Televisión
E d u a r d o G a l e a n o
En los veranos, la televisión uruguaya dedica largos programas a
Punta del Este.
Más interesadas en las cosas que en la gente, las cámaras llegan
al éxtasis cuando exhiben las casas de los ricos en vacaciones.
Estas mansiones ostentosas se parecen a los mausoleos de mármol
y bronce en el cementerio de La Recoleta, que es la Punta del Este de después.
Por la pantalla desfilan los elegidos y sus símbolos de poder.
El sistema, que edifica la pirámide social eligiendo al revés,
recompensa a poca gente.
He aquí a los premiados: son los usureros de buenas unas y los
mercaderes de buenos dientes, los políticos de creciente nariz y los doctores
de espaldas de goma.
La televisión se propone adular a los que mandan en el río de la
Plata, pero sin quererlo cumple una ejemplar función educativa: nos muestra las
altas cumbres y en ellas delata la tilinguería y el mal gusto de los
triunfantes cazadores de dinero.
Debajo de la aparente estupidez, hay verdadera estupidez.