domingo, mayo 05, 2013

Peronismo y lo que se ignora o se olvida: Día de la Lealtad y el significado del 17 de octubre

Por Antonio Cafiero

Cada 17 de octubre los peronistas nos encontramos con una situación diferente respecto al año anterior. En ese sentido, nunca nos aburrimos. Lo que sí se repite cada año es la pregunta sobre el futuro, que nos preocupa porque siempre que el peronismo estuvo dividido la nación sufrió las consecuencias. 
La raíz de este problema viene de lejos. En las dos últimas décadas el peronismo no ha logrado definir una pauta estable y unificada de selección de sus dirigentes. La Renovación fue el último intento en este sentido. Esta falta se relaciona estrechamente con una reiterada indeterminación programática.

Pero la cuestión excede los amplios márgenes de nuestro movimiento. El  peronismo no podrá ser mejor si el sistema político en el que está inmerso no mejora.
Esto significa que deben revisarse algunas de las normas de la competencia partidaria. Las formas predominantes de construcción política de los últimos años privilegian las lealtades personales por sobre el acuerdo de ideas y proyectos. Dentro y fuera del peronismo. De hecho, actualmente todas las fuerzas alternativas con cierto peso son proyectos personales. Por eso, últimamente en muchos gobiernos –incluso provinciales o municipales–, cualquiera sea su signo partidario, el apoyo a la gestión tiende a expresarse como un panegírico incondicionado, y cualquier mínima crítica es considerada desleal, aun cuando provenga del propio campo. Algunos funcionarios, por precaución, prácticamente no opinan sobre cuestiones políticas y se refugian en la técnica. Hoy pareciera que debate sólo quien se opone, no quien apoya.

La política de gobierno entonces se vacía de contenido y casi todos los funcionarios que dejan de serlo pasan inmediatamente al otro bando.
Puedo dar testimonio de que no siempre fue así. De la misma manera que Ramón Carrillo lo había hecho pocos meses antes, en 1955 dejé de formar parte del gabinete de ministros de Juan Perón porque no aprobaba el estéril enfrentamiento con la Iglesia. Varias veces habíamos expresado críticas mientras integrábamos ese gabinete. Pero una vez afuera, no dijimos una sola palabra en contra. Eso fue porque, más allá de las lealtades personales, compartíamos los ideales por los que luchábamos.
Hoy como ayer, la única forma de encontrar la unidad en un movimiento político es volver a insistir en las cuestiones doctrinarias y programáticas. La acción de gobierno no puede evaluarse únicamente a partir de la consideración de un funcionario determinado o de medidas aisladas. De la misma manera, es absurdo pensar que puede haber unidad simplemente porque todos los proyectos personales se alineen tras una figura.

Al menos en el peronismo, ningún liderazgo podrá lograr la unidad de esta forma, por más méritos que acumule, porque siempre va a haber más aspiraciones personales que puestos a ocupar, y porque siempre va a haber quien perciba que le conviene abrirse y jugar por afuera. En ausencia de un acuerdo doctrinario, el costo de la deslealtad es ínfimo.
Pero el peronismo no nació para satisfacer proyectos personales. Tampoco lo hizo para ganar elecciones.
El peronismo fue creado para expresar las demandas postergadas en un proyecto nacional. Su visión movimientista le permite contener expresiones ideológicas diversas, pero su razón de ser no es precisamente la contención. Su existencia sólo se justifica en la medida en que pueda conducir un proyecto nacional que integre a todos los argentinos.
Ese es el espíritu del 17 de octubre: el pueblo fue a la plaza a rescatar al líder que había impulsado la más importante reforma social de la historia nacional. Es cierto, lo hizo por el amor que le tenía, y también por defender los avances conquistados. Pero su líder no pidió venganza, ni favores personales: pidió elecciones, y así fundó ese día la fuerza política que llevó adelante la única revolución del siglo XX basada en un proyecto nacional.

Los tiempos han cambiado. Y seguirán cambiando.

Pero cada 17 de octubre los peronistas debemos volver a impulsar los valores y los ideales que nos dan a la vez unidad y razón de ser.

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