Cristina y la reinvención de la democracia
Jorge Giles
jgiles@miradasalsur.com
Semejante decisión estratégica de la Presidenta, necesariamente impacta sobre la Argentina en su tramo democrático, económico y energético y lo que es más importante, nos renueva el sentido de sentirnos patria en pleno siglo XXI.
Ya nada será igual de aquí en más. Ya no seremos iguales que el día anterior al 16 de abril de 2012.
¿Acaso somos los mismos que hace nueve años? ¿Acaso el clima en las calles y en los paseos públicos es el mismo que cuando humeaban los restos del incendio del 2001 y 2002? ¿Acaso el horizonte sigue en un plano inclinado y las incertidumbres superan al puñado de certezas que anima el porvenir? ¿Acaso somos los mismos después de la Asignación Universal por Hijo y el matrimonio igualitario y la ley de medios y la recuperación del ahorro nacional y del Banco Central? ¿O acaso aún miramos con vergüenza y temor a nuestros hijos pensando que ellos vivirán peor en el futuro?
No estamos hablando sólo de las estadísticas que demuestran la irrefutable vuelta del trabajo, la educación, la producción, la soberanía, el consumo interno.
Hablamos de esos cambios casi imperceptibles que suceden en la conciencia histórica de una sociedad.
Estamos viviendo un proceso político que, lejos de envejecer, se rejuvenece con el paso del tiempo.
El ciclo histórico que se inició en el 2003 no agota sus reservas; al contrario, las renueva paso a paso.
En este marco la irrupción comprometida de los jóvenes vino para quedarse. Ese es el dato esencial para entender la etapa que vivimos después de la dictadura cívico militar y de su ocaso final en estos años kirchneristas.
El ex jefe de los genocidas, Videla, acaba de confesar que hubo un plan sistemático de desapariciones y crímenes durante el terrorismo de Estado y que se ilusionaban con un triunfo electoral de Duhalde para obtener otro indulto y que el gobierno de los Kirchner fue lo peor que les pasó.
Está diciendo: “Quisimos vaciar la cabeza de los jóvenes por varias generaciones y perdimos”. Antes desde los cuarteles y luego con sus “amigos” de la democracia.
El kirchnerismo, expresión de la rebeldía contra la exclusión social y contra la dependencia de la política a los poderes fácticos, convoca justamente por eso a los jóvenes y se hace cargo de las asignaturas pendientes del Estado que otros políticos de la democracia no cumplieron.
Interesante verlo así, desde esta perspectiva, para dimensionar el verdadero significado de la recuperación nacional de YPF.
Aunque por izquierda o por derecha algunos desangelados pretenden ponerle precio a la empresa para cerrar la ecuación costo-beneficio de la extraordinaria decisión de la Presidenta.
Como si el alma de un pueblo pudiera tasarse cual una mercancía.
YPF es a la energía lo que Malvinas es al territorio conculcado por el colonialismo.
Ese es su valor real. Garantiza el combustible para las máquinas pero también para la autoestima de un pueblo que sigue sufriendo el bombardeo constante de los grandes medios para que baje la guardia, se entristezca y no crea en nada ni en nadie.
Y fracasaron. Por eso desesperan los dueños del poder económico mediático concentrado de Clarín y La Nación de los Mitre.
Fracasaron con la operación que pretendió llenarnos de miedo y extorsionar y chantajear a los partidos políticos de la democracia.
Perdieron.
Cuando la UCR, Solanas y el FAP dieron a conocer su decisión de apoyar la vuelta soberana de YPF, se hizo trizas aquel intento.
YPF, como Malvinas, concita la unidad casi total de los argentinos. Y decimos casi porque, inversamente proporcional al robustecimiento del sistema democrático, produjo el aislamiento absoluto del PRO con Mauricio Macri a la cabeza, con sus idas y vueltas, según le marquen las encuestas.
Quedaron solos ladrándole a la luna.
A grandes medidas, grandes consecuencias.
Visto está que la Argentina anota en el haber un apoyo interno y latinoamericano tan elocuente que supera con creces los ataques desaforados de Clarín y de la derecha europea.
Las inversiones extranjeras siguen viniendo, la unidad latinoamericana expresada en los pronunciamientos de partidos políticos, legisladores y gobiernos de toda la región se siguió manifestando y el acompañamiento popular en la Argentina es más que elocuente. Ese es el terreno seguro que debemos pisar cuando arrecian los ataques virtuales desde el poder.
Sabemos que Europa vive la más feroz crisis política, económica y social en más de un siglo. Ni siquiera es comparable a la que sufrieron los pueblos del viejo continente después de la Segunda Guerra. Entonces había razones para vivir, había una mística y una misión que cumplir, reconstruyendo el Estado, ladrillo por ladrillo. ¿Y ahora qué?
Pero como el huevo de la serpiente anida en estas crisis, muchas de las empresas transnacionales esperan la ocasión para dar un renovado zarpazo extractivo a la América latina, rica en agua, en petróleo, en gas, en litio y otros minerales.
Ante esos peligros hay que estar atentos.
¿Cómo? Rodeando al Gobierno y en particular a Cristina.
La movilización y acto del próximo viernes 27 de abril en Vélez serán una excelente oportunidad para expresar la energía que emana de la unidad política alcanzada en la Argentina.
Con la militancia en las calles, la palabra implacable de Axel Kicillof ante el Senado de la Nación encontrará ese justo marco que sólo saben desplegar los jóvenes, siempre demonizados por el viejo poder, cuando deciden reinventar la democracia en cada etapa histórica.
Lo están haciendo ahora cuando las ceremonias de la vieja política colapsan en el templo mayor de la democracia representativa.
Es ahora que la política escribe sus propios argumentos. Y ese fue el plus de la brillante exposición de Kicillof.
La esencia sigue siendo un proyecto político, nacional y popular, que es joven por donde se lo mire.
La democracia, con YPF recuperada, inaugura nuevas ceremonias que son profundamente culturales y descamisadas.
Por eso hay fiesta en las calles.