Cuando Néstor Kirchner afirmó
que “la recuperación de las Malvinas es un objetivo permanente e
irrenunciable”, estaba rubricando una de las convicciones que entrarían con él
a la Rosada.
Y cuando Cristina anunció que
“Malvinas es una causa latinoamericana y global”, estaba instrumentando esa
misma convicción.
No hay sorpresa, entonces.
Hay constancia y coherencia
en el horizonte de la patria grande.
La escalada guerrerista corre
por cuenta del invasor.
La causa Malvinas es una herida abierta y un faro que
ilumina.