jueves, abril 19, 2012

Paréntesis: Charlas de Quincho de esta semana


Charlas de Quincho 
( Ambito Financiero del pasado lunes)

¿De qué conversaron Cristina y Obama? Según la delegación argentina, de nada de lo que se habló en los medios. «Si alguien me pregunta, lo desmiento», prometió el mandatario estadounidense sobre una cuestión en particular. Pero no sólo fue política la reunión de Cartagena de la que la Presidente se volvió antes: hubo tiempo para el baile (incluidos los pasos de un renuente histórico en estos menesteres). En el Bajo San Isidro se mezclaron fuegos artificiales, sushi y solidaridad para el cumpleaños de una modelo hoy devenida en empresaria. Pero quizá lo más jugoso haya estado en el Senado. Veamos.


Tengo que estar en Buenos Aires antes de las nueve de la noche del domingo. Éste fue el argumento de Cristina de Kirchner para adelantar el regreso de Cartagena de Indias. No explicó más. En la foto, llegando bajo un sol impiadoso a la sede de la cumbre presidencial. La visita del senador chileno Camilo Escalona, jefe de campaña de Michelle Bachelet para un nuevo mandato presidencial, justificó algo novedoso en el Senado. Amado Boudou pudo sentar en un almuerzo a senadores opositores.

¿Cómo no iba a festejar el Gobierno el resultado del encuentro del sábado entre Cristina de Kirchner y Barack Obama en Cartagena si éste le reconoció -en privadísimo aparte ayer a la mañana, antes de registrarse para la foto de familia- que la prensa «hegemónica», como le gusta decir al Gobierno, no dice la verdad? La Presidente buscó al hombre de color en las afueras del centro de convenciones con un papelito que le había preparado Alfredo Scoccimarro con una traducción de los titulares de los diarios de ayer, que habían dicho que Obama le había reclamado a ella por cuestiones comerciales. «Eso no es cierto», admitió Obama. «Te dije antes que iba a pasar, ahora hay que desmentirlo. Desmentilo». «Bueno -rió Obama-. Si me lo preguntan, lo voy a desmentir».

Este relato animó el viaje adelantado de ayer de la delegación de regreso a Buenos Aires con aire de triunfo por-que había sumado hasta al presidente del país más poderoso a su posición ante ese sector de la prensa. El grupo, que integraban Carlos Zannini, Oscar Parrilli, Scoccimarro, Jorge Argüello -que viajó, pero no participó del encuentro; su tarea era ser el coaching en la previa- y los legisladores Guillermo Carmona, Juliana Di Tullio, María Higonet, María José Bongiorno (todos del oficialismo; hace rato que no sube ningún opositor al avión presidencial), celebró otras facetas del viaje. No sólo que Obama pidiese la reunión, ya que tuvo sólo tres bilaterales, Cristina, Juan Manuel Santos

-anfitrión- y Ollanta Humala, sino que en el diálogo resignase cualquier reproche al Gobierno por su política comercial. Claro que los mandatarios que fueron a Cartagena no hicieron cola para ver a Obama, de quien todos saben que está en campaña y no quieren darle ni un tranco de ventaja en demandas como mejor relación con Cuba o legalización de drogas, dos asuntos en los que el Gobierno norteamericano no piensa cambiar de criterio y menos a siete meses de una elección en la que se juega todo. Si abriese un palmo la puerta a esos debates, Obama sería despedazado por sus opositores.

Según el cuento que se recogió en ese vuelo que arribó anoche a Buenos Aires antes de lo previsto (en realidad, Cristina pasó menos de 24 horas en Colombia), la mención a cuestiones comerciales la hizo Obama, quien al arrancar la reunión bromeó: «Sé que cuando terminemos, muchos van a decir que le hice reclamos comerciales, pero lo que haya que hablar que lo hablen los funcionarios de nuestros Gobiernos. Eso no va a perjudicar nunca las buenas relaciones entre nuestros países». Cristina admitió ese drama y ante su gesto de resignación, Obama agregó: «Todo lo que hablamos acá es on the record. Hay que contarlo afuera». Ayer, cuando la delegación vio los títulos sobre el reclamo, Cristina lo buscó con la traducción al amigo norteamericano, quien prometió desmentir cuando alguien se lo pidiera.

Al grupo que la acompañaba Cristina no le dio ninguna explicación sobre la ausencia a la cena de mandatarios la noche del sábado, algo que sí hizo con Juan Manuel Santos («Estoy cansada y debo atender algunos temas por teléfono con Buenos Aires desde el hotel»). Este anfitrión fue el único que escuchó las razones del adelantamiento del regreso en varias horas. «Tengo que estar en Buenos Aires a las nueve de la noche», fue la explicación que le dio a Santos cuando éste le pidió que se quedase un rato más para escuchar su discurso en el cual mencionaría Malvinas. «Imposible, tengo que estar allá a las nueve del domingo», resistió Cristina. Se perdió la mención del colombiano ante los que se quedaron a este tema clave para el país: «Sobre la cuestión de las islas Malvinas, todos los participantes en la Cumbre han consignado sus posiciones de consenso en declaraciones emanadas de la Organización de Estados Americanos. En esta oportunidad, el debate tuvo lugar sin modificar dichos acuerdos y la gran mayoría de países hizo un llamado para la solución pacífica de esta controversia», dijo Santos. Pese a esto, no logró convencerla a Cristina de que quedase unas horas más, ni aún con el magnífico regalo que le dio Santos, una edición de «Cien años de soledad» en formato Atlante (llamaban así los bibliófilos al tamaño de los atlas) con ilustraciones y una dedicatoria autógrafa de Gabriel García Márquez.

Para el anecdotario quedó el relato de cómo Canadá se había esforzado por bajar el tema Malvinas de la declaración final que nunca se formalizó, pero porque Estados Unidos vetó el capítulo pro Cuba. Los delegados canadienses se entrevistaron con mandatarios de países centroamericanos y del Caribe con buena relación con Gran Bretaña, pero no impidieron que 30 países de los 33 presentes en Cartagena dieran el apoyo a negociaciones pacíficas entre Londres y Buenos Aires. Entre los cuentos escuchados en el avión conocimos detalles de la reunión con Obama.

Por ejemplo que Cristina se demoró en llegar al salón en donde la esperaban Obama, Hillary Clinton, Dan Restrepo (principal asesor para América Latina que además es heredo-colombiano y con un abuelo que fue presidente de Colombia) y Héctor Timerman, que había sido puntual. Sentados a la espera de la Presidente, se miraron en silencio sin hablarse. Obama le hizo un gesto a Timerman con el ceño como diciendo: «¿Qué onda?». Timerman respondió con el mismo gesto, que habilitó el diálogo. Obama: «Así que usted fue embajador en mi país...». Timerman: «Sí, y además viví muchos años allí, porque me dieron asilo. Y mi abogado, para lograrlo, es hoy funcionario suyo: Michael Posner». Obama: «¿Así que Mike era su abogado?». Timerman: «Sí, fue su primer trabajo, se acababa de recibir, tenía 22 años». Obama: «¡Qué cosa!», respondió mientras se levantaba para recibir, diez minutos tarde, a Cristina y a Zannini.

Para quienes ven bajo el agua, la clave de la salud de la reunión fue la presencia de Hillary Clinton, que no suele acompañar a Obama en estas reuniones porque se dividen el trabajo. «La relación de fondo es entre Cristina y Hillary», amagó en el avión uno que presume de experto en estas relaciones. La mención de Hillary trajo otra tira de cuentos en la delegación. Por no ir a la cena del sábado, se perdió la Presidente uno de los espectáculos del año -sólo superado por el affaire de la custodia de Obama con alcohol y damas ligeras en un hotel que motivó la baja de 17 uniformados del Servicio Secreto y de la Ejército-: ver a la esposa de Bill Clinton brincando al ritmo de la cumbia junto al presidente de Chile, Sebastián Piñera, esa noche soltero porque su mujer también faltó a la cena: apuró el regreso a Chile para conocer a un nieto nacido ese día.

Esa pareja cumbanchera alteró otros ánimos ayer a la madrugada en el Centro de Convenciones. La canciller colombiana, María Ángela Holguín, logró lo que no consiguió antes ni su propia esposa: hacer bailar a Timerman, que no danzó ni en la fiesta de su casamiento. El canciller había reemplazado a Cristina en esa cena y miraba todo desde una mesa lateral -lo habían sentado con algunos ministros de Santos-, pero la Holguín, una experta en la Argentina, país en donde vivió como delegada de la Corporación Andina de Fomento, le puso el ojo al canciller y se sacó el gusto de mostrarlo dando saltos. Estos cuentos sobre él mismo se los perdió el canciller porque no integró el grupo que regresó anoche a Buenos Aires; se quedó cerrando las carpetas de los que ya se habían ido.

No todo es global, y en la agenda de la semana sobraron los temas domésticos, que son los que más atraen al público, deseoso de temas de conversación cuya provisión es al final una de las misiones principales del periodismo. Por eso elegimos un quincho novedoso pero que acumuló buena parte de la discusión de la semana. Ocurrió en el comedor refaccionado del Senado, adonde Amado Boudou llevó a almorzar el jueves a un grupo difícil de juntar hoy desde el oficialismo, a los senadores opositores Ernesto Sanz, Sonia Escudero y Rubén Giustiniani, para recibir al socialista presidente del Senado chileno, Camilo Escalona, quien vino al país sólo para decirles a los senadores locales dos cosas (una tercera la ocultó).

Primero, que ese cuerpo chileno apoya a la Argentina en sus reclamos por la soberanía en Malvinas. Segundo, que el retiro de la concesión en Neuquén a una empresa en la cual Repsol es socia de la chilena ENAP no es un motivo de pelea, como dijo en algún momento el presidente Piñera. Creemos, vino a decir este Escalona, que en nuevas concesiones vamos a recuperar la posición que teníamos. El tercer motivo de su viaje no lo dijo en la mesa: Escalona es el jefe de campaña de Michelle Bachelet para las próximas elecciones. Quizá por eso no estuvo en el almuerzo el embajador piñerista de Chile en Buenos Aires, Adolfo Zaldívar (sí estuvo el argentino Ginés González García). Este embajador asistió hace un mes a otro acto de un socialista en Buenos Aires, Ricardo Lagos, y llegó tarde a la conferencia que éste daba en el auditorio de OSDE. Lagos, quien advirtió la llegada tarde en pleno speech, interrumpió la charla, hizo una reverencia y dijo «Mis respetos, embajador». Una cortesía cortante.

Ese recinto del Senado fue oportunidad para que se desmadejasen algunos detalles del relevo de Esteban Righi como procurador por Daniel Reposo, quien fue nominado pero no sin cabildeos previos, como los que se verificaron en ese santuario que fue, antes de conocerse la designación, el despacho del fiscal Guillermo Marijuan. En esos momentos previos parecía número puesto el fiscal Ariel Nisman, de bien ganado prestigio por la instrucción de la causa AMIA (que también le ha traído diferencias con sus colegas). Por la oficina de Marijuan pasaron, entre otros, Raúl Pleé, Carlos Rívolo, Carlos Stornelli, Gerardo Pollicita, Eduardo Taiano y, por teléfono, Carlos Cearras. Todos tenían la misma pregunta para Marijuan: «Dicen que puede ser que seas vos porque tenés muy buen diálogo con todos nosotros y aparte nunca arrugás y varias veces los enfrentaste». El fiscal, que a esa hora parecía medir dos metros por los piropos de sus colegas, los miraba incrédulo y sonriente y respondía que su único proyecto por ahora es acompañar a su hija en su carrera ascendente en el hockey, y que lo suyo es siempre el trabajo de trinchera. No faltaron jueces que avalaron la candidatura virtual (uno se lo atribuyó a María Servini de Cubría). Cuando se conoció la nominación de Reposo respiraría aliviado Marijuan, a quien la semana no lo privó de otros desvelos. Es hincha encendido del Racing Club, como el embajador Ginés.

Quincho de bajo perfil pero quincho al fin en Acassuso. Fue para celebrar las cuatro décadas de Valeria Mazza en su casa La Barranca, pegada al Río de la Plata y con espectacular vista. La modelo ya había cumplido en febrero pero ese aniversario la encontró en Saint Moritz, presenciando la participación de su hijo Balthazar en una competencia. En esta ocasión, los Gravier decidieron convocar a la «mesa chica» de gente cercana, entre los que se encontraban su familia, las amigas de Valeria «de la primera hora», del colegio secundario de Paraná, madrinas de sus hijos, etc. En las escasas invitaciones efectuadas, había una orden: «Prohibido traer regalos».

La intención, junto a Manuel Lozano de Red Solidaria, era que se depositen en una urna, al ingresar a «La Barranca», aportes para beneficencia. Asistieron -y depositaron en la urna- Gianfranco Macri, Alejandro Macfarlane, «Lolo» Longinotti (presidente de DDB Argentina), «Papo» Rocca de Porsche, Santiago Peralta Ramos con su mujer, la diseñadora Jazmín Chebar, Oscar González Oro, Dolores Cahen D'Anvers y la modelo Pampita Ardohain con Benjamín Vicuña. Hubo música pero en vivo: Carlos Baute, el exitoso cantante venezolano a quien Hugo Chávez aún no estatizó. Entonó a cappella con Valeria temas de variado repertorio. Alejandro Gravier se encargó de la puesta en escena: show de fuegos artificiales apuntando al río, entre sushi, sorrentinos y vino Norton, los que fueron capturados por los presentes sin timidez. No sobró nada.


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