Solo caben judíos
en Israel, la "ciudad en medio de la selva"
Jonathan Cook
CounterPunch
Siempre vuelven a lo mismo. La semana pasada el Parlamento
israelí actualizó un ley de hace 59 años que originalmente pretendía impedir
que cientos de miles de palestinos volvieran a las casas y tierras de las que
los expulsaron durante el establecimiento de Israel.
El propósito de la draconiana Ley de Prevención de la
Infiltración de 1954 era encerrar a cualquier palestino que lograra escurrirse
más allá de los francotiradores que protegían las fronteras del nuevo Estado.
Israel creía que solo un castigo salvaje y la disuasión podían asegurar el
mantenimiento de la abrumadora mayoría judía que acababa de crear mediante una
campaña de limpieza étnica.
Seis décadas después Israel vuelve a basarse en la ley de
infiltración, esta vez para impedir una supuesta nueva amenaza a su existencia:
la llegada cada año de varios miles de desesperados africanos demandantes de
asilo.
Como hizo con los palestinos hace muchos años, Israel ha
criminalizado a estos nuevos refugiados, en este caso por huir de la
persecución, la guerra o el colapso económico. Ahora pueden encerrar a familias
enteras durante tres años, sin juicio, mientras se prepara e impone una
deportación, y los israelíes que les ofrezcan ayuda se arriesgan a penas de
prisión de hasta 15 años.
Al parecer la intención de Israel es encarcelar al mayor número
posible de esos refugiados y disuadir a otros de seguir sus pasos.
Para arreglárselas, los funcionarios han aprobado la
construcción de un enorme campo de detención, gestionado por el servicio
carcelario de Israel, que albergará a 10.000 de esos inoportunos forasteros.
Será la mayor instalación de detención del mundo, según Amnistía Internacional,
será tres veces mayor que la siguiente en tamaño que está en el mucho más
populoso y amante de la retribución divina Estado de Texas en EE.UU.
Los críticos israelíes de la ley temen que su país esté
incumpliendo el deber moral de ayudar a los que huyen de la persecución,
traicionando al hacerlo las propias experiencias de sufrimiento y opresión del
pueblo judío. Pero el gobierno israelí y la gran mayoría de legisladores que
apoyó la ley –como sus predecesores en los años cincuenta– han llegado a una
conclusión muy diferente de la historia.
La nueva ley de infiltración es la última de un conjunto de
políticas que fortalecen el estatus de Israel como primer “Estado búnker” del
mundo, destinado a ser lo más étnicamente puro posible. La expresión más famosa
de este concepto la hizo el ex primer ministro Ehud Barak, actual ministro de
Defensa, que calificó a Israel de “una ciudad en medio de la selva”, relegando
a los vecinos del país a la condición de animales salvajes.
Barak y sus sucesores han estado convirtiendo esta metáfora en
realidad física, sellando lentamente su Estado del resto de la región a un
coste astronómico, subsidiado en gran parte por dinero público estadounidense.
Su objetivo en última instancia es hacer que Israel sea tan resistente a la
influencia exterior que nunca necesite hacer concesiones para la paz, como la
aceptación de un Estado palestino, a las “bestias” de alrededor.
La expresión más tangible de esta mentalidad ha sido un frenesí
de construcción de muros. Los más conocidos son los erigidos alrededor de los
territorios palestinos: primero Gaza, luego las áreas de Cisjordania que Israel
no quiere anexar, o por lo menos no todavía.
La frontera norte ya es una de las más militarizadas del mundo,
lo que sufrieron a gran precio el verano pasado los manifestantes libaneses y
sirios cuando docenas de ellos murieron a tiros al acercarse o invadir las
cercas. E Israel tiene una propuesta preparada para otro muro a lo largo de la
frontera con Jordania, que en gran parte ya se ha minado.
La única frontera restante, la de 260 km. con Egipto, se está
cerrando con otro muro descomunal. Los planes se decidieron antes de las
revoluciones árabes del año pasado, pero han ganado nuevo ímpetu con el
derrocamiento del dictador egipcio Hosni Mubarak.
Israel no solo ha avanzado mucho en los muros del búnker;
también trabaja continuamente en la creación del techo. Tiene tres sistemas de
defensa de misiles en diversas etapas de desarrollo, incluyendo el que lleva el
nombre revelador de “Cúpula de Hierro”, así como baterías de Patriot
estadounidenses estacionados en su suelo. Se supone que los sistemas de
interceptación neutralizarán cualquier combinación de ataques de misiles de
corto y largo alcance que puedan lanzar los vecinos de Israel.
Pero hay un defecto en el diseño de este refugio, que es obvio
hasta para sus arquitectos. Israel se está encapsulando con algunos de los
propios “animales” que supuestamente deben estar excluidos de la ciudad: no
solo los refugiados africanos, sino 1,5 millones de “árabes israelíes”,
descendientes de los pocos palestinos que evitaron la expulsión en 1948.
Ha sido el principal motivo de la continua corriente de medidas
antidemocráticas del gobierno y el Parlamento que se convierte rápidamente en
un torrente. También es el motivo de la nueva exigencia de la dirigencia
israelí de que los palestinos reconozcan la "judeidad" de Israel; sus
obsesiones con la lealtad y el creciente atractivo de propuestas de intercambio
de poblaciones.
Ante el ataque legislativo, el Tribunal Supremo de Israel se ha
hecho cada vez más cómplice. La semana pasada, mancilló su reputación al
respaldar una ley que desgarra familias al negar a decenas de miles de
palestinos con ciudadanía israelí el derecho a vivir con sus cónyuges
palestinos en Israel, “limpieza étnica” por otros medios, como señaló el
destacado comentarista israelí Gideon Levy.
A principios de los años cincuenta, el ejército israelí mató a
miles de palestinos desarmados que trataban de recuperar propiedad que les
habían robado. Tantos años después, Israel parece no menos determinado a
mantener a los no judíos fuera de su preciosa ciudad.
El Estado búnker casi está terminado y con él el sueño de los
fundadores de Israel está a punto de convertirse en realidad.
Jonathan
Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son Israel and the Clash of
Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press)
y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su
página web es www.jkcook.net.
Fuente:
http://www.counterpunch.org/2012/01/18/welcome-to-the-world%E2%80%99s-first-bunker-state/