YPF: Yrigoyen-Perón-Fernández
La
decisión de la presidenta argentina cerró una de las etapas más oscuras del capitalismo
argentino y reabrió las páginas más luminosas de la industria y el desarrollo
autónomo y soberano de la República Argentina.
El
anuncio de la presidenta Cristina Fernández fue una decisión política
histórica y trascendental que confirma que el kirchnerismo se ha convertido sin
dudas en el Cuarto Movimiento Histórico Nacional, como una continuidad
necesaria del Federalismo, el radicalismo y el peronismo.
Si
hacía falta algo más para confirmarlo, eso era la recuperación de la soberanía
energética planteada por Cristina fernández. Ayer se cerró una de las etapas
más oscuras del capitalismo argentino: aquella que empezó con el vaciamiento de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales por parte de la última dictadura militar –con
endeudamiento fraudulento, con vaciamientos, con el uso de sus utilidades para
comprar armamento– y que tuvo su pico máximo de profundidad con el proceso de privatización
iniciado en 1992 y enajenación total de la empresa a manos de la empresa Repsol
en 1999.
Y
reabrió las páginas más luminosas de la industria y el desarrollo autónomo y
soberano de la República Argentina. Aquellas escritas por Hipólito Yrigoyen y
Enrique Mosconi, por los planes quinquenales de Juan Domingo Perón, por la
anulación de los contratos petroleros firmados por Arturo Frondizi por Arturo
Illia y, ahora, por la expropiación de YPF y la creación de una nueva Sociedad
Anónima con mayoría y control del Estado argentino y las provincias.
Claro
que no se trata de un regreso al viejo modelo de YPF como una sociedad del
Estado, pero sí como una empresa en la que los argentinos, a través del Estado,
somos dueños de nuestra política energética sin perjuicio de que se puedan
realizar convenios con dignidad –entendida, no como una cuestión valorativa,
sino también de interés económico– ya sea con privados nacionales e
internacionales, e incluso con otras petroleras de la región como Petrobras o
PDVSA.
Y
es fundamental también porque al tener soberanía sobre la política energética
nacional, permite complementar e integrar una red de producción, exploración y
explotación de hidrocarburos por parte de los Estados nacionales de la Unasur
sin participación mayoritaria de empresas europeas o norteamericanas.
Lo
que no significa caer en viejos dogmatismos que no permitan la asociación desde
un lugar soberano, con empresas petroleras anglosajonas, pero sí que mantenga
para nuestro país el control de sus recursos energéticos no renovables. Es
decir, que los argentinos seamos dueños de hacer lo que queramos con nuestro
petróleo y que, si bien no sea inalienable –como pretendía la Constitución de
1949– al menos se necesiten una mayoría especial en el Congreso para cambiar el
estatus de la empresa YPF.
Un
párrafo aparte merece la presidenta de la Nación. La 125, la Asignación
Universal por Hijo, la estatización de las AFJP, la nacionalización de
Aerolíneas Argentinas, el matrimonio igualitario, políticas sociales de
vivienda, Ley de Medios, Derechos Humanos, el programa Conectar-Igualdad, la
mayor construcción de escuelas de la historia, el Bicentenario, la reforma del
Código Civil y ahora la expropiación de YPF colocan a Cristina Fernández en un
lugar político diferente.
Es
muy difícil darse cuenta cuando uno es testigo de un hecho histórico porque,
como escribió Jorge Luis Borges, la historia es pudorosa. Sin embargo ayer, los
argentinos pudimos decir como Johann Wolfgang von Goethe el 20 de setiembre de
1792 –cuando acompañaba al Duque de Weimar en un paseo militar a París y vio al
primer ejército de Europa inexplicablemente rechazado en Valmy por unas
milicias francesas a sus amigos: “En este lugar y el día de hoy, se abre una
época en la historia del mundo y podemos decir que hemos asistido a su origen.”
Ayer,
los argentinos hemos asistido a un día trascendental en nuestra historia
económica. Y a un acto de valentía política por parte de un presidente
argentino pocas, pocas, veces visto.
Mientras
muchos empresarios, políticos, intelectuales, periodistas se desviven por lamer
las botas de los representantes de los poderes centrales del mundo, Cristina,
en representación del pueblo argentino, tomó una decisión soberana de un coraje
inestimable.
Por
último, también hemos asistido a un día que significa un fuerte desafío para
todos: demostrar que se puede administrar una empresa con racionalidad
económica y profesionalización.
La
única pregunta que me queda flotando es si con una YPF argentina ¿se podrá
avanzar, por ejemplo, hacia la explotación conjunta de los mares del sur en
futuras negociaciones con Gran Bretaña que permitan una extensión de nuestra
soberanía sobre Malvinas?
Es
muy descabellado ¿no? Disfrutemos del día de ayer, entonces.
Total. A los
argentinos que queremos al país parece que nos deparan más alegrías todavía.
Hernán
Brienza