domingo, marzo 25, 2012

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 Figura en el top de las mujeres políticas de la Argentina

25 de Marzo de 1795
Nacimiento de Encarnación Ezcurra de Rosas 




Rosas y los indios 

Juan Manuel de Rosas tenía el proyecto de asegurar la tranquilidad de las poblaciones y estancias fronterizas de indios, amenazadas por malones de pillaje organizados por contrabandistas chilenos.  Había tratado a los indios desde su niñez, pasada en la estancia materna del Rincón de López más allá del Salado.  Su abuelo, Clemente López de Osornio, fue muerto por ellos; su padre, León Ortiz de Rozas, pasó mucho tiempo en las tolderías.  Los relatos de las costumbres araucanas eran familiares en su casa.  Sus compañeros de infancia eran los niños indios en juegos donde la astucia y la paciencia –las virtudes pampas- daban el triunfo.  Aprendió el lenguaje araucano, especialmente en sus dialectos pampa y ranquel, y alguna vez distrajo sus ocios de estanciero componiendo un Diccionario, un Vocabulario y una Gramática pampa-ranquel (afortunadamente no se perdieron).  Sabía entenderse con los indios porque conocía su idioma y sus costumbres y sabía que no se puede engañarlos (“Juan Manuel nunca nos mintió”, diría Calfucurá muchos años después de su caída).

Puso esas condiciones y ese prestigio al servicio de su patria.  La tremenda guerra de los pampas desatada en 1821 por la impericia de Martín Rodríguez y Rivadavia, fue terminada por él a pedido de Las Heras “convencido –dice el decreto de éste e 1825- que ninguna persona es más apta que el señor coronel don Juan Manuel de Rosas para establecer paces sólidas y duraderas con los indios fronterizos”.  En noviembre de 1825 Rosas se reunió en “parlamento” con los pampas en Tandil, preliminar de un “gran parlamento” de pampas, ranqueles y boronas en la laguna del Guanaco realizado en diciembre, del que surgió la paz definitiva necesaria por la guerra con Brasil

El problema del indio en 1832

En la paz del Guanaco, el gobierno se comprometía a subvenir a las necesidades indígenas con “prestaciones” de alimentos a fin de evitar los malones.  No se cumplieron regularmente por las fantasías de Rivadavia primero, y la guerra civil después; sólo quedaron reanudadas al ascender Rosas en 1829.

Pero ya no bastaban las “prestaciones”. Gente de pocos escrúpulos habían descubierto el gran negocio de armar a los indios para que robasen vacas en territorio argentino y las llevaran a Chile por el valle del río Negro y pasos de la Cordillera. Hacia 1830 el principal agente de esta actividad era el indio Chocory – mezcla de gulmen araucano y gangster de poderosos medios – instalado con una verdadera fortaleza en la isla Choele-Choel que le servía de depósito de armas y corral de hacienda en tránsito.

Los malones, fomentados por Chocory y contrabandistas chilenos, arreciaron desde 1831. No tanto contra la provincia de Buenos Aires por las buenas relaciones de Rosas con los pampas, sino contra el sur de Santa Fe, Córdoba, San Luis y Mendoza, asolados por los ranqueles. Tanto, que las legislaturas de Mendoza y San Luis le pidieron a Quiroga que marchase contra Yanquetruz – “gulmen” de los ranqueles – con el ejército vencedor en la Ciudadela. Por otra parte, la venta en Chile de la carne robada a los argentinos perjudicaba a los hacendados de ese país –en el gobierno desde la reacción conservadora de 1829 encabezada por Diego Portales– y se planeaba ocupar militarmente el valle del río Negro. En parte para impedir el tráfico clandestino, pero tal vez para quedarse allí para siempre. Ya había tenido un principio de ejecución: a fines de 1831 el general chileno Bulnes había incursionado por el Chadi-Leofú eliminando el campamento de los contrabandistas Pincheira, y se proyectaba una expedición chilena contra Chocory que significaría la ocupación de Choele-Choel.

El proyecto de Rosas

Poco antes de dejar el gobierno, Rosas propuso a la Sala una triple ofensiva contra los indios (Bulnes, Quiroga y él). Quiroga – que sería el comandante en jefe – eliminaría a Yanquetruz llegando hasta el Colorado, donde se le juntaría la división de la izquierda de Rosas para seguir juntos contra Chocory y ocupar el “país de las manzanas” (Neuquén). Bulnes debería imponerse a los araucanos del sur de Llanquihué, territorio de Chile.

Más tarde el plan sería modificado. Las columnas argentinas serían tres: Aldao con la división derecha saldría de San Carlos (Mendoza) hasta la confluencia del Limay con el Neuquén; Ruiz Huidobro con la división centro, partiendo de Río IV dominaría a los ranqueles (cuyo habitat era el norte de la actual provincia de La Pampa y sur de la de San Luis) para seguir hasta el río Colorado; la de la izquierda con la jefatura de Rosas, después de asegurarse el apoyo de los pampas e imponerse a los borogas, se uniría con Ruiz Huidobro en las márgenes del Colorado para ir juntos a vencer a Chocory en Choele-Choel. De allí seguiría a la confluencia del Limay a fin de reunirse con Aldao. Quiroga sería el Comandante General.

La expedición no se proponía el exterminio de los indios, fuera de los bandoleros de Choele-Choel. Si Yanquetruz y los ranqueles se sometían, debería convenirse una paz que les permitiera vivir; lo mismo se haría con el cacique Rondeau y los borogas. Otra cosa era Chocory (que no era cacique de un pueblo sino jefe de una partida de maleantes), a quien debería alejarse definitivamente, o exterminarse si se resistía.

La expedición

Fuera del gobierno, Rosas puso sus grandes dotes de actividad y condiciones de organizador al servicio de su idea.  Encontró reticencias en el gobierno (no por Balcarce, sino por el ministro de guerra, Enrique Martínez) y no recibió la ayuda esperada.

No se trataba solamente de una expedición militar, sino también científica por un territorio prácticamente desconocido.  Contrató ingenieros como Feliciano Chiclana (hijo del triunviro de 1811) y Nicolás Descalzi, que harían excelentes observaciones, geográficas, etnológicas,  y astronómicas; marinos como Thorne y Bathurst para reconocer y balizar lor ríos Colorado y Negro, y jefes militares de la talla de Pacheco, Corvalán, Ramos, del Valle, Delgado, Ibáñez o Miranda.  Iban sacerdotes, médicos, agrimensores, vaqueanos; organizó una bien provista maestranza, el suministro de provisiones en todo el recorrido y un sistema de comunicaciones para estar informado de la posición de las otras divisiones.  En total 2.000 hombres, a tres caballos cada uno (cuatro los oficiales).  La falta de ayuda del gobierno demoró la marcha.

La división izquierda la empezó en Las Perdices junto a Monte, el 22 de mayo de 1833.  En Tandil, los pampas con Catriel y Cachul se incorporaron; el 1º de mayo está en las cercanías de 1ª fortaleza Protectora Argentina (Bahía Blanca) donde Rosas supo el fracaso de la división del centro, y que Chocory estaba informado del avance.  Destacó a Pacheco para cortar la retirada de éste, mientras él seguía hasta Médano Redondo junto al Colorado, que hizo su cuartel general.

La división derecha de Aldao, salió con 800 cuyanos de San Carlos el 3 de marzo.  El avance al sur de Malargüe se hizo dificultoso por la carencia de aguadas, y no pudo cumplirse el objetivo; debió desviarse buscando un contacto con Ruiz Huidobro que no consiguió –porque este había debido retirarse-, y después de esperarlo hasta agosto, pidió a Quiroga autorización para regresar porque no podía mantenerse en la zona del Chadi-Leofú.  Lo hizo en setiembre, sin saber que Rosas le mandaba una columna de apoyo.

La división del centro de Ruiz Huidobro empezó el avance a principios de marzo desde el río Quinto; se componía de 1.000 hombres de la División de los Andes reforzados con milicias de Córdoba y La Rioja.  Su objetivo de sorprender a Yanquetruz en su toldería de Leubucó no pudo cumplirse porque el gulmen fue avisado misteriosamente y, bien armado, trató de sorprender a Huidobro en Las Acollaradas el 1º de marzo; fue un combate de arma blanca porque la lluvia inutilizó la pólvora.  Aunque Huidobro consiguió vencer, no pudo perseguir al ranquel que sabía esconderse como nadie en los cañaverales de su habitat.  No obstante llegó a Leubucó, abandonada por los ranqueles, pero el hostigamiento del gulmen fue constante debido a los precisos informes que alguien le daba desde la columna en marcha.  Como Huidobro pudo enterarse que el informante era Francisco Reinafé, jefe de las tropas cordobesas, que era socio –junto con sus hermanos, uno de los cuales gobernaba Córdoba- de Yanquetruz en sus malones, pidió a Facundo Quiroga que ordenase el repliegue para juzgar la conducta del cordobés en consejo de guerra.  Así lo dispuso Quiroga, y la división se volvió a mediados de abril.

La conquista del desierto

No obstante el fracaso de las divisiones del centro y derecha, Rosas prosigue el cometido de la izquierda.

Pacheco llega a Choele-Choel y consigue imponerse a Chocory que escarmentado escapará al “país de las manzanas”.  Diversas columnas destacadas por Rosas desde Médano Redondo ocupan las Salinas (habitat de los borogas), recorren el Colorado hasta su nacimiento y parte del curso del Limay y Neuquén, o se internan en el sur del Negro hasta el territorio de los tehuelches.

EI objetivo se cumplió. Se hicieron convenios de paz con los tehuelches y los indios manzaneros, se ocupó el “camino de los chilenos” (por donde se llevaban las vacas a Chile), dejándose un fuerte en Médano Redondo y guarniciones en Choele-Choel y otros puntos del río Negro que subsistieron hasta 1852.

Los “Santos”

En toda su marcha y en el campamento del Colorado estaba Rosas alerta de lo que pasaba en Buenos Aires por el sistema de 21 postas escalonadas que estableció.  Los santos diarios que daba a la tropa tenían referencias políticas o militares para advertir a los soldados, y también a sus amigos de Buenos Aires porque se publicaba en los periódicos “apostólicos” (así se llamaron los partidarios de Rosas, para distinguirse de los federales “doctrinarios” del ministro Martínez).  Los santos eran tres palabras o frases cortas que servían de reconocimiento.  Vayan algunos ejemplos: Federación-Gloria-Argentina (11 de marzo), Federación-Sistema- De América (14 de marzo), Nación-Sin Garantías-Teoría (6 de junio), Motín-Mancha-Unitaria (16 de abril), Patriotismo-Sin Desprendimiento-Conversación (21 de julio), Codicia-Envilece-El Espíritu (2 de julio), Constancia-Supera-Imposible (14 de abril), Crueldad-Muestra-Cobardía (12 de julio).

En diciembre la misión está cumplida; Rosas ordena el regreso con un último santo: Al Colorado -Y al Negro- ¡Adiós! El 25 de marzo de 1834, a orillas del Napostá, despide a sus soldados.

Consecuencias de la Conquista del Desierto

Hasta la caída de Rosas, en 1852, en que se abandonaron los fuertes del Colorado y el Negro, no habría mayores malones; los indios quedaron tranquilos y amigos.  Payné, que sustituyó a Yanquetruz como gulmen de los ranqueles, se alió con Rosas y hasta le entregó a su hijo –bautizado por éste Mariano Rosas– para que se educase en sus estancias.  Rondeau y los borogas fueron eliminados por otro pueblo araucano llegado de Chile en 1835 a las órdenes de Calfucurá (se dijo que inducido por Rosas).  Calfucurá, a quien Rosas hizo coronel, dio uniforme y una divisa punzó con el lema “Federación o Muerte”, obró como agente de éste. Distribuía las “prestaciones” a todos los indios: pampas, borogas o ranqueles, circunstancia que lo convertía en autoridad suprema de la pampa, Gran Gulmen.  Era el responsable de todo lo que ocurriera con los indios: cuando no podía impedir que algunos salieran en excursiones de pillaje – que no pueden llamarse malones por sus escasos componentes –, debería avisarlo a los jueces de paz a fin de que la partida de éstos los contuviera.

Durante todo su gobierno Rosas entregó regularmente las “prestaciones” a los indios (sólo las retardaría en 1847, sospechando una doblez de Calfucurá).  En ocasión de epidemias de viruela, que hacían estragos en las tolderías, obligaba a los indios a vacunarse antes de darles las potrancas y la yerba.  Lo recordaría, mucho tiempo después, el cacique Pincen, el último de los grandes guerreros de la pampa: “¿Juan Manuel? Muy bueno, pero muy loco.  No podíamos recibir sus regalos sin que un gringo nos tajeara el brazo, que decía era un gran gualicho contra la viruela”.

Fuente
Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
Rosa, José María – Rosas nuestro contemporáneo.

Agradezco especialmente el aporte de www.revisionistas.com.ar

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