El imperialismo y el "antiimperialismo de los tontos"
James Petras
Una de las mayores paradojas de la historia son las
proclamas de los políticos imperialistas de que están llevando a cabo una gran
cruzada humanitaria, una "misión civilizadora" histórica para liberar
naciones y pueblos, mientras implementan las conquistas, las guerras
destructivas y el derramamiento masivo de sangre más barbárico de pueblos
conquistados en la memoria histórica.
En la era capitalista moderna, las ideologías de los
gobernantes imperialistas varían con el tiempo, desde los primeros reclamos por
el "derecho" a la riqueza, al poder, a las colonias y a la grandeza
hasta los reclamos posteriores de "misión civilizadora". Más
recientemente, los gobernantes imperiales han propagado numerosas y diversas
justificaciones adaptadas a adversarios, circunstancias, audiencias y contextos
específicos.
Este ensayo se enfocará en el análisis de los
argumentos ideológicos de EE.UU. como imperio contemporáneo para legitimizar
guerras y sanciones con el fin de mantener su rol predominante.
Contextualizar
la ideología imperial
La propaganda imperialista varía según esté dirigida
contra un competidor por el poder global, o para justificar la aplicación de
sanciones, o para entablar una guerra abierta contra un adversario
socio-político local o regional.
La propaganda imperial de EE.UU. ha cambiado con el
tiempo con respecto a competidores de imperios establecidos (Europa) o a
competidores de economías emergentes (China). A principios del siglo XIX,
Washington anunciaba la Doctrina Monroe, denunciando las políticas de Europa
para colonizar América Latina, y de esa manera defendiendo sus propios
proyectos imperiales para esta región. En el siglo XX cuando los políticos
imperiales de EE.UU. estaban desplazando a Europa de las colonias proveedoras
de materias primas en el Medio Oriente y en África, la propaganda abarcó varios
temas. Condenaba 'las formas coloniales de dominación' y promovía las
transiciones 'neo-coloniales' que terminaron con los monopolios europeos y
permitieron la penetración de las corporaciones multinacionales promovida por
EE.UU. Esto fue evidente durante y después de la II Guerra Mundial, en los
estados petroleros del Medio Oriente.
Durante la década de 1950 mientras EE.UU. asumía una
primacía imperial y surgía el nacionalismo radical anticolonialista, Washington
hizo alianzas con el poder colonial decadente en la lucha contra el enemigo
común y para apoyar a los poderes postcoloniales en la lucha contra el enemigo
común. Europa, incluso en el periodo posterior a la II Guerra Mundial, durante
la recuperación económica, el crecimiento y la unificación, trabajó en conjunto
con EE.UU. y bajo el liderazgo de éste para reprimir insurgencias y regímenes
nacionalistas. Cuando se presentan conflictos y rivalidades entre los
regímenes, bancos y empresas de EE.UU. y Europa, los medios de comunicación
masivos publican "hallazgos investigativos" resaltando los fraudes e
ilegalidades de sus competidores... y las agencias reguladoras de EE.UU.
aplican multas severas a sus pares europeos, mientras toleran prácticas
similares implementadas por las firmas financieras de Wall Street.
Recientemente, el auge del imperialismo militarista
y de las guerras coloniales alimentadas por los defensores de Israel en EE.UU.
ha conducido a serias divergencias entre el imperialismo estadounidense y el
europeo. Con la excepción de Inglaterra, Europa hizo un compromiso simbólico
mínimo con las guerras de EE.UU. y la ocupación de Irak y Afganistán. Alemania y
Francia se concentraron en expandir sus mercados de exportación y capacidades
económicas, desplazando a EE.UU. en mercados principales y sitios de recursos.
La convergencia de los imperios estadounidenses y europeos condujo a la
integración de las instituciones financieras y a la subsiguiente crisis y
colapso común pero sin una política coordinada de recuperación. Los ideólogos
de EE.UU. propagaron la idea de una "Unión Europea decadente",
mientras que los ideólogos europeos enfatizaron los fracasos de los 'mercados
libres', des-regulados, angloamericanos y de los fraudes de Wall Street.
Ideología imperial, poderes económicos emergentes y
desafíos nacionalistas
Hay una larga historia de
"antiimperialismo" imperialista, condenas patrocinadas oficialmente,
denuncias e indignación moral dirigidas exclusivamente contra rivales
imperialistas, poderes emergentes o simples competidores, que en algunos casos
siguen sencillamente los pasos de los poderes imperiales establecidos.
Los imperialistas ingleses en su época de apogeo
justificaron el saqueo de tres continentes perpetuando la "leyenda
negra" de la "crueldad excepcional" del imperio español hacia
los pueblos indígenas de América Latina, mientras se embarcaban en el tráfico
de esclavos africanos a gran escala y con las mayores ganancias. Mientras que
los colonizadores españoles esclavizaban a los pueblos nativos, los colonos
anglo-americanos los exterminaban...
En el periodo previo a la II Guerra Mundial, los
poderes europeos y estadounidense, mientras explotaban sus colonias de Asia
condenaban al poder imperial japonés por la invasión y colonización de China.
Japón, por su parte, proclamaba que estaba encabezando la lucha de Asia contra
el imperialismo occidental y proyectaba una esfera de co-prosperidad postcolonial
entre socios iguales de Asia.
El uso imperialista de la retórica moral
"antiimperialista" fue diseñado para debilitar a los rivales y estaba
dirigido a diversas audiencias. De hecho, en ningún momento la retórica
antiimperialista sirvió para "liberar" a los pueblos colonizados. En
casi todos los casos el poder imperial triunfante solo sustituyó una forma
colonial o neo-colonial por otra.
El "antiimperialismo" de los imperialistas
está dirigido a los movimientos nacionalistas de los países colonizados y al
público local. Los imperialistas británicos fomentaron revueltas entre las
élites agro-mineras de América Latina prometiéndoles "libre comercio"
en oposición a las reglas mercantilistas de España; apoyaron la
"autodeterminación" de los dueños de plantaciones algodoneras
esclavistas del Sur de EE.UU. contra la Unión; apoyaron los reclamos
territoriales de los líderes iroqueses contra los revolucionarios
anticolonialistas de EE.UU.; explotaron reivindicaciones legítimas con
propósitos imperialistas.
Durante la II Guerra Mundial, los imperialistas
japoneses apoyaron a un sector del movimiento nacionalista anticolonialista de
la India en contra del Imperio Británico. EE.UU. condenó la ocupación colonial
de España en Cuba y las Filipinas y declaró la guerra para "liberar"
a los pueblos oprimidos de la tiranía... y se quedó allí para imponer un
régimen de terror, explotación y gobierno colonial...
Los poderes imperiales buscan dividir los
movimientos anticoloniales y crear futuros "gobernantes-clientes" si
tienen éxito. El uso de la retórica antiimperialista fue planeado para atraer a
dos tipos de grupos. Un grupo conservador con intereses económicos y políticos
comunes con el poder imperial, que comparte la hostilidad hacia los
nacionalistas revolucionarios y busca una posición ventajosa al conectarse con
el poder imperial emergente. Un sector radical del movimiento que busca una
alianza táctica con el poder imperial emergente, con la idea de usar este poder
imperial emergente para conseguir recursos (armas, propaganda, vehículos, ayuda
financiera) y, una vez que logre llegar al poder, deshacerse de este imperio.
En la mayoría de los casos, en este juego de manipulación mutua entre imperio y
nacionalistas, el imperio ha ganado... como sucede en la actualidad.
La retórica "antiimperialista" del imperio
estuvo dirigida también al público local, especialmente en países como EE.UU.
en el que se apreciaba el legado anticolonialista del siglo XVIII. El propósito
era ampliar la base de construcción del imperio más allá de los imperialistas
leales de línea dura, los militaristas y los beneficiarios corporativos. Su
discurso buscaba incluir a liberales, humanitarios, intelectuales progresistas,
religiosos y moralistas seculares al igual que a otros "formadores de opinión"
que gozaban de un cierto prestigio con el gran público, con aquellos que
pagarían con su vida y con los impuestos por las guerras coloniales y las
guerras entre los imperios.
Los voceros oficiales del imperio publicitan
atrocidades reales y fabricadas de los imperios rivales, y resaltan la causa de
las víctimas colonizadas. La élite corporativa y los militaristas de línea dura
exigen acción militar para proteger su propiedad, o para apoderarse de recursos
estratégicos; los humanitarios y progresistas denuncian los "crímenes
contra la humanidad" y se hacen eco de los llamamientos a "hacer algo
concreto" para salvar a las víctimas del genocidio. Sectores de la
Izquierda se unen al coro, hallan un grupo de las víctimas que encaja en su
ideología abstracta, y piden que los poderes imperiales "armen a la gente
para que estos se liberen a sí mismos" (sic). Al brindar apoyo moral y un
barniz de respetabilidad a la guerra imperial, al tragarse la propaganda de
"guerra para salvar a las víctimas" los progresistas se convierten en
el prototipo de los defensores del "antiimperialismo de los tontos".
Al asegurarse un amplio apoyo público en las bases del
"antiimperialismo", los poderes imperialistas se sienten libres para
sacrificar las vidas de los ciudadanos y el tesoro público, para hacer la
guerra, alimentada por el fervor moral de una causa justa. Mientras que la
carnicería continúa y las bajas crecen, y el público se cansa de la guerra y de
su costo, el entusiasmo de los progresistas e izquierdistas se apaga o, peor
aún, se hace hipocresía moral con reclamos de que "la naturaleza de la
guerra ha cambiado" o "esta guerra no es como pensábamos que iba a
ser". ¡Como si los señores de la guerra hubieran pensado alguna vez en
consultar con los progresistas y la izquierda sobre cómo y por qué deberían
hacer guerras imperiales!
En el periodo contemporáneo las "guerras
antiimperialistas" y agresiones imperialistas han recibido una gran ayuda
y apoyo de "bases" muy bien financiadas, las llamadas
"organizaciones no-gubernamentales", las que movilizan a movimientos
populares, los cuales pueden hacer "invitaciones" para agresiones
imperiales.
A lo largo de las últimas cuatro décadas el
imperialismo estadounidense ha fomentado al menos dos docenas de movimientos de
"base" que han destruido gobiernos democráticos, o han diezmado
estados sociales o han provocado daños mayores en las economías de determinados
países.
En Chile a lo largo de 1972-73 durante el gobierno
democráticamente elegido de Salvador Allende, la CIA financió y proveyó ayuda
importante -a través de la AFL-CIO- a los propietarios de camiones para
paralizar el flujo de bienes y servicios. También financiaron la huelga de un
sector del gremio de trabajadores del cobre (en la mina de El Teniente) para
perjudicar la producción y exportación de cobre, en preparación para el golpe
de estado. Después de que los militares tomaron el poder, varios representantes
del gremio de "las bases" del partido Demócrata Cristiano
participaron en la purga de activistas de izquierda que habían sido elegidos
por el gremio. ¡No hace falta decir que en un corto tiempo los dueños de
camiones y los trabajadores del cobre terminaron la huelga, dejaron de lado sus
exigencias y poco después perdieron todos sus derechos de reclamo y negociación!
En la década de 1980 la CIA, mediante contactos en
el Vaticano, transfirió millones de dólares para financiar al gremio
"Solidaridad" de Polonia, transformando en héroe al trabajador
portuario de Gdansk Lech Walesa, quien encendió la chispa de la huelga general
que derrocaría al régimen comunista. Con la caída del comunismo también
desaparecieron el empleo garantizado, la asistencia social y la militancia
gremial: los regímenes neoliberales redujeron la fuerza de trabajo en Gdansk en
un cincuenta por ciento y finalmente cerraron el astillero, despidiendo a todo
el personal. Walesa se jubiló con una magnífica pensión, mientras que sus ex
compañeros de trabajo terminaron en la calle y los nuevos gobernantes
"independientes" de Polonia le otorgaron a la OTAN bases militares y
mercenarios para las guerras imperiales en Afganistán e Irak.
En 2002, en Venezuela, la Casa Blanca, la CIA, la
AFL-CIO y ONGs, apoyaron el golpe militar, de negocios y de burócratas
sindicales liderado por organizaciones de "base" que derrocó al
Presidente electo Chávez. En 48 horas una movilización de un millón de bases
auténticas, los pobres de la ciudad, apoyados por las fuerzas militares
constitucionalistas derrotaron a los dictadores apoyados por EE.UU. y
restauraron a Chávez en el poder. A continuación ejecutivos petroleros
dirigieron un lockout, o cierre patronal, apoyado por varias ONGs financiadas
por EE.UU. Fueron derrotados por la toma obrera de la industria petrolera. El
golpe fracasado y el cierre patronal le costaron a la economía venezolana miles
de millones de dólares en pérdidas y causaron una baja de dobles dígitos en el
PIB.
EE.UU. apoyó a yijadistas armados de
"organizaciones de base" para que "liberaran" Bosnia y armó
a terroristas de "organizaciones de base" del Ejército de Liberación
de Kosovo para que desintegraran Yugoslavia. Casi toda la izquierda occidental
festejó mientras EE.UU. bombardeaba Belgrado, destruía la economía y proclamaba
que estaba "respondiendo ante un genocidio". Kosovo "libre e
independiente" se volvió un enorme mercado para la trata de personas,
alojó a la base militar de EE.UU. más grande en Europa, con la más alta tasa de
emigración por habitante en Europa.
La estrategia imperial de "organizaciones de
base" combina la retórica antiimperialista, democrática y humanitaria con
el entrenamiento y financiación de ONGs locales y con el bombardeo informativo
de los medios masivos para movilizar la opinión pública occidental y
especialmente de los "críticos morales izquierdistas prestigiosos" detrás
de sus abusos de poder.
Las consecuencias de los movimientos
"antiimperialistas" promovidos por el imperio: ¿Quién gana y quién
pierde?
El récord histórico de los movimientos
"antiimperialistas" y de "organizaciones de base"
promovidos por el imperio es uniformemente negativo. Vamos a resumir los
resultados. En Chile, la huelga liderada por "la organización de
base" de los dueños de camiones condujo a la brutal dictadura militar de
Augusto Pinochet y a casi dos décadas de tortura, muerte, encarcelamiento y
exilio forzado de cientos de miles de personas, a la imposición de
"políticas de libre mercado" brutales y a la subordinación a las
políticas imperiales de Estados Unidos. En resumen, las corporaciones
multinacionales del cobre y la oligarquía chilena fueron los grandes ganadores
y la masa de la clase obrera, de los pobres del campo y de la ciudad fueron los
grandes perdedores. Las "revueltas de organizaciones de base"
apoyadas por EE.UU. en Europa del Este contra la dominación soviética,
cambiaron la dominación rusa por la estadounidense; la subordinación al Pacto
de Varsovia por la OTAN; la transferencia masiva de empresas, bancos y medios
públicos nacionales a multinacionales occidentales. La privatización de
empresas nacionales condujo a niveles sin precedentes de desempleo en los
dobles dígitos, enormes aumentos de la renta y de los índices de pobreza de los
jubilados. La crisis fue la causa de que millones de trabajadores, entre los
más educados y capacitados, dejaran sus países y de la eliminación de los
sistemas públicos y gratuitos de salud pública, educación superior y hoteles
vacacionales para trabajadores.
A lo largo de la, ahora capitalista, Europa del Este
y Unión Soviética bandas de crimen organizado desarrollaron redes a gran escala
de tráfico de drogas y prostitución; empresarios-delincuentes locales y
extranjeros tomaron control de las lucrativas empresas públicas y formaron una
nueva clase de políticos oligárquicos súper-ricos. Estos junto a la gente de
negocios y de profesionales conectados a 'socios' occidentales fueron los
ganadores socio-económicos. Los grandes perdedores fueron los pensionados, los
obreros, los trabajadores de las granjas colectivas, los jóvenes sin empleo al
igual que los artistas culturales que antes recibían subsidios. Las bases
militares en Europa del Este se convirtieron en la primera línea militar de
ataque contra Rusia y en el blanco de cualquier contra-ataque.
Si midiéramos las consecuencias del cambio de
imperio en el poder, sería claro que los países de Europa del Este se han
vuelto más dependientes bajo la órbita de EE.UU. y de Europa que cuando estaban
bajo la influencia de Rusia. Las crisis financieras occidentales han devastado
sus economías; las tropas de Europa del Este han participado en más guerras con
la OTAN que bajo el dominio soviético; los medios culturales están bajo control
comercial occidental. Por sobretodo, el grado de control imperial sobre todos
los sectores económicos excede de lejos lo que existía con los soviéticos. Los
movimientos de "base" de Europa del Este tuvieron éxito en
profundizar y extender el imperio estadounidense; los grandes perdedores fueron
los defensores de la paz, la justicia social, la independencia nacional, el
renacimiento cultural y el bienestar social con valores democráticos.
Entre los grandes perdedores figuran también los
liberales, progresistas e izquierdistas occidentales que se enamoraron del
"antiimperialismo" de los imperialistas. Su apoyo a los ataques de la
OTAN en Yugoslavia condujeron a la desintegración de un estado multinacional, y
al establecimiento de enormes bases militares de la OTAN y de un paraíso para
el tráfico de personas en Kosovo. Su apoyo ciego a la "liberación"
prometida por el imperio de Europa del Este devastó el estado social, eliminando
la presión sobre los regímenes occidentales de competir proveyendo asistencia
social. Los principales beneficiarios de los avances imperiales de Occidente
mediante revueltas de "las organizaciones de base" fueron las
corporaciones multinacionales, el Pentágono y los neo-liberales de derecha
defensores del libre mercado. A medida que el espectro político en su
integridad se movió a la derecha, un sector de la izquierda y de los
progresistas se les unió. Los moralistas de izquierda perdieron credibilidad y
apoyo, sus movimientos pacifistas se debilitaron, sus "críticas
morales" se apagaron.
Los izquierdistas y progresistas que se sumaron a
los "movimientos de base" apoyados por el imperio, ya sea en nombre
del "anti-estalinismo", o de la "pro-democracia", o del
"antiimperialismo", no han hecho ninguna reflexión crítica; ni ningún
esfuerzo para analizar las consecuencias negativas de largo plazo que han
tenido sus posturas respecto a la pérdida de asistencia social, independencia
nacional o dignidad personal.
La larga historia de manipulación imperialista de
las narrativas "antiimperialistas" se expresa de manera virulenta en
la actualidad. La Nueva Guerra Fría iniciada por Obama contra China y Rusia, la
guerra que hierve en el Golfo montada sobre la supuesta amenaza militar de
Irán, la amenaza intervencionista contra las "redes de tráfico de
drogas" de Venezuela, y el "baño de sangre" en Siria forman
parte y son una muestra del uso y abuso del "antiimperialismo" para
sostener a un imperio en decadencia. Esperemos que los escritores y escribas
progresistas e izquierdistas aprendan de los errores ideológicos del pasado y
resistan la tentación de acceder a los medios de comunicación masivos
ofreciendo una "cobertura progresista" a los que el imperio llama
"rebeldes".
Es hora de distinguir entre antiimperialismo y
movimientos pro-democracia genuinos y aquellos promocionados por Washington, la
OTAN y los medios de comunicación masivos.