Manuel Dorrego, de los que se ganan las jerarquías en
combate (no así los Pueyrredón)
Un día 12 de Enero, pero de 1812
se libró la Batalla de Nazareno
Nazareno – Provincia de Salta.-
Luego del combate de Sansana, librado el 16 de diciembre de 1811,
y para hacer frente a los realistas, ya reforzados, Pueyrredón envía a Díaz
Vélez nuevos efectivos, que, unidos a los que cuenta este jefe, suman la
cantidad de 860 hombres, 300 de ellos montados.
A esto hay que agregar 150 indios honderos, 5 piezas de artillería y
abundantes municiones. El general
Picoaga, al saber esto, trata de ganar tiempo, y para ello decide abrir
negociaciones de paz, utilizando como intermediario al marqués de Yavi, rico
propietario de la región, nacido en la misma, y futuro guerrero del ejército
patriota, al que se incorporará en ocasión de la batalla de Salta. El marqués, siguiendo una indicación de
Picoaga, escribe a Díaz Vélez para insinuarle que pueden entablarse
conversaciones, ya que el general Goyeneche vería tal cosa con complacencia.
Mas Díaz Vélez no se deja enredar fácilmente, y su respuesta es
evasiva y poco cordial. Decide entonces
adelantarse con su fuerza hasta la posta vieja de Cangrejos, adonde llega el 27
de diciembre. Allí se le hace saber que
el marqués se encuentra en la posta nueva, y que desea entrevistarlo. Díaz Vélez accede a ello, tomando medidas
para que el parlamentario enemigo no pueda apreciar el número de sus
efectivos. Las palabras del marqués de
Yavi no dejan de impresionar al jefe patriota, a quien le resulta grato oír
comentarios desfavorables para el virrey y Goyeneche, a la vez que entra a
considerar la conveniencia de entenderse con Picoaga, de quien el marqués hace
elogios. Díaz Vélez, sin dejar de
desconfiar, entra en el juego del marqués, y decide enviar dos representantes
para conferenciar con Picoaga.
Los emisarios elegidos son sus ayudantes Dorrego y Juan Escobar, y
tienen por misión exponer la exigencia de entregar las armas o, en su defecto,
rehenes que garanticen la buena fe realista.
Tan pronto como parten ambos oficiales, Díaz Vélez pasa a situarse
en Barrios, “donde me hallo –dice en el oficio que dirige a Pueyrredón para
informarle de las negociaciones- con el fin de tener más expeditas mis
operaciones al frente del enemigo y precaver sus insidias”. Allí se encuentra cuando regresa Dorrego, el
28 por la tarde, portador de una nota de Picoaga, en la que manifiesta su buena
disposición y anuncia el envío de dos oficiales. Estos se presentan en compañía del marqués,
pero las conversaciones, aparte de formulismos huecos, no prometen nada
concreto, pues los realistas esperan la contestación de su general en jefe,
Goyeneche.
Pero simultáneamente Díaz Vélez se entera de que el enemigo espera
refuerzos procedentes de Potosí. Esto,
unido a la desconfianza que le inspira Goyeneche, lleva los tratos a un punto
muerto, y los parlamentarios se retiran.
El jefe patriota decide adelantarse hasta Yavi esa misma noche
para impedir la reunión de las columnas enemigas, pero al llegar al campo
realista situado en esa hacienda, propiedad del marqués, encuentra que los
realistas han evacuado el lugar. El
propio marqués le informa que se han retirado esa misma noche, en dirección a Suipacha. Díaz Vélez destaca entonces algunas partidas
para descubrir posibles emboscadas en las inmediaciones. Otro grupo mayor, al mando e Dorrego, es
comisionado para tomar el camino utilizado por el enemigo en su fuga, que así
la denomina Díaz Vélez en el oficio citado.
Al regresar Dorrego de su comisión, informa a su jefe que el
enemigo, en efecto, se ha retirado en desbandada, y para confirmación de esta
noticia entrega cinco prisioneros rezagados, que ha tomado al perseguir a
algunos dispersos por la cuesta de Culebrillas, además de cuatro fusiles y
varios equipajes.
De inmediato se encarga a Dorrego una nueva comisión, poniendo a
sus órdenes 100 dragones mandados por el capitán Feliciano Hernández, para que
pique la retaguardia del enemigo hasta Mojo, o más adelante, si ello es
posible. A las 3 de la mañana del 30 de
diciembre de 1811 se pone en camino, mientras Díaz Vélez se dispone para
marchar al día siguiente, protegido por la vanguardia que comanda Manuel
Dorrego.
Con el movimiento de avance de los patriotas, eficazmente
secundados por las milicias de Güemes, y el de retroceso de los realistas,
ambas fuerzas llegan al río Suipacha. La
vanguardia al mando de Dorrego se posesiona del pueblo de Nazareno, a orillas
de dicho río, tras un tiroteo con el destacamento enemigo que lo ocupa. En esta ocasión Dorrego resulta herido por
vez primera, pues recibe un balazo en el brazo derecho y una contusión en el
pie izquierdo, retirándose momentáneamente del servicio.
Díaz Vélez, a pesar de hallarse en una posición desventajosa con
relación al enemigo, solicita a Pueyrredón la venia para atacar, obteniendo una
negativa. Ante un nuevo pedido, y contra
la opinión de Moldes, que renuncia para no verse complicado en un paso funesto,
a su entender, Pueyrredón accede. Díaz
Vélez realiza una junta de oficiales, en la que Dorrego se encuentra ausente
por su herida (1), y en ella se dispone la forma de atacar al enemigo, para lo
que hay que cruzar el río, muy crecido en esta época del año.
Cuando Dorrego se entera de las intenciones del jefe patriota,
olvida la herida recibida el día anterior y solicita el mando de la
vanguardia. Su jefe se lo niega, al ver
la debilidad originada por la pérdida de sangre, pero debe ceder ante la tenaz
insistencia. Así, Dorrego, al frente de
sus guerrillas, cruza el río precediendo a la caballería. Pero la suerte es adversa para las columnas
patriotas, que se ven dificultadas por una súbita creciente del río, lo que
causa tremenda confusión. El grueso de
las fuerzas queda así detenido, al tiempo que los cañones dejan de funcionar
por estar enterrados en el barro. Los
realistas aprovechan la situación para ametrallar a los atacantes desde una
arboleda. Se impone la retirada, mas eso
es también difícil. Se necesita un
hombre decidido que encabece el pelotón de caballería para sacarlo de su
comprometida posición. Dorrego lo hace,
infundiendo con sus gritos la energía que ya falta a esos hombres. Cuando está por finalizar la maniobra,
Dorrego, que no se cuida del peligro, es herido de un balazo en el cuello,
cayendo sin sentido. Los soldados lo
creen muerto, más él, reaccionando, les pide que no lo abandonen, y lo
transportan en la creencia de que con esto están complaciendo el deseo de un
moribundo.
Sus pocas fuerzas son empleadas para animar a los que pelean,
hasta que se lleva a cabo la retirada hacia Nazareno, donde Dorrego recibe las
primeras atenciones. Su conducta en la
batalla y la gravedad de su herida provocan elogiosos comentarios de sus
compañeros. Díaz Vélez, en el parte
fechado el día posterior al suceso, 13 de enero de 1812, se refiere
especialmente a su ayudante, diciendo, entre otras cosas: “Este digno oficial,
después de haber salido herido en el brazo derecho y contuso en un pie en la
guerrilla que tuvimos en aquel punto el día de nuestra llegada, de que di
cuenta a V. S., lleno de entusiasmo ejemplar y bizarría, fueron tantas las
instancias que me hizo para ir al ataque exigiendo le volviese al puesto de
comandante de guerrillas, que me vi obligado a otorgárselo; y así fue que su
resuelta bravura ha admirado nuestras tropas y aterrado al enemigo,
transmitiendo su fama a la generación más remota”.
La herida de Dorrego es de difícil curación. Por encontrarse en el cuello, le imposibilita
el tragar los alimentos, función que debe realizar por medio de un tubo de
plomo, con las consiguientes molestias.
Pero los cuidados y su juventud le permiten por fin recobrarse, quedando
sin embargo con la cabeza torcida para el resto de su vida.
Pueyrredón, en su carácter de general en jefe del ejército del
norte, redacta el parte de la batalla (también llamada “segunda batalla de
Suipacha”), con destino al gobierno. Es
importante su opinión con referencia a Dorrego, en cuya vida ha de desempeñar
un rol tan importante, dándole un rumbo imprevisto. Dice Pueyrredón en un párrafo de su oficio:
“El capitán don Manuel Dorrego, natural de Chile (sic) vino de esa capital y ha
servido en la vanguardia de este ejército sin sueldo ni gratificación alguna,
cuya circunstancia recomienda su persona.
Su valor lo ha distinguido de un modo singular, mereciendo la confianza
del general de la vanguardia para emplearlo en las acciones de mayor
riesgo. Este benemérito oficial, sin
embargo de hallarse con un brazo atravesado por una bala y contuso el pie en
una de las guerrillas anteriores, se presentó como por fuerza en la acción del
12 mandando una guerrilla que le fue encargada, y en ella fue atravesado por el
pescuezo por una bala de fusil que le rompió todo el esófago. Su curación ha sido prodigiosa y no lo es
menos el ardor en que está por restablecerse un tanto y volver al campo del honor. V. E. calculará su mérito y lo distinguirá
con el premio a que le encuentre acreedor”. (2)
Este oficial, a quien Pueyrredón supone chileno, no tiene aún
grado ni sueldo en el ejército, y todavía va a pasar un tiempo antes de que se
le otorgue la merecida jerarquía.
Las fuerzas patriotas permanecen durante un tiempo en Nazareno,
hasta que Pueyrredón ordena su repliegue al cuartel general, visto el refuerzo
recibido por los realistas con la incorporación del general Pío Tristán. Sin embargo, antes de abandonar el escenario
de su derrota, las fuerzas de Díaz Vélez sufren un nuevo contraste, esta vez el
17 de febrero, cuando una partida patriota es sorprendida en el río y sus
integrantes aprisionados. Los realistas
regresan a su campo, sin avanzar sobre los patriotas, temerosos de ser cortados
por las crecidas repentinas, pero Díaz Vélez dispone la inmediata retirada, en
procura de Humahuaca, para reincorporarse después al resto del ejército.
Mientras tanto, Dorrego se repone de sus heridas. El gobierno, sensible seguramente a los
informes que le llegan sobre su comportamiento, expide un decreto, con fecha 10
de marzo de 1812, por el que le confiere, por fin, el grado militar ganado con
su sangre. Por dicho decreto lo designa
teniente coronel, “con abono de los sueldos de capitán, desde que está en el
servicio, cuyo desempeño ha sido de la entera satisfacción de esta
superioridad”. Gracias a esta medida
Dorrego pierde su categoría de “oficial aventurero” para pasar a revistar
regularmente en el escalafón. En esta
resolución del triunvirato parece haber una reparación de la injusticia con que
Dorrego fuese tratado al incorporarse al ejército. Pero si en el momento de presentar su
solicitud pudo haberse dudado de sus méritos, ya que venía de Chile y era casi
un desconocido para el gobierno revolucionario, su conducta posterior lo redime
de suspicacias, y así lo ratifica el citado decreto, que saltea un grado del
escalafón en su beneficio
Referencias
(1) Sobre la presencia de Dorrego en esta junta existen dos
opiniones opuestas: la que consignamos pertenece a Saturnino Uteda, pero Carlos
Persons Horne afirma que Dorrego asiste a dicha reunión pese a encontrarse
herido.
(2) Carlos Parsons Horne.
Documento en el Museo Mitre.
Fuente
Efemérides – Patricios
de Vuelta de Obligado.
Sosa de Newton, Lily –
Dorrego – Ed. Plus Ultra, Buenos Aires (1967).
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