(1788 – 1866)
Nace en Buenos Aires, el 1º de setiembre de 1788. Desde muy joven, participa en los principales acontecimientos de nuestra historia: se lo encuentra entre las fuerzas criollas que se oponen a la invasión británica en 1806 y también entre los revolucionarios, en mayo de 1810. Integra el grupo morenista: el 9 de julio de 1810 es designado oficial de l Secretaría de gobierno, lo cual prueba la confianza que le dispensa Moreno, a quien acompaña, junto con Manuel Moreno, en la fatídica misión diplomática a Londres, en 1811.
Significativamente, después de colaborar con Moreno, pasa en 1814, a colaborar con San Martín, desde su cargo de oficial mayor de la Secretaría de Guerra. En ese mismo año, acompaña a San Martín, en la estancia cordobesa de Saldán, para convertirse luego en el portavoz del proyecto de campaña libertadora a Chile, ante el Directorio.
A partir de ese momento, se convierte en el amigo y confidente del Gran Capitán, acompañándolo en su gesta liberadora en Chile y Perú. En 1821 se desempeña en Perú como ministro de Guerra y más tarde, en 1824, como Jefe del Estado Mayor del General Necochea, regresando a las Provincias Unidas en 1826.
Antirrivadaviano, como San Martín, se reincorpora a la función pública cuando cae don Bernardino, como ministro de Guerra del breve período de gobierno de Vicente López y Planes, en 1827 y luego, como ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del gobernador Dorrego, en 1828.
Con posterioridad, colabora con la Confederación, presidida por Rosas, desempeñándose durante varios años como representante diplomático en Brasil (1840-1851). En todo ese período, mantiene correspondencia con San Martín, ya radicado en Europa. Con motivo del atropello de las escuadras inglesa y francesa, en el Paraná, en 1845, Guido se solidariza con la posición de San Martín en defensa de la soberanía: “En mi larga carrera política no he visto violaciones más escandalosas de la moral y del derecho público que las acometidas por los agentes de dos renombradas naciones: Inglaterra y Francia en el Río de la Plata… ¿Y qué gran motivo se alega para estas horrendas tropelías?... No es el sistema administrativo del general Rosas, porque a trompa tañido proclaman Mr. Ouseley y Deffuadis, su respeto a la persona del jefe de República y a su rumien interno. Entonces, ¿cuál es la causa positiva de estos desafueros?: La aduana de Montevideo. Las adquisiciones de una compañía inglesa. El tratado de comercio y navegación celebrado por Inglaterra con el gobiernillo de aquella plaza. El interés mercantil y político de aquella nación… Ahí tiene usted la clave de tanta inquietud. Cualquier otro pretexto es historia de viejas o engañabobos”.
Producida la caída de Rosas, Guido se pronuncia a favor de Urquiza y en contra de los Mitristas que se oponen al vencedor de Caseros. El jefe entrerriano lo designa ministro del Consejo de Estado. Poco después, producido el golpe de la oligarquía porteña –el 11 de setiembre de 1852- Guido es desterrado (diciembre de 1852).
En 1857, intenta regresar a la provincia de Buenos Aires para presentarse como candidato en las elecciones a gobernador, pero los mitristas le niegan el ingreso a la provincia. Pasa entonces a residir en Paraná, donde Urquiza lo convierte en Brigadier General, al tiempo que se desempeña como vicepresidente del Senado de la Confederación. Interviene asimismo, como comisionado por la Confederación, en el convenio celebrado con Buenos Aires el 11 de noviembre de 1859 (Pacto de San José de Flores, entre Buenos aires y la Confederación).
En 1857, intenta regresar a la provincia de Buenos Aires para presentarse como candidato en las elecciones a gobernador, pero los mitristas le niegan el ingreso a la provincia. Pasa entonces a residir en Paraná, donde Urquiza lo convierte en Brigadier General, al tiempo que se desempeña como vicepresidente del Senado de la Confederación. Interviene asimismo, como comisionado por la Confederación, en el convenio celebrado con Buenos Aires el 11 de noviembre de 1859 (Pacto de San José de Flores, entre Buenos aires y la Confederación).
Ya mayor de 70 años, transcurre sus últimos años, alejado de las luchas políticas, falleciendo en Buenos aires, el 14 de setiembre de 1866.
A lo largo de una extensa vida pública ha mantenido consecuencia a la lucha por la libertad y unificación del pueblo hispanoamericano. Junto a Moreno, primero, luego junto a los federales (Dorrego, Rosas, Urquiza), junto a San Martín la mayor parte de su vida, en su calidad de amigo, confidente y asesor, su figura ha quedado empalidecida en la Historia Oficial. Su hijo, el poeta Carlos Guido y Spano, se ocupó de denunciar esta injusticia que convirtió a su padre en un “maldito”: “Juan María Gutiérrez, Luis Domínguez, Vicente Fidel López, Bartolomé Mitre, todos miembros apasionados de un partido político al cual el General Guido fue adverso, han desconocido sus servicios o los han indignamente rebajado al nivel de sus antipatías y de sus inveteradas prevenciones. El General Guido no ha existido para esos caballeros sino como entidad subalterna.
El Señor Mitre, al trazar con admirable amplitud el cuadro de nuestra dramática historia en que pasan y repasan los grandes y los pequeños, reconociéndose a cada cual en la peculiaridad de su carácter y vales, sin jamás confundirse, al trazar, digo, aquel cuadro que perpetuará su memoria en la literatura y en la estimación de su país, no encuentra por ninguna parte a Guido, que todos amaron, que todos necesitaron y si alguna vez pasa a su lado, no le conoce ni el nombre llamándole José Tomás (cuando tan escrupuloso se muestra en este punto que disputa largamente con López sobre una letra del apellido del general inglés Achmuty), le mira de soslayo, sin ni siquiera hacer la venia, él, militar de la joven República, a ese viejo soldado de la independencia de América”.
El Señor Mitre, al trazar con admirable amplitud el cuadro de nuestra dramática historia en que pasan y repasan los grandes y los pequeños, reconociéndose a cada cual en la peculiaridad de su carácter y vales, sin jamás confundirse, al trazar, digo, aquel cuadro que perpetuará su memoria en la literatura y en la estimación de su país, no encuentra por ninguna parte a Guido, que todos amaron, que todos necesitaron y si alguna vez pasa a su lado, no le conoce ni el nombre llamándole José Tomás (cuando tan escrupuloso se muestra en este punto que disputa largamente con López sobre una letra del apellido del general inglés Achmuty), le mira de soslayo, sin ni siquiera hacer la venia, él, militar de la joven República, a ese viejo soldado de la independencia de América”.
N. GALASSO – LOS MALDITOS – Vol. II – Pág. 113 – E. Madres Plaza de Mayo