A propósito de un amplio debate que se
generó en las redes sociales cuando el conductor argentino de programas de la
farándula, Jorge Rial, se mostró en un teatro con una remera que hace alegoría
a la bandera británica.
Rial junto a los “Gungas
Din” aguateros
En la edición del 18 de septiembre de 1998 del
periódico mexicano El Financiero, Francisco Helguera Ramírez cita aquella
sentencia de Kipling que, gracias a Dios, Ghandi nunca tomó en serio: "La
responsabilidad de gobernar a la India fue puesta por el inescrutable destino
sobre los hombros de la raza británica".
Aquellos años de trajes de lino blanco y Martini seco
en el Bombay Yatch Club dejaron su huella de héroes en la literatura y el cine.
Gunga Din, dirigida por George Stevens en 1939, con guión adaptado por William
Faulkner y basada en un poema de Kipling, es uno de los clásicos de esa época:
cuenta la historia de tres sargentos del ejército colonial, Cutter, Mac Chesney
y Ballantine (interpretados por Cary Grant, Víctor McLaglen y Douglas Fairbanks
Jr.) que son enviados en misión especial a la selva para descubrir las causas
de una extraña interrupción de las comunicaciones telegráficas.
Allí se enfrentan con los temibles "tags",
que no eran otros que los mismos hindúes luchando por liberar a su país pero, a
efectos cinematográficos, aparecen como una secta de asesinos depravados,
adoradores de la diosa Kali.
El personaje que da título al film, Gunga Din, es el
aguatero de la expedición, interpretado por Sam Jaffe. Helgueras lo describe
como "el aguador nativo de las tropas coloniales, de patético servilismo,
cuya máxima ambición era ser considerado 'uno de ellos'.
El personaje era moreno oscuro, delgado, bajito, de
nariz ganchuda".
Gunga Din daría su vida —en verdad, dará su vida— por
su sueño de ser inglés.
Gunga muere heroicamente, tocando la trompeta para
prevenir a los blancos de una emboscada, en una escena que treinta años después
satirizó Peter Sellers en La fiesta inolvidable. Por supuesto, Gunga logra,
post mortem, cumplir con sus desvelos: las tropas lo declaran "de los de
acá", debido a los servicios prestados a su Graciosa Majestad.
Nadie podría afirmar con seriedad que el Complejo de
Gunga Din se ha sufrido solamente en la Argentina, pero es innegable que, a lo
largo de nuestra historia, hemos estado plagados de aguateros que soñaban con
ser ingleses.
La siguiente frase del vicepresidente argentino Julio
Roca (hijo) en medio de una negociación con sir Walter Runciman en Londres bien
podría tomarse como una muestra señera de dicho síntoma: "Argentina es,
desde el punto de vista económico, parte integrante del Imperio
Británico".
Menos conocido pero igualmente certero a efectos de
diagnosticar el Complejo de Gunga Din resulta el discurso pronunciado por el
doctor Ezequiel Ramos Mejía, presidente de la Sociedad Rural, al inaugurar la
muestra del campo de 1902. (Incluido en Historia Gráfica de la Argentina
Contemporánea y citado por la página de Felipe Pigna, www.elhistoriador.com.ar.)
"Densos nubarrones se levantan que presagian
tormentas proteccionistas en las colonias inglesas, y la tendencia imperialista
que va mordiendo fuerte el espíritu británico, no es por cierto una garantía
para el porvenir de nuestro comercio internacional.
Mucho hablamos de abrir nuevos mercados, sin notar
acaso que más valdría asegurar los que ya tenemos, como el de Inglaterra, para
quien deberíamos tratar de convertirnos mercantilmente en su mejor colonia, a
fin de hacerle imposible dar preferencia a nuestros competidores de Canadá y de
Australia."
Los ejemplos a lo largo de nuestra historia son
infinitos: van desde el Gunga Din "filosófico", como Sarmiento,
Bunge, González Rivadavia, Pellegrini, hasta el más terrenal Gunga Din político
con Roca padre e hijo, Alvear, los Alsogaray, Martínez de Hoz, los Anchorena y
Carlos Menem, entre otros.
Rial y muchos otros ciudadanos en Latinoamérica, se
suman al listado con el orgullo del aguatero Gunga Din.