sábado, septiembre 01, 2012

Discurso textual para leer y coleccionar: @MashiRafael en la Asamblea de la OEA - Discours textuel pour lire et collecter: @MashiRafael à l'Assemblée de l'OEA


Cochabamba, Bolivia, 4 de junio de 2012

Discurso del Presidente de la República del Ecuador, Rafael Correa Delgado, intervención en la 42 Asamblea General de la OEA

Queridas  amigas  y  amigos,  ciudadanos  de América    Latina,    de    todo    el    Sistema Interamericano y del mundo entero:

Nuestra   América   –a   América   Latina   me refiero-, es una región de contrastes inadmisibles:   somos   el   continente   más cristiano del mundo, pero al mismo tiempo también somos el más desigual. Decimos que tenemos democracia, y a lo sumo tenemos elecciones, porque todavía estamos muy lejos de la esencia de la democracia, que es la igualdad de oportunidades. Y los que más hablan de derechos y libertad, son los que más los han destrozado. Basta recordar todas las  dictaduras  que  torturaron  y desaparecieron gente en nombre de la “libertad”.

Sencillamente para nuestras élites, la vida, la libertad, la búsqueda de la felicidad, sólo debían ser para ellos; la igualdad, sólo entre ellos. Hoy, con los procesos revolucionarios que se están dando en América Latina, todo esto está cambiando. Los pueblos de América Latina están luchando por su liberación. Nuestra América no vive una época de cambios, sino un cambio de época, y esto en parte explica mi presencia aquí. Estamos cambiando la relación de poderes en función de     las     grandes     mayorías,     estamos transformando  nuestros  Estados  burgueses, los “Estados aparentes” como los llamaba ese pensador boliviano, Zabaleta, estamos cambiando esos Estados burgueses, esos Estados aparentes en Estados que velen por el interés general, estamos transformando nuestras democracias de plastilina en democracias reales. Todas las instancias de nuestra América deben estar en función de este cambio de época, revolucionarse o desaparecer,  entendiendo que las instituciones no son los fines, sino los medios para lograr el buen vivir de nuestros pueblos.

La  Organización  de  Estados  Americanos  es una organización cuyo principal órgano lo constituye esta Asamblea General, integrada por Cancilleres. No existe un espacio de toma de decisiones a nivel presidencial, pese a ser todavía la principal organización regional. Su Consejo Permanente muchas veces opera al margen de las dinámicas políticas de la región; incluso sabemos de muchos casos en los que los representantes ante este Consejo en Washington, no respondieron   a   las   visiones   políticas   de ustedes como Ministros de Relaciones Exteriores,  y,  menos  aún,  de  mis  colegas Jefes de Estado.

El Consejo Permanente, ha tomado una serie de decisiones para reformar la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; y me informaba mi Canciller que incluso el día de ayer se hablaba de negociar con los miembros de la Comisión… ¿Negociar?, cuando esta Asamblea es el máximo organismo que tiene toda  la  legitimidad  para  dar  mandatos  sin tener que negociar con absolutamente nadie. Estas apreciaciones me parecen extremadamente graves y me indican ciertas visiones equivocadas que hay dentro del Sistema Interamericano, que si no se superan sería mejor tomar otra clase de decisiones por parte de ciertos países miembros.
Aquí no tenemos que negociar nada con ninguna burocracia. Este es el máximo organismo de la Organización de Estados Americanos, esta Asamblea decide y da mandatos a las diferentes instancias del Sistema Interamericano, por autonomía que tengan, que es autonomía para decidir sobre estos casos en función de sus atribuciones, no autonomía para “negociar” con la Asamblea. 
Lamentablemente,  vemos  que  el  Sistema Interamericano  no  está  al  nivel  de  este cambio de época, sin poder dar soluciones, o al menos posturas contundentes y decisivas a problemas tales como: colonias en nuestra América –me refiero a las Islas Malvinas-, o al embargo criminal que sufre ya por medio siglo un país hermano como Cuba, o a cosas tan sencillas como llevar ante la justicia a los responsables del golpe de Estado contra el Presidente Manuel Zelaya. Históricamente, la OEA ha servido tan solo como instrumento de política internacional de países hegemónicos. Como la llamó alguna vez Fidel Castro, ha servido como “Ministerio de las Colonias”. Mi buen  amigo  José  Miguel  Insulsa  sabe  que estas palabras no son por su administración; de hecho, creo que lo está haciendo muy bien, pero no podemos negar esta historia institucional de la OEA, que incluso debió desaparecer cuando se demostró su ineficacia y el absoluto irrespeto, por ejemplo al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca, TIAR, durante la guerra de las Malvinas… Me informan    que    hoy    aquí    tenemos    67 Observadores  de  Europa.  En  buena  hora.
Esperamos la invitación para ir a observar también las reuniones de la Unión Europea, queridos Observadores.

La crisis y falta de eficacia y representatividad también la podemos ver en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos y, particularmente,  en  la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual está totalmente influenciada e incluso dominada por países hegemónicos, por el oenegecismo (tendrán dificultad de traducir este término señores traductores, es un neologismo para describir esa influencia desproporcionada, muchas veces ilegítima de las ONGs, Organizaciones No Gubernamentales, influencia que, como explicaré más adelante, se está convirtiendo en un problema serio para nuestros sistemas democráticos);  entonces,  está  influenciada por países hegemónicos, por el oenegecismo y por los intereses del gran capital, particularmente aquel capital detrás de los negocios dedicados a la comunicación.

No debemos olvidar que la CIDH, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, no ha sido ratificada por todos los países miembros de la OEA, y que se financia en un 96.5% a través de fondos externos aportados, específicamente  por  países  que  no  han ratificado   la   Convención   de   Derechos Humanos de la OEA, de Estados denominados “Estados Observadores”, que principalmente forman parte de la Unión Europea, organismos y fundaciones de cooperación internacional. Y aquí tenemos un primer problema: la forma de financiamiento, que nos guste o no condiciona la función y la visión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos; y creemos, pues, que los países  de  nuestra  América  tenemos capacidad, por pobres que seamos, para financiar nuestras propias instituciones.

No podemos aceptar ya la imposición de los principios jurídicos o culturales de las grandes potencias para enfocar los derechos humanos en la región, ni podemos tampoco aceptar la doble moral de ciertos Estados americanos, miembros de la OEA, que no han suscrito o ratificado la Convención Interamericana de Derechos Humanos, pero deciden sobre su normativa, sobre su institucionalidad, incluso sobre el salario de sus funcionarios.




Existen cosas realmente incomprensibles, por no decir intolerables, incluso aberrantes. Por ejemplo:  la  sede  de  la  Comisión Interamericana de Derechos humanos está en Washington, y, sin embargo, Estados Unidos no es signatario de la Convención, del Pacto de San José. ¿Cómo pueden ocurrir esas cosas en el siglo XXI, y más aún, en el cambio de época que está viviendo nuestra América?
Es deseable que todos los Estados se adhieran a la Convención Interamericana de Derechos Humanos. Sin embargo, los países que, por su propia decisión política no se adhieran a la Convención, no deberían ser parte de las decisiones  que  sobre  la  materia  se  tomen. Esto es un mínimo de coherencia necesaria. En cuanto a la sede de la CIDH, ésta debe estar ubicada obligatoriamente en un país que sea parte de la Convención Interamericana de Derechos Humanos.

La  Comisión  cumplió  un  papel  histórico  de inmenso valor en la investigación, documentación y sistematización de archivos y documentos, de testimonios y de pruebas materiales   en   contra   de   los   procesos despóticos de América Latina, principalmente en  las  dictaduras  militares.  Sin  embargo, ahora que nuestros países están, en una importante proporción, dirigidos por gobiernos democráticos, se los trata muchas veces peor que a los regímenes dictatoriales, y, paradójicamente, son acusados y denostados por los grupos que antes, de manera velada o pública, apuntalaron a esas dictaduras que no tuvieron respeto alguno por los Derechos Humanos.
La   Comisión   tiene   ocho   Relatorías   de Derechos, pero la única con informe independiente y con presupuesto propio, es la Relatoría de Libertad de Expresión, que se ha convertido en la portavoz de los negocios dedicados   a   la   comunicación,   negocios muchos de los cuales fueron los que apoyaron a las dictaduras anteriormente señaladas. Prohibido olvidar América Latina, recordemos el rol de ciertos medios, por ejemplo en el golpe de Estado contra Salvador Allende, allá en Chile.
El financiamiento de la Relatoría proviene en su mayor parte de los Estados Unidos, que no reconoce la Convención ni la Comisión y por ende tampoco la Relatoría, y de la Unión Europea, que no es parte del Sistema Interamericano. ¿Es esto lógico? ¿Que se pague para “controlar”, entre comillas, a los demás? ¿Que se pague por algo que no se reconoce, y que ese algo está en el país que financia, no en el país que reconoce el marco normativo que crea a esa Comisión y a esa Relatoría?
¿Es que el derecho a la libertad de expresión tiene supremacía sobre otros derechos: el derecho a las personas privadas de libertad, el derecho de nuestros pueblos ancestrales, el derecho de niños y adolescentes, el derecho de personas migrantes? O esta situación: la única relatoría con presupuesto propio – sufragado por países que no reconocen a esa Relatoría, por países externos al Sistema Interamericano-, la única Relatoría que tiene informe  independiente,  la  Relatoría  de Libertad   de   Expresión.   ¿O   es   que   esta situación en realidad refleja tan solo la hegemonía del capital que está detrás de los negocios dedicados a la comunicación?
Como experto económico, esto ya lo he visto.
Por ejemplo, la independencia de los bancos centrales, que se presentó como avance científico y civilizatorio, no era otra cosa que formas de garantizar los privilegios del capital financiero  independientemente  de  quién ganara   las   elecciones.   Si   se   decía   que teníamos que tener bancos centrales autónomos porque la política monetaria era “técnica”, yéndose contra la propia definición de política; bueno, teníamos que tener entonces ministerios de finanzas independientes, porque la política fiscal también es técnica. Eso era un completo absurdo. Eran tan solo las trampas para que sea irrelevante el resultado electoral democrático y todo siga igual con estas pseudo-tecnocracias independientes.

Independientes de su país, pero bastante dependientes de burocracias internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco  Mundial,  y  de  países  hegemónicos donde –dicho sea de paso (y ustedes pueden hacer la investigación pertinente)- los diferentes directivos de estos bancos centrales iban a pasar el final de su vida después de tantos “sacrificios” (jubilarse a los 55 años, con jubilaciones de tres mil, cuatro mil dólares), para ganar otros varios miles de dólares sirviendo en el Fondo Monetario o en el Banco Mundial.   Temo que algo similar se está dando en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, bastaría ver a dónde van, y a dónde irán, ciertos funcionarios salientes de este organismo.

En el ámbito de Derechos sigue ocurriendo lo que ya hemos superado o estamos superando al menos en el campo económico: la satanización del Estado y de la propia política, que no es otra cosa que la forma racional en que la sociedad toma sus decisiones; pero, se satanizó al Estado y a la política de tal forma, que la política pública, en el caso económico, tenían  que  hacerla tecnócratas independientes, como los del Banco Central, y burocracias internacionales, como Fondo Monetario, Banco Mundial, desde Washington y países hegemónicos como el Departamento de Estado de Estados Unidos. En cuanto a Derechos, ahora se pretende que esta política pública debe estar en manos también de burocracias internacionales y del mencionado oenegecismo, del cual muchas veces vienen y muchas veces van estas burocracias.
Y esto es un serio riesgo para nuestras democracias: por más que se digan y denominen como fundaciones sin fines de lucro, muchas de ellas defienden claros intereses. Es más, las ONGs han cambiado de naturaleza en los últimos años. Inicialmente tenían  un  objetivo  concreto,  preciso, podríamos   llamarlo   apolítico,   como   por ejemplo la Cruz Roja –ayudar a los heridos de guerra-, Médicos sin Fronteras; pero ahora se intenta a través de ciertas ONGs, frecuentemente financiadas por la derecha, hacer política pública desde el sector privado; y la garantía, supuestamente, es que son “sin fines  de  lucro”,  aunque  algunas probablemente son de lucro sin fin o de fines inconfesables, porque juegan un claro rol político.  Aquí hay muchas ONGs, financiadas por grupos de extrema derecha, que tratan de boicotear los procesos de cambio en nuestra América.  La  garantía  de  independencia  de estas ONGs es que “no reciben fondos gubernamentales”, como escriben orgullosamente muchas de ellas en su página web, pero reciben fondos de transnacionales e,   insisto,   grupos   políticos   de   extrema derecha. Nuevamente, la satanización de lo público.

Por   las   estrechas   vinculaciones   de   este cerrado mundo del oenegecismo, de repente, resulta que Estados soberanos somos llevados al banquillo de los acusados por ONGs sin ninguna representación ni legitimidad democrática,   como   sucedió   con   la   ONG ecuatoriana Fundamedios,  cuyo acceso a la Comisión     Interamericana     de     Derechos Humanos   era   y   es   pasmoso,   entidad casualmente creada en el 2006 –el año en que ganó las elecciones la Revolución Ciudadana en Ecuador-, y financiada por los medios de comunicación hegemónicos de nuestro país.
Esta fundación, que nos denunció por el “delito” de enjuiciar de acuerdo a la ley las calumnias de un gran medio de comunicación ecuatoriano, jamás denunció casos como el de la periodista María Elena Rodríguez, que casi fue asesinada a golpes por opositores al gobierno en el año 2009, tan solo por el “delito” de ser corresponsal de TELESUR. Jamás se denunció esta agresión, pero esta fundación  agenciosamente  sí  “denunció” juicios contra empresas de comunicación. Luego  descubrimos,  entre  otras  cosas,  por qué la facilidad de acceso, porque esta fundación trabajaba con la propia Relatoría, le pagaban para que den seminarios, etcétera; eran socios con la Relatoría de Libertad de Expresión.

Pero  lo  más  grave:  En  los  Wikileaks  no publicados   por   la   prensa   comercial   del Ecuador,   como   es   su   costumbre   sólo publicaron Wikileaks que pretendían hacernos daño.  En  realidad  nos  hicieron  un  favor, porque   las   grandes   acusaciones   contra nuestro gobierno eran “exceso de nacionalismo, exceso de soberanía”. En buena hora.  Pero  el  Wikileak  que  no  publicaron, entre muchos miles que les perjudicaban, fue el   del   2   de   septiembre   del   2009,   que menciona a Fundamedios como una de las fuentes de información de la Embajada estadounidense  en  Ecuador.  Así  que,  por favor, que nadie se engañe y todos entendamos bien lo que está sucediendo.
La propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos tiene más bien las características de una ONG, y no de una institución jurisdiccional. La legalidad es secundaria. En el caso que les relato violaron descaradamente   (pero   es   imposible   de ocultar) la propia Convención, en sus artículos 44 y 46, para con inusitada celeridad solicitar medidas cautelares en un juicio privado contra un negocio dedicado a la comunicación.
El Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, señala en su Informe sobre el Funcionamiento  de  la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para el Fortalecimiento del Sistema Interamericano y del Comité Jurídico Interamericano, que la figura  de  las  medidas  cautelares,  cito:  “no está contemplada ni en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, ni en el Estatuto de la Comisión, sino únicamente en el Reglamento de la Comisión –hecho por ellos mismos- en el Artículo 25”, cierro comillas. Es decir,  la  Comisión  Interamericana  de Derechos Humanos, por medio del reglamento hecho por ellos mismos, se arrogó funciones no contempladas en el Estatuto. ¡Qué mal ejemplo de una institución que tiene que promover Derechos! Imagínense qué sucedería, si por medio de decretos los presidentes nos arrogáramos funciones no contempladas en las leyes.

En definitiva, éste ha sido un fundamental espacio, el del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, donde no han estado presentes   los   Estados,   tan   solo   como acusados, no como controladores y hacedores de políticas, y que ha sido delegado a funcionarios que claramente han extralimitado y distorsionado sus funciones, influenciados, repito, por países hegemónicos, fundaciones – con las que guardan estrechos vínculos-, y el gran capital detrás de los negocios dedicados a la comunicación.

Dentro de esta visión de ONG se cae en el infantilismo, por ejemplo, de considerar a las incuestionables víctimas de exclusión, por ejemplo nuestros pueblos ancestrales –y este es un error también que frecuentemente comete la izquierda, de buena fe-, por haber sido víctimas, considerarlos con supremacía moral sobre aquellos no victimizados, supuestamente dueños de todas las respuestas, que nos tienen que indicar el camino a seguir, y asumiendo que tienen absoluta ausencia de responsabilidad en su situación de víctimas.
¡Qué daño hacen, a esos que supuestamente quieren  ayudar,  obviando las responsabilidades que tienen en su situación, haciéndoles creer que tienen todas las soluciones  y  todas  las  respuestas,  incluso antes de saber las preguntas, haciéndoles asumir que ellos por naturaleza son buenos y todo el resto no victimizado son malos! Y tenemos  casos  realmente  terribles.  En Ecuador,   el   caso   Sarayacu,   comunidad indígena  de  la  Amazonía  que  en  el  2003, antes de nuestro gobierno, durante el 2002-2003,  se  atropellaron  sus  derechos  y,  sin consulta    previa,    entró    una    petrolera extranjera a trabajar en su territorio. Pusieron la respectiva denuncia, nuestro gobierno ha aceptado ese reclamo y está dispuesto a dar las compensaciones del caso, se pusieron medidas cautelares por parte de la Corte, que se han tratado de cumplir de buena fe, y nosotros invitamos a la Corte (me parece que por primera vez  visita  en territorio uno de estos casos), y recibimos hace pocas semanas a la Corte Interamericana, en Sarayacu, para explicarle lo que habíamos hecho para cumplir las medidas cautelares, en la medida de lo posible (hay cosas que era imposible cumplir), y  para  decir  que,  a  pesar  que  no  fue  en nuestro   gobierno,   ese   atropello   de   los derechos en Sarayacu, estamos dispuestos a reconocer el error del Estado y a compensar a la comunidad de Sarayacu.
Pero, que nadie se engañe, detrás del reclamo de los indígenas Sarayacu están ONGs internacionales,   de   esas   que   tratan   de imponer en nuestro territorio lo que nunca lograron en sus países, un radicalismo y un fundamentalismo irresponsable, disfrazado de respeto a la naturaleza. Y querían ir mucho más allá. Lo que en verdad querían no era la compensación, las disculpas del Estado, sino impedir la Decimoprimera Ronda Petrolera e imponer el gravísimo principio de “consentimiento previo”, diferente al de consulta previa, que es el que establecen los tratados internacionales y, particularmente, el de la Organización Internacional del Trabajo.
Pero ¿cuál fue la más triste sorpresa?, que había  dos  supuestas  especialistas,  enviadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que tenían la misma postura extremista de ciertos dirigentes Sarayacus y ciertas ONGs extranjeras que los apoyan; es decir, declarar a Sarayacu libre de exploración y explotación petrolera e imponer no la consulta   previa   sino   el   “consentimiento previo”…

Ojalá  todos  entendamos  la  gravedad  y  la irresponsabilidad de estas dos supuestas especialistas  enviadas  por  la  Comisión  y  si esto es parte del mandato que consta en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.  Ojalá  que  entendamos  que  en todas   partes   del   mundo   la   riqueza   del subsuelo es de todo el Estado; y que, buscar el  “consentimiento  previo”  significaría  pasar de la democracia de la mayoría a la democracia de la unanimidad, con lo cual sería  imposible  administrar  nuestros  países. Por favor, un poco más de responsabilidad, un poco  más  de  respeto  a  la  soberanía  de nuestros países, un poco más de respeto a la normativa de la Convención, que le da como función a la Convención Interamericana promover los Derechos Humanos y no el terrorismo pseudo-ecológico.
Con ese espíritu, no jurídico sino oenegesista, y considerándose por encima de los Estados soberanos la CIDH asume cruzadas reales o imaginarias:   el   Estado,   las   autoridades públicas siempre son los enemigos; los periodistas, los medios de comunicación siempre son las víctimas y los perseguidos, sin alcanzar a entender que cualquier poder es   capaz   de   atentar   a   los   derechos humanos, entre ellos el poder informativo.

Y   ya   basta   de   este   relativismo   moral, debemos luchar contra los verdaderos atentados a los Derechos Humanos, que se cometen a diario en nuestra América. Por ejemplo, la patraña de juzgamiento a cinco hermanos  latinoamericanos  cubanos,  en Miami, con una pantomima de juicio: Antonio Guerrero Rodríguez, veintidós años condenado a  prisión;  Gerardo  Hernández,  dos  cadenas perpetuas más quince años de prisión; Fernando González, dieciocho años de prisión; Ramón  Lavañino,  treinta  años  de  prisión; René González, quince años de prisión, ya cumplió doce años preso y está en tres años de probatorio.
Los verdaderos problemas de Derechos Humanos,   lo   que   están   sufriendo   los migrantes latinoamericanos en España con las hipotecas, perdiendo sus casas, quedando endeudados, es una muestra de tal vez del más grave atentado a los Derechos Humanos que sufre no sólo nuestra América sino el mundo, la absoluta supremacía del capital sobre los seres humanos. En esa clase de sistemas, todo el riesgo está sobre el ser humano, cuando el riesgo debería estar, al menos compartido y si no sobre el capital. Se hicieron préstamos  en  base a la valoración que  el  mismo  banco  hacía  de  las  casas,
200.000 euros, se prestaba los doscientos mil euros, se desplomó la burbuja inmobiliaria, ahora esa casa vale cien mil euros de acuerdo al mercado, cuando no puede pagar esa persona endeudada, devuelve la casa, solo se la  cotizan  a  cien  mil  euros  y  se  queda
endeudado por cien mil euros más. Sin casa y endeudado,   cuando   la   hipoteca   –si   es hipoteca- debería extinguir la deuda.

Esos son los problemas latentes que tenemos de Derechos Humanos a nivel latinoamericano y mundial. Y ¿qué ha dicho la Comisión y el Sistema  Interamericano  sobre  estos crímenes?

La   criminalización   de   la   migración,   un completo atentado contra los derechos humanos a la movilidad. ¿Qué decimos frente a una globalización que busca cada día mayor movilidad de capitales, de mercancías, pero criminaliza la principal movilidad, la movilidad de los seres humanos?

O, qué dicen de la depredación de nuestro medio ambiente, sin ninguna compensación a los países que generamos bienes ambientales y que sufrimos los impactos del cambio climático, produciéndose así centenas de miles de refugiados climáticos. Si la situación fuera la inversa, si los países pobres fuéramos los consumidores de bienes ambientales y los países ricos fueran los productores de esos bienes con la Selva Amazónica, ya hasta nos hubieran    invadido    en    nombre    de    la civilización,   de   los   derechos,   para   que paguemos una compensación por el consumo que estamos haciendo. ¿Cuándo se concretará aquello: en paz, en armonía, por conciencia, reconocer el aporte a la vida en la tierra con la generación de bienes ambientales desde los países pobres?
Recuerden: todo poder puede atentar contra los derechos humanos. ¿Qué se ha dicho sobre las farmacéuticas que, para rentabilizar una inversión, no les importa que la diferencia entre la vida y la muerte sean unos cuantos dólares?

¿Y  qué  se  ha  dicho  sobre  los  medios  de comunicación que nos manipulan día a día y que, al ser la información no solo un bien público, un derecho, tiene que ser garantizada la excelencia de esa información? Pero, al haber  incompatibilidad  entre  negocios  con fines de lucro y provisión de un derecho, y al ser esta información un bien público sin precio explícito, lo que hacen los medios no es entregar información a los ciudadanos sino - como dice Ignacio Ramonet-, entregar ciudadanos a los auspiciantes; porque, mientras más ciudadanos capten con su información, más cotizan los auspicios y la publicidad;   y   si   para   eso   es   necesario escandalizar, mentir, engañar, manipular, dar una información de pésima calidad, lo importante son esos auspicios. ¿Qué decimos frente a la calidad de la información,  frente  a  la “discrecionalidad” de la información? Porque, como dijo ese valiente periodista ecuatoriano, Carlos Ochoa, para los medios comerciales hay tres clases de noticias: las que presentan de vez en cuando para decir que hay libertad de expresión, las que nunca presentan porque perjudican sus intereses, y las que se inventan para hacer daño a quienes consideran  sus  adversarios  (particularmente los  gobiernos  que  no  nos sometemos a su poder).
Y aquí también tenemos muchas pruebas, y todo lo que estoy diciendo aquí voy a pedir que lo pongan en la Página Web de la Presidencia, para que cualquier ciudadano de América  o  del  planeta  pueda  verificar  las fuentes que estoy utilizando:
En otro de los tantos Wikileaks que nunca fue dado a conocer por la prensa comercial (Wikileak 161221 de la Embajada de los Estados Unidos), se pueden ver los arreglos mafiosos entre dos grupos –denunciados por la propia embajada-, entre dos poderosos grupos comunicacionales del Ecuador, el grupo Egas y el grupo Isaías, para no sacarse entre ellos los trapos sucios… Esa es la información que recibimos los ecuatorianos y los latinoamericanos. Ya basta de tratar de tapar el sol con un dedo.
En Venezuela, después del golpe de Estado en abril de 2002, cuando el Presidente Chávez era restituido en sus funciones por presión de todo un pueblo, las cadenas privadas opositoras  al  gobierno  comenzaron  a transmitir dibujos animados. ¿Es que algo tan grotesco tiene que quedar en la impunidad?
¿Qué dijo sobre esto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos? ¿Es esto  libertad  de  expresión,  esta  descarada manipulación de la información?
Pero no solo aquello. ¿Cuándo fue el golpe de Estado? 11 de abril. Tengo una carta del 13 de abril [de 2002] donde le llaman “excelentísimo señor” José Rodríguez Iturbe, Ministro  de  Relaciones  Exteriores,  al potencial ministro canciller de la dictadura, que todavía ni siquiera estaba designado y ya lo llamaban: “Excelentísimo señor José Rodríguez Iturbe, tengo el honor
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de dirigirme a su excelencia –el dictador era “excelencia”- en nombre de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la oportunidad de hacer de su conocimiento que la Comisión ha recibido una comunicación respecto a la situación de los Derechos Humanos  del  señor  –ya  no  era  Presidente para la Comisión- Hugo Chávez Frías”… Pese a lo descarado del golpe de Estado –11 de abril, el 13 de abril la Comisión llamando “su excelencia” a los dictadores y “señor” al Presidente  legítimo.  Esta  comunicación  la firma  Santiago  Cantón,  Secretario  Ejecutivo de la Comisión Latinoamericana de Derechos Humanos.
Aquí, también la podemos poner en la página web, la encuesta hecha por una universidad privada, Universidad de las Américas en Ecuador, a periodistas:

78% de los consultados consideran que la amenaza de restricción a la libertad de expresión proviene de los grupos de poder.
32% de los consultados creen que la amenaza viene  de  los  dueños  y  directores  de  los medios.
17% mencionan que la amenaza proviene de los anunciantes.
38% dice que la autocensura se da por el miedo a perder los trabajos.
Y el 44% no publica por temor a los dueños de las empresas de comunicación.

En Ecuador, al igual que en América Latina – tiene razón la Relatora de la Libertad de Expresión-, existe autocensura. Lo que no dicen es que existe autocensura por parte de los dueños de esos negocios dedicados a la comunicación.

Pero no solo eso. Existe gran explotación laboral. En otra investigación, hecha por la Facultad  Latinoamericana  de  Ciencias Sociales, FLACSO, se demuestra que más de la mitad de los periodistas no recibe horas extras. Y esto es lo que nunca publica cierta prensa, obviamente porque atenta contra sus propios intereses.
¡A reaccionar también, los jóvenes, las verdaderas  organizaciones  sociales,  los pueblos de nuestra América! Ustedes pueden llevar   a   la   CIDH   estos   casos;   ya   los estudiantes  mexicanos  están  reaccionando con mucha dignidad ante los imperios mediáticos, señalándonos el camino. Es hora de revelarnos. Se ha dicho que hay dictaduras… cuando no nos sometemos a los caprichos de ciertos grupos de poder se dice que somos dictadores. La única dictadura que sigue existiendo, o al menos una de las más claras   que   sigue   existiendo   en   nuestra América, es la dictadura de los negocios dedicados a la comunicación.
Y, paradójicamente, la agenda del Sistema Interamericano de Derechos Humanos ha sido marcada, no por los seres humanos sino por los intereses del capital. No es casualidad  que  la  única  Relatoría independiente y con plata de sobra sea la Relatoría de Libertad de Expresión; y libertad de expresión en la visión anglosajona, que en verdad es libertad de empresa.
Los Estados estamos obligados a cumplir lo que  firmamos,  pero  la  Comisión Interamericana de Derechos Humanos pretende convertir en vinculantes hasta sus declaraciones de principios, e incluso sus simples gustos y opiniones, yendo mucho más allá de lo que dice el respectivo estatuto y la Convención…
Que  hay  que  despenalizar  la  injuria.  Ese puede ser un criterio muy respetable de los comisionados,  de  la  relatora;  pero,  ¿dónde está en la Convención?, ¿por qué es vinculante? ¿Porque son sus gustos y preferencias?  ¿Dónde  lo  dice  en  la Convención? Pero en todo caso, no tengo ningún problema, con gusto debatamos. Lo que jamás vamos a aceptar es imposiciones, imposiciones de burocracias que se creen por encima de nuestros Estados y nuestros pueblos.

Encantado  en  despenalizar  la  injuria  en  el caso ecuatoriano; pero, seamos un poquito coherentes, hagámoslo después de que se reformen, por ejemplo, las leyes anti-drogas esas sí un atentado a los Derechos Humanos. O ya nos olvidamos de que fueron impuestas desde el norte, en toda nuestra América, en los años 90; que no hacen división entre consumidores, transportadores, grandes narcotraficantes… No son solo atentados, son verdaderas ignominias a los Derechos Humanos, con agenciosos jueces poniendo las sentencias   más   absurdas   para   que   les renueven  las  respectivas  visas;  y  después, con descaro, nos hablan y nos dan cátedra de la “independencia de la justicia”.
¿Despenalizar  la  injuria?,  ¡maravilloso!, cuando despenalicen el masticar coca, verdadero atentado a los derechos colectivos, insulto a los pueblos ancestrales bolivianos. Despenalizar la injuria, maravilloso, cuando supriman la prisión por no pago de regalías, que todavía existe en nuestra América –en Ecuador existe- y es lo más parecido a prisión por deudas…
Las leyes de cada país deben responder a sus principios, valores, visiones, historia, cultura, etcétera. Así como muchos sostienen como inaceptable la prisión por injurias, para nosotros es inaceptable, por ejemplo la pena de muerte, ella sí rechazada por la inmensa mayoría de verdaderos defensores de los Derechos Humanos.

Para nosotros es inaceptable la tortura, claramente prohibida en el Artículo 5, numeral 2 de la Convención. El hacer lobby, el llamado “lobbyismo”, legalizado en algunos países, que para nosotros está penalizado como TRÁFICO DE INFLUENCIAS…

Es inaceptable la prisión por no alimentar al perro, puesto que consideramos un poquito menos grave aquello que robarle la honra a un ser humano…
¿Quieren despenalizar la injuria?, maravilloso, pero no vamos a aceptar doble moral ni inconsistencia,  vamos  a  ir  con  prioridades, aquí  en  nuestra  América  compañeros,  se acabó  el  neocolonialismo  en  nuestra  Patria Grande.

Y,  les  insisto,  en  esto  podemos  observar también mucho de neocolonialismo: lo que les  es  permitido  a  los  países desarrollados les está prohibido a nuestros países. Y se hace mutis por el foro. Si en Alemania, como en toda Europa, la ley prohíbe la propaganda de extrema derecha y en consecuencia se clausura una radio neo- nazi y más de veinte personas son encarceladas, acusadas de organización criminal y odio racial, como sucedió en diciembre de 2010 en un claro delito de opinión; aquello, como es en Alemania, se llama civilización. Si aquí en Bolivia Evo Morales propone una ley prohibiendo las expresiones racistas en los medios de comunicación, se llama “atentado a la libertad de expresión”. Nuevamente la doble moral y el neocolonialismo.

Otro punto importante: la idea de que los funcionarios públicos, tenemos que aceptar más crítica, mayor escrutinio… ¿Quién puede estar  en  contra  de  algo  tan  obvio?  Pero, ¿significa aquello que tenemos que aceptar injurias, ataque a nuestras honras, incluso ataques a nuestras familias? ¿Dónde establece aquello la Convención? Otros gustos, preferencias, muy respetables, de ciertos comisionados, de la Relatora… Pero, ¿por qué tenemos que hacerles caso, los Estados soberanos, a las ideas y ocurrencias de cierta burocracia internacional? Incluso si la Convención  dijera  que los funcionarios públicos tenemos que aceptar injurias, sería discriminatoria –ahí sí se estaría atentando a los derechos humanos- y socialmente torpe, porque solo los peores, los que no tienen nada que perder, vendrían a la función pública.

Louis de Bonald, un pensador que le encanta a cierta prensa, tiene un pensamiento extraordinario, cito: “Un Estado puede ser agitado  y  conmovido  por  lo  que  la  prensa diga, pero ese mismo Estado puede morir por lo que la prensa calle; para el primer mal hay un remedio en las leyes, para el segundo ninguno; escoged pues, entre la libertad y la muerte”, cierro cita. Totalmente de acuerdo. Pero, qué es ya lo tragicómico, que si uno aplica la ley frente a los excesos de cierta prensa   es   “atentado   a   la   libertad   de expresión”. No señores, en un Estado de Derecho no se persiguen personas, se persiguen delitos, y para bien o para mal –yo opino que es para bien- en nuestra América, en muchísimos países todavía la injuria –la calumnia, la ofensa grave- es un delito. Y pretender, como pretende la Comisión, discriminar ante la ley no por el delito sino por la persona que lo comete (si se autodenomina “periodista” ya no puede ser enjuiciado por el delito  que  cualquier  ciudadano  sí  lo  puede ser), eso sí sería atentado a los Derechos Humanos. Hay cerca de trece mil juicios por injurias en el Ecuador. Nunca se hizo presente la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, hasta que se le puso juicio por un delito de injuria a un periodista. ¡Ya basta de estas inconsistencias y de esta doble moral!

Pero no nos engañemos, en realidad el mensaje es que no se puede enjuiciar a un periodista o a un medio de comunicación. Si eso es lo que buscan, pónganlo en la Convención  para  ver  quién  la  ratifica,  pero que   no   sea   capricho   de   unos   cuantos miembros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
En definitiva, con su espíritu de ONG, la Comisión pretende que los Estados siempre sean “sospechosos”, que las autoridades públicas tengamos menos derechos humanos que los demás ciudadanos, y que los periodistas y medios no tengan ni siquiera responsabilidad ulterior. Todo lo cual, atenta expresamente contra la Convención Interamericana de Derechos Humanos, que es lo VINCULANTE, no las opiniones de la Relatora, no los afectos o desafectos de los comisionados.    La    Convención    es    lo vinculante para los Estados.

Lo lamentable aquí es que muchas veces nos quedamos con lo “políticamente correcto”, entre comillas, y nos negamos a ver la realidad. De seguro, cuando avance este Foro, habrá muchos que opinarán sobre esta intervención y sacarán los lugares comunes: “Prefiero los excesos de la libertad de prensa, a limitarla”. Falso dilema. Debemos buscar la verdadera libertad de prensa, que no son los caprichos, la voluntad, la mala fe del dueño de la imprenta sino el derecho de los ciudadanos a informarnos a través de los medios de comunicación.

Y así era en un inicio cierta prensa. Cuando se desarrollan los medios de comunicación, gracias   a   adelantos   técnicos   como   la imprenta, gracias a la alfabetización de la gente, gracias al paso de monarquías absolutistas a las que no les interesaba que la gente se informara y su reemplazo con las democracias, se desarrollan los medios de masas. Y con eso se desarrolla una opinión pública. Y se les llama “el cuarto poder” a estos medios de comunicación. Y hacen contribuciones   maravillosas.   Por   ejemplo, quién no recuerda el affaire Dreyfus, en Francia, 1894, cuando por racismo, xenofobia, a un capitán judío se le acusa de traición a la patria, sin ser culpable, y el gran Emile Zola, con mucha valentía, en 1898, en su artículo “Yo acuso” desenmascara la patraña y hace retroceder  a  los  poderes  del  Estado.  ¡Qué bella esa prensa, en representación de los ciudadanos evitando que los poderes públicos crucen líneas rojas!

¿Cuál es el problema, compañeros? Que ese cachorro,  bienintencionado, vigoroso, protector de los derechos de los ciudadanos, se convirtió en ese mastín que ya no es que evita  que  los  poderes  públicos  crucen  una línea roja sino que arrinconan a esos poderes públicos, arrinconan a los propios ciudadanos en   función   de   sus   propios   intereses.   Y estamos hablando de la prensa que cambió, este es un poder planetario. Lastimosamente en América Latina, podemos decir, y no estamos generalizando, me refiero a la prensa corrupta que la hay, como también hay de la buena, lamentablemente siempre fue así.

Cito: “Para gozar de inmunidad absoluta en el Ecuador de hoy no hay sino que meterse a cronista o reportero de algún periódico… Ni juez ni policía pueden con ellos… Juzgarlos, atentado contra la libertad de pensamiento, la libertad de prensa”, cierro cita. Este es un pensamiento del extraordinario escritor, periodista también, académico: José Peralta, liberal. El pequeño detalle es que escribía esto en 1911. ¿Qué dirá la SIP, tal vez también lo va a condenar como “enemigo de la libertad de      expresión”?      La      SIP,      Sociedad Interamericana  de  Prensa  -¿verdad?-,  qué nombre tan bonito para designar a un gremio de dueños de periódicos, que no sé con qué solvencia moral también pretenden decirnos qué hacer o qué no hacer a los Estados soberanos.

¿Cuál es la realidad actual?, por favor, que nadie se engañe: el desborde del poder de estos medios. Hoy en día, veamos la realidad, ya basta de lugares comunes, ya basta de hablar lo que creemos políticamente correcto, hablemos la realidad, América Latina necesita baños de verdad, nuestros pueblos esperan esto.   Hoy   en   día,   es   muchísimo   más frecuente, pero muchísimo más frecuente, encontrar no Estados persiguiendo a inocentes periodistas sino emporios mediáticos persiguiendo a gobiernos que no han aceptado someterse a sus caprichos. Y nadie dice nada al respecto, como que si esto tampoco fuera atentado    a    los    Derechos    Humanos    y manipulación del poder mediático…

Quién puede olvidar que en América Latina la práctica generalizada siempre fue: hacer un emporio  económico  y  luego  comprarse  un canal de televisión, un periódico… ¿para informar?, no, para defender los intereses de ese  emporio.  En  Ecuador,  los  medios  de comunicación escritos, televisivos y radiales a nivel nacional son propiedad de media docena de familias, media docena que deciden qué sabemos o no los ecuatorianos. La vulnerabilidad de nuestras sociedades es terrible. Familias que antes de la última Constitución y de la Consulta Popular, respectivamente, podían tener otra serie de negocios y caían en tremendos conflictos de intereses…
La lista es interminable:
Medios, propiedad de empresas fantasmas en Islas Caimán, como era el Diario El Universo, involucrados  en  grandes  negociados,  como, por ejemplo los de telefonía móvil: en los 90, creo que por cincuenta millones de dólares, por 15 años se dio la concesión a telefónicas. Los   socios   nacionales   eran   importantes medios de comunicación (El Universo, El Comercio, Ecuavisa). Pese a la terrible negociación, al perjuicio al Estado, no salió media letra en los medios de comunicación denunciando el atraco. Medios, propiedad de altos  funcionarios  de gobiernos tremendamente represivos, como el de León Febres Cordero. Medios, propiedad de banqueros prófugos de la justicia… pero que, al comprarse una imprenta, por extraña alquimia,  estos  banqueros  prófugos,  estos altos funcionarios de gobiernos represores se convierten en seres celestiales a los cuales no se  los  puede  ni  contradecir  a  riesgo  de “atentar contra la libertad de expresión”…

¿Es que no estamos viendo la realidad, por favor, no estamos viendo sus islas, en el caso de Chile, sus múltiples negocios; es que no hemos revisado la historia, su descarada complicidad con las dictaduras del continente, su involucramiento frontal en campañas electorales,  como  en  Perú,  Uruguay  y  el propio  Ecuador?  Es  cierto  que  ha  perdido poder esta prensa y ya no pone ni saca presidentes, pero hace daño. Y, más allá de eso, es la falta de ética, la falta de profesionalismo, la manipulación, la utilización de   su   poder   mediático.   ¿Tenemos   que defender todo esto, en nombre de la libertad de expresión?

Basta  de  engaños  sociales,  nos  han  hecho demasiado daño. América Latina ha vivido de engaños sociales. Creer que votar cada cuatro años es tener democracia, por ejemplo. Están defendiendo –estos medios- no la libertad de expresión sino la libertad de extorsión; están defendiendo el Estado de Opinión, donde ellos mandan, ellos juzgan, ellos legislan, ellos gobiernan, frente al Estado de Derecho donde los que mandan son los ciudadanos y sus representantes legítimamente elegidos en las urnas.   No   somos   intolerantes   con   la prensa –que será lo que publiquen mañana los medios de siempre-; somos y debemos ser intolerantes con la mentira, la corrupción, la ausencia de democracia, el que nos nieguen el derecho a la información. La tolerancia de América Latina con respecto a estos vicios es lo que nos mantiene en el subdesarrollo. Debemos ser intolerantes con la mentira, la corrupción. En América Latina la prensa miente y manipula amparándose en la libertad de expresión; y nadie dice nada, y se defiende hasta la mentira en nombre de la “libertad de expresión”, cuando hasta el Evangelio nos dice “solo la verdad nos hará libres”…

Lo que está en el centro del debate, queridas amigas  y  amigos,  no  es  la  libertad  de expresión que todos defendemos, con la vida incluso, sino la contradicción ética y técnica de negocios  privados  con  fines  de  lucro  –e intereses  políticos  y  grupales-  proveyendo un derecho indispensable para la sociedad: la información. Al defender los intereses de estos grandes medios no se está defendiendo la libertad de expresión ni los Derechos Humanos, sino tan solo -y como siempre, repito- los intereses del gran capital.

¿Cómo cambiar esta situación? Debe ser uno de los grandes debates planetarios y una de las urgencias de nuestra América. El peligro para la democracia, para la verdadera libertad de expresión, no somos los gobiernos que, con una inmensa legitimidad democrática estamos cambiando nuestros países, sin someternos a ningún poder fáctico, tan solo a nuestros mandantes, nuestros pueblos. El peligro es el mal periodismo y los negocios que   no   han   entendido   que   proveen   un derecho, y defienden tan solo su poder utilizando principios tan sublimes como derechos  humanos  y  libertad  de  expresión.
¿Ya olvidamos acaso, insisto, que las peores dictaduras también hablaban en nombre de la libertad y de estos principios sublimes?
Estimados hermanos y hermanas latinoamericanos y latinoamericanas, de toda América y del planeta entero: La sombra neoliberal, que ignoraba las soberanías nacionales y que minimizaba la acción de los Estados latinoamericanos, continúa, pero en el ámbito de los supuestos derechos.

Es necesario transformar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, y tengan la seguridad de que lucharemos para que sus organismos protejan auténticamente los  derechos  de  las  y  los  ciudadanos  de nuestra América, sin sucumbir ante intereses, visiones extrañas a su función y presiones de igual naturaleza.
De igual manera, es necesario que todo el Sistema Interamericano representado por la Organización de Estados Americanos esté al nivel de este legendario, vertiginoso cambio de  época  que  está  viviendo  nuestro continente.
Si no podemos corregir los últimos vestigios de neo liberalismo y neo colonialismo en nuestra América,  debemos buscar, nuestros pueblos no nos disculparán si no tomamos decisiones  históricas,  debemos  buscar  algo nuevo, mejor, y verdaderamente nuestro.

¡A  reaccionar,  querida  Patria  Grande,  más altiva, digna y libre que jamás!
¡Hasta la victoria siempre, compañeros!

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