2012
El año 2012 ha llegado con todo tipo de augurios, incluyendo los
apocalípticos. El renombrado astrofísico Stephen Hawking recién pronostica que
hemos entrado en “un periodo crecientemente peligroso de nuestra historia”.
Según el Premio Nobel de Física, tanto el exponencial crecimiento poblacional
así como el uso indiscriminado de los recursos finitos del planeta, combinado
con lo que califica como “nuestro código genético” mayormente egoísta y
agresivo, hará casi imposible que se pueda evitar un desastre planetario en los
próximos cien años. Si bien ha crecido nuestra capacidad tecnológica para
cambiar estas circunstancias para bien, no percibe la voluntad humana que sería
necesaria para salvar a la humanidad y a la Tierra. De ahí que, según Hawking,
la única posibilidad de supervivencia humana en el largo plazo es poblar el
espacio. De ahí que la exploración espacial constituye para éste el más urgente
reto para la humanidad.
Por otra parte, en su más reciente reflexión, del 8 de enero de
2012, titulada La marcha hacia el abismo, Fidel Castro Ruz señala: “No es
cuestión de optimismo o pesimismo, saber o ignorar cosas elementales, ser
responsables o no de los acontecimientos. Los que pretenden considerarse
políticos debieran ser lanzados al basurero de la historia cuando, como es
norma, en esa actividad ignoran todo o casi todo lo que se relaciona con ella.”
El líder histórico de la Revolución cubana dice no interesarle
hablar de “los que a lo largo de varios milenios convirtieron los asuntos
públicos en instrumentos de poder y riquezas para las clases privilegiadas,
actividad en la que verdaderos récords de crueldad han sido impuestos durante
los últimos ocho o diez mil años sobre los que se tienen vestigios ciertos de
la conducta social de nuestra especie”. Eso sí, procura definitivamente
situarse “en el punto de partida actual de nuestra especie para hablar de la
marcha hacia el abismo”.
“Podría incluso hablar de una marcha ‘inexorable’ y estaría
seguramente más cerca de la realidad. La idea de un juicio final está implícita
en las doctrinas religiosas más extendidas entre los habitantes del planeta,
sin que nadie las califique por ello de pesimistas. Considero, por el
contrario, deber elemental de todas las personas serias y cuerdas, que son
millones, luchar para posponer y, tal vez impedir, ese dramático y cercano
acontecimiento en el mundo actual”, afirma el ex presidente cubano.
Según éste, son dos los peligros que amenazan decisivamente a la
humanidad: la guerra nuclear y el cambio climático, los cuales están “cada vez
más lejos de aproximarse a una solución”. Y asegura: “Ninguna otra época de la
historia del hombre conoció los actuales peligros que afronta la humanidad”.
Ahora bien, si la dialéctica histórica del peregrinar
interminable de los humanos nos ha revelado algo es que constituye una rebelión
sin fin contra una realidad incompleta, con elementos tanto negativos como
positivos. Frente a ésta, como siempre, sólo nos cabe encarar sus
contradicciones, combatiendo lo negativo y afirmando lo positivo. La dialéctica
tiene que ser la consciencia consecuente de este devenir contradictorio para
abrirle paso a un nuevo tiempo histórico que está en trance de ser o, al menos,
que anida en potencia dentro del actual.
Los mayas dirían que andamos hace ya por lo menos dos decenios
en el tiempo del no-tiempo, un periodo en que la humanidad se ha visto forzada
a pasar por grandes conflictos y cambios con sus correlativos aprendizajes. Con
el 2012 las transformaciones, tanto negativas como positivas, representarán la
necesidad y la posibilidad de un quiebre civilizatorio. Es antesala de una
nueva era que pone sobre el tapete la oportunidad para que el ser humano se
enfrente con sus miedos y contradicciones, en particular aquellas relativas a
sus relaciones antagónicas con sus semejantes y con la naturaleza.
Las tan mentadas profecías mayas tratan, en última instancia,
acerca del proceso de perfeccionamiento del ser humano. Son advertencias acerca
de ciertas tendencias humanas y sociales sobre las que tenemos que tomar
conciencia para evitar lo negativo y potenciar lo positivo contenido en éstas.
Queda claro que el ser humano decide en última instancia su destino, lo que se
evidencia con más fuerza en estas épocas de quiebre del tiempo histórico y las
transformaciones que le acompañan, las cuales deberán impactar formas de
sentir, pensar, producir y hacer justicia. Ello deberá ser parte de una nueva
conciencia colectiva acerca de lo común.
Sobre lo anterior se refirió el conocido filósofo mexicano Luis
Villoro en una misiva que le envió al subcomandante Marcos con motivo del 18
aniversario de la insurgencia zapatista precisamente en la tierra maya de
Chiapas, cuando afirmó su esperanza en que “las profecías mayas nos sorprendan
de forma positiva”.
En lo personal me llama la atención esa co-incidencia entre el
sentido cosmológico de los mayas antes enunciado y ese hecho histórico
singular, la insurrección zapatista iniciada el 1 de enero de 1994, como
negación dialéctica de la profundización de la destructiva agenda neoliberal
que por medio de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte (TLCAN) caía con todo su peso recolonizador sobre los pueblos de
México, como primer paso hacia la recolonización de toda la América nuestra. La
rebelión zapatista fue el primer aldabonazo para iniciar la marcha hacia la
refundación del tiempo histórico, convenientemente decretado muerto por los
neoliberales, algo así como la entrada a una especie de no-tiempo histórico.
Los zapatistas emplazaron la legitimidad de todo un sistema
político y económico que apenas guardaba las apariencias con su corruptela e
irregularidades rampantes. Incluso, impugnaron el pensamiento débil y
conciliador asumido por la izquierda en general, la cual para todos los efectos
había desechado como irrealizable toda aspiración a otro mundo más allá del
construido por el liberalismo político y económico burgués. Proponen la
construcción de un nuevo poder, desde abajo, desde los cimentos mismos de la
sociedad, que es donde se producen, reproducen o transforman realmente las
relaciones de poder, para hacerlas relaciones autodeterminadas basadas en la
libertad. Sólo así se puede potenciar un verdadero cambio sistémico y
civilizatorio, como mandan las circunstancias. Rechazan, como ilusoria, toda
vía de cambio basada en la toma del poder para administrar al Estado burgués,
pues la experiencia histórica demuestra que responde a una forma política y
jurídica subsumida ineludiblemente bajo las lógicas del capital y existe para
su reproducción ampliada y permanente. En ese sentido, hay que trascenderlo.
Es así como el pasado 26 de diciembre, el distinguido sociólogo
mexicano Pablo González Casanova, envió una comunicación a un seminario
internacional “Planeta tierra: movimientos antisistémicos”, reunido en la
chiapaneca San Cristóbal de las Casas, en la que expresó que “cada vez más y
serán cada vez más quienes en el mundo entero luchen por lo que en 1994 sólo
parecía una ‘rebelión indígena postmoderna’ y que en realidad es el principio
de una movilización humana considerablemente mejor preparada para lograr la
libertad, la justicia y la democracia.”
“El movimiento mundial de los indignados de la Tierra comenzó en
la Lacandona”, señala González Casanova. Añadió que estos movimientos
“coinciden en que la solución es esa democracia de todos para todos y con todos
que no se delega, y que algunos llaman socialismo democrático o socialismo del
siglo XXI y otros nomás democracia, y que es eso, y mucho más, pues es una
nueva forma de relacionarse con la tierra y con los seres humanos, una nueva
forma de organizar la vida”.
Por su parte, el sociólogo y jurista portugués Boaventura de
Sousa Santos sostuvo en dicho seminario internacional: “El zapatismo es una
ventana de lo que puede ser este cambio, lo único que puede salvar a la
humanidad”. El también impulsor del Foro Social Mundial (FSM) reconoció que los
zapatistas “nos enseñaron otra manera de mirar el mundo; rompieron con la
ortodoxia marxista valiéndose de un discurso, una semántica y unas ideas novedosas;
nos enseñaron una nueva lógica organizativa que tuvo una influencia fundamental
en todo el mundo”.
Nos adentraron así en el corazón del nuevo tiempo.
Carlos Rivera Lugo
Catedrático de Filosofía y Teoría
del Derecho y del Estado en la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, en
Mayagüez, Puerto Rico. Es, además, miembro de la Junta de Directores y
colaborador permanente del semanario puertorriqueño “Claridad”.