Afganistán:
Lo verdaderamente deplorable
La publicación online de la semana pasada, de un video que muestra a
marines de EE.UU. en la provincia Helmand que orinan sobre cuerpos de
desconocidos afganos causó una rápida y generalizada condena del gobierno de
EE.UU. El secretario de Defensa Leon Panetta describió el video como
“extremadamente deplorable”.
La secretaria de Estado Hillary Clinton expresó su
“total consternación”, mientras el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general
del ejército Martin Dempsey, declaró que las acciones que se ven en el video
“no solo son ilegales sino contrarias a los valores de un militar profesional y
sirven para erosionar la reputación de nuestra fuerza conjunta”.
La reacción del establishment mediático estadounidense se hizo
eco ampliamente de los sentimientos oficiales. Como señaló Los Angeles Times en
su editorial, el video publicado era “decepcionante” y un “paso atrás” para
EE.UU. en Afganistán. [1]
Sin embargo, ahora cuando dos de los marines que se ven en el
video han sido identificados, se asegura a los sorprendidos estadounidenses que
se hará justicia. Se sacarán las manzanas podridas y se restaurarán la
disciplina y el honor de las fuerzas armadas. Todo el incidente, por lo tanto,
comenzará pronto a desaparecer de la conciencia popular estadounidense (si no
ha desaparecido ya), como si fuera botado por el agujero de la memoria. Es
decir, volvamos a la guerra.
La verdad, sin embargo, es que no se puede decir que el video
muestre algunas manzanas podridas. Más bien, el incidente es ilustrativo de un
sistema de militarismo imperial de EE.UU. podrido hasta la médula. Porque, por
despreciables que sean ciertamente los actos del video, de ninguna manera son
aberraciones.
Como salió a la luz el año pasado, los soldados estadounidenses
en Afganistán realmente han cazado a civiles afganos por deporte. Como informó
Rolling Stone con horribles detalles, el “equipo de asesinato” de EE.UU. no
solo asesinó a civiles, sino que además conservó como trofeos sus dedos
amputados, dientes y fragmentos de cráneos [2].
De forma mucho más sistémica, EE.UU. dispara hasta el presente
misiles Hellfire desde su creciente flota de drones Predator, sembrando el
terror y la muerte desde lo alto contra una cantidad desconocida de civiles
afganos y paquistaníes.
Y no olvidemos el escándalo de las torturas de Abu Ghraib en
Iraq. A pesar de que existe un número desconocido de atrocidades similares
cometidas en la red de sitios ocultos de EE.UU. y en prisiones secretas por
todo el globo.
Cabe señalar que una barbarie semejante de las fuerzas armadas
de EE.UU. no se ha limitado a los afganos. Solo el año pasado, dos soldados
chinos-estadounidenses de EE.UU. llegaron al suicidio mientras servían en
Afganistán por el acoso racista al que fueron sometidos por otros soldados del
ejército [3].
A pesar de todo, si nos concentramos en incidentes semejantes
–por numerosos y aborrecibles que sean– corremos riesgo de oscurecer los
crímenes mayores y más fundamentales que han ocurrido en la última década de la
“guerra contra el terror” de EE.UU. Como señaló el ex marine estadounidense
Ross Caputi, los crímenes mostrados en el último video clip palidecen en
comparación con atrocidades estadounidenses con muchas más consecuencias. Como
escribió Caputi, quien participó en el sitio de Faluya en Iraq en 2005, en The
Guardian:
Vi a marines robando de los bolsillos de combatientes de la
resistencia muertos y saqueando casas. He oído informes de primera mano de
marines que mutilaron cuerpos de muertos, de un marine que asesinó a un civil y
de otro que cortó la garganta de una cría… Mi conducta y la de otros en mi
unidad fueron indignas, como la de esos marines que orinaron sobre cadáveres
[4].
Ciertamente podemos extrapolar aún más, del sitio de Faluya a
las guerras en conjunto en Afganistán e Iraq. Hay que recordar que ambas se
lanzaron al convertir en un acto de guerra los actos criminales del 11 de
septiembre de 2001. Esa declaración de guerra se aprovechó después sin que se
notara la diferencia en la alimentación del insaciable complejo
militar-industrial de EE.UU., realizando objetivos geopolíticos estratégicos
existentes desde hace tiempo.
Orinar sobre cadáveres, por lo tanto, solo es un subproducto de
esa decisión calculada de recurrir a la guerra. Después de todo, en la guerra
se llega a deshumanizar a los enemigos. Como señaló Sebastian Junger en el
Washington Post:
Es posible que como sociedad nos disguste ver a los marines
estadounidenses orinando sobre combatientes talibanes muertos (en realidad no
se sabe si los que aparecen en el video eran combatientes talibanes o civiles),
pero nos quedamos extrañamente impertérritos ante el hecho de que,
presumiblemente, esos mismos marines acababan de descargar proyectiles de alto
calibre en los cuerpos de los combatientes. Los soldados estadounidenses no se
quedan ciegos ante esa ironía. Tienen muy claro que la sociedad los entrena
para matar, les ordena que maten y luego niega cualquier cosa que sugiera que
han deshumanizado al enemigo que han matado [5].
Por cierto, en un conflicto –a pesar de las afirmaciones de
civilidad y profesionalismo que surgen de los responsables militares de EE.UU.,
el sadismo no solo aparece amenazadoramente, sino que realmente prolifera. Como
escribe Chris Hedges en su libro War is the Force Which Gives Us Meaning [La
guerra es la fuerza que nos da sentido], en la guerra “los que abandonaron su
humanidad, traicionaron a sus vecinos y amigos, dieron la espalda a su familia,
robaron, engañaron, mataron y pisotearon a débiles y enfermos son a menudo los
que salieron con vida”.
No dejemos, por lo tanto, que nos engañe la bufonesca
demostración de indignación de los funcionarios estadounidenses por la
profanación de los afganos muertos.
Porque su disgusto de falsa moral proviene
solo del temor a las malas reacciones públicas que probablemente cause la
presentación de algo semejante. Su verdadera intranquilidad, que no quepa duda
al respecto, tiene que ver con el hecho de que escenas semejantes puedan
afectar al esfuerzo bélico, es decir, a su continuo saqueo y matanza del pueblo
afgano. Y esto es lo que debería considerarse terriblemente deplorable.
Ben
Schreiner
Asia Times
Online,
Ben Schreiner es un escritor
independiente que vive en Salem, Oregón, EE.UU.
Fuente: http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/NA18Df01.html