Como un nuevo “milagro
alemán” se está promocionando el último dato sobre el aumento del empleo en ese
país, según el cual en 2011 se crearon 535,000 empleos más que en 2010,
haciendo descender de esta forma la tasa de desempleo al 6.6% en 2011, la cifra
más baja desde 1990.
Algunos influyentes economistas neoliberales han comenzado a
interpretar este dato como una prueba fehaciente de la exitosa política
económica alemana y están señalando que éste, es el modelo de política laboral
que deben seguir tanto los países industrializados que enfrentan altas tasas de
desempleo (como España) como los países en desarrollo que necesiten aumentar la
inserción laboral de grupos específicos, como jóvenes y mujeres (como El
Salvador).
¿Cuál ha sido la receta económica responsable de este milagro?
Pues nada más ni nada menos que la institucionalización y generalización de la
precariedad laboral, bajo el eufemismo de la “flexibilización del mercado
laboral” (adaptación de los derechos y/o condiciones laborales a los
requerimientos de rentabilidad de corto plazo de las empresas.) y/o el de la
“transición laboral” (empleos temporales, de tiempo parcial y con salarios
inferiores al mínimo).
El ingrediente principal de esta receta económica en materia de
creación de empleos tiene un nombre: Mini Jobs (mini empleos).
Los mini empleos
son contratos temporales con un pago máximo de 400 euros mensuales (una tarifa
de cinco euros por hora y hasta 80 horas al mes) que están exentos del pago de
impuestos y que prevén contribuciones voluntarias del empleado/a a la seguridad
social y al fondo de pensiones. En 2011, la cobertura de los mini empleos fue
de más de 7, 3 millones de personas (25% de la Población Económicamente Activa
(PEA) ocupada, con una media salarial de 230 euros mensuales; muy por debajo del
salario promedio que se necesita para vivir con dignidad en una sociedad como
la alemana.
Se trata de una especie de “rebaja” en el costo de contratación
de la fuerza de trabajo, que tiene como contrapartida para las empresas, un
pago al Estado de apenas 120 euros por trabajador/a en concepto de contribución
patronal al fondo general de pensiones y de seguridad social. A cambio de este
pago, las empresas alemanas tienen el permiso del Estado para aumentar su
ganancia a costa de la pérdida de derechos laborales y de la dignidad de un
amplio segmento de la clase trabajadora, integrado principalmente por mujeres y
hombres jóvenes.
Dado el bajo salario promedio de los mini trabajos, para su
manutención, las personas con este tipo de contratos tienen que recurrir a la
ayuda de sus familias y/o a la ayuda para desempleados que ofrece el Estado,
conocida como el Hartz IV. El Estado complementa de esta forma la reproducción
de la fuerza de trabajo de estas personas y contribuye así con recursos
públicos a que las empresas puedan mantener y/o aumentar su tasa de ganancia.
Los mini empleos se encuentran entre los principales factores
que explican la persistencia de la pobreza y el aumento de la desigualdad en
Alemania.
Según un estudio de la Asociación de Asistencia Pública
Paritaria (Paritätischen Wohlfahrtsverband), dado a conocer el pasado 21 de
diciembre, a pesar de que la economía alemana mantiene su crecimiento económico
y ha reducido la tasa de desempleo, la pobreza en el país no desaparece y
parecer hacerse “anquilosado”. Uno de los hallazgos más sorprendentes de este
estudio es la constatación que la pobreza está aumentando en la zona
occidental, incluso en las regiones industrializadas que tienen las menores
tasas de desempleo. En Berlín, la tendencia a la alza es de un 13% en seis
años.
Y se calcula que uno de cada cinco berlineses necesita de la
ayuda social del Estado para vivir. Esto significa que en la actualidad el
19.2% de la población en la capital alemana estaría en esa zona de riesgo (“armutsgefährdet”)
de caer y/o vivir en la pobreza.
Junto a la pobreza, también la desigualdad económica ha crecido
de forma dramática en ese país. De acuerdo a un reciente informe de la OCD los
ingresos de las personas que tienen mejores sueldos han aumentado hasta ocho
veces más que las personas situadas en los niveles salariales más bajos, entre
quienes se encuentran las personas con mini empleos. En este estudio se
concluye que una de las razones de este desproporcionado aumento en la
desigualdad en la sociedad alemana obedece a que la población remunerada con el
sueldo mínimo ha crecido considerablemente, en parte, debido a que los
trabajadores están empleados menos horas. Textualmente se señala: “Hace dos
décadas un empleado promedio laboraba 1,000 horas al año en promedio… Al día de
hoy apenas alcanzan a contabilizar 900 horas laborales. Ello incide en la
polarización económica de la sociedad”.
Otro informe oficial denominado “Nuevas formas de igualdad de
oportunidades”, publicado en marzo de 2011 por el Ministerio Federal de Asuntos
de Familia, Tercera Edad, Mujer y Juventud, a diferencia de lo que se esperaba,
los mini empleos no están cumpliendo la función de ser un puente para lograr la
inserción laboral de las mujeres hacia el empleo permanente y a jornada
completa. Por el contrario, este informe advierte que las mujeres que acceden a
este tipo de contratos no están cotizando adecuadamente a su fondo de pensiones
y/o al fondo de seguridad social, por lo que en el futuro se verán obligadas a
solicitar prestaciones sociales no contributivas, es decir, a sobrevivir con
ayudas del Estado.
Como puede constatarse, el milagro alemán del crecimiento
económico y de la creación de empleos tiene un lado oscuro, que sus apologistas
se niegan a reconocer o que en otros casos lo admiten como inevitables “daños
colaterales” o lo justifican cínicamente con un “peor es nada”.
Las
organizaciones laborales y sociales de los países que se encuentran en la lista
de espera de reformas al mercado laboral, auspiciadas por el Fondo Monetario
Internacional (FMI) y/o el Banco Mundial (como El Salvador y Honduras), deben
estar atentas a estas nuevas modalidades de flexibilización laboral, en la
medida que representan una amenaza de mayor precariedad laboral para las
mujeres y los jóvenes, y porque tendrán el efecto de posponer todavía más la
vigencia y el ejercicio pleno de los derechos económicos, sociales y culturales
de la clase trabajadora.