El drone que cayó
del cielo
Por Nick Turse
Historiador, ensayista, periodista de investigación, editor
asociado de Tomdispatch.com y actualmente es también profesor en el Instituto
Radcliffe de la Universidad de Harvard. Su libro más reciente es: The Case
for Withdrawal from Afghanistan (Verso Books). Tambien es autor de The Complex:
How the Military Invades Our Everyday Lives. Puede seguirlo em Twitter @NickTurse, en Tumblr, y en
Facebook. Su sitio en la web es NickTurse.com.
El drone había estado en el aire durante unas cinco horas
antes de que el control de la misión notara que algo andaba mal. La temperatura
del aceite en el turbocompresor del avión, notaron, había llegado al nivel
“preventivo”.
Una hora después iba peor, y seguía subiendo con el paso de los
minutos. Mientras el personal revisaba desesperado su lista de control de
“sobrecalentamiento del motor”, tratando de descubrir el problema, la
temperatura del aceite del motor también comenzó a subir rápidamente.
A esta altura, tenía ante sí una emergencia en vuelo hecha
y derecha. “Todavía tenemos control del motor, pero la falla del mismo es
inminente”, anunció el piloto por la radio. Casi dos horas después de las
primeras señales de problemas, el motor se detuvo. Volando a 217 metros por
minuto, el drone rompió una cerca antes de desplomarse.
El país de los drones perdidos
En estos días parece que los cielos están llenos de drones
que caen. La caída más publicitada llegó a los titulares cuando Irán anunció
que sus militares habían tomado posesión de una avanzada nave espía a control
remoto, supuestamente un RQ-170 Sentinel.
Abundan las preguntas sobre cómo llegaron los iraníes a
capturar uno de los equipos más sofisticados de los militares de EE.UU. Irán
afirmó primero que sus fuerzas habían derribado el drone después de que éste
“violó brevemente” el espacio aéreo oriental del país cerca de la frontera
afgana. Más tarde, la República Islámica insistió en que el vehículo aéreo sin
tripulación había penetrado 241 kilómetros antes de ser abatido por un
sofisticado ataque cibernético. Y hace solo algunos días, un ingeniero iraní
presentó una explicación más detallada, pero aún no corroborada, de cómo un
ataque de hackeo secuestró el avión.
Por su parte, EE.UU. afirmó inicialmente que sus fuerzas
armadas habían perdido el drone mientras estaba en misión en Afganistán
occidental. Más adelante, funcionarios no identificados admitieron que de hecho
la CIA había estado realizando una operación clandestina de espionaje sobre
Irán.
La caída del drone del principio de este artículo tuvo
lugar en Afganistán -en Kandahar, para ser preciso- en mayo de este año. No se
informó en aquel entonces y tuvo que ver no con un impecable RQ-170 Sentinel
con alas de murciélago, sino con el más antiguo y macizo, aunque más famoso,
MQ-1 Predator, una máquina cazadora/asesina -más bien un caballo de tiro- de la
guerra afgana y de la campaña de asesinatos de la CIA, por medio de drones, en
las áreas tribales fronterizas de Pakistán.
Un documento que detalla una investigación de esa caída del
Predator por la Fuerza Aérea de EE.UU., examinado por TomDispatch, arroja luz
sobre el ciclo de vida y los defectos de los drones -todo lo que puede ir mal
en operaciones aéreas sin tripulación- así como el tenebroso sistema de bases y
unidades esparcidas por todo el globo que mantienen constantemente en el aire
esos drones mientras EE.UU. depende cada vez más de la guerra por control
remoto.
Ese informe e impresionantes nuevas estadísticas obtenidas
de los militares ayudan a comprender mejor los defectos poco examinados de la
tecnología de los drones. También recuerdan que los periodistas no van más allá
del sobrecogimiento cuando se trata de guerra de alta tecnología y de las
últimas armas milagrosas de EE.UU. -su curiosa incapacidad de examinar las
agudas limitaciones el hombre y la máquina que pueden hacer que incluso la
tecnología militar más avanzada se desplome a tierra.
Juego de números
Según estadísticas proporcionadas a TomDispatch por la Fuerza
Aérea, los Predators han volado la mayor parte de las horas en las guerras de
drones de EE.UU. Hasta el 1 de octubre, los MQ-1 habían pasado más de 1 millón
de horas en el aire, 965.000 de ellas en “combate”, desde que fueron
introducidos al servicio militar. El más nuevo, más fuertemente armado, MQ-9
Reaper, en comparación, ha volado 215.000 horas, 180.000 de ellas en combate.
(La Fuerza Aérea se niega a revelar información sobre la carga de trabajo del
R-170 Sentinel.) Y estas cifras siguen aumentando. Solo este año, los Predator
han registrado 228.000 horas de vuelo en comparación con 190.000 en 2010.
Un análisis de datos oficiales de la Fuerza Aérea realizado
por TomDispatch indica que sus drones se estrellaron de manera espectacular no
menos de 13 veces en 2011, incluida esa caída del 5 de mayo en Kandahar.
Cerca de la mitad de esos incidentes, cuyo resultado fue en
todos los casos la pérdida de un avión o el daño a la propiedad de 2 millones
de dólares o más, ocurrió en Afganistán o en la pequeña nación africana de
Yibuti, que sirve de base a los drones involucrados en las guerras secretas de
EE.UU. en Somalia y Yemen. Todos, menos dos, de esos incidentes tuvieron que
ver con el modelo MQ-1, y cuatro de ellos tuvieron lugar en mayo.
En 2010, hubo siete grandes percances de drones, todos,
menos uno, relacionados con Predators; en 2009, fueron 11. En otras palabras,
ha habido 31 pérdidas de drones en tres años, y al parecer ninguno fue
derribado. Todos cayeron hacia el planeta por su propio problema mecánico o
gracias a error humano.
Otras caídas publicitadas de drones no están incluidas en
la estadística de accidentes importantes de la Fuerza Aérea en este año, como
un helicóptero a control remoto de la Armada que cayó en Libia en junio y un
vehículo aéreo sin tripulación cuya cámara fue supuestamente recuperada por
insurgentes afganos después de una caída en agosto, así como la pérdida el 4 de
diciembre del RQ-180 en Irán y una caída aún más reciente de un MQ-9 en las
Seychelles.
Esfuerzo de grupo
EE.UU. realiza actualmente su guerra de drones desde 60 o
más bases repartidas por todo el globo. Varían desde sitios en el sudoeste de
EE.UU. con filas de tráileres desde los cuales los pilotos de drones “pilotan”
esos aviones utilizando ordenadores, a otros mucho más cercanos al campo de
batalla donde otros pilotos -sentados frente a un equipo semejante, que incluye
múltiples monitores de ordenador, teclados, un joystick, un throttle, un
rollerball, un ratón, y varios interruptores- lanzan y hacen aterrizar a los
drones. En otras bases, los candidatos a pilotos de drones son entrenados en
simuladores y los propios aviones se prueban antes de enviarlos a distantes
campos de batalla.
El accidente del Predator del 5 de mayo a casi media milla
de una pista de aterrizaje del Aeropuerto de Kandahar recuerda hasta qué punto
las operaciones de drones se han hecho confusas, con múltiples unidades y bases
que tienen un rol en una sola misión.
Ese drone Predator, por ejemplo, dependía del Tercer
Escuadrón de Operaciones Especiales, que opera desde la Base Cannon de la Fuerza
Aérea en Nuevo México, y forma parte últimamente del Comando de Operaciones
Especiales de la Fuerza Aérea en Hurlburt Field, Florida. Cuando se estrelló,
estaba conducido por un piloto dentro del país del 62 Escuadrón Expedicionario
en el Aeropuerto Kandahar, cuya unidad supervisora, el 18 Escuadrón de
Reconocimiento, tiene su sede en la Base Creech de la Fuerza Aérea en Nevada,
zona cero de las operaciones de drones de los militares. El operador que
manejaba los sensores en el drone, por otra parte, era miembro de la Guardia
Nacional Aérea de Texas basado en Ellington Field en Texas.
El tramo final de esa misión destinada al fracaso -de apoyo
a las fuerzas de elite de operaciones especiales- debía ser realizado por un
piloto que había estado operando Predators durante 10 meses y había pilotado
drones alrededor de 51 horas durante los 90 días anteriores. Con menos de 400
horas de experiencia en total, era considerado “inexperto” según los estándares
de la Fuerza Aérea y, durante su entrenamiento en el despegue y la recuperación
de drones, había fallado en dos sesiones de simulador y un ejercicio de vuelo.
Sin embargo, había sobresalido en lo académico, habís pasado sus evaluaciones,
y se le consideraba un piloto cualificado de MQ-1, aprobado para vuelos sin
supervisión.
Su operador de sensores había sido cualificado por la
Fuerza Aérea durante la mejor parte de dos años, con calificaciones promedio o
sobre el promedio en evaluaciones de rendimiento. Después de haber “volado” un
total de 677 horas -casi 50 en los 90 días antes del accidente- se le
consideraba “experimentado”.
El hecho de que el dúo haya estado controlando un drone de
operaciones especiales destaca la cada vez más fuerte y simbiótica relación
entre las dos formas recientemente crecientes de guerra de EE.UU.: incursiones
de pequeños equipos de fuerzas de elite y ataques de robots a control remoto.
Vida y muerte de drones estadounidenses
Durante la investigación posterior al accidente, se
determinó que el personal en tierra en Afganistán había estado utilizando
regularmente un método no autorizado de drenaje del líquido de refrigeración
del motor, aunque no quedó claro si eso contribuyó al accidente. Los documentos
de la investigación indican además que el motor del drone tenía 851 horas de
vuelo y por lo tanto se acercaba al fin. (La vida operativa del motor de un
drone Predator se supone de unas 1.080 horas).
Después del accidente, el motor se envió a la instalación
de pruebas de California, donde los técnicos de General Atomics, fabricante del
Predator, realizó una investigación forense. Se descubrió que un
sobrecalentamiento significativo había combado y deformado la maquinaria.
Finalmente, la Fuerza Aérea dictaminó que un mal
funcionamiento del sistema de enfriamiento había llevado a la falla del motor.
Un investigador del accidente también concluyó que el piloto no había realizado
los procedimientos apropiados después de la falla del motor, llevando a que la
nave se estrellara poco antes de la pista de aterrizaje, dañando ligeramente la
cerca del perímetro de la Base Aérea de Kandahar, y destruyendo el drone.
La conclusión clara a la que llegaron los investigadores en
este accidente contrasta fuertemente con la falta de claridad sobre lo que
ocurrió con el drone avanzado que ahora está en manos iraníes. Si este último
se estrelló gracias a mal funcionamiento, fue derribado, descendido por un
ciber-ataque o si terminó en el suelo por alguna otra razón completamente
diferente, su pérdida y la del drone de operaciones especiales recuerdan hasta
qué punto los militares de EE.UU. han llegado a depender de aviones robot de
alta tecnología cuyos grandes accidentes exceden ahora los de aviones de ala
fija mucho más costosos. (En 2011 hubo 10 grandes incidentes aéreos con
semejantes aviones de la Fuerza Aérea).
Guerra de robots en 2012 y en el futuro
El que no se haya logrado la victoria en Iraq y Afganistán,
en comparación con un éxito aparente en la guerra libia -librada
significativamente mediante poder aéreo incluyendo drones- ha convencido a
muchos en las fuerzas armadas de que no abandonen las guerras en el extranjero,
sino también su enfoque. Las ocupaciones a largo plazo con la participación de
miles de soldados y el uso de tácticas de contrainsurgencia serán permutadas
por drones y operaciones de fuerzas especiales.
Los aviones pilotados por control remoto han sido
pregonados regularmente, en la prensa y por los militares, como armas
milagrosas, de la misma manera que, no hace tanto tiempo, se promovían las
tácticas de contrainsurgencia como un elixir del fracaso militar. Como
anteriormente el avión, el tanque y las armas nucleares, el drone se ha
pregonado como un elemento decisivo, destinado a cambiar la esencia misma de la
guerra.
En cambio, como los otros, ha demostrado cada vez más que
no es un arma determinante, con vulnerabilidades ordinarias. Su tecnología es
falible y sus esfuerzos a menudo han sido contraproducentes en los últimos
años. Por ejemplo, la incapacidad de los pilotos que contemplan los monitores
de los ordenadores al otro lado del planeta para discriminar entre combatientes
armados y civiles inocentes ha resultado un problema continuo en las
operaciones de drones militares, mientras que se considera que el programa de
asesinato de juez-jurado-verdugo de la CIA entra en conflicto con el derecho
internacional y, en el caso de Pakistán, enajena a toda la población. El drone
cada vez se parece menos a un arma victoriosa que una máquina de generar
oposición y enemigos.
Además, a medida que aumentan año tras año las horas de
vuelo, las vulnerabilidades de las misiones a control remoto salen regularmente
a la luz. Han incluido el hackeo de información vídeo de drones, un virulento
virus informático que afecta a la flota sin tripulación de la Fuerza Aérea,
porcentajes elevados de pilotos de drones que sufren de “alto estrés
operacional”, un aumento de la cantidad de accidentes, y la posibilidad de
secuestros iraníes de drones.
Aunque errores humanos y mecánicos son inherentes en la
operación de todo tipo de maquinaria, pocos comentaristas han concentrado una
atención significativa sobre todo el espectro de fallas y limitaciones de los
drones. Durante más de una década, los aviones a control remoto han sido el
sostén principal de las operaciones militares de EE.UU. y el ritmo de
operaciones de drones sigue aumentando todos los años, pero relativamente poco
ha sido escrito sobre los defectos de los drones o los límites y peligros de
las operaciones de drones.
Es posible que la Fuerza Aérea esté comenzando a
preocuparse por cuándo habrá un cambio al respecto. Después de años de conducir
regularmente a periodistas por las operaciones de drones en la Base Creech de
la Fuerza Aérea para recibir un torrente de publicidad brillante, incluso
impresionante, sobre las glorias de los drones y los pilotos de drones, este
año, sin explicación alguna, se cerró el acceso de la prensa al programa, y se
ocultó en la sombra la guerra robótica.
Las recientes pérdidas del robot Sentinel del Pentágono en
Irán, del Reaper en las Seychelles, y del Predator en Kandahar, sin embargo,
abren una ventana en la cual un futuro en el cual los cielos del globo estén
repletos de drones puede ser mucho menos maravilloso de lo que se ha hecho
creer a los estadounidenses.
Es posible que EE.UU. se esté basando en una flota
de robots con alas de barro.