LA INTERNACIONAL SOCIALISTA Y AMÉRICA LATINA
Una
cáscara vacía
Por Maurice Lemoine*
En 1951, la Internacional Socialista retomaba
sus actividades para “liberar a los pueblos de su dependencia de los dueños de
los medios de producción”. Hoy sus dirigentes afirman querer atenuar los
“efectos nefastos de la globalización”. Una lenta deriva que ilustra la actitud
de estos “socialistas” frente a sus pares latinoamericanos.
Lula da Silva, XXII Congreso de la IS, San Pablo, 27-10-03
(Mauricio Lima/AFP/Dachary)n su discurso de apertura del Consejo de la
Internacional Socialista (IS), reunido en la sede de... la muy liberal
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en París,
el 15 de noviembre de 2010, la primera secretaria del Partido Socialista
francés, Martine Aubry, no ocultaba su alegría: “Quiero saludar muy
especialmente a nuestro presidente George Papandreu y felicitarlo por los
resultados de las elecciones locales en Grecia [¡con una abstención récord del
53%!]. En un contexto difícil, son un apoyo y un triunfo que vienen a
recompensar un coraje político que despierta admiración”. Se sabe lo que
sucedió con el dirigente del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK) y la
“austeridad justa” que pretendió imponer a su país. Se conoce también la suerte
reservada por su pueblo a muchos miembros eminentes de la organización
socialdemócrata: Laurent Gbagbo, Zine El Abidine Ben Ali y Hosni Mubarak, por
sólo mencionar a algunos.
Con tal déficit de análisis y un modo de funcionamiento similar,
¿sorprende realmente que este noble cónclave “socialista” ignore por completo
los movimientos de fondo que sacuden a América Latina desde hace ya más de una
década?
El 7 de diciembre de ese mismo año 2010, en Bruselas, un retrato
y un nombre dominaban el ingreso “Altiero Spinelli” del Parlamento Europeo: los
de Guillermo Fariñas, tercer opositor cubano en ocho años al que se le otorgaba
el Premio Sájarov a los derechos humanos y la democracia. En cambio, sin
publicidad alguna, en un anfiteatro, una decena de eurodiputados y asistentes
parlamentarios escuchaban a sindicalistas y defensores de los derechos humanos
provenientes de Colombia.
Los testimonios producían escalofríos: desde la llegada a la
Presidencia, cuatro meses antes, de Juan Manuel Santos (ex ministro de Defensa
de su predecesor Álvaro Uribe), habían sido asesinados treinta y nueve
sindicalistas y doce militantes del Polo Democrático Alternativo (PDA), entre
otros. El socialdemócrata danés Ole Christensen brindó mayor información: en
julio de 2010, con el laborista británico Richard Howitt, también presente,
había acompañado a la organización Justice for Colombia a un lugar tristemente
célebre, La Macarena: “Estuvimos hasta en el osario. Hay más de dos mil
personas (víctimas del ejército y de los paramilitares) enterradas allí.
Tenemos que decir ‘No’ al Tratado de Libre Comercio (TLC) que negocian la Unión
Europea y Colombia”. Una sola voz se elevó para defender a Bogotá, la del
representante del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Emilio Menéndez del
Valle: “¿Usted piensa que en tres meses un gobierno puede resolver todos los
problemas? Si un país entero votó masivamente [55,59% de abstención] por
Santos, ¡debe ser respetado!”.
Divisiones
Pertenecientes a agrupaciones miembros de la Internacional
Socialista, los eurodiputados Christensen y Howitt claramente no expresan a la
mayoría. El eurodiputado belga y asesor de Izquierda Unida Europea/Izquierda
Verde Nórdica (GUE/NGL) (1) Paul-Émile Dupret, repasa el espíritu de esta
reunión y de muchas otras: “En su grupo parlamentario –el Partido Socialista
Europeo (PSE)–, Christensen y Howitt están más bien a contracorriente. No estoy
seguro de que la mayoría se pronuncie en contra de la firma del TLC. El
presidente del grupo, el alemán Martin Schulz –Partido Socialdemócrata (SPD)–
se muestra favorable al mismo. El PSOE aun más, ¡incondicionalmente!”.
Sin remontarse a la noche de los tiempos, cabe recordar que,
fundado en 1933 por Salvador Allende, el PS chileno se negó a afiliarse a la
IS, criticando sus “posturas conformistas en el seno del sistema democrático
burgués capitalista” (2). Durante la Guerra Fría, la cuestión no se planteó realmente:
al considerar la región como una zona de influencia de Estados Unidos, la IS no
corrió riesgos. “No recuerdo textos que hayan condenado el derrocamiento de
Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 –reflexiona Antoine Blanca, por entonces
miembro de la Secretaría de Relaciones Exteriores de la Sección Francesa de la
Internacional Obrera (SFIO)–. Diez años más tarde, cuando pedí la palabra para
denunciar la intervención de los marines en Santo Domingo, Guy Mollet ¡me miró
con ojos atónitos!”.
Mientras tanto, la Revolución Cubana (1959) había ubicado sin
embargo al antiimperialismo en el centro del debate. Sin grandes consecuencias:
“La IS se mostró interesada, pero finalmente se mantuvo muy distante”. Hasta el
11 de septiembre de 1973. Traumatismo tan fuerte como la Guerra Civil española,
el derrocamiento y la muerte de Salvador Allende generaron en los socialistas
europeos “una solidaridad emocional y el descubrimiento de un mundo que no se
conocía”, recuerda Blanca quien, por mandato de la IS, se subió a un avión unos
días después del golpe. En Viña del Mar, tuvo un momento de recogimiento ante
la tumba del compañero presidente, antes de ser expulsado. “Fue el primer
desafío digno de ese nombre, respecto de Washington, de una Internacional que,
hasta ese momento, hacía todo como para mostrarse sumisa a la estrategia
estadounidense y a la OTAN [Organización del Tratado del Atlántico Norte]”.
El apoyo de Estados Unidos a las dictaduras constituiría desde
entonces el principal punto de disenso de una generación socialdemócrata –Willy
Brandt (Alemania), Olof Palme (Suecia), François Mitterrand (Francia), Bruno
Kreisky (Austria), pero también Mario Soares (Portugal) o Felipe González
(España)– con el aliado estadounidense. Por su parte, los partidos reformistas víctimas
de esos regímenes autoritarios buscaban aliados entre los países desarrollados.
Los contactos se multiplicaban. En abril de 1976, tuvo lugar una primera
reunión formal en Caracas, por invitación del presidente venezolano Carlos
Andrés Pérez y su partido Acción Democrática (AD). La Primera Conferencia
Regional de la IS para América Latina y el Caribe, en Santo Domingo, en marzo
de 1980, marcó el despliegue de esta corriente política en la región.
Entre las veintinueve organizaciones locales figuraban entonces,
por Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), admitido en
1978, cuando aún luchaba armas en mano para expulsar a Anastasio Somoza. Fidel
Castro fue invitado como presidente en ejercicio del Movimiento de Países No
Alineados. Y los europeos “se involucraban”: la presencia de partidos
“hermanos” en el seno del Frente Democrático Revolucionario (FDR) en El
Salvador, del Frente Democrático contra la Represión (FDCR) en Guatemala y del
Frente Patriótico (FP) en Honduras –que, en los dos primeros casos, incluían un
brazo político y un ala insurgente– los llevó a apoyar, de hecho, la lucha
armada.
En Francia, en 1981, Mitterrand llegó al Elíseo con una rosa en
el puño. Bajo la influencia de Lionel Jospin, Régis Debray (encargado de misión
de la Presidencia de la República) y Blanca (quien sería designado en 1982
embajador itinerante para América Latina), París desafió a Estados Unidos en
una región muy sensible para la potencia norteamericana. El 28 de agosto de
1981, la declaración franco-mexicana sobre la representatividad de la oposición
salvadoreña –incluyendo su brazo armado (3)– tuvo un impacto considerable.
Mitterrand no ocultaba su simpatía por los sandinistas; las relaciones con Cuba
estaban en un buen momento. “En nombre de la IS y a espaldas de Washington –se
entusiasma Blanca–, logré asestar ‘golpes’, como impedir un conflicto entre
Costa Rica y Nicaragua”.
A pesar de la irritación de Ronald Reagan, prevalecieron las
tesis de la Internacional, es decir, la resolución política de los conflictos
armados. El presidente de Costa Rica, Oscar Arias, propuso el plan de paz para
América Central que le valdría en 1987 el Premio Nobel. Miembro, durante todo
ese período, de la comisión político-diplomática de la Unidad Revolucionaria
Nacional Guatemalteca (URNG), el ex guerrillero Miguel Ángel Sandoval recuerda:
“Nuestro movimiento vio siempre en la IS un espacio capaz de servir a sus
objetivos: la negociación y la búsqueda de la paz. Así, nuestro primer
encuentro con el gobierno y el ejército tuvo lugar en Madrid, gracias a la
mediación del PSOE. Pero siempre fuimos conscientes de las profundas
diferencias que existían entonces entre partidos como el sueco, el francés, el
español y otros, más reformistas o claramente de derecha”.
En efecto, desde Santo Domingo, se perfilaron divisiones.
Algunos miembros latinoamericanos de la IS –el Partido de Liberación Nacional
(PLN, Costa Rica), AD (Venezuela), el Partido Revolucionario Dominicano (PRD),
etc.– se distanciaron de los europeos. A diferencia de estos últimos, al no
hundir sus lejanas raíces en el marxismo, no cuestionaban en absoluto el
capitalismo y se mostraban en muchos casos fervientemente anticomunistas. “El
concepto mismo de clase social es muy discutible en América Latina”, se atrevería
a decir el dirigente de la Izquierda Democrática (ID) ecuatoriana Rodrigo Borja
(4).
Vagamente reformistas, se valían de la IS para sacarle ventaja a
la democracia cristiana cuando cayeran las dictaduras y porque, teniendo en
cuenta la potencia económica de los países que gobernaban o gobernarían pronto
sus amigos al otro lado del Atlántico, calculaban las ventajas que podrían
obtener de ello. “La Internacional Socialista mantiene una relación
clientelista –reaccionaría en 1999 el mexicano Porfirio Muñoz Ledo, del Partido
de la Revolución Democrática (PRD)–. Algunos partidos vienen aquí a codearse
con los europeos como si se codearan con una clase alta” (5).
En el Comité de la IS para América Latina y el Caribe (SICLAC)
creado en 1980 conviven tanto el FSLN como la muy centrista Unión Cívica
Radical (UCR) argentina; el PS chileno (¡afiliado en 1996!), que cogobernó con
la democracia cristiana, y el Partido Revolucionario Institucional (PRI)
mexicano, en el poder durante setenta años de manera bastante poco democrática.
También se encuentra allí el Partido Liberal (PL) colombiano, que introdujo el
modelo neoliberal (1990-1994), bajo cuyos gobiernos fue exterminada la
agrupación de izquierda Unión Patriótica (1986-1990) y al que perteneció, hasta
2002, Uribe (6).
Poco importa. Al multiplicar las adhesiones a la Internacional,
los socialistas del Viejo Continente “extienden su influencia”. De esta manera,
como buenos gestores formados en el marco liberal e intentando mejorarlo
marginalmente, promueven los intereses de los sectores de negocios y del
capital europeos.
Una “verdadera política
social”
Reunión del Consejo de la IS, en Buenos Aires, el 25 y 26 de
junio de 1999: “Antes, el socialismo era más duro y estatista –señalaba agitado
Felipe González–, pero el socialismo democrático aceptó siempre el mercado que,
de hecho, va de la mano con la democracia” (7). Si bien condenaba “las trágicas
desigualdades que golpean al mundo”, el documento final exhortaba “a sacar
provecho de la globalización” para eliminar el desempleo, el hambre y la
indigencia (8). En resumen, comentaba el brasileño Leonel Brizola (Partido
Democrático Laborista, PDT), el texto “es tan general que puede servir tanto al
pie derecho como al izquierdo” (9). Un breve párrafo que pasó inadvertido
mencionaba la preocupación de la IS frente a “la evolución del proceso político
en Venezuela [y a] la política de confrontación permanente del gobierno con las
autoridades establecidas”. El presidente Hugo Chávez ocupaba el poder desde
hacía apenas... seis meses.
Un mismo ceremonial rige tanto para los Consejos (en los cuales
participa el conjunto de partidos) como para las reuniones locales del SICLAC.
“Hay que pasar dos días de total agobio escuchando las intervenciones de
algunos jefes de Estado o de partidos, discursos generalmente preparados por
sus asesores y que, a menudo, descubriéndolos al llegar al estrado, leen
agitados”, gesticula la ex vicepresidenta de la IS Margarita Zapata (FSLN).
“Una retahíla de palabras huecas –completa Blanca–, llenas de buenas
intenciones, de las que no surge estrictamente nada, sin orientación normativa
para nadie: cada uno se va por su lado sin tener una idea más precisa de la
situación”.
Único interés de estos foros: “Hay encuentros privados cara a
cara e intercambios de grandes abrazos con los viejos compañeros” (Blanca). “Se
establecen contactos y, sobre todo, uno se encuentra con los amigos” (Zapata).
Ahora bien, nadie lo ignora, “los enemigos de mis amigos son mis enemigos”.
“Tomando las decisiones que, creo, se tomarán, el país es
particularmente viable”, se entusiasma el español González luego de que, el 1
de enero de 1989, Carlos Andrés Pérez –apodado CAP– reasumiera como presidente
de Venezuela (10). ¡Buena observación, “camarada”! Convertido al liberalismo y
habiendo negociado un ajuste estructural con el Fondo Monetario Internacional
(FMI), CAP hambreó al pueblo de la noche a la mañana. Y el pueblo se sublevó el
27 de febrero, en lo que quedaría en la historia como el Caracazo.
Con una brutalidad inusitada, la respuesta del poder causó unos
tres mil muertos. Más afortunado que la Reagrupación Constitucional Democrática
(RCD), el partido del presidente tunecino Ben Ali, que la IS expulsaría tras la
represión del movimiento popular de enero de 2011, Acción Democrática, el
partido de CAP, salió del paso sin un rasguño. En 1993, tras su destitución por
corrupción, el Buró de la Internacional enviaría a CAP un comunicado
expresándole su estima y amistad. Es verdad que, durante su primer mandato,
“había sido generoso con sus amigos europeos: es de público conocimiento que,
bajo la dirección de González, el PSOE se benefició ampliamente de su
‘solidaridad’ financiera” (11). Lo que generó la antipatía del teniente coronel
Chávez quien, el 4 de febrero de 1992, se sublevó contra esa “democracia
injusta y corrupta”.
Al igual que en Venezuela, los dirigentes de los partidos
latinoamericanos miembros de la IS que llegaron al poder en los años 80-90
–Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, México, Panamá, etc.– tuvieron una
verdadera política social: satisficieron las necesidades de los bien vestidos y
los bien alimentados. Desregulando y privatizando drásticamente, en connivencia
con Washington, el Banco Mundial y el FMI, terminarían desacreditados, o incluso
derrocados. Surgidos de las luchas o impulsados por movimientos populares,
surgieron nuevos líderes: Chávez (Venezuela), Luiz Inácio Lula da Silva
(Brasil), Evo Morales (Bolivia), Rafael Correa (Ecuador).
El 19 y 20 de julio de 2002, el SICLAC se reunió en Caracas. Sus
anfitriones fueron los venezolanos Rafael Ángel Marín, dirigente de AD, Antonio
Ledezma (Alianza Bravo Pueblo, ABP) y Miguel Henrique Otero, director del
diario El Nacional. En diversos grados, todos participaron del intento de golpe
de Estado contra Chávez, el 11 de abril anterior. “Advertido por amigos del PRI
y del FSLN –cuenta Maximilien Arvelaíz, por entonces asesor del presidente
venezolano–, me contacté con el secretario general de la IS, el chileno Luis
Ayala, quien aceptó un encuentro con Chávez, con una condición: los
participantes que lo desearan irían allí ‘a título personal’. Al día siguiente,
efectivamente, algunos vinieron, pero, a último minuto, Ayala desistió”.
Al término de su reunión, el SICLAC emitió un comunicado en el que
anunciaba su decisión de “apoyar a Acción Democrática y a la Coordinadora
Democrática en la movilización y defensa del sistema democrático y sus
instituciones”; dicho de otro modo: ¡a los golpistas! Presente como observador
del PS francés, Jean-Jacques Kourliandsky recuerda este episodio: “Estuve a
punto de ser agredido por el secretario general de AD por haber protestado:
esas conclusiones habían sido redactadas y publicadas en la prensa opositora
venezolana ¡antes de que comenzaran las reuniones!”. Luego, se encoge de
hombros: “En realidad, no tienen ningún valor”. ¿Error o ceguera? Aún hoy
figuran en el sitio oficial de la IS (12), como todas aquellas que seguirían,
emanación directa de los tres partidos venezolanos miembros –AD, Movimiento al
Socialismo (MAS), Podemos–, todos violentamente hostiles a la Revolución
Bolivariana.
Ignorancia total
“¿La Internacional Socialista?”. Ex asesor de la embajada de
Bolivia en Francia, Alfonso Dorado señala con grandes gestos: “Jaime Paz Zamora
fue su vicepresidente. Eso incide mucho en la memoria colectiva...”. Dirigente
del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), Paz Zamora celebró un acuerdo
en 1989 con el ex dictador Hugo Banzer con el fin de acceder a la Presidencia.
En 2002, para contrarrestar el crecimiento de Morales y su Movimiento al
Socialismo (MAS) –no confundir con el partido homónimo venezolano–, se alió al
multimillonario Gonzalo Sánchez de Lozada quien, tras ser elegido, sería
expulsado del poder por una explosión social en octubre de 2003. El MAS
boliviano no pertenece pues a la IS, tampoco el Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV), la Alianza País de Correa, el FMLN salvadoreño, la URNG
guatemalteca; por otra parte, nadie se los pidió.
La Internacional sólo tiene un sueño: lograr la adhesión del
Partido de los Trabajadores (PT) del poderoso Brasil y del ícono de la
izquierda latinoamericana, Lula da Silva. Pero el PT puso sus huevos en otra
canasta. En 1990, junto con Fidel Castro, fundó el Foro de San Pablo, que reúne
tanto a partidos moderados (también miembros de la IS) como a agrupaciones
nacidas de la lucha armada, partidos comunistas (incluyendo el cubano) y sus
diferentes escisiones. “Enfrentar al neoliberalismo en América Latina –explica
Valter Pomar, miembro de la dirección nacional del PT– exigía una actitud
abierta y plural, teniendo en cuenta tanto la crisis por la que atravesaba el
comunismo como la que golpeaba a la socialdemocracia. Dicho esto, mantenemos
buenas relaciones con la IS...”. Pero de lejos.
Aferrados a sus antiguas alianzas, los socialdemócratas
europeos, con la notable excepción de los portugueses, nada comprenden de esta
nueva América Latina que se atreve a mencionar el “socialismo del siglo XXI”,
busca la vía de una democracia “participativa”, a veces se equivoca, avanza,
retrocede, pero que, en materia social, obtiene notables progresos.
A través de la Fundación Friedrich Ebert, el SPD alemán dispone
de enormes medios, pero no se interesa por la región. Aplastados por Anthony
Blair, los laboristas británicos “de pura cepa” parecen una tribu en vías de
extinción. Silencio de radio en Italia donde, sin embargo... “Massimo d’Alema
(Partido Democrático) vino a Caracas –se divierte Arvelaíz–. Estaba muy tenso.
Hicimos que se encontrara con Chávez. ‘¡Esto me recuerda a mi juventud!’,
exclamó al salir, encantado...”.
En el Parlamento Europeo, “donde, desde hace varios años, los
acuerdos de librecomercio son el principal tema abordado, el grupo socialista,
en su mayoría, no es muy progresista –constata Dupret–. Por ejemplo, nunca
obtuvimos su apoyo para inscribir a Honduras (donde hubo un golpe de Estado en
2009) en el orden del día”. En cambio, en 2004, fue el presidente del PSE, el
español Enrique Barón Crespo, quien propuso invitar a Uribe, el jefe de Estado
colombiano. Durante el discurso de este último, el 10 de febrero, “el GUE/NGL,
los ecologistas, algunos liberales y muchos socialistas, desautorizando a Barón
Crespo, abandonaron la sala. ¡Pero no los españoles!”.
Tratándose de América Latina, Madrid ejerce una influencia
considerable en el seno de la UE. Siguiendo a Cuba –la última de sus colonias–
tan de cerca como si se tratara de Galicia o Andalucía, España fue casi la
única en defender la normalización de las relaciones de la isla con la UE.
Hasta que perdió el poder, en noviembre de 2011, el PSOE desempeñó un papel
importante a través de la cooperación. “Pero no se trata en absoluto de una
proximidad política”, señala el boliviano Dorado (ver “La posada española”).
Gran conmoción en París, el 22 de octubre de 2010, en la sede
del Partido Socialista: portavoz del PS, Benoît Hamon anunció que “se
dispondría” a viajar a Venezuela y encontrarse allí, ¿por qué no?, con el
presidente Hugo Chávez. Se ganó la ira del ala derecha del partido; los
strauss-kahnistas trataron de atacarlo.
De su experiencia en la embajada de Bolivia, Dorado saca una
conclusión decepcionante: “Tuvimos contactos anecdóticos con Ségolène Royal y
Martine Aubry, pero el PS nunca manifestó un interés particular por saber qué
pasa en nuestro país. Tratamos de profundizar la relación, sin resultados;
nunca tuvimos pues la ocasión de discutir el socialismo del siglo XXI o esa
experiencia de integración que es el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos
de nuestra América)” (13). Es cierto que esta última, desde un punto de vista
neoliberal, está en total contradicción con los intereses económicos y
geopolíticos tanto de los europeos como de los estadounidenses.
Desde luego, hubo delegaciones de alto nivel del PS en los Foros
Sociales de Porto Alegre en 2002 y 2003: se trataba ante todo de ganarles la
partida a los altermundistas y cortejar a Brasilia. En campaña electoral, Royal
se mostró ostensiblemente junto a las presidentas argentina y chilena, Cristina
Fernández de Kirchner y Michelle Bachelet, una de cuyas proezas políticas fue
haber permitido a la derecha dura regresar al poder bajo el signo... de la
continuidad.
“Enviamos allí, a las reuniones del SICLAC, a gente que se ocupa
de América Latina desde hace veinte años y que nunca cambió nada –se queja
Roberto Romero, asistente parlamentario de Henri Emmanuelli–. Tampoco se trata
de que exista, en el seno del PS, una hostilidad para con tal o cual. ¡Se trata
de una ignorancia total! En términos de conocimiento, se está al nivel de Le
Monde o Libération, cuyas decisiones editoriales sobre América Latina se
asemejan a la desinformación”.
Tanto para Romero como para muchos de nuestros interlocutores,
“la IS, esa cáscara vacía, es sin duda la mejor agencia de viajes del mundo, y
bastante confortable... ¡Pero nada surge de allí!”. ¿Es tan cierto? De las
reuniones del SICLAC y de sus partidos desacreditados provienen los comunicados
que difunde la IS. En América Latina, la prensa opositora publica en primera
plana: ¡la izquierda del mundo entero nos apoya! Los medios de comunicación
europeos lo reproducen. ¡Protestemos contra el “populismo”! Los “socialistas”
leen. Y el círculo se cierra.
1. Agrupa a los partidos antiliberales, anticapitalistas,
ecosocialistas, comunistas o poscomunistas.
2. Declaración de principios aprobada en el segundo congreso del
partido, en 1935.
3. El FDR-FMLN agrupa un ala política, el FDR, dirigido por el
socialdemócrata Guillermo Ungo, y la guerrilla del Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional (FMLN).
4. Nueva Sociedad, N° 48, Caracas, mayo-junio de 1980.
5. Página/12, Buenos Aires, 27-6-99.
6. El SICLAC está integrado actualmente por treinta y nueve
partidos, entre miembros “de pleno derecho”, “consultivos” y “observadores”.
7. Página/12, 26-6-99. Véase asimismo, Daniel Vilá, “Los caminos
cerrados de la Tercera Vía”, Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, Buenos
Aires, julio de 1999.
8. “Consejo de Buenos Aires: construyendo el cambio”, sitio de
la Internacional Socialista, 25-26 de junio de 1999 (www.internacionalsocialista.org).
9. La Nación, Buenos Aires, 28-6-99.
10. El País, Madrid, 2-2-89.
11. Bernard Cassen, “Unión sagrada en Estrasburgo”, Le Monde
diplomatique, ed. Cono Sur, abril de 2004.
12. “Reunión del Comité de la Internacional Socialista para
América Latina y el Caribe, SICLAC”, 19 y 20 de julio de 2002
(www.internacionalsocialista.org).
13. Cuba, Bolivia, Ecuador, Honduras (antes del golpe de Estado
de 2009), Venezuela, San Vicente y las Granadinas, Antigua y Barbuda.
Relaciones de fuerza
La posada española
Poseedora, a través de sus multinacionales, de importantes
intereses económicos en América Latina (1), España conoce en detalle la
realidad de las relaciones de fuerza. Y por lo tanto evita la confrontación. No
obstante, su accionar se basa en una lógica muy clara.
Considerado un “padre fundador”, pero convertido en
representante itinerante del capital ibérico, Felipe González se mantuvo fiel a
sus viejos “camaradas”, entre ellos, el ex presidente peruano Alan García, tan
ferozmente conservador durante su segundo mandato (2006-2011) como
valientemente progresista al enfrentar al Fondo Monetario Internacional (FMI)
durante el primero (1985-1990). Más a la izquierda, el ex presidente del
Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero consagró sin embargo los treinta minutos
de su discurso en la XVII Cumbre Iberoamericana (en Santiago de Chile, en
noviembre de 2007) a erigirse en defensor del social-liberalismo. Ejemplo
significativo: si bien Madrid condonó 73 millones de euros de la deuda boliviana
con la llegada al poder de Evo Morales, el 22 de enero de 2006, el entonces
ministro de Relaciones Exteriores Miguel Ángel Moratinos previno, tres meses
más tarde, que la nacionalización “no concertada” de los hidrocarburos podía
tener “consecuencias” para las relaciones entre ambos países.
No nos detendremos en los cables revelados por WikiLeaks que
atribuyen a varios dirigentes españoles confidencias tan poco diplomáticas
como: “Chávez es un payaso”, el gobierno argentino “lamentable”, Morales “honesto,
pero ignorante e inexperto”; el presidente nicaragüense Daniel Ortega es “el
peor de todos”... En cambio, hay un cable que merece ser mencionado, que se
refiere a una conversación mantenida en la embajada estadounidense en Madrid
por Trinidad Jiménez, por entonces secretaria de Estado para Iberoamérica
(antes de convertirse en ministra de Relaciones Exteriores de Zapatero):
“Jiménez (dice que) España evita involucrarse en nuevas polémicas con Chávez
[...] pero que su gobierno trabaja en las sombras alimentando a los periodistas
con informaciones sobre las amenazas que pesan sobre la democracia en
Venezuela” (2). Quien lee el diario “de centroizquierda” El País difícilmente
pondría en duda la credibilidad de semejante afirmación.
1. Pedro Ramiro, “Néoconquistadors”, Manière de voir N°119,
París, octubre-noviembre de 2011.
2. “Demarche on Democracy in Venezuela”,
Embassy Madrid, “Confidential”, 27-11-07.
* Periodista, autor de Cinq Cubains
Traducción: Gustavo Recalde