De la batalla de Ituzaingó a
Caseros
Librada el 20 de febrero de 1827, se dice que
Ituzaingó fue la última gran batalla que libró nuestro ejército nacional antes
del largo período de guerras civiles que le aguardaba a nuestra Patria, y que
incluso alcanza el status de último combate por la consolidación de nuestra
independencia. Nosotros, sin embargo, como revisionistas también sostenemos que
las batallas ganadas por los ejércitos patrios de la Santa Federación rosista
continuaron con ese legado de Ituzaingó.
Como quiera que sea, en las acciones se
lucieron los nombres de varios militares que, unos pocos años más tarde, se
alistarían en el bando federal o en el unitario. Veamos el siguiente listado:
Futuros unitarios: José María Paz, Juan Galo
de Lavalle, Félix de Olazábal (federal ‘lomonegro’, luego abiertamente unitario
exiliado), Manuel Correa, Tomás de Iriarte, etc.
Futuros federales: Martiniano Chilavert,
Manuel Oribe, Lucio Norberto Mansilla, Angel Pacheco, Juan Antonio Lavalleja,
etc.
Tal vez pocos conozcan el Parte de Guerra del
combate, el cual fue suscrito por el brigadier general Carlos Alvear en el
cuartel del poblado de Saõ Gabriel poco más de una semana más tarde de
ocurridos los acontecimientos. Vale la pena su trascripción, pues revela el
documento uno de los momentos más importantes y brillantes de las fuerzas
armadas criollas después de la Guerra de la Independencia. Hay detalles de la
heroica muerte del coronel Carlos Luis Federico Brandesn. Dice así:
“Cuartel General en San Gabriel, Feb. 28-827.
“El General en Jefe del Ejército Republicano
se dirige al Exmo. Sor. Min. de la Guerra para poner en su conocimiento el
detalle de la jornada del 20 en que fue batido todo el ejército Imperial.
“El Sol asomaba sobre el horizonte cuando se
encontraron los dos ejércitos contendientes. El Imperial que ignoraba la
contramarcha del Republicano fue sorprendido a su vista, y tomado en infraganti
delito; marchando por su flanco izquierdo al paso del Rosario en Santa María,
donde creía encontrarlo campado. Entonces el General que suscribe proclamó a
los cuerpos del Ejército con la vehemencia de sus sentimientos, animado por la
gran solemnidad de aquel día, y destinó al General Lavalleja, para que con los
valientes del primer cuerpo cargase sable en mano sobre la izquierda del
enemigo para envolverla y desbaratarla. La división Zufriategui, compuesta por
los regimientos 8 y 16, lanceros mandados por el bizarro Coronel Olavarría, y
del Escuadrón de coraceros con su bravo Comandante Medina, iba en segunda línea
para sostener el ataque del primer cuerpo. El tercero a las órdenes del General
Soler, se formó sobre unas alturas que se ligaban a la posición del primero:
las divisiones Brandsen y Paz, quedaron en reserva un poco a retaguardia entre
el primero y 3er. cuerpo, y la división Lavalle fue destinada a la izquierda de
éste.
“En tal disposición, y a pesar del vivo
ataque del primer cuerpo, el enemigo se dirigió de un modo formidable sobre el
3°: tres batallones de infantería sostenidos por dos mil caballos y seis piezas,
eran los que iban sobre él. Un fuerte cañoneo se hizo sentir en toda la línea y
el combate se empeñó por ambas partes, con tenacidad y viveza, a la derecha y a
la izquierda. Las cargas de caballería fueron rápidas, bien sostenidas y con
alternados sucesos. Entretanto el Coronel Lavalle con su división había
arrollado toda la caballería que estaba a su frente sableándola y arrojándola a
legua y media del campo de batalla.
“A pesar de este suceso brillante la acción
no estaba decidida: las fuerzas principales del enemigo cargaban sobre nuestra
derecha y el centro, y en tales circunstancias, fue necesario dejar sólo en
reserva el tres de caballería y echar mano de las divisiones Paz y Brandsen.
Esta fuerza en acción, ya el todo de ambos ejércitos estaba empeñado en el
combate: entonces el intrépido Coronel Brandsen, destinado a romper una masa de
infantería, quedó gloriosamente en el campo de batalla.
“El batallón 5°, al mando del Coronel
Olazábal, había roto sus fuegos sobre el enemigo: el 2, del Coronel Alegre,
atacado por una fuerza de caballería, que traía a su frente los lanceros
alemanes, los abrazó y la obligó a abandonar el campo. El cCoronel Olivera con
la división de Maldonado y el primero de caballería acuchillaron esta fuerza en
su retirada, y fue dispersa y puesta fuera de combate.
“En la derecha se disputaban la victoria los
comandantes Gómez y Medina –cargaron una columna fuerte de caballería, la
acuchillaron y obligaron a refugiarse bajo los fuegos de un batallón que estaba
parapetado en unos árboles: el ardor de los Jefes llevó hasta allí la tropa que
un fuego abrazador hizo retroceder algún tanto: la masa de caballería se lanzó
entonces sobre ellos: en el instante, el regimiento 16, recibió orden de
sostener a sus compañeros de armas: los coraceros y dragones se corrieron por
derecha e izquierda poniéndose a sus flancos; y los bravos lanceros maniobrando
como en un día de parada sobre un campo cubierto ya de cadáveres, cargaron,
rompieron al enemigo; lo lancearon y persiguieron hasta una batería de tres
piezas que también tomaron. El regimiento ocho sostenía esta carga: fue
decisiva. El Coronel Olavarría sostuvo en ella la reputación que adquirió en
Junín y Ayacucho.
“La caballería enemiga, por el centro, había
sido obligada a ceder terreno, siguiéndola su infantería perseguida por
nuestros cuatro batallones. Tres posiciones intentó tomar, y fue arrojado al
instante de todas.
“Los Generales Soler, Lavalleja y Laguna, por
el acierto de sus disposiciones y su bravura en esta jornada se han cubierto de
una gloria inmortal. El General Mansilla ha llenado noblemente el cargo que
desempeñaba: el Coronel Paz a la cabeza de su división, después de haber
prestado servicios distinguidos desde el principio de la batalla, dio la última
carga a la caballería del enemigo que se presentaba sobre el campo y obligó al
Ejército Imperial a precipitar su retirada.
“El Coronel Iriarte, con su regimiento de
artillería ligera, ha merecido los elogios, no sólo del General en Jefe, sino
de todo el ejército republicano: la serenidad de los artilleros y el acierto de
sus punterías ha sido el terror del enemigo. Todos los Jefes de este cuerpo y
los capitanes Chilavert, Atigren y Pirán se han distinguidos de un modo
especial.
“Los Coroneles Olazábal, Oribe, Garzón y
Correa, y los Comandantes Oribe, Arenas y Medina del 4, han sostenido la
reputación bien adquirida en otras batallas, igualmente que el 2° Jefe del E.
M. Coronel Deheza. Los Ayudantes de campo del Gral. en Jefe han respondido
satisfactoriamente a la confianza que se depositó en ellos: el cuerpo de
ingenieros, con su Comandante Trolle, se ha desempeñado de igual modo.
“Por último, el ejército enemigo abandonó el
campo de batalla, dejando sobre él mil y doscientos cadáveres, entre ellos
varios Jefes, oficiales y el Gral. Abreu. Un gran número de prisioneros y
armamentos; todo su parque y bagajes, dos banderas, diez piezas de artillería y
la Imprenta son los trofeos que ofrece a la República el ejército. Su pérdida
alcanza a cerca de quinientos hombres entre heridos y muertos, siendo de estos
el Comandante Besares del 2° regimiento.
“Todos los Jefes, oficiales y tropa se han
desempeñado con el valor que siempre ha distinguido a los soldados argentinos:
el General se complace en ponerlo en conocimiento del Exmo. Sor. Min. de la
Guerra.
“Carlos de Alvear.”
La
venganza de Caseros
El revisionista José María Rosa dirá que en
la guerra internacional de Caseros, ejecutada contra el Restaurador de las
Leyes Juan Manuel de Rosas, el general Urquiza le devolverá las banderas que
los argentinos les habíamos arrebatado a los brasileños en la batalla de
Ituzaingó de 1827, dos de ellas, según el Parte de Carlos de Alvear. Además,
les dejó “el pleno dominio económico, comercial, financiero, político y militar
sobre la República Oriental”, de acuerdo a los cinco tratados pactados el 12 de
octubre de 1851 entre el Imperio del Brasil y Urquiza.
Un diplomático del entrerriano, Luis José de
la Peña, reconoce en nombre de nuestro vencido país, el 15 de mayo de 1852, los
“derechos adquiridos” por Brasil a las Misiones Orientales Argentinas.
El cancionero recuerda la vergüenza de la
traición que acababa de consumar Justo José de Urquiza y sus capitanejos
unitarios cuando se pronunciaron contra la soberanía de la Confederación
Argentina el 1° de mayo de 1851:
“¡Al arma, argentinos!/ cartucho al cañón;/
que el Brasil regenta/ la negra traición./ Por la callejuela,/ por el
callejón,/ que a Urquiza compraron/ por un patacón.
¡El sable a la mano/ al brazo el fusil!/
Sangre quiere Urquiza/ balas el Brasil./ Por la callejuela,/ por el callejón,/
que a Urquiza compraron/ por un patacón.”
El soborno era cierto. ¡Si hasta el masón
Domingo Faustino Sarmiento así lo reconoció! En la famosa y lamentable carta de
la Quinta de Yungay, fechada el 13 de octubre de 1852, aquél le escribía al
general Justo José de Urquiza la verdad de su proceder, o sea, que se había
vendido por dinero al Imperio del Brasil y, más en el fondo, a los designios
del Imperio Británico:
“Tanta aberración he visto en estos años,
como si dijeran que el emperador ha sentado plaza en el ejército de S. E. para
corresponderle el servicio que le hizo S. E. conservándole la corona que lleva
en la cabeza, como tuvo S. E. la petulancia de decirlo en las barbas del Sr.
Carneiro Leaõ, Enviado Extraordinario del emperador.
“Se me caía la cara de vergüenza al oírle a
aquel Enviado referir la irritante escena y los comentarios: ¡Sí, los millones
con que hemos tenido que comprarlo (a Urquiza) para derrocar a Rosas! Todavía,
después de entrar en Buenos Aires, quería que le diese cien mil duros
mensuales.”
Así se perdió el honor de Ituzaingó un cuarto
de siglo más tarde…por un patacón.
Autor:
Gabriel O. Turone
Bibliografía
Correa
Luna, Carlos. “La campaña del Brasil y la batalla de Ituzaingó”, Comisión de
Homenaje a la batalla de Ituzaingó en su primer centenario. 1827 – 20 de
Febrero – 1927, Talleres Gráficos del Instituto Geográfico Militar, Buenos
Aires 1927.
Efemérides
– Patricios de Vuelta de Obligado
Rosa,
José María. “El Pronunciamiento de Urquiza”, Editorial Peña Lillo, Buenos
Aires, Diciembre de 1977.
www.revisionistas.com.ar
Agradecemos la colaboración de www.revisionistas.com.ar