GO HOME
El
presidente Obama (e increíble Nóbel de la Paz) retiró el último contingente militar estadounidense de Irak,
aunque la presencia de unos 16 0000 norteamericanos en funciones diplomáticas,
de seguridad y en otras muchas otras, reflejan las influencias que todavía
pesarán sobre la plena soberanía de esa Nación islámica.
Según
Obama la historia juzgará el origen de por qué las tropas invasoras fueron a
Irak, pero según su juicio saldrán con “la cabeza alta”.
¿Habrá
que esperar que desaparezcan las presentes generaciones para arribar a las
conclusiones definitivas, gracias a los estudios enjundiosos de historiadores,
politólogos y filósofos, sobre un acto de guerra tan condenable como la
desatada por Hitler en la época de la Segunda Guerra Mundial?
¿Acaso
no ha quedado demostrado que las razones para invadir a Irak, se basaron en la
mentira inventada por W. Bush y sus compinches de que el gobierno de Saddam
Hussein poseía armas nucleares y mantenía una alianza con Al-Qaeda? ¿No produce
dolor e indignación que hijos del pueblo noble de los Estados Unidos, en vez de
participar en causas con fines más nobles, sean utilizados como conquistadores,
arrastrados por ideas sustentadas en las mentiras de gobernantes como W. Bush y
Cheney? ¿Por qué W. Bush y compañía sólo deban esperar el juicio de la
historia, cuando el juicio, según el derecho internacional, corresponde a un
tribunal internacional como el de Nüremberg?
Si ya
tenemos la certeza que, después de más de ocho años trascurridos desde marzo el
2003, al fin, se produjo el retiro de las últimas fuerzas militares de combate,
cuya cifra total fue de un millón y quinientos mil soldados, lo más importante
es definir si salieron victoriosas o derrotadas, si salieron con la cabeza alta
o, por el contrario, salieron con la moral por el suelo. Porque la victoria y
la derrota tienen matices diferentes cuando se somete los acontecimientos a un
análisis integral en que se desnuden todos los porqués habidos y por haber.
Creo, por lo tanto, que lo más importante a definir es cómo han salido las
tropas invasoras de los Estados Unidos y sus aliados desde que comenzaron la
retirada.
Salieron
derrotados. Pues el tiempo de la conquista no significará nunca la magnitud de
una victoria legítima. Bastará que el sentimiento de antipatía y odio de los
dominados sea generalizado, que exista conciencia sobre que los ocupantes han
ocasionado el exterminio y daños horribles a la población nativa, para que la
derrota sea evidente y real. Si bien se puede afirmar con absoluta certeza que salieron
derrotados, vale la pena profundizar sobre todo lo que lleva implícito ese cómo
llamado derrota.
A pesar
de su inmenso poderío y de haber provocado pérdidas cuantiosas y
desproporcionadas en vidas y recursos materiales de Irak, sólo las tropas
norteamericanas, militares y civiles, salieron con pérdida significativa en
vidas, unos 4 5000 muertos, junto con la caída de 318 soldados aliados. El luto
llega también, lamentablemente, al pueblo norteamericano multiplicado en muchos
más miles de padres, hijos, esposos y esposas, hermanos, parientes, amigos y
vecinos de los caídos. También llega el luto, en menor cuantía, a los pueblos
cuyos gobernantes decidieron acompañar a Bush en su nefasta aventura invasora.
Saldrán
las tropas invasoras anatematizadas por el genocidio practicado, que hoy se
calcula en más de 600 mil iraquíes muertos o en rangos de cientos de miles,
pues los estimados son imprecisos. Muchos invasores, vaya usted a saber
cuántos, salieron calificados como criminales de guerra de lesa humanidad,
aunque nunca el Tribunal Penal Internacional solicite la extradición para
juzgarlos ni se ocupe de este particular.
Salieron
como ejecutores de actos condenados por los pactos internacionales de derechos
humanos y del derecho humanitario. Asesinato, violaciones, torturas, irrespeto
y afrenta a las creencias, valores y dignidad de las personas y de las
nacionalidades, persecuciones, cacerías, secuestros, desapariciones,
exterminios, terrorismo, destrucción de hogares y ciudades.
Salieron
como entronizadores del terror, la ilegalidad y tropelías infinitas, incluyendo
secuestros internacionales, cárceles secretas y cárceles de nuevo tipo o
territorios amurallados, desconocimiento de los derechos de los detenidos y de
las normas de tratamiento justo y civilizado.
Salieron
como soldados que con sus botas violaron principios sagrados de los pueblos
como son la independencia, la soberanía, la autodeterminación y la paz,
cumpliendo los dictados de la potencia imperial que desató una guerra ilegal e
injustificable a pesar de la protesta del mundo y del propio pueblo
norteamericano.
Salieron
heridos físicamente: sin piernas, sin brazos, tuertos y ciegos, en fin, con
mutilaciones físicas diversas, pues se estima en 30 000 el número de heridos.
Salieron
traumatizados sicológicamente: ya sea con mentalidad de asesinos y
torturadores, con sentimientos de odio, de miedo, de terror, de desconfianza,
de culpa, de suicidio. En fin, salieron con penas del alma que durante sus
existencias quizás nunca sanarán. Padecerán de recuerdos y de pesadillas
horribles.
Salieron
con pérdida o modificación de valores humanos esenciales que quizás los lleve o
ya los han llevado a la autodestrucción (suicidio) y a la destrucción de sus
familias o de otros ciudadanos (homicidios individuales o colectivos). El
número de asesinatos cometidos por algunos de estos soldados y el de suicidios,
elevado con respecto a la norma, procedentes de estas tropas, son pruebas
irrefutables. Un artículo del diario The New York Times de agosto de 2010
reportaba que al menos 20% de los veteranos de guerra de Irak y Afganistán
(alrededor de 300 mil) mostraban síntomas de padecer el síndrome de estrés
postraumático, caracterizado por depresión, violencia, suicidios y
desadaptación social.
Salieron
con un sentimiento de haber sido engañados, de haber defendido intereses
espurios de una clase política y de un gobierno mediocre y estúpido, pero
criminal, de la inutilidad y de lo indefendible de la guerra librada.
Salieron
defraudados y con las vendas de la patriotería caídas, con el heroísmo y el
patriotismo herido, por la traición de sus propios gobernantes. Los
arrepentidos serán humanamente bien aventurados. Los fieles creyentes de las
conquistas imperiales, seguirán siendo una amenaza para el pueblo
norteamericano y la humanidad. El hecho de que el desempleo entre los
excombatientes sea actualmente de 11,1 % refleja que no siempre les ha tocado
el paraíso prometido a cambio del enrolamiento.
Salieron
acompañados de todas las mentiras propaladas por el gobierno norteamericano
sobre las causas determinantes de la guerra, sobre fantasiosos rescate de
soldados y heroínas, sobre supuesta muerte heroica en combate, sobre los shows
propagandísticos, sobre los miles lados claros y oscuros de la guerra y sus
consecuencias.
Salieron
con un récord absurdo de afectación económica para su país, que será culpa del
gobierno de los Estados Unidos. Los costos económicos ascenderán a
aproximadamente el billón de dólares, a fin de mantener los gastos diversos de
la guerra y todos los otros implícitos y, por supuesto, los derivados de la
corrupción galopante de todo tipo en que han participado funcionarios y
empresas ligadas a los servicios e intereses gubernamentales.
¿Cuánto
costará esta aventura destructora a la economía iraquí? ¿Cuánto le seguirá costando
en el futuro, pues ha llegado la hora de empezar a cobrar por parte de EE.UU?
Saldrán
como víctimas o victimarios del llamado “fuego amigo”, incluyendo a soldados y
hasta periodistas.
Saldrán
con decenas o cientos de desertores que tuvieron razones legítimas para no ser
partícipes de un crimen, y que más que condena merecen honra.
Salieron
con un sentimiento contrario y de condena de hombres y mujeres de todos los
pueblos del mundo, que en nombre de la paz y los principios que rigen en las
Naciones Unidas, se han opuesto desde el principio o en etapas posteriores a
esta guerra absurda que aplicó el terrorismo más ignominioso y brutal en nombre
de un supuesto y engañoso combate contra el terrorismo “made in USA”.
Salieron
repudiados, condenados, odiados, denunciados, castigados por sus actos y los
sufrimientos ocasionados al pueblo iraquí, en forma directa o indirecta. El
Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados calculó en 2010 que
un total de 4.5 millones de personas fueron desplazadas por la guerra. De
ellos, 1.7 millones se encuentran en otros países. Un informe de la ONU indica
que hasta septiembre de 2011 casi 50% de los iraquíes vivían en pobreza contra
17% en 2000. ¿Constituye esto una liberación por la cual deba festejarse y
celebrarse a bombos y platillos?
Pero, en
fin, sólo ellos individualmente, los soldados y oficiales, sabrán en lo más
íntimo de su ser cómo salieron realmente, según sus vivencias y valoraciones,
aunque jamás lo confiesen.
En
resumen, los invasores de Irak salieron desmoralizados y derrotados desde
cualquier punto de vista en que estos hechos sean analizados. Una vez más se
confirmará que los invasores no han tenido ni tendrán futuro, corresponda el
juicio al hoy o al mañana de la historia.