A
mis colegas periodistas e historiadores:
Pascual Serrano presenta “Contra la
Neutralidad”.
“Odio
a los indiferentes. Creo que vivir quiere decir tomar partido. Quien
verdaderamente vive, no debe dejar de ser ciudadano y partisano. La
indiferencia y la abulia son parasitismo, son bellaquería, no vida. Por eso
odio a los indiferentes”.
Esta
cita de Antonio Gramsci resume el sentido del último libro del periodista
Pascual Serrano, “Contra la neutralidad” (Ed. Península), que el autor ha
presentado en Valencia, en un acto organizado por la Asociación Valenciana de
Amistad con Cuba José Martí.
A
partir de las biografías de cinco periodistas comprometidos con su oficio y con
el mundo que les tocó vivir (John Reed, Ryszard Kapuscinski, Rodolfo Walsh, Edgar
Snow y Robert Capa), Serrano desmonta algunos de los grandes mitos sobre los
que pivota el periodismo actual: “Los medios se presentan como objetivos,
neutrales y asépticos; pero esto es falso. Además, practican una miserable
equidistancia en lugar de comprometerse en la búsqueda de la verdad”.
¿Por
qué el fundador (con otros periodistas independientes de Rebelion.org) se
embarcó en este libro? “primero, por una necesidad terapéutica, para satisfacer
a una izquierda postrada en la resignación y ayuna de ilusiones; por otro lado,
la indignación que me produce la realidad del periodismo hoy. Cuando la OTAN
bombardea civiles se nos da la versión de los autores de la masacre y de las
víctimas; ¿Es esto objetividad?”, se pregunta el autor. Además, “si hoy quieres
hablar de periodismo has de referirte a artilugios tecnológicos o a la
rentabilidad de las empresas comunicativas; no te dejan otra opción”.
La
elección de Reed, Kapuscinski, Walsh, Snow y Capa responde a un objetivo:
recordar a las nuevas generaciones de informadores y a los ciudadanos que hubo
“periodistas diferentes”, cuyo recorrido pudiera parecer heroico pero que, en
sus orígenes, se limitó a experiencias cercanas. Es el caso de los comienzos de
Capa, en una huelga de la Renault, antes de fotografiar la tragedia de la
guerra civil española; Tampoco son estos cinco los únicos ejemplos posibles.
Vázquez Montalbán, García Márquez, Zola o Mark Twain, entre otros muchos,
podrían figurar en el libro, pero tal vez destacaron más por su literatura que
por su trabajo periodístico.
Reed
vivió las experiencias de las revoluciones mexicana y rusa; Kapuscinski, los
procesos de descolonización en África; Rodolfo Walsh inauguró el “Nuevo
Periodismo” (cuya fundación se atribuye generalmente a Truman Capote) a partir
de un método conocido como “novela de no ficción”, que el periodista argentino
aplicó a la denuncia de los crímenes de la Junta Militar. Snow fue un
periodista estadounidense que descubrió hasta donde pudo las claves de la China
de Mao. Y Capa retrató como nadie la guerra civil española. Ninguno de ellos
fue indiferente a la realidad de su tiempo, ni se abstuvo de tomar partido.
“Hoy
no hay revoluciones de diez días ni culturas como la china por descubrir
–afirma Pascual Serrano- pero hay margen para hacer un periodismo diferente,
que huya de lo efímero y de la cultura de la inmediatez, gran aliada de la
desinformación; que no se limite a informar de hechos y acontecimientos, sino
que explique lo que ocurre en el mundo, con el contexto histórico y los antecedentes;
un periodismo, en fin, con vocación de perdurar, que profundice y tome partido,
como el que practicaron los cinco protagonistas del libro”.
Además,
Reed, Kapuscinski, Walsh, Snow y Capa se destacan por otra singularidad que
apunta el autor: “Se salieron del rebaño; hoy todos los periodistas van a los
mismos lugares, a la misma hora; y la mayoría de los estudiantes han perdido la
ilusión que antes se tenía de trabajar como corresponsales de guerra; ahora
prefieren la prensa del corazón, la deportiva o dedicarse a las relaciones
públicas”. En las antípodas se sitúan periodistas como Rodolfo Walsh, quien
nada más saber –por una casual conversación de bar- de la existencia de un
superviviente a un fusilamiento, comienza a tirar del hilo hasta escribir
“Operación masacre”.
Pero,
matiza Serrano, “no se trata sólo de reivindicar el compromiso; el periodismo
ha de ser serio, riguroso y de investigación, como el de los cinco ejemplos del
libro; a veces, en la izquierda, se practica un periodismo panfletario y
militante que no ofrece datos, fuentes originales ni argumentación informativa;
esto hemos de rechazarlo”. Otra cuestión es la tiranía que la empresa ejerce
sobre el profesional, y las presiones de todo tipo en el día a día, incluidas
las del poder político. “Ellos tampoco lo tuvieron fácil”, sostiene el autor de
“Contra la neutralidad”. A Snow, Reed y Capa se les acusó de “Comunistas”
durante la caza de brujas de McCarthy; Kapuscinski se enfrentó contra la
burocracia polaca y Walsh murió asesinado por la dictadura argentina.
Por
lo demás, los profesionales del periodismo no constituyen un gremio especial,
ni son particularmente malvados. “Están tan afectados por la alienación y la
sumisión como cualquier otro oficio”, explica el autor de “Desinformación. Cómo
los medios ocultan el mundo” y “Traficantes de información”. ¿Puede
encontrarse, entonces, en el periodismo alternativo aire fresco contra la
desinformación? Pascual Serrano concluye que los medios alternativos “han de
ser mejores; el problema no es que sean muchos, pues cada uno tiene sus
matices; el problema radica en que los medios hegemónicos nunca dejarán que les
hagan sombra”.
La
progresión de los medios no oficiales vendrá determinada por cambios en el
poder político, y ahí está la experiencia latinoamericana para demostrarlo.
“Sólo así pueden desarrollarse cambios en la legislación que den mayor margen a
la comunicación alternativa”, apunta el periodista. Medidas, implementadas por
gobiernos progresistas en América Latina, como la concesión de un tercio de las
licencias de radio y televisión a emisoras comunitarias o impedir que la banca
pueda controlar empresas audiovisuales, sólo pueden aplicarse si previamente
cambia la correlación de fuerzas políticas.
Así
las cosas, el panorama resulta poco alentador. “Es cierto –apunta el autor de
“Contra la neutralidad”- que Internet representa una mayor democratización,
pero sin que en ningún caso rompa la brecha entre ellos y nosotros; no hemos de
ser ingenuos; además, estamos fabricando jóvenes que no aguantan libros de más
de 60 páginas ni conferencias de más de 20 minutos”. A pesar de ello, “hemos de
seguir reivindicando la explicación de los hechos en toda su complejidad; hace
falta espacio y tiempo para hacerlo; y esto no es incompatible con el uso de un
lenguaje asequible y formatos más digeribles”.
Y
mayor profundización frente a la saturación informativa, el ruido y la
estupidez; también frente a la simplificación interesada.
Son
estos los grandes retos.