viernes, abril 20, 2012

Historia Nac&Pop: un 20 de abril, Senillosa-Spegazzini y la Tragedia de Luan Lauquen - Nac&Pop Histoire: 20 Avril-Spegazzini Senillosa et la tragédie de Luan Lauquen


20 de Abril de 1858 – Fallecimiento del Ing. Felipe Senillosa

Ing. Felipe Senillosa (1790-1858)

Nació en Tarragone, España, el 26 de mayo de 1790.  Cuando cumplió trece años fue enviado a Madrid, a cursar matemáticas a la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por el cardenal Cisneros, tres siglos antes.  A los dieciocho años, en 1808, se trasladaba de Madrid con 100 hombres reunidos en el camino, a Zaragoza, para ponerse a las órdenes de Palafox en la defensa inmortal de aquella ciudad contra los franceses invasores.  Allí fue destinado como teniente de cazadores Walones y agregado al servicio de ingenieros, pero aprovechando el heroico defensor los conocimientos matemáticos adquiridos por Senillosa, dispuso que fortificase el castillo de Alfageria, que había sido morada de los reyes de Aragón y que Felipe V convirtiera en fortaleza.  El sitio duró cuatro meses y la plaza debió capitular, como Sagunto contra los cartagineses y como Numancia contra los romanos, evidenciándose una vez más el valor de la raza hispana.  Felipe Senillosa prisionero, fue remitido por los franceses a Nancy (1).  Cuando recuperó su libertad, sus paisanos lo repudiaron porque ya no sustentaban las convicciones políticas de otrora y porque se había debilitado su adhesión al régimen imperante en la Península.  Regresó a Francia en 1813 y se incorporó a las águilas imperiales, efectuando la campaña el Norte.  Peleó en Silesia y en Alemania, así como en Sajonia y Holanda.  En 1814 regresó a España y lo motejaron de “el afrancesado”, siendo estrechamente vigilado, como si fuera un espía.  Nadie pensaba en utilizar sus ricos conocimientos militares y matemáticos, adquiridos en costosa experiencia y áspero trajín y se vio obligado a emigrar, dirigiéndose a Londres, en 1815, donde conoció a Rivadavia, Sarratea y Belgrano y desde aquel momento empezó a interesarle la causa emancipadora de Sud América, decidiendo su viaje a Buenos Aires, donde esperaba que sabrían valorar mejor sus amplios conocimientos; cambiando de horizonte, cambiaría de espíritu y el recuerdo de las memorables batallas napoleónicas de: Katzbach, Leipzig, Arnheim, Hanau, Lutzen, Vurtzen y Bautzen, a las que había asistido, permanecería del otro lado del hosco Mar Atlante.

Llegado a Buenos Aires, el Directorio lo designaba con fecha 3 de febrero de 1816, Director y Preceptor de la “Academia de Matemáticas” y siete meses después, director de todas las academias establecidas en Buenos Aires.  El 12 de junio de 1817 elevó al gobierno un sucinto Plan de Educación, que aquél agradeció a su autor por el loable celo con que se contraía a promover la primera y preciosa educación.  Fundó también en aquella época un periódico que tituló: “Los Amigos de la Patria y de la Juventud”, destinado a defender los intereses de la instrucción pública.  Fue miembro de la “Sociedad del Buen Gusto del Teatro” (para la que fue nombrado el 30 de octubre de 1817).  Cuando en el año 1821 se instituyó en el gobierno del general Martín Rodríguez, la Universidad de Buenos Aires, Senillosa figuró entre los primeros profesores con rango directivo.

El 31 de enero de 1818 fue nombrado miembro de la comisión de caminos.  En 1820 publicó un Tratado Elemental de Aritmética.  El 25 de junio de 1821 se le nombró catedrático de Geometría Descriptiva y sus aplicaciones, en la Universidad.  El 24 de setiembre de 1824 fue nombrado para formar parte de la Comisión Topográfica de la Provincia de Buenos Aires, junto con Vicente López y Avelino Díaz, catedrático de ciencias fisico-matemáticas el último, y Senillosa, Prefecto de Ciencias Exactas.

En 1825 formó parte de una comisión en la que figuraba Juan Manuel de Rosas, para trazar la línea de fronteras exterior al Tandil, recientemente poblado por el general Rodríguez, comisión en la cual actuó también el coronel Juan Lavalle.  El 26 de junio de 1826 fue nombrado primer ingeniero del Departamento Topográfico y dos años después, Presidente del mismo, con fecha 10 de enero de 1828.  En los comicios electorales del 22 de julio de 1827, Senillosa fue elegido para ocupar una banca de diputado en la H. Sala de Representantes.

En 1832 fue elegido diputado a la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, siendo reelegido al terminar aquel período.  En 1838 fue designado nuevamente Presidente del Departamento Topográfico.  Más tarde volvió a ser diputado, cargo que ejercía en diciembre de 1849.  Por treinta años consecutivos, Senillosa es el consejero técnico de cuanta misión útil se constituye en el país para ejecutar obras de provecho.  Publica en 1817 una “Gramática Española”; redacta una “Memoria sobre pesas y medidas”, que Juan Manuel de Rosas reglamenta para uso en el país; con Lahitte y Anchorena contribuyó a especificar las atribuciones del Ministerio de Pobres y Menores; proyecta construir un muelle sobre la rada de Buenos Aires; elige los planos para edificar la Nueva Aduana en el antiguo Fuerte y dirige la ejecución de las obras, cumplimentando esta ímproba tares sin remuneración de ninguna clase, estimulado solamente por su profundo deseo de ser útil a la sociedad en cuyo seno vive con ese afán de minero que cuenta sus años por el número de las obras ejecutadas, que son como el desquite póstumo de estas vidas extraordinarias, ante el silencio involuntario y obstinado de la posteridad.

El 25 de abril de 1837 fue admitido como socio correspondiente de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona.  El 26 de agosto de igual año fue nombrado miembro de una comisión, conjuntamente con el doctor Eduardo Lahitte y Nicolás Anchorena, para presentar un reglamento que especificase las atribuciones del Ministerio de Pobres y Menores.  En enero de 1839 fue designado miembro del Tribunal de Recursos Extraordinarios, y por impedimento del Ministerio Fiscal y de la Presidencia del Dr Lahitte, desempeñó las funciones del presidente del referido Tribunal.  En 1842 formó parte de la Comisión de Hacienda de la Sala de Representantes.  En 1844, fue nombrado miembro de la Sociedad Real de Anticuarios del Norte.  En 1852 ofreció al gobierno sus servicios en la Guardia Nacional como ingeniero militar.  El 18 de diciembre de 1853 fue nombrado miembro de la Comisión Filantrópica, y el 28 de abril de 1854, miembro de la comisión encargada de presentar las medidas necesarias para el arreglo de las tierras.

Desde el Directorio hasta Caseros compartió todas las vicisitudes argentinas, favorecido por una salud que la muerte tardó en quebrantar a los 68 años, pues falleció en Buenos Aires, el 20 de abril de 1858.

El 26 de julio de 1855 había sido nombrado miembro del Consejo consultivo del Gobierno; el 8 de junio de 1856, elegido miembro de número del Instituto Histórico-Geográfico del Río de la Plata, y en diciembre de 1856, Ingeniero Inspector del Departamento Topográfico.

Contrajo matrimonio con Pastora Botet.  Rosas le dispensó permanente amistad por el esfuerzo admirable de su espíritu bien templado y de su indiscutible capacidad para el desempeño de los puestos públicos.

Referencia 

(1) Mientras estuvo prisionero, Senillosa escribió en Francia un Tratado de Mnemónica o Arte de fijar la memoria, que se conserva inédito en poder de la familia.

Fuente 
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado. 
www.revisionistas.com.ar 
Yaben, Jacinto R. – Biografías argentinas y sudamericanas – Buenos Aires (1939).



20 de Abril de 1858 – Nacimiento de Carlos Luis Spegazzini


Carlos Luis Spegazzini (1858-1926)

Nació en Bairo, distrito de Ivrea, Piamonte (Italia), el 20 de abril de 1858, hijo del general del ejército piamontés Luis Spegazzini y Carolina Turina, perteneciente a una familia de diplomáticos.  Hizo sus primeros estudios en el famoso colegio Marco Foscarini de Venecia, e ingresó más tarde a la Scuola Enologica di Conegliano, donde se recibió en 1879.  Fue su maestro el célebre botánico italiano Pier Andra Saccardo, quien despertó su vocación por la micología y la fanerogamia.  A los 18 años le comunicó el resultado de sus primeros estudios sobre ciertos hongos parásitos de plantas y sus estados evolutivos.

A fines de 1879, se embarcó con destino al Brasil, pero al llegar a Río de Janeiro, la encontró azotada por una epidemia de fiebre amarilla, por lo que resolvió continuar su viaje a Buenos Aires.  Aquí conoció al doctor Domingo Parodi, bajo cuya protección se hizo coleccionista, organizador de herbarios, preparador de pieles y esqueletos de animales.

En noviembre de 1880, se incorporó al gabinete de Historia Natural de la Facultad de Ciencias Físicas y Naturales, encargado de coleccionar plantas y hacer preparados microscópicos.  Bien pronto realizó excursiones por los alrededores de la ciudad, conoció el Riachuelo, San José de Flores, Recoleta, Palermo e hizo su primera publicación sobre los “Funghi argentini pergillus primus”, en los “Anales de la Sociedad Científica Argentina”.  En esa institución pronunció varias conferencias.

En 1881, denunció en los diarios de la capital, la existencia en el país de la Peronóspora de la vid (plasmofora vitícola).  A fin de ese mismo año, se incorporó a la expedición científica a la Patagonia y Tierra del Fuego en la corbeta “Cabo de Hornos” bajo la dirección del teniente de la marina italiana Santiago Bove, como botánico y representante de la Universidad de Buenos Aires.  Después de haber recorrido varios puntos de la costa patagónica y de la isla de los Estados tuvieron que abandonar en Punta Arenas el “Cabo de Hornos”, porque no se prestaba para la navegación en los canales del archipiélago fueguino, debiendo continuar en la goleta “San José”.  Lamentablemente naufragaron en la bahía  Slogget, pero los náufragos fueron recogidos por el cúter “Allen Gardiner” de las Misiones inglesas, que los llevó nuevamente a Punta Arenas, en donde persistiendo en su empeño explorador alquilaron la balandra “San Pedro” para continuar recorriendo la costa de Tierra del Fuego y luego Río Gallegos y Santa Cruz.  Finalmente se embarcaron de nuevo en el “Cabo de Hornos” y regresaron a Buenos Aires.

Las colecciones hechas por el sabio Spegazzini en esa expedición fueron numerosas y de un gran valor científico  Las correspondientes a la Patagonia, estrecho de Magallanes e islas de los Estados se salvaron por haber quedado a bordo del “Cabo de Hornos”, perdió, en cambio, en el naufragio, lo que había recogido en parte de Tierra del Fuego.  En medio de tanta desgracia, afortunadamente, tuvo la suerte de salvar sus libretas de apuntes que contenían un catálogo minucioso de todas las plantas, tanto fanerógamas como criptógamas observadas en cada localidad visitada y las descripciones detalladas de las especies que le eran desconocidas o de las que por sus flores u otros caracteres merecieron su especial atención.

Durante ese viaje Spegazzini recogió ejemplares de 1.108 especies botánicas (293 fanerógamas, 20 pteridófilas, 461 de hongos, etc.).  Su labor fue elogiada por Bove y también por Alberto de Agostini.  Además, estudió las lenguas y costumbres de los indígenas, su vocabulario, y publicó elementos de su gramática.

En 1883, hizo nuevos viajes a Santa Cruz, y uno de estudio por el norte del país hasta el Chaco y el Paraguay.  Formó parte, en carácter de bacteriólogo, de la comisión encargada de elegir y dictaminar sobre el lugar en que había de fundarse la nueva capital de la provincia de Buenos Aires.  En ésta, que tomó el nombre de La Plata, se radicó en 1884, y contrajo matrimonio con María de la Cruz Rodríguez.  Mientras, en 1883, fue nombrado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires para colaborar con el doctor Pedro. N. Arata, director de la Oficina Química creada poco antes.  La Universidad de Buenos Aires le encargó la dirección del Jardín Botánico.

En 1885, ocupó la cátedra de higiene e historia natural, y luego la de química en el Colegio Provincial de La Plata, recientemente creado.  Dos años después formó parte del personal docente del Instituto Agronómico de Santa Catalina, que pasó más tarde a la Facultad de Agronomía y Veterinaria, encargándosele el curso de patología vegetal.

Spegazzini poseía una vasta y profunda ilustración, así que enseñó, además de la botánica a la cual se dedicó especialmente, zoología, mineralogía, geología, micrografía y química.  Fue designado director general de estudios en 1890, y vicedecano a principios de 1891.  En abril del citado año, por razones de índole económica, el gobierno de la provincia propuso a la Legislatura la clausura de la Facultad.  Spegazzini junto con el veterinario Desiderio Bernier expuso el grave error que tal decisión significaba, consiguiendo salvar a la Facultad.  En la nueva organización conservó la dirección de los estudios hasta 1899.  Volvió a ella en 1905, como miembro del Consejo de Enseñanza.

En 1898, al fundarse el Ministerio de Agricultura de la Nación, Spegazzini asumió la dirección de la sección Botánica y Fitopatología.  Reunió allí junto a su hijo  Propile Luis (fallecido en 1911), el Herbario del Ministerio.  También fue profesor de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de la Universidad de La Plata, donde enseñó química analítica; en la Facultad de Química y Farmacia dictó botánica médica desde 1900 hasta su jubilación en 1912.

Siendo Florentino Ameghino director del Museo de Historia Natural, en 1903 lo nombró botánico, desempeñando ese cargo por espacio de veinte años.  Fue consejero, académico y vicedecano de la Facultad de Agronomía de La Plata, donde revalidó su título, miembro correspondiente de academias y sociedades científicas nacionales y extranjeras, socio honorario de la Sociedad Científica Argentina y de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales, académico honorario del Museo de La Plata, fundador de la Sociedad Ornitológica del Plata (hoy Asociación Ornitológica del Plata), y de la Revista Argentina de Botánica.

Participó en numerosos congresos, comisiones nacionales y extranjeras, y su producción científica que se eleva a más de 200 trabajos abarca sobre todo las fanerógamas y los hongos.

Cuando comenzó sus estudios sobre la flora patagónica, se conocían en la Argentina tan sólo 39 especies de hongos que habían sido recogidos en expediciones anteriores por Alcides D’Orbigny, Charles Darwin y otros investigadores.  Con los estudios de Spegazzini esta cifra se elevó a 2.500.  Puede decirse que el sabio no dejó de explorar rincón alguno de la Argentina que pudiera ofrecer un interés botánico.

En 1907, con dos de sus hijos y un reducido número de colaboradores, se internó en la selva misionera partiendo de Santa Ana de Loreto por el río Yaberibí hasta el río Chapú, y de allí a Fracán, en donde establecieron su centro de trabajo, llegando en sus incursiones a Yaguaritica, San Pedro, Pepirí-Guazú y hasta las cabeceras de San Antonio.  Se tuvo conocimiento de su regreso a los centros poblados, cuando una nueva expedición estaba a punto de emprender su rescate, considerándolo perdido en la selva.  De esta expedición regresó con más de 6.000 ejemplares botánicos, 4.000 insectos reptiles y rocas.

El Tercer Congreso Internacional de Botánica, reunido en Bruselas, en 1910, incluyó su nombre entre los micólogos más eminentes de la época.

Sus publicaciones son famosas en todo el mundo, por el gran aporte que significaron para la anatomía y sistemática vegetal.  Entre ellas podemos mencionar tres: 1) “Cactasearum platenses tentamen”; 2) “Funghi argentini nova v. critici”, en el que describió aproximadamente 882 especies de hongos argentinos; 3) “Mycetes argentiinenses”, publicado entre 1899 y 1912, en el que trató 1.546 entidades taxonómicas.  En 1925, publicó la “Revista Argentina de Botánica”, en cuatro entregas escritas casi enteramente por él.

Spegazzini era un políglota: dominaba el latín y el griego, hablaba todos los dialectos italianos; el francés, el alemán, el inglés, el castellano, el portugués, los idiomas de la Malasia, el japonés, las lenguas fueguinas, el guaraní, etc.

Falleció en La Plata, el 1º de julio de 1926.  Numerosas y muy demostrativas fueron las honras fúnebres.  Dejó un testamento donando una casa de la Calle 55, Nº 477, al Museo de la Plata, para ser destinada a un Instituto de Botánica que lleva su nombre, incluyendo su instrumental, colecciones, exicata y biblioteca.  La inauguración de este instituto tuvo lugar el 26 de abril de 1930.

El Laboratorio de Farmacología Experimental del Instituto Biológico Argentino, inaugurado en Florencio Varela (Prov. de Buenos Aires), en 1927, lleva también su nombre.  La Sociedad Argentina de Ciencias Naturales decidió consagrar un número íntegro de su revista “Physis” a la memoria de este gran botánico.  Sendas calles de la ciudad de La Plata y Buenos Aires, así como una estación del Ferrocarril Roca, lo recuerdan por su labor científica.

Fuente 
Cutolo, Vicente Osvaldo – Nuevo Diccionario Biográfico Argentino – Buenos Aires (1985). 
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado 
Moncaut, Carlos Antonio – Carlos Luis Spegazzini, el ilustre sabio platense.



20 de Abril de 1883 – Tragedia de Luan Lauquen
  
Luan Lauquen en lengua mapuche significa “laguna del guanaco” y es un parque ubicado en la actual provincia de La Pampa, cerca de la ciudad de Winifreda, a unos 80 kilómetros al norte de Santa Rosa (la capital provincial) y a unos 150 kilómetros al oeste de Trenque Lauquen.  En 1879, la columna Trenque Lauquen de la 5º División del Ejército, bajo las órdenes del coronel Hilario Lagos en el avance hacia el Río Negro, alcanzó este lugar (Luan Lauquen), el 23 de mayo.

Pertenecía a los Territorios Nacionales como siendo “tierra libre de indios”.  El lugar estaba muy retirado de la línea de fortines de frontera que se extendía entre Guaminí y Trenque Lauquen.  Las campañas al desierto habían terminado y nadie dudaba que una nueva era de paz y trabajo había llegado a esa zona fronteriza, pero un suceso trágico hizo desaparecer esa certeza.

Luan Lauquen, fue el sitio donde terminaron sus vidas el 20 de abril de 1883, un muy conocido estanciero de Cañuelas, William Mc Clymont; su capataz; el escocés Alexander Mc Phail; su amigo, Andrew Purvis; y al menos cuatro “peones”.  El acontecimiento causó una gran impresión en aquella época, no solamente en Buenos Aires, sino también en los propios pagos locales.  Tanto es así, que hasta muy recientemente los viejos relatores de la historia local se referían a esos acontecimientos como un hito cronológico “un antes” o “un después” de la muerte del “inglés”.

William Mc Clymont o “don Guillermo” como todos lo llamaban, había nacido el 18 de julio de 1834 en la colonia escocesa de Santa Catalina de Monte Grande, cerca de Buenos Aires, y fue bautizado bajo el rito de la religión presbiteriana escocesa.  Sus padres, John Mc Clymont y Catherine White, habían emigrado de Ayrshire en 1825 en el buque “Synnetri”, junto con otros 250 escoceses, y eligieron Monte Grande para establecerse.

La colonia era en realidad una empresa comercial organizada por dos hermanos, los Robertson, que compraron la tierra y se la alquilaban a ocho granjeros entre los cuales se hallaba John Mc Clymont y sus cuñados William y James White,  La colonia estaba bien organizada en base a la tradición de las comunidades agrícolas escocesas, y los colonos eran muy trabajadores y perseverantes, conforme al mejor uso escocés.  Así la colonia adquirió gran prosperidad en pocos años pero, circunstancialmente, se vio envuelta en una contienda a causa de un conglomerado de razones políticas, sociales y económicas aunque la más importante de todas fue el estallido de la Guerra Civil entre los partidarios de Juan Manuel de Rosas y los de Lavalle.

En ese tiempo nació William y en Monte Grande ya sólo quedaba un pequeño grupo de colonos.  La familia Mac Clymont permaneció en este sitio hasta 1841, cuando John adquirió la estancia la Cabaña, en Cañuelas, que había pertenecido a John Miller, y que limitaba con su otra estancia más conocida: La Caledonia.

No se sabe mucho de la niñez de William Mc Clymont.  Tal vez haya sido educado en la escuela escocesa e San Andrés, que había fundado su tío Roberto.  Se sabe, sin embargo, que varios chicos de Mac Clymont fueron allí pensionados cerca de 1840.  En 1858, su padre le cedió la estancia El Totoral, muy cerca de Guardia del Monte, bajo la condición de que debía administrarla él mismo, como realmente lo hizo.

El 17 de junio de 1863, William contrajo matrimonio con Lucinda, la hija de Andrew Miller, que era el encargado de La Caledonia, por cuenta de su hermano John.  Los recién casados fueron a vivir primero al Totoral pero en 1869 se mudaron a La Caledonia, que William había vuelto a comprar para su mujer, veinte años después que la viuda de John Miller la hubiese vendido.  La estancia permaneció en manos de la familia Mac Clymont durante casi otro siglo.

Según relatos y fotografías de la época, William Mc Clymont era alto y bien parecido, con ojos azules de penetrante mirada, de cabello y barba rojos.  Al igual que sus antepasados escoceses, poseía espíritu de pionero.  Llegó a ser conocido como un hábil ganadero y amasó una considerable riqueza, incluso varias estancias.  Dentro de la comunidad escocesa fue respetado por su noble carácter, y su esposa se refería a él, como hombre de profunda fe religiosa.  Para la gente de Cañuelas, Mc Clymont constituía una figura familiar, que gustaba cabalgar vigilando sus tierras, con sus largas piernas asomando bajo la monta de su caballo.  Su generosidad para con los necesitados le valieron ser localmente reconocido como “el padre de los pobres”.

Tenía un carácter aventurero, amante de las carreras cuadreras y comprometido en la política vecinal, cosa que todo habitante de origen británico trataba de evitar y así fue que en 1874 colaboró con la campaña del general Mitre, hasta el punto de enviarle un grupo de peones armados con lanzas de tacuaras y tijeras de esquilar.  Luego de la derrota de Mitre, Mc Clymont fue a prisión, por razones políticas, durante varios meses.  Más tarde su suerte cambió al darle su apoyo al general Roca, y fue recompensado con el obsequio de una magnífica montura de plata que perteneció a la familia hasta que fue donada al Príncipe de Gales, cincuenta años después.

Hacia 1883, la Argentina había alcanzado cierta estabilidad política, la cual promovió un período de paz y prosperidad.  Por entonces William contaba con 48 años y vivía con holgura en su muy segura y recientemente modernizada estancia La Caledonia.  Dos acontecimientos interrumpieron su pacífica vida.  Primero, una larga serie de días de lluvia inundaron su campo hasta el punto de que muchas ovejas murieron ahogadas.  Ocurrió luego que el Gobierno ofrecía en venta, por un precio irrisorio,  grandes lotes de campo “libres de indios” en los nuevos Territorios Nacionales.

Mc Clymont respondió de inmediato, hipotecó sus estancias y compró 50.000 hectáreas de campo en Luan Lauquen.  Se trataba de una inversión con futuro, puesto que el ferrocarril ya llegaba hasta 9 de Julio, y se proyectaba su extensión hasta Trenque Lauquen.

En poco tiempo la inquietud de Mc Clymont lo condujo a la tragedia.  Sin tomar en cuenta el consejo de sus amigos, no quiso esperar a que sus dos hijos mayores regresaran de Escocia, donde se hallaban estudiando, y decidió partir solo hacia el oeste para asentar en su nueva propiedad 10.000 cabezas de ganado.  Ante rumores que la zona no estaba totalmente libre de indios, Mc Clymont resolvió pedir ayuda militar al presidente Roca pero éste lo rechazó con el argumento de que no estaba dispuesto a dispersar soldados en cada establecimiento de frontera.  Resolvió entonces Mc Clymont tomar un grupo de hombres, entre ellos al capataz escocés Alexander Mc Phail, compañero de estancia Andrew y nueve o diez peones, todos ligeramente armados.

Desde la terminal del ferrocarril en 9 de Julio, viajaron hacia el oeste con el ganado y carros de bueyes llenos de provisiones y postes de alambrado.  Pasaron a través del más avanzado establecimiento civilizado, hacia el oeste: Trenque Lauquen, y se adentraron en la actual provincia de La Pampa.  La mayoría de ellos no regresaría jamás.

Pocos días después, uno de los peones de Mc Clymont regresó a Trenque Lauquen porque se había herido, involuntariamente, con un cuchillo.  Contó que los demás estaban bien y trabajando en el oeste conforme lo habían decidido.  Pero la noche del 21 de abril, regresaron otros dos peones, Oriza y Urquiza, esta vez con alarmantes noticias.

Informaron al comisario Sustaita que Mc Clymont y su gente habían chocado con un grupo de indios y estaban en peligro.  El día anterior, a las 7 de la mañana, Mc Clymont y sus hombres habían llegado a un despoblado a unos 20 kilómetros al oeste de su punto de destino, Luan Lauquen, cuando avistaron una tropilla de caballos y se detuvieron.  Observaron que dos indios, casi desnudos, corrían a esconderse en un bosque.  Fueron perseguidos por el grupo que estaba conformado por unos cincuenta hombres, la mayoría indios, y entre ellos dos desertores del Ejército.

Se inició entre ellos una violenta lucha; la gente de Mc Clymont estaba armada y a caballo, mientras que sus adversarios estaban de a pie.  Los soldados desertores portaban rifles Remington y los indios tenían sólo lanzas, que de a pie no podían utilizar eficientemente.  No fue, por lo tanto, una sorpresa que al principio de la lucha resultase favorable a Mc Clymond, hasta que el peón que guardaba los caballos, equivocadamente, los dejó ir al lugar de la pelea.  En aquél momento un grupo de unos doce indios tuvo éxito en apoderarse de sus propios caballos.

En vista de ello, Mc Clymont dio orden de abandonar la refriega y ponerse al galope hacia Trenque Lauquen, perseguidos por los indios con sus caballos descansados, mientras que los de Mc Clymont pronto comenzaron a sentir el cansancio.  Alexander Mc Phail era un hombre muy pesado y su caballo fue el primero en aplastarse.  Por un tiempo Mc Phail pudo correr al lado del caballo de Mc Clymont, sujetándose de la silla, pero pronto se cansó y rogaba que se lo abandonase a su suerte.  Ese pedido era para permitir que los demás tuviesen mayor oportunidad de escapar.

Mc Clymont no lo quiso así; ordenó a sus hombres que desmontasen, a excepción de los dos que fueron enviados a Trenque Lauquen en busca de ayuda.  Los nueve restantes, pusieron sus caballos en círculo y los mataron para poder ponerse, aunque precariamente, a cubierto detrás de ellos.  Los indios cargaban sobre el grupo cuando los dos que salieron en busca de ayuda los vieron por última vez.

Habiendo escuchado estas noticias, el comisario Sustaita reunió a su gente, pero se dio cuenta de que eran muy pocos para intentar un rescate.  No había tropa en Trenque Lauquen, sino sólo algunos voluntarios, encabezados por un noble alemán (Carlos Kienast), que decidieron unirse a la gente del comisario Sustaita.  Se reunió, entonces, una tropa de 18 hombres, fuertes y bien armados, que de a caballo se dirigieron hacia Luan Lauquen.

Entre tanto, se informó por telegrama a Buenos Aires de la lucha que se estaba librando y también se anotició de los sucesos a Lucinda, la esposa de Mc Clymont, quien le rogó al presidente Roca que hiciera todo lo posible para ayudar a su marido y a su gente.  Al estar, en aquel tiempo, la mayoría de los puestos militares de frontera fuera del alcance del telégrafo, se despacharon mensajeros que llegaron el 24 de abril, cuatro días después de papelea, a los fuertes Coronel Campos y General Acha, con las órdenes de actuar.

Se envió al mayor Méndez con 50 hombres del Primer Regimiento al lugar de la lucha, mientras, por otra parte, se le ordenó al mayor Alba ir con otros 50 soldados del Primer Batallón hacia el oeste, para cortar la retirada de los indios.  Cuando el mayor Méndez llega a Luan Lauquen, se encontró con que el comisario Sustaita había llegado, el 23 de abril, demasiado tarde para el rescate.

William Mc Clymont, Alexander Mc Phail, Andrew Purvis y cuatro peones habían sido muertos en manos de los indios.  Mc Clymont tenía seis terribles heridas de lanza; Purvis tenía una bala en el hombro derecho y luego había recibido muerte con las lanzas.  La policía los enterró a todos en el lugar y regresó a Trenque Lauquen.

Aparentemente los indios se habían retirado hacia las colinas conocidas como de Pincén, en recuerdo del cacique de ese nombre, llevándose con ellos 100 caballos de Mc Clymont.  Fueron perseguidos por el mayor Alba y por 10 hombres del Primer Regimiento, bajo las órdenes del alférez Lucero, que estaba de regreso hacia el este de Victorica.  La tropa alcanzó a los indios en su huida y, en esa oportunidad, se veían sobrepasados en número.  Hubo una serie de encuentros, durante los cuales muchos de los indios fueron muertos.

El cuñado de William Mc Claymont, Alexander Miller, y el hermano de Andrew Purvis, salieron hacia el oeste a recobrar los cadáveres.  Mc Clymont fue fácilmente identificado por el oro con que tenía arreglado sus dientes.  Sus restos, juntamente con los de Purvis y Mc Phail fueron trasladados a Buenos Aires y se les dio de nuevo sepultura en una gran ceremonia que tuvo lugar el 20 de mayo en el viejo Cementerio Británico de la calle de la Victoria.

El acta de defunción señala lacónicamente: “causa de muerte: matado por los indios”.  La lápida de William Mc Clymont, ahora en el Cementerio de la Chacarita, tiene el siguiente epitafio: “In Memoriam del Sr. Mc Clymont.  Murió el 20 de abril de 1883, a la edad de 48 años.  Las almas de los justos están en las manos de Dios, en ellas el mal no les tocará” (traducido del inglés); la de Mc Phail es más explícita: “Consagrado en memoria de Alejandro Mc Phail, oriundo de Mull Agyleshire, Scotland, que fue muerto por los indios en Luan Lauquen, el 20 de abril de 1883, a la edad de 40 años”.  Se agregó “… No tengáis miedo, Soy yo (también traducido del inglés).

¿Fueron realmente los indios los que los mataron?  Había quienes tenían dudas sobre esta cuestión y conviene recordar que inmediatamente después de la tragedia, corrieron rumores que los asesinos de Mc Clymont y sus hombres no fueron los indios sino forajidos o “gauchos malos”.

Se ha señalado que grupos numerosos de indios no podían haber sobrevivido luego de las campañas al desierto.  En contra de esa sospecha se erigen los telegramas oficiales de las autoridades policiales y militares que siempre señalan a los indios como autores de los asesinatos y que, por cierto, no beneficiaba a un gobierno sumido en tantos problemas.  Por otra parte, los líderes de las pandillas indias se identificaron como capitanejos Brejo, Peines, Grandicuin y Nelipan.

No hay testimonios de que esos indios vivieran en el área, sino más bien debe suponerse que estuviesen cruzando el desierto provenientes de las estribaciones de los Andes o aun de Chile.  Otras redadas de indios fueron citadas en 1883 y existe un informe excelente realizado por un viajero norteamericano llamado Newbery, titulado “Pampas Grass” y editado por Guarania en 1953.

Hubiera sido o no responsabilidad de los indios, la batalla de Luan Lauquen fue sin duda la última y mayor de las ocurridas en el oeste de la Argentina y determinó que las autoridades incrementasen la actividad militar y extendiesen la red telegráfica.  Poco después el ferrocarril alcanzó el “lejano oeste”, y el territorio quedó totalmente poblado.  En ese sentido, la tragedia de Luan Lauquen sirvió a otro propósito.

En noviembre de 1981, la ciudad de Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, perpetuó la memoria del incidente con la designación de una de sus calles con el nombre de Guillermo Mc Clymont.

Fuente
Cobbol, Petter (familiar de Mac Clymont)
Mayo, José F. – Un titán del desierto, Gral. Conrado E. Villegas
Colaboración Patricia Cabeza Miró – Trenque Lauquen.

Agradezco especialmente el aporte de www.revisionistas.com.ar


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