Golpe Cívico-Militar – Golpe Económico
24 de marzo
de 1976 -MEMORIA, VERDAD, JUSTICIA
-Está todo bien, muchachos. Todo es normal y no tengo noticias
de movimientos de tropas. El Gobierno no negocia ni hay ultimátum militar.
Dijo Lorenzo Miguel a los periodistas que le preguntaron qué
pasaba cuando salió de la
Casa Rosada , poco después de la hora cero del miércoles 24 de
marzo. El sabía que no era así: se lo
acababa de informar Francisco Deheza, el ministro de Defensa de Isabel, que
acababa de llegar de la sede del Ejército.
De su reunión con
Agosti, Massera y Videla sólo quedaba clara una cosa: el golpe era inevitable.
Deheza sintetizó la
situación ante Isabel y el resto de los ministros y dirigentes justicialistas
reunidos en la Rosada. Era
muy simple: los militares no aceptaban ninguna negociación. La mayoría se
retiró por la puerta de Balcarce 50.
Isabel se quedó en su
despacho. Miguel salió con Deolindo Bittel.
-Vamos a seguir
conversando mañana.
Dijo Bittel. Poco antes de la una el rambler ambassador negro
salió por la explanada de Balcarce y tomó Libertador hacia la quinta
presidencial.
La mujer que iba
adentro no era María Estela Martínez de Perón sino una sustituta. Por
indicación de su edecán militar, la presidenta salìó en un helicóptero de la Fuerza Aérea con su
secretario privado, Julio González.
El edecán les había dicho que era una medida de seguridad ante
un posible ataque guerrillero.
En realidad, era el
principio de la “Operación Bolsa”. Diez minutos después el helicóptero aterrizó
en el Aeroparque: tropas de la
Fuerza Aérea lo rodearon y el general Villarreal, acompañado
por el brigadier Lami Dozo y el contraalmirante Santamaría, se le acercó:
-Señora, está usted
arrestada.
El general le pidió su cartera: la señora se la dio y el general le sacó el pequeño revólver que
llevaba. Después se la devolvió. El secretario González rezaba un rosario;
la viuda de Perón estaba tranquila, pero intentó una última defensa. En un
aparte con el general Villarreal, le dijo que estaba equivocado.
-Acá debe haber un
error. Ya se llegó a un acuerdo con los tres comandantes. Podemos cerrar el
Congreso. La CGT y las 62 me responden totalmente. El
peronismo es mío. La oposición me apoya.
Yo les doy a ustedes
cuatro ministerios y los tres comandantes podrán acompañarme en la dura tarea
de gobernar.
-A usted, señora, no le responde nada más que una cúpula de
gremialistas corruptos, su peronismo está dividido y la oposición pide
masivamente su renuncia.
Cuando le dijeron que
se la iban a llevar a la residencia El Messidor, en Bariloche, Isabel Martínez
contestó que no tenía ropa. Los militares le dijeron que irían a Olivos a buscarla
y le preguntaron quién quería que la acompañara a su nuevo destino.
-Mi gobernanta, por favor.
Media hora después,
la gobernanta, una mujer de unos 50 años, les explicó que ella no quería ir
“porque yo no tengo ningún vínculo afectivo con la señora, para mí esto era
sólo un trabajo”.
A las tres de la
mañana, María Estela Martínez fue embarcada en el avión presidencial Patagonia.
El golpe militar estaba en marcha. En la Rosada , un oficial
aeronáutico se acercó a los periodistas que quedaban de guardia y les dijo que,
a partir de ese momento, se abstuvieran de dar información.
-En un rato se va a dar a conocer una proclama.
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La noche porteña estaba despejada, agradable: 20 grados y el
cielo estrellado. No había nadie en las calles. En los accesos a la capital los
militares empezaban a armar trincheras con bolsas de arena y ametralladoras
pesadas. Entre las tres menos cuarto; a
las tres llegaron comandos a todas las radios, agencias de noticias y canales
de televisión.
De los regimientos,
bases navales y comisarías salieron grupos, algunos de civil, hacia las grandes
fábricas, con listas de los delegados, comisiones internas y activistas
reconocidos.
Otros grupos,
uniformados, se presentaron en las sedes gremiales de la CGT , del SMATA y de la UOM.
El comando radioeléctrico de la Policía Federal
empezaba a transmitir una larga lista de personas buscadas: los cuatro primeros
eran el ministro de Trabajo, Miguel Unamuno, el jefe de las 62 Organizaciones,
Lorenzo Miguel, y los dirigentes de la construcción y la alimentación, Rogelio
Papagno y Hugo Barrionuevo. En el
puerto, el buque de guerra 33 Orientales esperaba la llegada de los
prisioneros: uno de los primeros fue Carlos Menem. El gobernador de la
Rioja se había rapado el pelo y las patillas para tratar de
huir, pero no lo consiguió.
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A las tres y
veintiuno se escuchó al locutor, grave, por la cadena nacional:
-Comunicado número uno. Se comunica a la población que a partir de la fecha, el país se
encuentra bajo el control operacional de la Junta de Comandantes Generales de las Fuerzas
Armadas. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento de las
disposiciones y directivas que emanen de la autoridad militar, de seguridad o
policial, así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes
individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal
en operaciones.
Firmado: general
Jorge Rafael Videla, almirante Emilio Eduardo Massera y brigadier Orlando Ramón
Agosti.
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Horacio González lo escuchó en la casa de una amiga, con quien
pasaba algunas noches, en el centro y, por un momento, se sintió aliviado. Ya
no soportaba más la zozobra, la amenaza permanente de la Triple A. Será terrible,
pensó, pero por lo menos va a ser terrible de otro modo. ¿Cómo era eso que
decía Max Weber sobre el monopolio de la violencia? Al cabo de un rato, cuando
volvió a pensarlo, se arrepintió de su alivio.
Minutos después el mismo locutor leyó que seguía vigente el
estado de sitio y que “cualquier manifestación será severamente reprimida”. A
las tres y media, el locutor dijo que la Junta Militar
ordenaba el cumplimiento de todos los servicios y transportes públicos.
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La segunda edición de
Clarín llegó a incluir la noticia del golpe. El título era “Nuevo gobierno” y
la foto mostraba la Plaza
de Mayo casi desierta.
El epígrafe decía que “sólo unos pocos adictos a la ex
Presidente se congregaron anoche en la
Casa de Gobierno”. Poco antes, Lorenzo Miguel había dicho que “en los barrios y pronto en plaza de
Mayo se podrá ver que esta reacción nuestra tiene calor popular. No caeremos
sin pena ni gloria”.
Ya tenía pedido de captura, pero tardaron
varios días en detenerlo.
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En los diarios de esa madrugada, una solicitada de las 62
Organizaciones peronistas decía que “un golpe de Estado en estos momentos es el
más irresponsable salto al vacío que podría realizar el país en la coyuntura
histórica que le toca vivir. A nadie escapa que el pueblo argentino desea
fervorosamente vivir en paz y libertad. Ningún golpe de Estado puede brindarle
esos dos valores. Porque el trabajo y la libertad son condiciones que se
ejercen en democracia y en ambiente de tranquilidad y optimismo. Un golpe de
Estado que niegue esas posibilidades no tiene futuro positivo y sólo podría
lograr que la guerrilla, que es hoy antipopular e ilegal se convierta como
fruto de esa actitud en popular y legal.” Y, más adelante, para terminar: “El Movimiento Obrero siente un profundo
respeto por sus fuerzas armadas. Porque no ignora que sus filas se nutren de
nuestros hijos. El movimiento obrero ha sentido como propia las heridas que la
guerrilla asesina infligiera a sus soldados. Sabe de sus valores y de la
conciencia de Patria que las anima. Y porque conoce profundamente estas
esencias invalorables, es que confía en la responsabilidad de ellas y en la
fortaleza moral que les impedirá atentar contra la voluntad soberana de todo el
pueblo argentino.”
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En su página 3, Clarín
editorializaba: “Las Fuerzas Armadas se hicieron cargo anoche del gobierno,
después de una prolongada crisis que resultó imposible de superar en el marco de las instituciones. Esta
decisión, materializada finalmente anoche, no tomó de sorpresa a los
observadores políticos y prácticamente desde el lunes había pasado a
conocimiento de grandes sectores de la opinión pública”. Y, más adelante: “Las
Fuerzas Armadas se habían fijado un límite preciso para su actitud de
prescindencia: el peligro cierto de que la integridad nacional se encontrase en
peligro ante el accionar de fuerzas centrífugas desencadenadas, que el gobierno
parecía incapaz de controlar. En la segunda semana de marzo se decidió que ese
momento había llegado y finalmente se tomó la decisión para emprender un camino
que se sabe muy duro, pero ineludible, ante los riesgos profundos que implicaba
el rumbo que había adoptado el proceso nacional”.
-...las Fuerzas Armadas hacen un vibrante e irrenunciable
llamado a la juventud argentina para que, integrada en la comunidad nacional,
contribuya con su entusiasmo, idealismo y desinterés a la construcción de una Patria que será orgullo de todos los hijos de
esta tierra...
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Graciela Daleo se había despertado muy temprano y, más que
sorprenderse, lo primero que pensó fue bueno,
así que ya lo hicieron.
No podía dejar de recordar lo que había pensado menos de tres
años antes, en la plaza de Mayo, el día
de la asunción de Cámpora, cuando todos gritaban se van se van y nunca volverán
y ella y el Flaco Jorge se miraron y, sin palabras, se dijeron que no, que
seguramente volverían.
Y que en definitiva tampoco sería tan grave: que seguramente las
cosas se pondrían un poco más duras, pero que sería una etapa más en el avance
hacia la liberación. Y que ni siquiera era seguro que se pusieran más duras: en esos días, la violencia de las Tres A
era tan terrible que no era fácil imaginarse cómo podría ser peor. Pero igual
pensó que tenía que juntar todos los Evita Montonera y los documentos que
tuviera y romperlos y tirarlos en algún basural.
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A las diez de la
mañana los comunicados militares ya habían llegado al número 22.
El último suprimía todos los espectáculos públicos “tales como cinematógrafos,
teatros, actividades deportivas, culturales, etc.”. Pero unos minutos después
la cadena nacional informaba, a través del comunicado número 23, que “se ha
exceptuado la propagación programada para el día de la fecha del partido de
fútbol que sostendrán las selecciones nacionales de Argentina y Polonia”.
Para que no quedaran
dudas acerca del peso del Ejército en su competencia con la Armada , la Junta asumió directamente en
el edificio Libertador, la sede del Ejército. A
las 10 y 40 el escribano de gobierno cruzó la avenida con las actas bajo el
brazo y tomó juramento a Videla, Agosti y Massera. Como iban a deponer la Constitución , los
uniformados juraron por la flamante Acta para el Proceso de Reorganización
Nacional, en la que se suprimían el Congreso, la Corte Suprema y
todos los cargos ejecutivos nacionales, provinciales y municipales.
El Acta anunciaba,
entre sus objetivos, la “vigencia de los valores de la moral cristiana, de la
tradición nacional y de la dignidad del ser argentino; la vigencia de la
seguridad nacional erradicando la subversión y las causas que favorecen su
existencia; la vigencia plena del orden jurídico y social; la relación
armónica entre el Estado, el capital y el trabajo, con fortalecido
desenvolvimiento de las estructuras empresariales y sindicales, ajustadas a sus
fines específicos; la ubicación internacional en el mundo occidental y cristiano...”.
Además del Acta, en la mesa de caoba de la sede militar, había un crucifijo y
una biblia.
Después del acto se anunció que la junta iba a elegir “al
ciudadano presidente”: su decisión no tardaría más que un par de días.
Mientras, el gabinete de emergencia estaba integrado sólo por militares.
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Marzo de 1976. Salvo la revista Cuestionario, nadie se atrevió a reproducir la
circular que la secretaría de Prensa y Difusión de la Junta Militar , con
la firma de un capitán de navío Luis Arigotti, mandó en esos días a todos los
medios de comunicación para
reglamentar el manejo de la información:
“1. Inducir a la
restitución de los valores fundamentales que hacen a la integridad de la
sociedad, como por ejemplo: orden, laboriosidad, jeraquía, responsabilidad,
idoneidad, honestidad, dentro del contexto de la moral cristiana.
2. Preservar la
defensa de la institución familiar.
3. Propender los
elementos informativos y formativos que hacen al patrimonio cultural de la Nación en su más amplio
espectro.
4. Ofrecer y promover
para la juventud modelos sociales que respondan a los valores mencionados en el
punto 1, para reemplazar y erradicar los actuales.
5. Respetar estrictamente
la dignidad, la intimidad, el honor, la fama y la reputación de las personas.
6. Propender a la
atenuación y progresiva erradicación de los estímulos fundados en la sexualidad
y en la violencia delictiva.
7. Sostener una
acción permanente y definitiva contra el vicio en todas sus manifestaciones.
8. Propagación de
información verificada en sus fuentes y nunca de carácter sensacionalista.
9. No incursionar en
terrenos que no son de debate público por su incidencia en audiencas no
preparadas (no educadas) o ajenas a su edad física y mental.
10. Eliminación total
de términos e imágenes obscenas, procaces chocantes o descomedidas, apelaciones
eróticas o de doble intención.
11. Erradicación del
empleo de recursos efectivistas y truculencia en el uso de la palabra y la
imagen.
12. Propender al uso
correcto del idioma nacional.
13. Se reitera la
absoluta prohibición de efectuar propaganda subliminal en todas sus formas.
14. Eliminar toda
propagación masiva de la opinión directa de personas no calificadas o sin
autoridad específica para expresarse sobre cuestiones de interés público. Esto
incluye reportajes y/o encuestas en la vía pública.
15. No publicar ni
difundir notas periodísticas pagas de ninguna naturaleza sin que figure en
forma destacada la frase ‘espacio de publicidad’ ni que omita la entidad o
persona responsable que la solvente. Este tipo de publicidad no deberá ser
incluida en primera plana o tapa de publicación.
16. No incluir
publicidad ni notas pagadas dentro de los espacios periodísticos de radio,
televisión, cine, teatro o cualquier otro medio cultural e informativo.
Tres meses después,
Cuestionario tuvo que cerrar y su director, Rodolfo Terragno, se exilió en
Caracas.
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Abril de 1976. José Alfredo Martínez de
Hoz Cárcano tenía 50 años, varios campos, cuatro hijos, un título de abogado
con medalla de honor, muchos fusiles de caza y alguna experiencia como
funcionario. Se había estrenado como ministro de Economía tras el golpe de
1963, cuando los militares desalojaron a Frondizi y pusieron a Guido. Hasta el
29 de marzo de 1976 -cuando la
Junta lo puso al frente del Palacio de Hacienda- Martínez de
Hoz era presidente de Acindar, la siderúrgica más grande del país. Además era
asesor del Chase Manhattan Bank. Pero llevaba meses trabajando para armar un
gabinete y un plan económico: el general Videla se lo había pedido en agosto de
1975.
Aunque lo tenía todo previsto, el viernes 2 de abril, cuando
tuvo que hacer público su plan, Martínez de Hoz se retrasó: la cadena nacional
debía ir de nueve a diez de la noche, pero el ministro empezó a las diez y
siete, diciendo que no quería extenderse con cuestiones técnicas. El discurso
terminó cuando faltaban veinte minutos para la una de la madrugada, dos horas y
media después.
Su voz resultaba cansina, y los datos horrorosos: “En los
últimos doce meses el crecimiento de los precios minoristas alcanzó al 566 por
ciento y si en los próximos nueve meses la tasa marcha al ritmo del primer
trimestre (de 1976) la espiral llegará al 788 por ciento”. El ministro sostuvo
que eso produciría, entre otros males, “la proletarización de la clase media”.
Y el déficit público crecía: “Mientras en 1970 los ingresos tributarios alcanzaban
para cubrir el 80 por ciento de los gastos totales, en el primer trimestre de
1976 sólo absorbieron el 20 por ciento. Así, los gastos del Estado han crecido
en tal magnitud que no pueden ser cubiertos con recursos genuinos y se recurre
a la simple emisión monetaria”.
Para pasar “de una economía de especulación a una de
producción”, el ministro anunció la liberación de precios y el aumento general
de combustibles y tarifas -del orden del 30 por ciento-. Con respecto a los
ingresos, “teniendo en cuenta la etapa inflacionaria y el contexto de un
programa de contención de la inflación, se suspenderá toda actividad de
negociación salarial entre sindicalistas y empresarios, así como todo proceso
de reajuste automático periódico de los salarios”. Aclaró que más adelante los
aumentos provendrían de “la mayor productividad global de la economía”, pero
que mientras tanto los aumentos “los fijará periódicamente el Estado”. Con
ojeras, traje gris topo y la camisa un talle más grande, Martínez de Hoz
anunció las derogaciones de la nacionalización de los depósitos bancarios, la
ley de inversiones extranjeras y el monopolio estatal de las juntas nacionales
de Carnes y Granos, reemplazadas por el juego del mercado.
El dólar, sin embargo, seguiría bajo control estatal. Habría
tres cotizaciones: una oficial a precio fijo, otra fluctuante accesible al
público en casas de cambio y una tercera para operaciones de comercio exterior:
el ministro anunció “una paridad mixta” consistente en una mezcla de distintas
proporciones de dólares baratos y caros para cada producto. Martínez de Hoz
aclaró cuáles eran los dos rubros a los que se limitaba el dólar más barato, de
140 pesos: la importación de combustibles y de papel prensa. Era una buena manera de llevarse bien con los
dueños de diarios y los petroleros: ambos serían subsidiados por el Estado. En
esos días, el ministerio de Economía decidió que las cuentas nacionales, que hasta entonces
eran públicas y podían ser consultadas por cualquier ciudadano, se convertían
en información reservada. Marzo de 1976 fue la última vez en que se difundió,
por ejemplo, la participación de los asalariados en el producto bruto interno
nacional.
“Aplicar esta política no conduce a perder la capacidad de
decisión nacional, la que debe ubicarse en el suelo argentino,
indeclinablemente, respondiendo a la voluntad y aptitud del Estado –decía, al
otro día, el editorial de Clarín-. Podría más bien inferirse que retardar el
ritmo del desarrollo es lo que coloca a los pueblos en el riesgo de perder, entonces
sí, su soberanía efectiva. Para robustecerla y afirmarla es necesario tener en
claro cuáles son las prioridades a las que se debe atender y a qué ritmo hay
que desenvolverlas. Para cumplir ese cometido la Argentina se ha puesto
de nuevo en marcha, según lo muestran los acontecimientos”.
El lunes 5 de abril la
Bolsa de Comercio de Buenos Aires era un hervidero: cuando se
abrió la rueda de negocios, los operadores vieron el alza de las acciones
líderes y respiraron tranquilos. La tendencia se confirmó con creces: las
acciones de Celulosa, de Alpargatas y, por supuesto, de Acindar subieron un 200
por ciento con respecto al viernes 2. Y el salario real cayó, en el trimestre
marzo-mayo, en un 35 por ciento: ese piso se mantendría durante los tres años
siguientes.
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El sábado 3, el general Videla se reunió en la Casa Rosada con directores de diarios y radios
privadas: los más notorios fueron Jacobo Timermann de La Opinión , Héctor Magneto de
Clarín, los Peralta Ramos de La
Razón , Bartolomé Mitre de La Nación , Alberto Gainza Paz
de La Prensa ,
Héctor Ricardo García de Crónica y varios más. La reunión fue amable, y Videla
les agradeció su colaboración y charló con ellos durante media hora.