno de mis nietos concurría a una escuela donde le contaban la historia en serio.

Durante décadas, la herencia colonial saboteó –inútilmente– el añejo mantra de la abuela: las Malvinas son Argentinas. Por eso, cuando una escucha que los argentinos somos colonialistas, de memoria recurre a Sto-ppelman, nuestro filósofo con humor propio (que acompaña a Víctor Hugo Morales en su programa radial), cuando dice “pasan cosas raras.com”, y nos advierte que las rarezas pueden suscitarse del modo menos pensado. Y provenientes de las latitudes más inesperadas. Que conviene escuchar, impasibles, mientras los niños y las niñas actuales pegan el perfil de las Islas en sus cuadernos y el resto de la ciudadanía espera la mesa de negociaciones para recuperarlas. Mientras, los Estudios Poscoloniales, me parece, podrían incorporarse en los planes de estudio de niños, niñas y adolescentes que –desde 1998 o antes– nos acercan la voz esclarecedora y denunciante de los autores latinoamericanos, africanos y otros colonizados/subordinados por el pensamiento eurocéntrico.

Las Malvinas constituyen un argumento mayor para posicionarse en tanto derechos nacionales. También porque a la vera de nuestra escucha están las voces de los chicos de la guerra, los “Pichiciegos” que Rodolfo Fogwill describió con su prosa tajante, para que también ellos sigan contando cómo fue aquello. Heroico y malvado.

Mientras su pertenencia no era reconocida por nuestros compatriotas (quizá como efecto de la educación), las Islas aunque argentinas estaban en la mesa de negociaciones, ajenas para quienes no pensaban en ellas. La guerra las incluyó en el pensamiento de muchos. Ahora, el tema forma parte de otra dimensión política: un pasaje de la modernidad-nacional (rescatada por el conflicto) a la modernidad-del mundo (que acompaña) y donde el mantra ha sido colocado.

Fuente: Página 12

Historia Nac& Pop: Fidel y Perón, el revolucionario en los '70 - Peron et Fidel, un révolutionnaire dans les années 70

Cuando Perón rompió el bloqueo

El periodista cubano José Bodes y el argentino “Coco” López realizaron esta investigación sobre una de las decisiones más importantes del gobierno peronista en 1973 y menos recordada en la Argentina. A modo de adelanto exclusivo, página/12 publica un capítulo de este libro sobre Cuba y Argentina en 1973.

Desarrollar las relaciones comerciales entre la Argentina y Cuba era una tarea que demandaba una buena dosis de voluntad política. Cuba tenía una economía centralmente planificada, lo cual significaba que el intercambio con otros países debía estar vinculado con los objetivos de producción, consumo e inversiones fijados con una perspectiva de uno a cinco años.
La economía cubana había crecido a un promedio anual de 3,6% en la década del ‘60, período en que se introdujeron los principales cambios en el sistema de propiedad. La nacionalización de las empresas extranjeras, la confiscación de los bienes malversados por antiguos funcionarios de la dictadura batistiana, la expropiación de las fincas rurales mayores de 60 hectáreas y otras medidas de regulación de la economía significaron un cambio casi total en la posesión y uso de los recursos del país. La participación del Estado en el valor de los fondos básicos alcanzó el 100% en la industria, el comercio, la banca, la construcción y el transporte. En la agricultura llegó al 75% porque fue mantenido un sector de propiedad privada, que contaba con créditos oficiales y contribuía con sus productos al abastecimiento de la población.
El año 1970 marcó un momento de viraje en la política económica debido, fundamentalmente, a que el plan de desarrollo de la producción azucarera, concebido como el pivote de la futura industrialización del país, no pudo ser cumplido. Los recursos invertidos para el logro de esa meta determinaron, de forma indirecta, la caída de los demás sectores de la economía nacional.
En lo que respecta al sector externo, las fuentes de financiamiento estaba limitadas a la URSS y algunos otros países socialistas porque los organismos internacionales de crédito, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, no prestaron ayuda a Cuba desde 1959.
La Argentina, por su parte, tenía una economía basada eminentemente en el capital privado y las relaciones con el exterior se manejaban en forma directa por las empresas de este sector; mientras que el Estado cumplía las funciones de gestor de negocios dentro de una concepción, muy controvertida, de que los beneficios de unos pocos se revertirían a largo plazo en beneficio de la mayoría.
El cumplimiento de esta labor promocional corría a cargo de la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales, una repartición disputada por muchos años entre la Cancillería y el Ministerio de Economía, y que ahora se encontraba en la esfera de este último.
Para ninguno de los interesados cabían dudas de que el comercio era la vía más idónea para impulsar las relaciones económicas, luego de varios años de inercia provocada por los condicionamientos políticos. Las exportaciones argentinas a Cuba nunca fueron muy elevadas, pero en los años ‘60 se derrumbaron a un ritmo vertiginoso. Todavía en 1964, a dos años de la ruptura de relaciones oficiales, el monto ascendió a 1.665.600 dólares.
En los cuatro años siguientes, bajo la influencia de la resolución de la OEA de cesar todo trato comercial con la Isla, se redujeron a cifras insignificantes y desde 1969 hasta 1972 no hubo operaciones. Las importaciones, que siempre estuvieron muy por debajo de las ventas, habían cesado a partir de 1963.
Los sucesivos gobiernos argentinos se habían sumado al bloqueo de los Estados Unidos contra la Isla, a pesar de que con esa decisión privaban a la industria nacional de un mercado en el que podían colocar sus productos no tradicionales de exportación, los que por otra parte no tenían la más mínima posibilidad de acceso al consumidor norteamericano.
En los meses previos a la asunción de Cámpora, cuando Perón conferenciaba en Puerta de Hierro con el futuro ministro de Economía, José Ber Gelbard, sus instrucciones fueron precisas: “Usted debe abrir una agenda de trabajo con los países socialistas, especialmente con la URSS, Cuba y China”. Gelbard era entonces el presidente de la Confederación General Económica (CGE) y desde esa posición estaba sumamente interesado en abrir nuevos mercados para los pequeños y medianos empresarios argentinos. Durante su desempeño en el Ministerio de Economía, desde el fugaz mandato de Cámpora hasta los primeros meses del tormentoso mandato de María Estela Martínez, viuda de Perón, siempre auspició la diversificación del comercio argentino como un arma de independencia política que, a la vez, representaba pingües beneficios para los sectores económicos a los que pertenecía.
Nacido en Polonia en 1926, su familia de origen judío emigró a Sudamérica con la aparición de las primeras nubes del antisemitismo, lanzadas sobre la Europa por el pujante nazismo. Su lugar de destino fue la provincia de Tucumán, en el norte argentino, José era entonces casi un adolescente. Las estrecheces familiares le impidieron completar los estudios primarios y a muy temprana edad comenzó a trabajar como vendedor ambulante.
En su juventud, se esforzó por adquirir una preparación cultural básica que le permitiera emprender modestos negocios. Estos fueron paulatinamente mejorando su posición económica a la vez que cimentando su prestigio como portavoz de los pequeños comerciantes y empresarios de la provincia de Catamarca, donde se había asentado. Esta actividad representativa iría en desarrollo en los años siguientes, y junto con el crecimiento de su capital, lo avalarían como fundador y presidente de la CGE.
Mientras tanto, sus inclinaciones políticas lo llevaron a ingresar en las filas del Partido Comunista, filiación esta que, según algunos dirigentes del PC en los años ‘70, no abandonó nunca, aunque optó por desempeñarse como “compañero de ruta” y en funciones de gestor financiero para la colectividad.
Para Gelbard, la apertura orientada por Perón no sólo constituía una alternativa económica de máxima prioridad sino también un derrotero estratégico muy acorde con su pensamiento. Romper la inercia comercial con Cuba heredada de las viejas administraciones exigió crear una estructura financiera que allanara el camino, puesto que la Isla contaba con limitados recursos en divisas convertibles para destinarlos a compras, más o menos voluminosas, a nuevos proveedores.
Las conversaciones oficiales en Buenos Aires avanzaron rápidamente. Los interlocutores eran el embajador Emilio Aragonés Navarro y, por la parte argentina, unas veces Gelbard y otras el propio Perón.
En un reportaje realizado en La Habana en el año 2000 y luego de décadas de silencio, Aragonés relató aquella histórica entrevista con Perón.
Cuando Aragonés entró a la reunión con el General, tenía inquietud por saber qué facilidades podrían ofrecer los argentinos para el intercambio comercial con su patria. Confiaba en la buena relación con Perón, pero aquí se trataba de números y no sólo de simpatías políticas o afinidades personales.
En esa época, que Cuba obtuviera 200 millones de dólares de crédito de un país era celebrado como un triunfo.
–Yo había pensado en esa cifra, General –arriesgó Aragonés luego de las conversaciones previas de rigor y cuando Perón ya lo habilitó para entrar directamente al tema de fondo.
Perón meneó la cabeza en silencio, como analizando el monto.
–Puede ser mayor –dijo luego. Y el viejo guerrillero tragó saliva.
La situación estaba clara. El propósito de los gobernantes argentinos era abrir un nuevo mercado donde tuviesen cabida los productos manufacturados, preferentemente los procesados por la industria nacional. Cuba, mientras tanto, aspiraba a revitalizar sus relaciones comerciales con América latina y, de ese modo, romper el bloqueo económico en una región que durante décadas estuvo consideraba el patio trasero de los Estados Unidos.
El presidente argentino preguntó en qué sectores se invertiría el dinero. Comenzaron entonces a analizar rubro por rubro. Los dos evidenciaban saber de qué estaban hablando. Y la cifra fue creciendo... Aragonés terminó la entrevista con Perón y partió raudo a la provisoria sede de la Embajada cubana. A pesar de su corpulencia, bajó de un salto no bien se detuvo el automóvil y entró sin contestar el saludo de una secretaria. A los pocos minutos salía un cable para Fidel: “Acabo de firmar un crédito por 1.600 millones”.
Inmediatamente, Fidel respondió con una pregunta llena de expectativas: “¿En dólares o en pesos argentinos?”.
En esta última moneda, el crédito representaba unos 160 millones de la divisa norteamericana, lo cual ya era por sí solo un préstamo importante para Cuba. El cable cifrado que llevaba la respuesta era breve y no admitía dudas: “En dólares de los Estados Unidos de Norteamérica”.
La adaptación al mercado cubano sería una prueba de fuego para la industria argentina. Por empezar, cualquier aparato eléctrico, de uso industrial o doméstico, tendría que funcionar con la corriente de 110 voltios y 60 ciclos que se utilizaba en Cuba, lo cual exigía una preparación especial para su entrega al cliente. Los herrajes y toda clase de objetos metálicos estarían sometidos a una corrosión mucho más destructora que la de la Argentina, ya que la Isla está expuesta, en sus 111.000 kilómetros cuadrados de superficie, a los aires marinos cargados de sal.
Otro desafío, pero éste no de orden natural, surgiría de la gran cantidad de maquinaria y útiles de manufactura soviética y de otros países de Europa del Este que había sido instalada en Cuba desde los años ‘60, cuando comenzó el bloqueo norteamericano y no entraron más repuestos para los equipos Made in USA que tanto abundaban allí.
Es decir, en algunos casos las importaciones argentinas tendrían como destino reemplazar la planta industrial de procedencia estadounidense que había tenido que ser paralizada y, en sentido general, mejorar la calidad de vida de los cubanos creando un surtido de productos y servicios que en esos momentos no estaban disponibles para la población.
Todo esto lo sabía Aragonés y lo repasó mentalmente en segundos. Pero ahora era el momento de la euforia.
El corpulento diplomático salió y se disculpó con la secretaria por no haberla saludado momentos antes. El experimentado guerrero sonreía, consciente de que se abría una etapa sin precedentes en la historia diplomática y económica de la Argentina y Cuba. Sabía que nada sucedería sin escollos, pero estaba acostumbrado a ellos. Por un genuino acto de soberanía, la Argentina abría una grieta en la política dictada por el Departamento de Estado.

Fuente: Página 12