Latinoamérica:
Las cinco dimensiones de un momento excepcional
Por
Carlos Chacho Álvarez*
Por primera vez en nuestra historia
se han conjugado en la región cinco dimensiones estratégicas que permiten
definir la situación latinoamericana como excepcional.
La primera; la consolidación de la
democracia. Nunca el continente tuvo tantos gobiernos electos por la vía de
sucesiones institucionales, en el contexto de competencias electorales sin
restricciones.
Al mismo tiempo, nunca se observó en
la región un marco de gobernabilidad tan extendido, solamente perturbado por
episodios resueltos todos dentro de la legalidad democrática. De la misma
manera, también es inédita la existencia de una gran pluralidad.
En Suramérica gobiernos
mayoritariamente de izquierdas, nacionales, populares y democráticas,
conviviendo con proyectos autodenominados de derecha, liberales o de centro, en
otras partes del continente.
Liderazgos democráticos que poseen
una gran legitimidad y con fuerte acompañamiento de mayorías es otro signo que
informa una realidad singular en nuestra región.
El segundo punto; el crecimiento
sostenido en la mayoría de los países, a través de fundamentos sólidos,
políticas contracíclicas, cuentas públicas sanas, bajo nivel de endeudamiento e
inflación y mayor capacidad y recursos para atenuar los impactos de la crisis
del mundo desarrollado.
Economías que dejan atrás viejas
antinomias; Estado-mercado, Agro o Industria, Mercado interno vs exportaciones,
inflación vs recesión.
En los últimos 10 años se viene
saliendo de las políticas pendulares y los países, cada uno a su manera, tratan
de proyectar nuevos modelos de desarrollo con mayor inclusión social.
El tercer elemento; el combate eficaz
a la pobreza y la indigencia.
El actual crecimiento sostenido de
las economías, en la mayor parte de los países, estuvo acompañado de una
disminución sustantiva de la cantidad de personas por debajo de la línea de la
pobreza y en condiciones de indigencia.
Lo social ocupa uno de los centros de
atención más importantes y las políticas de distribución de rentas, de
transferencias condicionadas, o de subsidios universales aparecen extendidas a
casi todo el continente. Ya pocos países avalan la teoría del derrame que había
sido protagonista excluyente en la época de los 90.
Tampoco se adhiere al dogma de que
las políticas sociales pueden ser compensatorias de los desajustes y las
inequidades que generan las decisiones macroeconómicas.
La cuarta; la voluntad política y el
compromiso del conjunto de las Naciones de avanzar en las estrategias de
integración.
A pesar de las diferencias de
proyectos, de visiones, a veces hasta contrapuestas, y de signos ideológicos
diferenciados, la mayoría de los países han revalorizado el rol de América Latina,
su importancia en el mundo, y la necesidad de aportar a las políticas de
integración.
Esto se percibe en el funcionamiento
de UNASUR, la creación de la CELAC, la voluntad para renovar el perfil de la
ALADI, y las decisiones de los presidentes de diferentes tendencias de avanzar
en la unidad asumiendo la diversidad.
Y el quinto y último elemento,
vinculado al punto anterior, es la posibilidad de que América Latina pueda ser
una de las regiones protagonistas, tanto de una nueva etapa del desarrollo mundial,
como de la reconfiguración de un orden multipolar que se va constituyendo a
partir de nuevos países emergentes y de bloques regionales de poder.
Esto significa la necesidad y el
desafío de afirmar una identidad propia, vertebrar con distintas velocidades el
espacio interior e ir proyectando hacia afuera una imagen de unidad que permita
visualizar al continente como un nuevo actor global.
La CELAC puede y debería convertirse
en el instrumento capaz de vehiculizar acuerdos regionales, como también los
debates de fondo que marcan la agenda global.
En esta tarea la ALADI, en la que
participan las mayores economías del continente, puede convertirse también en
un organismo-puente al servicio de unificar posiciones, armonizar el gran
mercado interior latinoamericano y ser uno de los principales escenarios para
articular los distintos puntos de vista de los países, ante los principales
foros internacionales.
Las cinco dimensiones descriptas:
democracia, crecimiento, justicia social, integración y protagonismo global,
hablan de una realidad concreta y también de desafíos auspiciosos. En ellos
tenemos que poner todo nuestro esfuerzo en los próximos años.
* Secretario General de la ALADI.