Fracaso y abandono
escolar a la española
Beatriz Montes Ferrer
En España son ya el 15% de los jóvenes entre 16 y 24 años los que se encuentran sin estudios y sin trabajo. Este dato se desprende del 35% que abandonan los estudios y el 37´9% que forma parte del desempleo. Los holandeses sin trabajo ni estudios son apenas un 3,8% y en Dinamarca alcanzan el 5,2%; allí las políticas de empleo laboral han tenido éxito, pero en España los jóvenes sufrieron tasas de temporalidad por encima de la media europea. Entre el 30% y el 40% de los jóvenes que abandonaron sus estudios de secundaria están en peligro de “exclusión social”. Como arrastrados por esta irremediable corriente de viento, están aumentando los robos, el consumo de drogas… Un panorama poco alentador y que no parece ir a mejor.
¿Qué está llevando a los jóvenes a esta situación?
Quisiera indagar un poco sobre las verdaderas causas, acercarme hacia la que podría ser la raíz del asunto en cuestión.
El fracaso escolar ya se entrevé en Primaria; es más, me atrevería a decir que desde Infantil se puede llegar a detectar un posible problema educativo en el alumno, manifestándose claramente en Bachillerato.
Según algunos expertos en educación y pedagogía, las causas radican en las inapropiadas estrategias para fomentar y desarrollar en el alumno las habilidades y capacidades, para hacer de él un adulto preparado para la vida. Trastornos de aprendizaje y emocionales, que llevan a la desmotivación y que no siempre se saben detectar a tiempo. En este sentido el docente es el que tiene una gran responsabilidad, pues es su deber como educador el saber despertar en el alumno el interés por el estudio y la ilusión.
Se llega a poner en duda la formación del profesorado, su falta de interés y motivación, pues a lo largo de los años son susceptibles de caer en la monotonía, la pérdida de la alegría por educar, del esfuerzo por dedicarse a cada uno de sus alumnos…
Según donde nos situemos en el debate también podemos encontrarnos con los que achacan la culpa a los centros escolares en general, a directivas sin autoridad, a aulas masificadas de alumnos que hacen casi imposible la enseñanza más personalizada y de más calidad, a un elevado índice de inmigración que baja el rendimiento del grupo por problemas con la lengua o la cultura…
También hay quienes echan de menos ese profesor respetado, con un cierto prestigio social, al que tanto alumnos como padres admiraban. Hoy día si un niño suspende reiteradamente o tiene un comportamiento negativo que es castigado por el maestro, no es de extrañar que aparezcan los padres por el colegio para enfrentarse a dicho profesor, pues como se afirma: “Si el niño va bien es que mi hijo sabe mucho, pero si va mal es porque tiene un mal profesor”.
Las leyes educativas han ido en los últimos 30 años cambiando al ritmo de los partidos políticos, demostrándose que hasta que no se elimine este debate partidista y se llegue a hacer una ley educativa que perdure en el tiempo independientemente del gobierno de turno, yo diría que pocos avances se van a hacer.
En fin, hay para todos los gustos.
Pero ¿qué es educar? Yo comenzaría por ahí, pues comparto la opinión de los que piensan que “la escuela forma y los padres educan”. En este panorama tan lamentable que tenemos por delante, la familia tiene un gran deber y responsabilidad de educar a sus hijos. Los niños necesitan modelos en los que fijarse, con los que compartir su tiempo, pero no como hoy día está tan de moda decir en algunos sectores de educación, “tiempo de calidad”. Sí, esto está muy bien, pero los hijos necesitan más tiempo a sus padres, más tiempo en cantidad, no más tiempo delante de la tele, la play o con la cuidadora o abuela, no solo esa hora, última de la tarde, en la que todos en el hogar están cansados por la larga jornada ya transcurrida y no se tienen muchas ganas de discusiones, de historias, ni de perder mucho el tiempo en cosas aparentemente triviales del hijo. Necesitan un padre con quien compartir sus inquietudes, sus dudas, sus alegrías…, una madre a quien abrazar, a quien sentir que le cuida, que le corrige, que le escucha.
El factor familiar influye, y mucho, en la motivación del alumno, y si bien es cierto que con el actual sistema educativo, el esfuerzo está prácticamente desaparecido (¿para qué esforzarse si se puede pasar de curso con asignaturas suspensas?), los padres tienen ahí un importante y fundamental papel que hacer. No se le puede dejar al colegio la responsabilidad de educar al niño, desentendiéndose de sus estudios, exámenes, reuniones escolares y un largo etcétera.
Se habla mucho de una crisis de valores que está corrompiendo a la juventud, pero ¿de verdad somos conscientes de eso?
Cada vez son más los niños cuyas familias están desestructuradas, con problemas familiares, económicos. Padres divorciados, familias monoparentales. Los modelos familiares están cambiando y los niños son los que sufren las consecuencias, lo cual se refleja en su comportamiento y nivel educativo. ¿Tienen la culpa de esto los profesores que no saben afrontar los problemas que se originan en sus hogares? ¿O la tienen sus padres que no han sabido sostener su matrimonio?
En las aulas nos enfrentamos con alumnos muchas veces desatendidos en el hogar, mimados, a los que no se les sabe decir no a su debido tiempo, a los que se les permite tener todo tipo de caprichos con tal de no oírles protestar. La estabilidad familiar está muy unida a la mejora en el rendimiento escolar.
Bien es cierto que el actual sistema educativo necesita no un lavado de cara, sino una reforma profunda. El Dr. Francisco Kovacs, en su libro “Aprendiendo a ser padres” afirma que «mientras los sistemas Educativos se basen en opiniones en lugar de en evidencias científicas, estamos condenados al fracaso. La LOGSE es una pésima ley basada en el Constructivismo, que a lo largo de los años ha demostrado ser nefasto para la enseñanza.»
Educar en el esfuerzo para poder lograr un objetivo, la perseverancia, la paciencia, el saber afrontar los fracasos… son temas suspensos con este modelo. El Constructivismo se basa en que el niño es el centro del aprendizaje, el que marca sus propios ritmos hasta donde pueda llegar y en que el profesor ha adoptado el papel de ser un simple guía o mediador. Javier Orrico, catedrático de Lengua y Literatura y Orientador del Consejo Escolar de Murcia, pone esta realidad en evidencia tras sus muchos años de experiencia en la docencia. Se llega incluso a educar al alumno para triunfar sin esfuerzo.
Este problema del fracaso y abandono escolar es un debate muy extenso y profundo ante el que he querido tan solo dar unas pequeñas pinceladas y del que aún se seguirá investigando mucho. Mientras tanto lo dejo aquí para que pueda servirnos de reflexión.