Europa
La dictadura
de las calificadoras
El
viernes pasado la agencia Standard & Poor’s (S&P) rebajó la
calificación de la deuda de nueve gobiernos integrantes de la Unión Europea
(UE), en algunos casos a niveles considerados humillantes, como el de Portugal,
cuyos bonos públicos fueron colocados en la categoría basura. La firma
financiera dio cumplimiento así a la amenaza formulada el 5 de diciembre del
año recién pasado en el sentido de revisar las clasificaciones crediticias de
las principales economías europeas con una perspectiva negativa.
Diversas
autoridades de la eurozona han buscado minimizar el hecho, como las francesas:
el ministro de Economía, François Fillon, dijo que la rebaja era una medida
anunciada y que “hay 21 escalones en la calificación de deuda, y Francia –que
fue bajada por S&P del exclusivo estatuto AAA a AA+ – está ahora en el
vigésimo sobre 21; seguimos, por tanto, entre los mejores del mundo, junto a
Estados Unidos”. En Alemania –único país del euro cuya calificación crediticia
no fue degradada–, la canciller Angela Merkel se abstuvo de criticar la
decisión de S&P y aprovechó la circunstancia para presionar por la
aprobación de nuevos paquetes económicos de choque y disciplina fiscal en
Europa.
Si
bien es cierto que en un primer momento los mercados reaccionaron poco, como lo
afirmó Fillon, la rebaja en la calificación de la deuda tendrá, necesariamente,
efectos devastadores para la UE y, en particular, para los países de la zona
euro, pues los gobiernos deberán pagar mayores tasas de interés para los
créditos que contraten y para las nuevas emisiones de deuda pública, lo que
llevará a un incremento generalizado de los intereses. El consiguiente
encarecimiento del dinero será, a su vez, un obstáculo adicional para la
recuperación de la estabilidad en una de las tres principales regiones
económicas del mundo y se traducirá en mayor sufrimiento social para las
poblaciones correspondientes, de por sí afectadas por los recortes
generalizados, las medidas de austeridad que afectan a los grupos más
vulnerables y el creciente desempleo.
Significativamente,
tanto las calificadoras de deuda –S&P, Moody’s, Fitch y demás– como los
bancos de inversiones –UBS, Deutsche Bank, Credit Suisse, Nomura, Goldman
Sachs, Merryl Linch y otros– han venido presionando a las autoridades
económicas europeas para que profundicen y extiendan las medidas recesivas,
adelgacen los programas sociales y se olviden de cualquier idea de Estado de
bienestar, como no sea para procurar el de las pequeñas elites financieras y
comerciales y el de los grandes conglomerados trasnacionales.
El
hecho aquí comentado pone sobre la mesa, de nueva cuenta, el vastísimo poder
fáctico que han acumulado esas entidades privadas para determinar políticas
económicas y sociales y para asegurar el sometimiento de cualquier gobierno
nacional a los dictados de los organismos financieros internacionales, los
cuales condicionan la entrega de asistencia financiera a que las autoridades
sacrifiquen a sus respectivas sociedades.
Tal
circunstancia pone en entredicho los principios básicos de representatividad
política y soberanía nacional, toda vez que la conducción macroeconómica de un
país acaba dependiendo, en última instancia, de un puñado de tecnócratas al
servicio de intereses particulares que emiten dictados sobre la base de una
atribución de poder absolutamente anómala.
Para
colmo, tales firmas son corresponsables plenas de la actual crisis en el viejo
continente, pues, en su momento, dieron su aprobación a los techos irracionales
de endeudamiento del gobierno griego y se hicieron de la vista gorda ante la
gestación de desajustes fiscales como los que han terminado por reventar en
Europa. Cabe recordar, a mayor abundamiento, que en los meses previos al inicio
de la crisis de 2008, tales compañías otorgaron las calificaciones crediticias
más altas a las hipotecas basura estadunidenses que contaminaron los mercados
financieros mundiales, y que hicieron otro tanto con el desfondado banco Lehman
Brothers.
Una
crítica adicional que ha de formularse a las calificadoras es su doble o triple
rasero para calificar economías: aunque las inestabilidades y desajustes de la
estadunidense contagiaron al resto del mundo en 2008, y pese al abultadísimo
déficit fiscal que ostenta la superpotencia, S&P y sus análogas no se
atreven a rebajar la calificación de la deuda de Washington; en el caso
europeo, lo hacen a destiempo, cuando la medida no sólo ha perdido su capacidad
preventiva sino que contribuye a magnificar la crisis; por lo que hace a los
países de América Latina, las calificadoras suelen premiar las subordinaciones
al llamado Consenso de Washington y castigar a los proyectos económicos
orientados a fortalecer la soberanía, el mercado interno y la integración
regional.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2012/01/15/opinion/002a1edi