LA SEMANA EN LA ARGENTINA
Por Mario Wainfeld
El gobernador Daniel Scioli le hizo a Hugo Moyano una oferta que
éste no podía aceptar. Sugirió públicamente que el secretario general de la CGT
se retractara su renuncia al PJ provincial. La propuesta, divulgada antes de
tomarse licencia por razones de salud, no interpelaba a Moyano (quien jamás
podría reasumir sin quedar como un chicanero), sino a la opinión pública.
Scioli, cuya prioridad central es siempre su imagen, transita un estrecho
camino: el de diferenciarse de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner sin
patear ningún tablero. Un picadito con el jefe de Gobierno Mauricio Macri por
acá, un guiño al Negro acullá... ya llegará la hora del torneo de ajedrez con
el intendente Sergio Massa o algo así.
“Daniel no tiene reelección, así que en 2015 se va para arriba o
a su casa”, explica un dirigente del Movimiento Evita que encarna la peculiar
oposición kirchnerista en Buenos Aires. Ese camino comienza a trazarse ya, de
modo paulatino. La legitimidad y los votos a nivel provincial de Scioli lo
hacen un hueso duro de roer. Es más difícil explicar el nivel de popularidad y
de vigencia del gobernador que corroborarlos. Los compañeros kirchneristas (más
dados al empirismo que a la teorización) saben que su competencia es brava, que
el objetivo de “ganarle el territorio para un hombre de Cristina” es muy cuesta
arriba. Y que hay que procurarlo sin desestabilizar la acción de gobierno. En
ese punto finca su tensa concordancia con el gobernador.
La pulseada recién comienza, hecho que no puede negarse. Tampoco
que por ahora tiene un estilo bastante florentino, pensando que de peronistas
se trata.
El enfrentamiento entre la Casa Rosada y Moyano es (muy) otra
cuestión. Por lo pronto, el calendario impone su ritmo. Hay hechos acuciantes
inminentes: las paritarias ya y la renovación de autoridades de la
Confederación General del Trabajo en contados meses. El tono es distinto, la
escalada pinta incontenible.
- - -
El changuito y los desplantes: Las palabras no lo son todo en
ningún discurso, el contexto también cuenta. El líder de la CGT, silente
durante la licencia presidencial, retomó el micrófono y fue puro desafío. “El
índice del changuito” es un clásico cuando hay puja salarial, pero lo
complementaron alusiones despectivas al Gobierno en general. Hubo un límite
que, apenas, no se traspuso: aludir a la Presidenta aunque el desdén por los
funcionarios “Chirolita” evoca a la supuesta Mrs. Chassman (Cristina) sin
nombrarla.
El ministro del Interior, Florencio Randazzo, fue uno de los
destinatarios, por haber replicado a Scioli. Al titular de Trabajo, Carlos
Tomada, le cupieron retos (en la doble acepción del término) más tangibles.
Pablo Moyano, secretario general de Camioneros, pateó la mesa de negociación en
el ministerio. Se mostró intratable, se retiró sin firmar el acta, amenazó con
un plan de lucha, ninguneó la conciliación obligatoria. La amenaza de un “plan
de lucha” (así expresado, el primero después de la reelección) sugiere una
ruptura irrevocable. Tomada cuestionó la falta de apego de (los) Moyano a la
ley y su ansia provocadora.
La historia continuará, mientras comienzan a orejearse las convenciones
colectivas. Mal momento, es lo que hay.
- - -
La mesa de los docentes: Una de las hipótesis de esta columna,
que se explicita desde ya, es la existencia de una constelación de poderes en
la escena política argentina. Todas las sociedades la tienen en distintas
proporciones, lo que también se subrayará más adelante. Por acá es
comparativamente muy alta la cantidad de actores vivaces, intransigentes o
jacobinos cuando cuadra, hábiles para pujar, duchos en optimizar su poder. Las
negociaciones colectivas son un ejemplo clavado, con otro dato de poder local:
la heterogeneidad de colectivos que se suele describir de modo simplista como
uniformes, lo que simplifica la narrativa y habitualmente la tergiversa.
La oposición mediática anhela instalar (como sucedió desde 2004,
en escenarios diferentes) la idea de un desmadre de la demanda gremial y una
derrota del oficialismo, justo a manos de los “muchachos”. Simplificar el
relato es una herramienta tradicional. Reducir un entramado muy rico a un
número de cierre es un gran rebusque, difícil de replicar.
Los pininos de las negociaciones esbozan el cuadro. Los
trabajadores aceiteros cerraron su acuerdo en el orden de un 25 por ciento, con
un mínimo de 6500 pesos, sideral para la media de la clase trabajadora, aun los
formalizados. Es lógico, es un sector de punta, de aquellos que obtiene
ganancias incomparables. Suponer una tendencia o proyectar una extrapolación
genérica de ese caso, que involucra a bastante menos de 20.000 laburantes, es
una demasía. En el ágora y en los medios se intenta, con cierta eficacia.
La Paritaria Nacional Docente (PND), que transita su fase
preliminar, es otro planeta. Existe desde 2008, es una conquista gremial
consagrada por el kirchnerismo, con apoyo general de otros partidos. La lucha
de los docentes buscaba compensar el desquicio causado por las políticas
noventistas de descentralización del sistema educativo que (entre otros daños
tremendos) desamparó a los maestros de las provincias con menos recursos. La
PND es una institución superadora, la consagración institucional de una lucha.
No todo son rosas: el mecanismo es endiablado. Tallan en él el gobierno
nacional, cinco confederaciones nacionales de sindicatos (Ctera es la más
representativa). Las provincias están pendientes del resultado, que impone un
piso para la ronda de negociaciones locales. Los trabajadores concernidos son
940.000, número resonante que se agranda si de cargos hablamos porque algunos
docentes tienen más de uno.
El Tesoro Nacional contribuye al pago con el Fondo de Incentivo
Docente, que ahora suma 4000 millones de pesos. Pero no mira de afuera el
resultado porque apoya a provincias desfavorecidas, porque tiene que hacerse
cargo de las presiones de los “gobernas”, hoy día mayoritariamente compañeros
(stricto sensu o de ruta). Por añadidura, los sueldos de las universidades
nacionales son pagados en su totalidad por el Fisco Nacional. El sindicato
respectivo, la Conadu, “cierra” en las mismas condiciones o en otras muy
similares que los docentes de escuelas. Son 110.000 trabajadores, con sueldos
usualmente elevados. Es plata, pues.
Hasta ahora, dos provincias se anticiparon a ultimar sus propios
acuerdos. Salta pactó una secuencia escalonada que, en porcentaje acumulado,
supera el 22 por ciento. Pero, en el bolsillo de los maestros y en el
presupuesto, arroja una cifra anualizada menor. Los porcentajes, ya se dijo,
son engañosos si no se lee la letra fina y no se apela a la calculadora. Pero
son efectistas en la presentación mediática, rezongan en Educación y en
Trabajo, cuyos ministros se aprestan a un ejercicio tan repetido cuan exigente.
En Neuquén se acordó un esquema distinto, con reapertura a
mediados del año. El gobierno nacional pugna por evitar que se expanda ese
criterio, prefiere lejos que el 2012 quede cerradito y previsible.
Volvamos a la PND. El Gobierno aspira a la contención en los
acuerdos, que deriven en cifras generales más moderadas que en 2011. “El 18 por
ciento” es un mantra que se cuela en las conversaciones, seguramente no es una
meta sino un indicador, pero como decía el laboralista Bambino Veira, “la base
está”. El cronista supone, aunque ningún funcionario del ramo lo explicita, que
el objetivo sensato (a fuer de factible con enorme esfuerzo) es “bajar la
nominalidad”, tal vez a otro porcentaje que arranque del 20 por ciento.
El secretario general de la CTA oficialista, Hugo Yasky, y el de
la Suteba (el principal sindicato docente de la provincia de Buenos Aires)
Roberto Baradel, exigieron un 25 por ciento. Entre el piso del oficialismo y
ese techo podría haber una resultante pasable, con los parámetros de otras
negociaciones. Tal vez, en este caso, el Gobierno trate de bajar un poco más,
en aras de cuidar la caja con el nuevo paradigma de la “sintonía fina”.
Los sindicalistas de la CTA estarán pendientes de sus bases
(habituadas a una gimnasia participativa), asimismo tendrán un ojo en la
competencia con el otro sector de la CTA y con la CGT. Ese karma pesa sobre
casi todos los popes gremiales, se acentúa en este caso.
El oficialismo apuesta a la sensatez de los dirigentes que trata
de estimular en charlas informales. Y, con el mazo dando, ponen de su lado el
peso de la autoridad presidencial convalidada rotundamente en las urnas. En
última instancia, “¿cómo hacerle un paro al 54 por ciento de los votos?”. Los
precedentes ayudan, no hubo ninguna huelga nacional docente contra la política
del gobierno nacional. Sí por motivos bien justificados como fue la decretada
ante el asesinato del maestro Carlos Fuentealba en Neuquén.
Optimista de la voluntad, el ministro de Educación Alberto
Sileoni supone que el trance se pasará, como es de rigor, sudando la gota
gorda. La conflictividad docente sigue siendo elevada, en especial en los dos
distritos más masivos: Buenos Aires y la Capital. Así y todo, según los
cálculos oficiales van dos años en que se cumple la meta de los 180 días
efectivos de clase. Tan es así, aseguran, que puede proyectarse elevar ese piso
a 190 días para el ciclo lectivo 2013. Otro objetivo deseable, a construir
hasta fines del mandato presidencial, es que todos los chicos de cuatro años
estén escolarizados. Las tareas inmediatas son más ruidosas que la construcción
del porvenir, también son un tramo de ese camino.
- - -
La espada de Damocles: Se contaban con los dedos de una mano los
dirigentes corporativos (sindicales o patronales) que presenciaron el discurso
de Cristina en el Salón de las Mujeres. Claro que todos los que no estaban
escucharon y tomaron nota. José Ignacio de Mendiguren, el titular de la Unión
Industrial Argentina, estaba casi solito. Algún otro, como Aldo Roggio, fue de
la partida, pero como protagonista signatario de uno de los surtidos convenios
que configuraron la puesta en escena.
Si los cuerpos no estaban, los oídos zumbaron de lo lindo. Las
precisas críticas a las empresas petroleras ratifican un horizonte de disputa.
Por algo los dirigentes de las multis mantuvieron silencio durante tantos días.
El precio abusivo del gasoil es apenas un ítem de la agenda futura, los
baqueanos en el trato con el kirchnerismo lo saben. Si la Presidenta blandió la
espada de Damocles sobre las concesiones, los capitalistas ponen las barbas en
remojo.
Es un lugar común decir que YPF, personalizado en el Grupo
Eskenazi, es el gran adversario que el Gobierno tiene en mira. La dimensión de
la empresa la ranquea arriba, pero las campanas doblan por todos. Y aunque la
palabra presidencial produjo un cambio cualitativo del horizonte, no expresó
una sorpresa. Hace ya dos meses el secretario de Comercio Interior, Guillermo
Moreno, le advirtió al petrolero Alejandro Bulgheroni (corroboran fuentes
cercanas a ésta) que se había acabado la jauja de la fijación de precios.
En el espinel patronal, se traduce la movida como una
ratificación del acumulativo poder de Moreno en el Gabinete. La observación es
correcta, a condición de aceptar que Moreno traslada las políticas elegidas por
la propia Presidenta. Tiene un poder personal, pero no es (como nadie en el
equipo de Gobierno) un francotirador o un protagonista con iniciativas
descolgadas.
- - -
Las cosas del poder: François Hollande es el candidato
socialista a la presidencia de Francia, enfrentando a Nicolas Sarkozy. El sabe
quién es su rival, pero fue rotundo en su primer discurso de campaña: “Mi
adversario, mi verdadero adversario no tiene nombre, rostro ni partido. Nunca presentará
su candidatura y, por consiguiente, nunca será electo. Sin embargo, ese
adversario gobierna. Ese adversario es el mundo de las finanzas”. Consagrado,
dicen los que conocen, a recuperar el tono reformista del socialismo europeo,
Hollande habló de los poderes fácticos, de su peso relativo, de su
contradicción con gobiernos democráticos y progresistas. Ese punto, mayormente
obvio para quien lee la realidad mundial sin anteojeras ni mala fe, es negado
por numerosos académicos, intelectuales, periodistas y medios argentinos. “El
poder”, según su miope ver, es el político. Los otros le van a la zaga o, tout
court, no existen. Con tamañas distorsiones es imposible una lectura sensata de
cualquier coyuntura. En la Argentina hay un gobierno que ha sabido potenciar su
poder, especialmente en momentos de carencia. Y que lo ejerce sin remilgos, a
menudo en disputa con corporaciones. Cómo lo hace o lo logra es pasible de
debate, no así la existencia y contumacia de esos “verdaderos adversarios” que,
conforme denuncia el europeo Hollande “gobiernan” en sus propios pagos.
El panorama se complejiza con una sociedad civil compuesta por
numerosos actores que también pugnan, resisten, reivindican. “Buenos” o “malos”
a la luz de cualquier cartilla valorativa. Reales.
El 54 por ciento convalida el poder presidencial y se traduce en
un Congreso nacional manejable. En las provincias, los gobernadores (cuya
mayoría no suscribe de buen grado las mejores iniciativas K) conservan
prerrogativas. Los sindicalistas, los movimientos sociales, las puebladas, las
corporaciones patronales también juegan este TEG.
Así son las cosas, complejas y con una Presidenta activa,
potente y legitimada. El futuro es siempre abierto, sujeto a la destreza de los
contendientes. Y, parafraseando al compañero Hollande, el primer desafío es
determinar quién gobierna... sin jamás manejar la suma del poder.
Fuente: Página 12
mwainfeld@pagina12.com.ar