Tras ya no poder saquear en Latinoamérica como hizo siempre, Iberia está en problemas. Hay ajuste de personal. Dos nuevos pilotos hacen el vuelo inaugural a Buenos Aires.
Los pilotos, José y Manuel, reciben instrucciones
de la torre de control:
- Aquí Barajas, Iberia Air 101; por
favor vayan alineándose para aterrizar en la pista número uno.
José le dice a Manuel:
- Manolo... ¡es imposible que
aterricemos allí, hombre! ¡Mira lo corta que es esa pista! ¡Es cortísima, es
ínfima! ¡Nunca ví una cosa igual!
Manuel llama a torre de control:
- Torre, aquí Iberia Air 101: ¿estáis
seguros de que la pista es la número uno?
- Pero sí, hombre... ¿por qué la
pregunta?
- Porque no sé si podré aterrizar
allí...
- Aquí torre; Ezeiza es una de las mejores
pistas de Argentina y cientos de aviones tocan tierra allí por día. Repito, Iberia Air 101: diríjase a la pista número uno; tiene vía libre para
aterrizar.
El piloto encara la cabecera de la
pista y entre un chirrido espeluznante de hierros, olor a neumáticos quemados y
con las turbinas a full en reversa, logra el aterrizaje no sin inconvenientes:
pasajeros en pánico, muebles que se desprenden del piso del avión, «jump seats»
de las azafatas que se rompen por la presión de la desaceleración.
Pasado el
susto, José dice, aliviado:
- ¡Manolo, eres un genio, un as de la
aviación! ¡Todavía no entiendo por qué hicieron en Madrid una pista tan corta!
- ¡Sí, y tan ancha!