Guantánamo: La prisión donde el horror cumplió diez años
Una década,
suficiente para comprender la escalada de violencia que se produce detrás de las
paredes de una prisión con unas altas condiciones inhumanas e ilegales.
La prisión de
Guantánamo cumplió 10 años de existencia. Una década, suficiente para
comprender la escala de violencia que se produce detrás de las paredes de una
prisión con unas condiciones inhumanas. Hace cuatro años, el cierre de la
famosa cárcel estadounidense parecía cercano, tras las promesas preelectorales
de Barack Obama: "Guantánamo se cerrará dentro de un año o menos contando
desde ahora".
"Pero la
Administración de Obama bloqueó las estimaciones de torturas y se negó a
investigarlas: 171 hombres permanecen ahí. Hace más de ocho meses desde la
última liberación en Guantánamo y es el período más largo desde su
apertura", comenta Maria LaHood, abogada jefe del Centro de Derechos
Constitucionales.
Obama no solo
rompió su promesa de cerrar la prisión sino que promulgó la polémica Ley de
Autorización de Defensa Nacional, que permite la custodia militar de personas
sospechosas de terrorismo sin tener cargos ni optar a un juicio. "Este
acto ha sido un funeral para la opción del cierre de Guantánamo", lamenta
el director de asuntos políticos de Amnistía Internacional para antiterrorismo
y derechos humanos, Tom Parker.
¿Por qué no
se cierra?
Obama no pudo
cerrar Guantánamo porque “significaría el reconocimiento de las violaciones de
derechos humanos en la cárcel y la pérdida de credibilidad de las guerras contra
el terrorismo” que EE. UU. lleva a cabo en el extranjero, según explica el
historiador y periodista IngoNiebel. Por eso, es probable que Obama deje este
asunto incluso para otro presidente.
Y el problema
se ve aun más grave ya que “Guantánamo es el símbolo de otras cárceles secretas
por todo el mundo”, donde EE. UU. mantiene a los presuntos terroristas,
recuerda Niebel.
El 'reino' de
las torturas
Los
representantes de la ONU revelaron que a los encarcelados les sacaban
información usando luces con excesivos brillos, sometiéndolos a condiciones de
extremos calor o frío y privándolos del sueño, entre otras prácticas. Estas
torturas y el polémico simulacro de ahogamiento llamado ‘waterboarding’ fueron
autorizadas por el entonces presidente Jorge W. Bush.
El ex
prisionero de Guantánamo, cuya culpabilidad nunca se comprobó, Murat Kurnaz,
cuenta: "Me dispararon con agua después de que viera algunas cosas. Vi
matar a alguna gente delante de mí. Algunos de ellos fueron golpeados en la
cabeza las suficientes veces como para matarlos. Otro estuvo colgado de una
cadena hasta que falleció".
"EE. UU.
ha ido progresivamente demostrando que cuando se trata de asuntos de seguridad
nacional poco le importa los derechos civiles de los individuos",
considera Wilfredo Amr Ruiz, analista de asuntos de Oriente Medio.
La paja en el
ojo ajeno
"A estas
alturas, EE. UU. podría abrir una universidad de hipocresía. Washington critica
a los gobiernos y los regímenes por todo el mundo por hacer exactamente lo
mismo que ellos hacen en los centros presidiarios clandestinos de la CIA o en
Guantánamo", sostiene Tom Parker, de Amnistía Internacional. EE. UU. no cesa en sus intentos de imponer la
democracia en otros países, iniciando guerras en Afganistán, Irak y Libia.
Y al
parecer, ahora busca influir en los asuntos internos de Siria e Irán. Pero aún
está muy lejos de reconocer sus acciones transgresoras.