sábado, enero 07, 2012

Crispados con el rey del porqué no te callas


EL REY DE ESPAÑA HABLÓ DEL CASO QUE INVOLUCRA A SU YERNO

¿Justicia para todos?

por Romina Manguel desde Madrid

En su discurso navideño, Juan Carlos de Borbón hizo referencia al escándalo de corrupción que atraviesa la Casa Real y dividió las opiniones entre los dirigentes políticos. Desvío de millones y el uso de la residencia real para cerrar negocios ilícitos.

Estaba todo dado para que fuese la tormenta perfecta. Y así estalló en España el escándalo Babel: el yerno favorito del Rey de España, Iñaki Urdangarin, acusado por un caso de corrupción en el momento en el que el país alcanza el triste récord de cuatro millones y medio de personas desempleadas que cuestionan los ocho millones y medio de euros que el gobierno español destina a sostener los gastos de la monarquía.

Y para sumar escándalo al escándalo, se conoció que después de posar como todos los veranos junto a su mujer, la infanta Cristina, y sus cuatro hijos, frente al palacio de Marivent en Mallorca (y así daban oficialmente comienzo a la temporada de verano), Urdangarin volvía a abrir las puertas, esta vez  sin fotógrafos, a hombres de negocios donde cerraba parte de las transacciones que hoy están siendo investigadas: negocios sucios en el impoluto palacio real de verano.

Tal vez si hubiese sido otro el momento, las vacas gordas hubiesen disminuido el impacto que tuvo el caso en la opinión pública. O si se hubiese tratado de un actor con menos visibilidad en el escenario real. Pero el caso, el protagonista y el momento forzaron al Rey Juan Carlos de Borbón a poner la cara frente a todos sus súbditos para hablar del caso y, sin dar nombres, asegurar frente a millones de televidentes en su discurso navideño que  “cuando se producen conductas irregulares que no se ajustan a la legalidad o a la ética, es natural que la sociedad reaccione. Afortunadamente vivimos en un Estado de Derecho, y cualquier actuación censurable deberá ser juzgada y sancionada con arreglo a la ley. La Justicia es igual para todos”.

Tras años de dilaciones, mensajeros del rey, organizando un disimulado exilio del yerno, su esposa la infanta Cristina y sus cuatro hijos a Washington con la excusa de un contrato con Telefónica en Estados Unidos, varias voces salieron a cuestionar la justicia para todos a la que hizo referencia el Rey.

Al mismo tiempo en que el juez José Castro, titular del juzgado de instrucción número 3 de Palma de Mallorca levantaba el secreto de sumario, la próspera carrera de Urdangarin en la Casa Real parecía sepultada: se acusa al yerno real de malversación de caudales públicos, falsedad documental y fraude a la Administración Pública. Urdangarin, que desde que se casó con la infanta se llevó el título de Duque de Palma, presidía un instituto sin fines de lucro, Noos, a través del cual organizó una serie de eventos deportivos con el objetivo de recaudar fondos. Aunque nunca aclaró que parte de los fondos serían para él. La investigación que llevó adelante el fiscal anticorrupción de las islas Baleares detectó que de los más de dos millones y medio de euros que el gobierno balear le pagó, más de la mitad terminaron en empresas propias o de su socio y también imputado en el caso, Diego Torres. Y no habría sido la primera ni única vez. Urdangarin capitalizó su paso por la selección nacional de baloncesto para desviar fondos una y otra vez relacionados con eventos deportivos. Se calcula que a través de esta misma operatoria ( cobrar a través del instituto y desviar a firmas propias) más de un centenar de empresas públicas y privadas aportaron, sin saber, casi dieciséis millones de euros a las cuentas del yerno real. La hija menor del Rey, por ahora, no ha sido imputada, aunque una de las empresas en la que se centra la investigación está a su nombre. Para los investigadores, la sociedad Aizoon, presidida por Urdangarin y su mujer, recibía fondos derivados de los ilícitos: “Aizoon facturó varios cientos de miles de euros por su apoyo logístico a los eventos en Baleares. El desvío de fondos, según la investigación, lo maquillaban a través de la contratación de servicios ficticios a sus propias entidades mercantiles o presumiblemente facturados por importe superior al servicio realmente prestado”.

Recién hoy parece entenderse por qué en el año 2006 sorpresivamente renunciaron todos a todo. Y apenas unos años después por una gestión personal de un enviado del Rey, la familia Urdangarin se instaló en Washington. Entonces volvieron a posar, una vez más, en la nieve en lugar de la playa y explicaban a la prensa que la decisión se tomó a nivel familiar, que Iñaki no quería rechazar la propuesta de Telefónica, que los cuatro hijos vivirían una experiencia nueva en un país donde apenas los conocían y, por supuesto, la posibilidad de dominar el inglés como no lo harían en ningún colegio en España. Las explicaciones cerraban, las fotos eran espectaculares y los Urdangarin aparecían sólo para las fiestas para posar en los retratos oficiales. Pero tras el escándalo, ni eso. Destrozada la bucólica explicación del viaje, y con las más de tres mil fojas de contundentes investigaciones circulando por toda España, el Rey decidió sacar a su yerno de la agenda oficial. Ni eventos ni fotos, nada.

Urdangarin fue citado a declaración indagatoria el próximo 6 de febrero. Seis años después de que en el Parlamento de las Islas Baleares, la oposición  reclamara en más de una oportunidad explicaciones acerca de los contratos del Duque de Palma y el gobierno de las Islas. Según publicó el diario El País de Madrid, “entre 2004 y 2006, el Psoe de Baleares preguntó en diferentes ocasiones en el Parlamento regional —“de una manera muy moderada, por respeto a la Corona”, reconocen hoy sus dirigentes— sobre las actividades de la empresa de Urdangarin”. Si el Psoe sabía y preguntaba formalmente, probablemente el Rey también. Por eso, tras su discurso de Navidad, donde se vio obligado a hablar del escándalo sin mencionarlo, se desató la polémica.

“Si la Justicia fuera ‘igual para todos’, como proclamó el Rey en su mensaje navideño, si fuera así, como demanda la mayoría de los ciudadanos, no habría habido cinco años de silencios y el duque de Palma, Iñaki Urdangarin, estaría ahora imputado”, aseguró el coordinador federal de la Izquierda Unida (IU), Cayo Lara: “No se puede estar en desacuerdo con afirmaciones como que ‘la Justicia es igual para todos’. Sin embargo, afirmaciones de este tipo hay que llenarlas de contenido y deben ponerse en marcha de forma efectiva. Resulta poco creíble que en los cinco años que han pasado desde que se tiene constancia de algunas de las actividades llevadas a cabo por el Duque de Palma, y que ahora son investigadas por la Justicia, no haya habido tiempo para que se pudieran acreditar ya afirmaciones como esa de la igualdad ante la Ley”.

Difícilmente España olvide a Iñaki Urdangarin. No sólo por haber protagonizado una de las bodas del siglo, hace catorce años en Barcelona. Ni por los sesenta títulos que conquistó como capitán de la selección de baloncesto para su país. Sino porque el escándalo que lo tiene en la mira obligó por primera vez al Rey Juan Carlos, desde la vuelta de la democracia, a publicar los gastos de la Casa Real. 
En un intento por aportar transparencia ante tantas dudas y denuncias concretas de corrupción, el Rey compartió con los españoles que por año el gobierno le da ocho millones y medio de euros, que él personalmente cobró 292.752 euros al año, su hijo y heredero, el príncipe Felipe, de 43 años, 146.375 euros anuales, y la reina Sofía, la princesa Letizia y las infantas Elena y Cristina cobraron casi 400.000 euros en concepto de gastos de representación. 
En medio de la brutal crisis económica, transparentar los gastos fue la incómoda salida que encontró el Rey para descomprimir la situación de quien fuera, hace años, su yerno predilecto.


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