Algunos
talibanes podrán establecer una oficina en Doha, ¿partirán
realmente todos los estadounidenses de Kabul?
La
hoja de ruta de la jugada final en Afganistán
Hubo un tiempo en el que preferían Dubai, su Meca
del contrabando. Ahora el destino preferido de los talibanes será Doha.
Por lo tanto los talibanes abrirán una oficina
política en Qatar para participar activamente en negociaciones “con la
comunidad internacional”, según el portavoz talibán Zabiullah Mujahid.
El presidente afgano Hamid Karzai quería que la
oficina estuviera en Turquía o en Arabia Saudí. El gobierno de Obama apretó
algunas tuercas y Karzai tuvo que aceptar Qatar. Basta de hablar de la
“soberanía” del hombre conocido informalmente como "el Alcalde de
Kabul".
La operación de Doha fue estrictamente un asunto de
“representantes” estadounidenses, alemanes, qataríes y talibanes. Doha fue
elegida específicamente por el gobierno de Obama. Fue obvio el concepto de una
recompensa a la sólida e incondicional cooperación de Qatar con la OTAN que, a
propósito, está perdiendo espectacularmente la guerra de Afganistán.
En un año electoral crucial, la Casa Blanca espera
poder acumular ahora algunos dividendos en política exterior al tentar a los
talibanes a sentarse a una mesa (¿tal vez un espléndido banquete de arroz
kabulí en el Ritz-Carlton?) ¿Pero cuál es la verdadera historia detrás de todo
el rollo político?
Trágate
esos drones, amigo
Como en todo lo que tiene que ver con AfPak, las
vanas ilusiones siguen siendo la ley vigente. Washington ha estado atiborrado
de rumores sobre “negociaciones secretas entre funcionarios estadounidenses y talibanes”.
No tan secretas después de todo. Washington quería
que los talibanes renunciaran a todo armamento. Los talibanes dijeron “no”.
Washington quería que los talibanes renunciaran a todo vínculo con al
Qaida -y en ese caso liberarían a los
presos talibanes de Guantánamo-, los talibanes dijeron “hablemos”.
Las ilusiones vanas también impregnan la noción de
que la oficina política de Doha aislará en algo a Pakistán de la dirigencia
talibán. Mullah Omar, como lo sabe cada grano de arena en el desierto baluchi,
vive en Quetta, sin que lo moleste la omnipresente vigilancia estadounidense.
A pesar de que no se consultó a Islamabad a la
oficina en Doha, Washington supone que el ISI paquistaní no está vigilando uno
de estos pasos como vigila permanentemente sus inflexibles conexiones
talibanes.
Previsiblemente, Teherán también recibió un desaire
de Washington. Los arquitectos de la estrategia de Doha deben de estar tan
fascinados por Tom Cruise escalando el Burj Dubar en el último episodio de
Misión Imposible como para llegar a creer que tanto Pakistán como Irán podrían
dejarse de lado en cualquier jugada final en Afganistán.
Los
talibanes abrirán una oficina en Qatar
Moscú –tampoco consultada– no acepta la estrategia
de Doha. Lo mismo vale para Pekín, como dice este artículo que cita a los
analistas afganos. Y mientras las relaciones entre EE.UU y Pakistán caen a
insondables profundidades por los repetidos errores de Washington, el portavoz
militar paquistaní, el general Athar Abbas, ya ha fijado la nueva rutina: “De
aquí en adelante queremos una relación muy formal, seria”.
“Se fijarán las líneas. Ya no existirá el mismo
curso libre del pasado, no más interpretación libre de las reglas. Queremos que
todo sea muy formal con límites acordados”.
Traducción: Washington se puede despedir de su
guerra de drones sobre las áreas tribales.
Y luego entra en juego la actual visita a China de
Ashfaq Karani, jefe del ejército de Pakistán, quien casi hasta ayer era un
favorito del Pentágono. Eso apunta a una estrategia íntimamente conectada entre
Pekín e Islamabad/Rawalpindi con respecto a los futuros eventos en Doha.
No
más Misión Impostor
Será fascinante ver la reacción de esos enviados
talibanes cuando se vean ante el (¿blasfemo?) Museo de Arte Islámico de Doha,
diseñado por IM Pei. ¿Pero quiénes son exactamente esas personas?
Bueno, por lo menos no podrán presentarse como
impostores, como el que mató al ícono político afgano Burhanuddin Rabbani en
septiembre de 2011 con una bomba suicida oculta en su turbante.
O el falso “negociador” talibán que se embolsó un
puñado de dólares de los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos
en 2010.
¿Pero qué pasa con el Supremo Líder, Mullah Omar?
No va a reservar un vuelo en Qatar Airways. Al
contrario, actuando según una de sus directivas, el domingo pasado los
talibanes afganos y paquistaníes formaron un consejo asesor Shura de cinco
miembros.
Su decisión clave: los talibanes paquistaníes no
seguirán combatiendo al ejército paquistaní, como han hecho en atentados
suicidas y secuestros en las áreas tribales. Concentrarán su poder de fuego en
las fuerzas ocupantes de EE.UU. y la OTAN en Afganistán.
El mensaje de Mullah Omar fue inequívoco:
“Transmitid mi mensaje a los talibanes paquistaníes de que han olvidado su
verdadero propósito, que es combatir a las fuerzas invasoras en Afganistán y
liberarlo de su ocupación”.
Solo un factor podría permitir que Mullah Omar
formara un frente unido AfPak para lanzar la enésima ofensiva de verano contra
EE.UU./OTAN: la promesa del ISI paquistaní a los talibanes paquistaníes de que
no los seguirá atacando, y que tampoco lo harán los drones de EE.UU.
De modo que si los talibanes unidos en AfPak se
preparan para resonar y controlar más tierra afgana en 2012 de la que ya controlan,
¿qué pasa con esos talibanes que se desplazan a Doha?
No existe una pista más clara de las intenciones de
los talibanes que una de sus declaraciones oficiales: “La posición del Emirato
Islámico de Afganistán ha sido desde el principio acabar con la invasión de
Afganistán y que se permita a los afganos que establezcan un gobierno islámico
de su propia elección que no represente un peligro para nadie”.
En lenguaje talibán, “no represente un peligro para
nadie” significa no más bases seguras de al Qaida en Afganistán. Es
aproximadamente todo lo que Washington obtendrá, si libera a los talibanes de
Guantánamo, claro está.
“Habéis olvidado vuestro verdadero propósito, que es
combatir a las fuerzas invasoras en Afganistán y liberarlo de su ocupación”
(Mullah Omar)
En cuanto a los talibanes que se desplazan a Doha,
serán los denominados “talibanes buenos”, un espejismo que Washington ha
mantenido durante años. La mayoría viven en Kabul protegidos por el minucioso
aparato de seguridad de Kasai fabricado en EE.UU.
Después de todo no existe un “Talibán” monolítico,
es una coalición de los dispuestos al estilo pastún.
La red Haqqani, por ejemplo, no volará a Doha. Por
otra parte la facción de Gulbuddin Hekmatyar –a través de su yerno– ya está
hablando con representantes de la OTAN en Kabul.
Y luego tenemos el fascinante caso del ex comandante
en jefe talibán: Mullah Mohammed Fazl.
¿Lo dejarán caer los estadounidenses en Kabul, o
directamente en Doha, desde Guantánamo? De carnicero de hazaras chiíes en
Afganistán a residente en Guantánamo y luego alto político islamista, es un
progreso profesional épico.
Eso, si Mullah Fazl está de vuelta, y es un gran
“si”. Ya se ha propagado una especie de pánico en Washington, como lo
demuestran las negativas en serie de que haya algún trato sobre la liberación
de prisioneros talibanes en Guantánamo.
El fin, querido amigo
Doha es un tiro a la desesperada. El gobierno de
Obama tenía que salir con algo; después de todo hay una cumbre de la OTAN en
Chicago en mayo próximo. La Eurozona implosiona. 2012 será un año de duro
malestar social en toda Europa Occidental. Sin embargo ya no existe un estómago
colectivo –por no hablar de billeteras– para el interminable cenagal AfPak.
Por lo menos el gobierno de Obama no ha cometido el
error estratégico monstruoso hasta la fecha –¿hay quién lleve la cuenta?– de
iniciar una guerra contra Pakistán.
En su apuesta por permanecer en el poder después de
noviembre de 2012, el gobierno de Obama sabe que Washington tendrá que irse en
2014.
El Pentágono desplazará literalmente el Hindu Kush
para mantener por lo menos algunas bases del Comando Conjunto de Operaciones
Especiales (JSOC) en el norte de Afganistán a fin de vigilar a China, Rusia e Irán;
es una parte crucial de la doctrina de Dominación de Espectro Completo.
Sin embargo, según cualquier medida posible, los
talibanes jamás permitirán puestos avanzados permanentes del Imperio de Bases
de EE.UU. Su concesión máxima es cortar los lazos con al Qaida.
La Organización de Cooperación de Shanghái (SCO)
quiere una solución afgana para el país, con la contribución de todos los
vecinos. Los principales miembros de la SCO, Rusia y China, así como los
observadores (en camino a convertirse en miembros plenos) Pakistán e Irán,
tampoco quieren bases de EE.UU.
Si la SCO se sale con la suya, significa la
despedida de la noción concebida por Washington de una Nueva Ruta de la Seda.
Hasta 2014, Washington todavía tendrá que enfrentar
las nuevas reglas de Islamabad para las líneas de aprovisionamiento de Karachi
a Chaman y al Paso Khyber, más las reglas de Moscú respecto a la Red de
Distribución del Norte (NDN). En ambos casos, lanzar bravatas es una opción
contraproducente para Washington.
Después de 2014 nadie sabe posiblemente lo que
sucederá. Ciertamente, el Ejército Nacional Afgano –en su mayoría tayikos–
controlará el norte de Afganistán, armado y financiado por EE.UU.
Es lo que ya se
ha presentado en Washington como si las tropas de EE.UU. adoptaran un
“rol asesor”, que ya comenzaría en 2013.
Los talibanes –en su abrumadora mayoría pastunes–
controlarán todo el arco de sudoeste a sudeste, contando con apoyo de Pakistán
y Arabia Saudí.
Pero a pesar de todo, el Pentágono sigue obsesionado
con mantener un ejército, por disminuido que sea, combatiendo a los talibanes
hasta… ¿la eternidad?
Lo que nos hace volver a Doha
El gobierno de Bush invadió Afganistán para remover
a los talibanes. Lo logró. Pero la misión –adivinad qué– no se cumplió. Los
talibanes realizaron un importante retorno. Ahora el gobierno de Obama los
invita más o menos a volver al poder.
Los partidarios de la línea dura en el Pentágono no
pueden vivir posiblemente con la idea de que Washington abandone Kabul para que
sea un remix de Saigón en 1975, con los helicópteros volando desde el tejado de
la embajada de EE.UU. El gobierno de Obama por lo menos quiere salvar la cara.
Practicantes de la Dominación de Espectro Completo quieren sus bases. No habrá
terminado hasta que vuele el último Hellfire en el Hindu Kush, no en la
agradable Doha.
Pepe Escobar es corresponsal itinerante de Asia
Times. Su último libro es: Obama Does Globalistan (Nimble Books, 2009).
Fuente:
http://www.aljazeera.com/indepth/opinion/2012/01/20121610014530356.html