Un soldado estadounidense, estacionado en una base en Inglaterra, se sube a un tren en Londres rumbo al sur; recorre los vagones y sólo encuentra un asiento libre en un compartimiento, junto a una señora mayor acompañada por su pequeño perrito.
El americano se dirije a la dama y le dice:
El americano se dirije a la dama y le dice:
- Perdón, señora: ¿podría sentarme al lado suyo?
- Ay, ustedes los yanquis son tan maleducados... ¿No vé que está mi perrita sentada junto a mi?
El pasajero vuelve a recorrer el tren, y no hay otro asiento. Como son al menos cuatro horas de viaje, regresa e insiste:
- Señora: me encantan los perros así que no tendría problemas en llevar el suyo en mi falta hasta que lleguemos a destino.
- ¡Pero estos yanquis: no sólo maleducados sino arrogantes!
Por un rato el soldado se recuesta contra el vagón, pero al rato no puede más, vuelve a hablarle a la dama y le dice:
- Mire, señora: vengo de una misión muy importante y hace tres días que no duermo; estoy exhausto. Por favor, déjeme sentarme acá y tenerle el perro.
- ¡Americanos no sólo groseros y arrogantes: también molestos!
Finalmente, el soldado con toda la calma toma el animal, lo arroja por la ventana y se sienta.
La mujer queda pasmada.
Y otro pasajero del compartimiento dice:
La mujer queda pasmada.
Y otro pasajero del compartimiento dice:
- Ustedes los yanquis se la pasan haciendo equivocadas: manejan por el lado equivocado de la calle, juegan al fútbol equivocado, toman el tenedor con la mano equivocada... ¡y acabás de arrojar por la ventana a la perra equivocada!