ACERCA DE LA
CAÍDA DEL REINO DE GRANADA Y DEL AL-ANDALÚS
(y de cómo surgió la España, que produjo el mayor genocidio en América)
RENDICIÓN DE
GRANADA
Los emires nazaríes dirigen sus miradas a Oriente a medida que
toman conciencia de la incapacidad benimerín para socorrerlos con efectividad.
Rachel Arié y Luis Seco de Lucena han estudiado las diferentes embajadas que
Granada envía a Egipto a partir de la segunda mitad del siglo XIV. Se trata de
misiones diplomáticas que jamás van a encontrar la respuesta deseada-ayuda
económica y militar-, si bien es cierto que contribuyen a despertar un cierto
interés por al-Andalus en los medios intelectuales cairotas (1).
La relativa intensidad de los contactos diplomáticos entre
Egipto y Granada contrasta con la ausencia de noticias sobre las relaciones de
los nazaríes con los sultanes otomanos. Que yo sepa, sólo hay dos o tres
referencias documentales para el Quatrocientos que pueden ser interpretadas
como testimonios de la existencia de dichas relaciones. La primera corresponde
a 1439, cuando los plenipotenciarios castellanos que viajan a Granada para
firmar una tregua son recibidos a las puertas de la capital por el visir y
otros dignatarios; entre ellos, un "cavallero capitán de los turcos, que
está en esta çibdad" (2).
El segundo testimonio concierne a la toma de Constantinopla por
Mahomet II: en noviembre de 1453, unos franciscanos que llegan a Venecia con
noticias acerca de la caída de la metrópoli bizantina cuentan, refiriéndose al
destino de su población, que el Gran Señor había reservado cuatrocientos
cautivos como obsequio para el sultán de Egipto, y otros tantos para enviarlos
al califa de Túnez "et al re de Granata" (3). Sabemos que el soberano
hafsí contestaría con una embajada que resultó algo accidentada, pero se ignora
cuál fue la reacción del nazarí (4).
Es posible, que desde la perspectiva granadina el estado
mameluco apareciera revestido de una solidez y prestigio considerables, en
tanto que el naciente imperio turco distara de ser una alternativa válida. Al
menos con anterioridad a la conquista de Constantinopla, pues es factible que
dicha perspectiva cambiase más adelante. Según el historiador tunecino A.
Temimi, a mediados de 1477 los musulmanes de Granada despacharon una embajada a
Estambul para informar al sultán otomano de la situación en que vivían y
pedirle socorro (5).
En las páginas que siguen voy a tratar de las repercusiones que
tuvo la conquista del reino de Granada en el mundo islámico oriental. En 1491
presenté una contribución sobre el particular en el marco de las "III
Jornadas Hispano- Portuguesas de Historia Medieval", celebradas en
Sevilla. La ponencia se publicó al cabo de seis años y con tantos errores de
imprenta que muy pronto sentí la necesidad de volverla a editar (6).
Ocupaciones de otra índole fueron retrasando la ejecución de esta tarea. Por
eso, en vez de reproducir el texto antiguo, he optado por ampliar y actualizar
la investigación hecha entonces (7).
1. LA GUERRA DE
GRANADA (1482-1492)
A fines del siglo XV Granada no podía esperar ayuda del Maghreb.
Tanto los sultanatos de Fez y Tremecén como el califato hafsí de Ifrīqiya
estaban minados por las disensiones internas. El poder de los diferentes
soberanos norteafricanos tenía una base exclusivamente urbana y su autoridad
sobre los territorios respectivos dependía de las siempre fluctuantes alianzas
con las tribus beréberes, o árabes, que controlaban el ámbito rural. En estas
circunstancias, los gobernantes magrebíes eran incapaces de presentar un frente
unido ante la monarquía católica y, mucho menos, desencadenar una ofensiva a
favor de la Granada nazarí (8).
La crónica de Hernando del Pulgar refiere que en el otoño de
1485 los Reyes Católicos recibieron una embajada del sultán de Fez
"encomendándose" a sus reales personas y suplicando que los capitanes
de la armada castellana que patrullaba las aguas del mar de Alborán no hicieran
la guerra a sus súbditos. Dos años más tarde se plantea una situación similar
estando los monarcas ocupados en el cerco de Málaga, donde reciben a unos
emisarios del sultán de Tremecén con demandas parecidas a las que presentara el
príncipe fesí (9). Otro cronista, Alonso de Palencia, atribuye esta segunda
embajada al califa de Túnez, quizá porque Tremecén venía aceptando la soberanía
de los hafsíes desde mediados del siglo XV (10). Sea cual fuere el motivo, los
gobernantes de Ifrīqiya tampoco estaban en condiciones de socorrer a Granada:
en septiembre de 1488 concluye el largo reinado del califa 'ʿUtmān y su sucesor tiene que vérselas con un hermano del
difunto, que gobernaba en Trípoli (11).
No obstante, Granada contará con la solidaridad de la población
norteafricana. Si las dinastías gobernantes en el Maghreb, que temen lo peor de
la cruzada ibérica, son incapaces de ayudar a los granadinos, tampoco pueden
evitar que éstos reciban socorros esporádicos, fruto de iniciativas tomadas al
margen de su autoridad. Bien es cierto que estos auxilios irían menguando
conforme los castellanos se van apoderando de los principales puertos del
emirato andalusí (12).
1.1. Granada
mira a Oriente: Embajadas a Estambul y El Cairo
Como es sabido, en 1480 los turcos asedian Rodas por vez primera
y, en el mes de agosto, ocupan Otranto, donde se mantendrán hasta la muerte de
Mahomet II en diciembre del año siguiente. En una carta remitida al obispo de
Coria el 10 de febrero de 1481, Diego Rodríguez de Almela asegura que lo
sucedido no había causado sorpresa en Murcia: "...por esta çibdad, tierra
e comarca se dezía que el dicho Grand Turco quería pasar e enviar su flota e
grand poder de gentes en Italia". En otra misiva, de 25 de abril, que
dirige al deán y cabildo de la iglesia de Cartagena, el canónigo muestra su
simpatía por don Alonso Carrillo, arzobispo de Toledo, que había manifestado
públicamente su intención de marchar a Italia como cruzado; entre otras
razones, porque "se dize e afirma de çierto que los turcos adreçan e fazen
armar muy grand flota para pasar la mar e golfo de Veneçia con mucha mayor
potençia e venir en Italia e a Roma" (13).
Durante estos meses críticos, don Fernando se preocupó por la
posible reacción de los musulmanes del reino de Valencia, si bien no parece que
el peligro de un alzamiento fuera real (14). En Castilla, no obstante, se
pensaba lo contrario por lo que da a entender un memorial dirigido a la reina
Isabel por el "fraile blanco", su capellán y predicador, con
diferentes advertencias y consejos acerca de la inminente guerra con Granada.
En uno de ellos se recomienda desarmar a los cien mil y pico vasallos
musulmanes de los reinos de Valencia y Aragón porque están "deseando la
venida del perro turco para se levantar contra vuestras altesas e contra la fe
de Christo" (15).
Es de suponer que el desembarco turco en el sur de Italia
también provocaría una conmoción en Granada, aunque de sentido contrario. Sin
embargo, los nazaríes esperaron algunos años antes de pedir ayuda al Gran
Señor. Fuentes turcas algo tardías señalan que en el invierno de 1486-1487
llegó a Estambul, a la corte de Bayaceto II (1482-1512), un enviado de Boabdil,
el cual conmovió a todos los presentes al leer un texto de Abū l-Baqa' Salih b.
Sarif que ponía de manifiesto los sufrimientos de los musulmanes y la
posibilidad de que el islam desapareciera de al-Andalus (16). Se sabe de un
poeta granadino homónimo que vivió en el siglo XIII: entre los letrados
acogidos por Muhammad I ocupaba un lugar importante Abū l-Tayyib Salih b. Yazid
b. al-Sarif al-Rundí, a veces llamado Abu l-Baqa' de Ronda (1204-1285). Debe su
fama a una oda o casida redactada en 1266, después que el primer emir nazarí
renunciara a varias plazas de la frontera con Murcia y Andalucía, que pasaron a
manos de Alfonso X de Castilla. El bardo se sintió tan apenado que dio rienda
suelta a su pesadumbre en este célebre poema, una de las obras más famosas de
la llamada poesía de circunstancia (17).
Resulta sorprendente que los emisarios del nazarí recurrieran a
un texto literario tan antiguo -por muy conmovedor que fuera su contenido- a la
hora de pedir socorro al sultán de los turcos. Pero tampoco estamos seguros de
que esa embajada viniera de Granada. En 1487 el rey Católico supo de la
iniciativa tomada por los mudéjares de las morerías de Játiva y Paterna, que se
habían puesto en contacto con Bayaceto II para rogarle que enviara su gente al
reino de Valencia, pues allí y en otros territorios de la monarquía hispánica
había 200.000 musulmanes dispuestos a levantarse en armas. El episodio resulta
verosímil pues se identifica al menos a uno de los mensajeros. Pero don
Fernando reaccionó con moderación, limitándose a ordenar que se hiciera una
pesquisa (18).
Están mejor documentadas hasta cierto punto las demandas de
auxilio enviadas a Qayt Bey (1468-1495), sultán de Egipto. Escribe R.
Brunschvig que, a raíz de la caída de Málaga (agosto de 1487), Boabdil,
despachó al gran cadí de Granada Muḥammad b. 'AlĪ al-Azraq para
solicitar apoyo de los mamelucos en la lucha contra los infieles. Este
embajador se encontraría en Túnez cuando muere el califa ʿUṯmān en septiembre del año siguiente (19). Pero es difícil
aceptar que el cadí susodicho actuara por cuenta del último emir granadino,
pues había sido uno de los firmantes de la fatwa que condenara al
"Rey Chico" en 1483 por haber prestado vasallaje a los Reyes
Católicos. En este sentido, más vale aceptar el testimonio tardío de
al-Maqqarī, que presenta esta embajada como fruto de una decisión particular al
escribir que al-Azraq, tras residir algún tiempo en Tremecén, fue a Egipto y
trató de animar al sultán Qayt Bey para recobrar al-Andalus, "pero fue
como quien pide huevos del ave fénix o busca un caballo preñado". Hizo
entonces la peregrinación a La Meca, regresó a Egipto y volvió a plantear su
demanda, pero se lo quitaron de encima nombrándolo gran cadí de Jerusalén,
donde murió en 1490 (20).
Lo antedicho no excluye que hubiera otra embajada, oficial, a
los mamelucos, aunque albergo la duda de si fue Boabdil quien la envió o su tío
Muḥammad b. Sa'd.
De esa embajada, que llegó a El Cairo en 1487, nos da cuenta el
cronista egipcio Ibn Iyás diciendo que el nazarí pedía al sultán que enviara un
ejército para combatir a los francos que le sitiaban en Granada. Pero la
respuesta de éste fue otra muy distinta:
"El sultán tuvo a bien escribir al clero de la iglesia de
la Resurrección de Jerusalén, instándole a que hiciesen llegar una carta al rey
de Nápoles por medio de uno de sus sacerdotes, rogando al príncipe que se
entrevistara con el rey de Castilla, con objeto de que éste cesara en sus
ataques contra al- Andalus y evacuara el país. En caso contrario, el sultán
advertía que haría uso de represalias contra los sacerdotes de la iglesia de la
Resurrección y que prohibirla a los europeos el acceso a este santuario, que
luego haría demoler" (21).
Tanto la suerte de los cristianos que vivían bajo dominio
mameluco como la de los mudéjares peninsulares habían sido tradicionalmente
objeto de preocupación en las relaciones diplomáticas entre el sultanato
egipcio y la Corona de Aragón. En una carta fechada el 14 de febrero de 1304 el
sultán Qalawn recoge las protestas de Jaime II porque había prohibido a sus
súbditos cristianos practicar el culto en las iglesias de Egipto y Siria
construidas después de la conquista árabe. Y responde volviendo a abrir dos de
estos templos, sitos en El Cairo, en presencia del embajador aragonés. Dos años
más tarde será el mismo sultán quien pida al rey de Aragón reciprocidad en el
trato que éste dispensaba a sus vasallos mudéjares, al tiempo que le garantiza
la seguridad de los peregrinos que iban a los Santos Lugares (22). En 1318
Jaime II prohíbe hacer la oración pública a los mudéjares de realengo, aunque
luego autorice o consienta extraoficialmente lo contrario en casos concretos
(23). Cinco años después otro sultán mameluco le pedía que revocara esta
medida, justificando su demanda en los siguientes términos:
"Pues bien sabe el Rey que el Señor-¡ensalzado sea!-nos ha
confiado el cuidado de los secuaces del Islam en su totalidad allí donde se
hallen y donde quiera que estén, y por lo tanto, cualquier musulmán que se
encuentre en el país que sea, se halla sometido a nuestra dependencia, y a
nosotros nos incumbe la obligación de cuidar de él" (24).
La postura del sultán se explica tanto por la condición
político-religiosa de su autoridad -los mamelucos gobernaban por delegación
teórica de unos fantasmales califas abbasíes residentes en El Cairo- como por
el hecho de que la ley coránica no es territorial pues, al fundarse en la
profesión de fe, sigue al musulmán donde quiera que éste se halle (25).
Por lo demás, hay que subrayar que en las cartas citadas ninguna
de las partes amenaza a la otra con represalias. Este problema se planteará
posteriormente, cuando se endurezca el trato dispensado a los mudéjares de la
corona catalanoaragonesa. Influido por los sermones del mestre Llanes, un
célebre predicador, Juan II ordenaba en 1477 que se derribaran los minaretes de
las mezquitas del reino de Valencia por considerar "cosa dampnada e
malvada" que el Viernes Santo, cuando las campanas de las iglesias
enmudecían en recuerdo de la pasión de Cristo, los fieles tuvieran que oír las
invocaciones a Mahoma hechas por los muecines (26). Ignoro cual fue el
verdadero alcance de esta medida que, teóricamente, sólo debía afectar a los
lugares de población mixta. Pero al hacerse extensiva al reino de Aragón, los
mudéjares se quejaron al sultán de Egipto, el cual no llegó a derribar ciertas
iglesias de Jerusalén "porque los frayles con peccunias las
redimieron" (27).
1.2.
Franciscanos en la corte de los Reyes Católicos
La delegación franciscana que llegó a la corte de Nápoles estaba
presidida por el mismo guardián del monasterio de Jerusalén, fray Antonio de
Millán. Traían una carta del sultán egipcio con un mensaje muy simple: “si el
rey de Castilla no interrumpe las operaciones militares contra Granada, él se
verá obligado a proceder contra los santos lugares de la Cristiandad, sus
frailes custodios y otros cristianos que están en su tierra, a los que siempre
había tratado justamente". El mismo mensaje, acompañado de una carta del
rey de Nápoles, fue presentado a los Reyes Católicos en julio de 1489, durante
el cerco de Baza. Fernando e Isabel van a explicar claramente su postura en la
carta que envían a su pariente napolitano, el 5 de septiembre:
a) Si el "Soldán de Babilonia" viene tratando
correctamente a los cristianos que viven en sus dominios, ellos, por su parte,
hacen lo mismo con los mudéjares de Castilla, León, Aragón y Valencia, los
cuales están bajo el amparo regio, conservan sus bienes y practican su religión
en las mezquitas y casas de oración.
b) En cuanto a las causas de la guerra, hace setecientos años
que los moros de África irrumpieron en España, ocupando la mayor parte del
país. De entonces acá, los reyes sus predecesores han venido rechazándolos y
expulsándolos al otro lado del mar. No obstante, algunos de estos moros se han
retirado al reino de Granada, desde donde no cesan de combatir a los
cristianos, robándoles y cautivándolos.
c) Los musulmanes granadinos han sido requeridos en varias
ocasiones para que abandonen la tierra o, si quieren continuar en ella, se
sometan al servicio regio en calidad de mudéjares. Y si algunos de los que se
entreguen, quisieran marcharse luego, ellos están dispuestos a facilitarles
medios de transporte y toda clase de seguridades hasta que alcancen sus puntos
de destino. Desgraciadamente, "el que se llama rey de Granada" y
algunos de los suyos siguen resistiendo y por ese motivo les hacen tan justa
guerra.
Y concluyen: cuando el sultán conozca todas estas razones,
mantendrá el buen trato a los cristianos de su imperio e incluso lo mejorará.
De lo contrario, "lo que no es de creer, sería neçesario a Nos en tal caso
responder por los christianos e fazer con los moros y sus casas de oraçion que
están en nuestros señoríos otro tanto como se hiçiera con los christianos"
(28).
La versión de los hechos que ofrece Hernando del Pulgar es
bastante similar a la anterior, si bien es el papa en este caso, y no el rey de
Nápoles, quien actúa de mediador entre el sultán mameluco y los Reyes
Católicos. El cronista recoge los argumentos regios, e insiste en los supuestos
ideológicos de la Reconquista al escribir: "…e que si los moros poseyan
agora en España aquella tierra del reyno de Granada, aquella posesión era
tiranía e no jurídica". También subraya el buen trato que se dispensa a
los mudéjares y a los granadinos que aceptan vivir como tales. Pero no dice que
los reyes estuvieran dispuestos a tomar represalias si el sultán cumplía sus
amenazas. Pulgar termina afirmando que la reina Isabel despidió a los frailes
después de asignarles una dotación de mil ducados que se enviarían a Jerusalén
"por canbios cada un año" (29).
Como cronista regio, Hernando del Pulgar tuvo acceso a las
cartas y es posible que estuviera presente en alguna de las entrevistas
concedidas a fray Antonio de Millán. En cambio, Alonso de Palencia, que habla
de oídas, se permite dramatizar sobre las causas de la guerra poniendo en boca
de los embajadores granadinos llegados a El Cairo una relación de los
atropellos cometidos por los reyes a costa de inocentes, "puesto que en
todo aquel tiempo los granadinos no habían cometido otro crimen que lo que a
los poseedores de un territorio fue siempre permitido, o sea, la defensa de sus
lares y de sus familiares y la resistencia contra los que intentaban despojarlos
de sus bienes y de su religión" (30).
No obstante, reproduce los tres argumentos esenciales de la
respuesta al rey de Nápoles. Es más, en lo tocante a la ideología de la
Reconquista, Alonso de Palencia invoca el precedente sentado por los francos en
el siglo VlII: "… y territorios ocupados injustamente podían con justicia
ser recuperados por sus señores legítimos, como recuperaron los franceses gran
parte de Francia, invadida por los sarracenos en la primera acometida…".
Tampoco escatima sus censuras hacia los granadinos, raza pérfida que no
respetaba las treguas y pactos firmados con los cristianos. Finalmente, en lo
que toca a las amenazas del sultán de Egipto, el cronista hace que el rey
Fernando responda exageradamente:
"Mas si el Soldán creía bastantes sus amenazas para librar
del peligro a los granadinos, debía tener por cierto que el sepulcro del
verdadero Redentor del género humano no podía ser tan totalmente destruido que
desapareciese la santidad de aquel lugar; en cambio, los tributos de los peregrinos
que constantemente lo visitan se acabarían seguramente, una vez destruido. Y si
ejercía su crueldad sobre los mil o poco más cristianos súbditos suyos, podía
estar seguro de que inmediatamente serían degollados los cien mil y más
agarenos que con permiso del rey de Castilla, vivían tranquilamente en España,
sin pagar hasta entonces el menor tributo" (31).
Era falso, por supuesto, que los mudéjares no pagaran impuestos.
Pero llama la atención que Alonso de Palencia destaque la merma de ingresos que
supondría para el sultán el cese de la peregrinación a Tierra Santa y, sobre
todo, el número de posibles víctimas en el caso de que el mameluco tomara
represalias. Ni en la carta del rey de Nápoles ni en la narración de Pulgar
queda claro quienes son los cristianos amenazados por la cólera del sultán:
¿los naturales del país, o dimmíes, como en los tiempos de Qalawn?; ¿o
solamente los occidentales?. Es evidente que Palencia está refiriéndose a los
segundos al señalar que apenas superan el millar de personas. Esta opinión
concuerda con el concepto de Cristiandad dominante a fines de la Edad Media, el
cual restringe su ámbito geográfico al continente europeo y excluye, por tanto
a los cristianos de Asia y África (32).
A decir verdad, Qayt Bey no estaba en situación de exigir nada a
los Reyes Católicos. El mismo Alonso de Palencia escribe: "No era acaso de
temer la realización de las amenazas, porque el Soldán, ante la perspectiva de
mayores peligros, acabaría por someterse a la razón…". El sultán mameluco
necesitaba víveres y mantenimientos para sus posesiones de Siria, amenazadas
por Bayaceto II. Esto lo sabía el rey Católico, que en 1488 había pedido
permiso al papa para vender trigo siciliano a Egipto y obtener, de paso, algún
dinero para costear la guerra granadina. A fin de superar los previsibles
escrúpulos pontificios, don Fernando le hizo saber que convendría ayudar al
sultán mameluco en su guerra con el otomano y conseguir, así, que se
destrozaran entre ellos, tal y como él había venido haciendo en Granada al
sostener a Boabdil contra su padre y, después, contra su tío al- Zagal (33).
Muchos años después, cuando el Cura de Los Palacios mencione en
su crónica la embajada franciscana de 1489, la versión que ofrece de la misma
difiere bastante de la ya conocida:
"En el mes de jullio, estando el rey en este çerco (Baza),
vinieron a él dos frailes de Iherusalem por enbaxadores del Soldán de
Babilonia, de la orden de Sant Françisco, el uno castellano e el otro italiano.
E el Soldán los enbió a le demandar ayuda de Seçilia para sus guerras e
neçessidades, e el rey ovo muy grand plazer con llos; esso mesmo la reina, a la
cual fueron a vesitar a Jahén. E el rey e la reyna les fizieron mucha onrra e
les dieron respuesta de lo que querían, e les libraron çierta summa de dinero
en Seçilia, para sienpre, para el reparo del monasterio e de los frailes, e de
la santa iglesia de Iherusalem e del Santo Sepulcro de Nuestro Redenptor
Jesucristo" (34).
Ni una palabra sobre la legalidad de una guerra que había
terminado hacía mucho tiempo. Andrés Bernáldez descubre el otro motivo de la
embajada, el auténtico, que nada tenía que ver con las tonantes amenazas del
mameluco. Unas amenazas con las que el sultán de Egipto quiso guardar la cara
ante los embajadores nazaríes y ante sus propios súbditos. Era el gesto que
cabía esperar de quien, siendo protector de los santos lugares del islam,
estaba moralmente obligado a solidarizarse con sus correligionarios granadinos.
1.3. La
respuesta otomana
El historiador saudí al-Hamid, que utiliza fuentes turcas,
afirma que Bayaceto II envió sus embajadores al papa con el fin de que éste
presionara a los Reyes Católicos para que dejasen de hostilizar a los
granadinos, amenazando con represalias en el caso de que su petición no fuera
atendida (35). A este respecto, Eduardo Ibarra escribía hace más de un siglo:
"El Gran Turco amenazó al Rey Católico con degollar a los cristianos de
Oriente, si el reino de Granada era destruido; la contestación del monarca aragonés
fue tan enérgica como decisiva; Galip de Ripoll, almirante de la escuadra
aragonesa, ocupó los Dardanelos e impuso al sultán respeto para las decisiones
de España, a la vez que evitó el auxilio que a los moros granadinos pudieran
haber prestado los musulmanes de Oriente" (36).
Don Fernando nunca tuvo relaciones directas con la Sublime
Puerta: en 1483, cuando turcos y napolitanos negociaban la paz, pidió al rey
Ferrante que le permitiera entrar en el trato (37). Así pues, resulta plausible
que recibiera la advertencia osmanlí vía el papado. Lo que no tiene sentido es
la respuesta que dio según Ibarra -que no cita sus fuentes-, pues carecía de
medios para llevar a cabo lo que sin duda hubiera sido una auténtica hazaña
naval. La verdad es que fue él quien temió que ocurriera lo contrario entre
1484 y 1487: la posibilidad de un ataque otomano a Sicilia sale a relucir una y
otra vez en la correspondencia que el monarca aragonés sostenía con los
gobernadores de la isla y con el rey de Nápoles, sobre todo en 1484 y 1485,
cuando se intensificaron los rumores acerca de los preparativos que hacían los
turcos en Salona (38).
Lo más probable es que el rey Católico hiciera llegar su
respuesta al Gran Señor por caminos indirectos. Porque existió un Galip Ripoll,
que no era almirante de la flota aragonesa sino un mudéjar perteneciente a la
familia más importante de la morería de Valencia, que había emigrado a Túnez
después de 1470 (39). En el registro del notario Belleto, que trabajaba para el
cónsul veneciano residente en la capital hafsí, se menciona a "Sidi
Gallipus Ripoll" entre los cortesanos más influyentes del entorno califal,
cuya mediación era indispensable para los mercaderes europeos que trataban en
Ifriqīyā (40). Cabe preguntarse, pues, si fue éste quien llevó la respuesta
fernandina al sultán de los turcos, dado que Túnez mantenía relaciones fluidas
con Estambul. Una respuesta, por cierto, cuyo contenido ignoramos.
Por otra parte, Bayaceto II no podía ayudar militarmente a los
granadinos a causa de la guerra que tenía con los mamelucos y de la revuelta de
su hermano, el príncipe Jem (41). Por eso se contentó con despachar una flota
al Mediterráneo occidental al mando de Kemal Reis. Esto sucedió en 1490 según
el historiador norteamericano Andrew C. Hess, el cual afirma que Kemal Reis
vino a Occidente en misión semioficial y con el encargo de reunir información
acerca de lo que estaba sucediendo en Granada. El corsario turco va a entrar en
contacto con los andalusíes en algún punto del sureste peninsular y, más tarde,
selecciona algunas bases en el litoral norteafricano -isla de Djerba, Bona y
Bujía-, desde las que llevará a cabo incursiones en las costas italianas y
españolas hasta 1495, fecha en la que su presencia es reclamada en Estambul
(42). Anna Masala opina que la reacción de Bayaceto II respondía tanto a
razones de prestigio como de solidaridad con los moros granadinos, pero
adelanta algunos años la venida de la escuadra otomana: ésta volvería a
Estambul en 1492 después de haber permanecido un lustro en aguas del
Mediterráneo, donde Kemal Reis asaltaría las costas de Sicilia, Cerdeña,
Baleares y Valencia, llegando incluso a penetrar en el mar de Alborán para
bombardear Málaga en el otoño de 1487 (43). No habría podido realizar tamaña
gesta, por supuesto, de no haber contado con puertos amigos -Túnez, Bona y
Argel- donde pasar los inviernos (44).
Muchos historiadores occidentales sostienen que no hubo
actividad naval turca en el poniente mediterráneo antes del siglo XVI,
basándose en el testimonio aportado por Píri Reis, sobrino de Kemal Reis, el
cual afirma en su Kitab al- Bahriye, o Libro de la Navegación, que fue en 1501
cuando su tío atacó por vez primera las costas ibéricas (45). Pero Katib
Çelebi, autor turco del siglo XVII, adelanta a 1490 la fecha de esa primera
incursión y en su autoridad se han apoyado A.C. Hess y S. Shaw, entre otros
historiadores modernos (46). Por su parte, Anna Masala se basa en un documento
conservado en el archivo Topkapi de Estambul, que no edita ni traduce (47).
Una expedición en fecha tan temprana como la que propone la
estudiosa italiana habría dejado huella en las fuentes españolas coetáneas. El
bombardeo de Málaga, recién conquistada por los castellanos, no habría pasado
desapercibido. Pero las fuentes susodichas nada dicen sobre las correrías
turcas en esos años si exceptuamos el ataque a Malta y Gozzo, en junio de 1488.
Doce fustas otomanas echaron alguna gente en tierra, secuestraron a varios
campesinos y se retiraron tras hacer un amago sobre la capital maltesa. Aunque
Masala señala que Kemal Reis atacó la isla de Malta antes de volver a su
patria, no parece que éste fuera el caso. En una carta que el rey Fernando
remite a las autoridades sicilianas el 18 de agosto, apunta que el asalto a las
islas fue preparado en Salona, donde sabían que las galeras catalanas de mosen
Vilamari habían dejado de patrullar las aguas sicilianas para volver a
Barcelona (48).
En cambio, las fechas propuestas por Hess encuentran cierta
confirmación en las fuentes ibéricas, las cuales se muestran prolijas al
mencionar la actividad naval osmanlí en el Mediterráneo occidental durante el
año 1494. Recordemos el informe que el secretario Hernando de Zafra envía a los
Reyes Católicos desde Granada el 12 de febrero de ese año. En él trata extensamente
sobre la descomposición política reinante en el Magreb central y occidental, y
de las posibilidades que esto ofrecía para una intervención castellana en la
zona. El secretario real sugiere que la armada exhiba el pabellón frente a las
costas de Tremecén y Túnez porque "aprovechará para atemorizar a toda la
tierra, y para que no tengan atrevimiento como tienen a armar desde Turquía y
correr los mares de vuestras altezas, que al Aguja de Orán llegaron las galeras
de los turcos, y si se muestran a estos mares podrían hazer mucho daño…"
(49).
Si atendemos a la correspondencia intercambiada por el rey
Fernando con el almirante Bernat de Vilamari en el mes de marzo, los piratas
norteafricanos estaban causando estragos en los mares de Sicilia, Cerdeña,
Mallorca y Valencia "porque no hay quien les resista". El monarca
quería que Vilamari, entonces al servicio del papa, pidiera a éste licencia
para venir con sus galeras a defender los dominios patrimoniales de la casa de
Aragón. En la carta que le dirige el 13 de marzo de 1494 sale a relucir que el
mentado almirante acababa de volver del litoral sardo, donde había buscado
inútilmente a un corsario turco cuya identidad desconoce (50). Un documento
fechado en el mes de abril señala que galeras otomanas procedentes de Bona
habían capturado a varios vecinos cristianos de la localidad valenciana de Biar
(51). Otros barcos turcos, fustas en este caso, se dejarían ver más tarde ante
las playas de Almería (52). Ya entrado el verano de aquel año, el 7 de agosto
don Fernando ordenaba al virrey de Sicilia que dispusiera lo necesario para
concentrar a la población de Malta en la capital de la isla (53). Y el 20 de
noviembre advertía al lugarteniente y gobernador de Mallorca que se estaba
esperando una nueva entrada de corsarios turcos debido a las guerras de Italia,
razón por la que debía reforzar las defensas insulares (54).
En 1495 -de acuerdo con la cronología propuesta por Hess- Kemal
Reis volvía a Estambul con bastante información sobre las cosas de Granada.
Para esa fecha, sin embargo, Bayaceto II ya estaría al tanto de los sucesos
acaecidos en al-Andalus gracias a las noticias llevadas por los refugiados
judíos e islamitas (55). La marcha del famoso corsario no significaba que
desapareciese el riesgo de nuevos ataques: a principios de 1496 fray Hernando
de Talavera, arzobispo de Granada, mostraba su preocupación por los rumores que
circulaban sobre la vuelta de los turcos (56). Ésta no tardó en producirse, si
bien las naves osmanlíes se abstuvieron de entrar en el mar de Alborán por el
momento. Conocemos una carta de protesta que la señoría de Génova envía al
califa de Túnez (24/enero/1498) porque un navilio ligur había sido apresado
"da due galere patronizzate per Turchi, armata re verajn la cità vostra de
Trípoli da Mori e Turchi" (57). Según fuentes valencianas, en el verano de
ese mismo año había dos galeras, dos galeotas de 13 y 18 bancos, y un grip
turcos en el puerto de Bona (58).
2. LA
"CONVERSIÓN GENERAL" DEL REINO DE GRANADA (1499-1501) Y SUS
REPERCUSIONES EN EL MUNDO ISLÁMICO
Es sabido que la mayoría de la población granadina optó por
quedarse en sus lares al considerar que era factible conservar su modo de vida
tradicional al amparo de las capitulaciones firmadas con los Reyes Católicos.
Éstas les garantizaban, al menos sobre el papel, el respeto a sus propiedades,
usos sociales y religión a cambio del abandono de la lucha armada y del
compromiso de seguir pagando los mismos impuestos que anteriormente satisfacían
a los emires nazaríes. Pero la tranquilidad de conciencia de los nuevos
mudéjares se vio alterada al ser presionados, directa o indirectamente, para
que se convirtieran al cristianismo entre 1499 y 1501. Aunque una buena parte
de la población optará por recibir el bautismo, fingiendo que querían ser cristianos,
habrá algunos que elijan la vía de la confrontación armada debido a las
dificultades que planteaba el cumplimiento de los preceptos coránicos a
escondidas. Las mismas, o parecidas, razones que van a empujar a otros a
escapar clandestinamente al otro lado del mar cuando encuentren la ocasión para
hacerlo (59).
Las huidas subrepticias contaron con la ayuda de los corsarios
de Berbería. Las fustas y galeotas que zarpaban de Badis (Vélez de la Gomera) y
Tetuán, a menudo gobernadas por refugiados andalusíes, van a encargarse de
rescatar a un número considerable de familias moriscas. Estas operaciones se
concebían y justificaban como muestras de solidaridad entre los musulmanes de
aquen y allen la mar según pone de relieve el caso de los vecinos de la alquería
de Belerin, que intentaron escapar al norte de África en 1501. Pero esta
solidaridad no dejará de ser interesada con el paso del tiempo (60).
He de advertir que la ayuda norteafricana fue el último y
desesperado recurso para bastantes granadinos, cuando la cristianización
obligatoria ya era imparable. Porque antes de que esto suceda, algún miembro de
la élite mudéjar intentó invertir el curso de los acontecimientos al reclamar,
una vez más, la intervención de Egipto y del imperio turco.
2.1. Dos versiones
En 1966 James Monroe daba a conocer una casida granadina, de
autor desconocido, recogida por el erudito tremecení al-Maqqarī en el siglo
XVII, que contiene una petición de ayuda dirigida a Bayaceto II. El poema
consta de 105 versos y en ellos se exponen los motivos que habían impulsado a
los andalusíes a someterse a los infieles, las violaciones de los pactos
cometidas luego por los cristianos, la conversión forzada y otros pormenores.
El hecho de que esta casida mencione acontecimientos producidos en el tránsito
del siglo XV al XVI hizo que Monroe fechara su composición en 1501 (61). En la
actualidad, sabemos que existe otra versión más corta de la oda en una
antología literaria marroquí elaborada en el siglo XVII o, quizá, en el XVIII.
Es anterior a la editada por James Monroe y parece que fue enviada, en su día,
al sultán de Egipto. La copia de al-Maqqarī vendría a ser una ampliación y
reelaboración del texto primitivo para adecuarlo al nuevo destinatario, en la
que se incluyeron los últimos sucesos acaecidos en territorio granadino (62).
En la versión destinada al sultán mameluco se distinguen tres
partes fundamentales. A saber:
a) Un descripción de las vicisitudes que condujeron a la caída
de Granada en poder de los Reyes Católicos. Se cuenta con detalle la traición
cristiana para subrayar que la conversión había sido forzada y se enumeran las
afrentas padecidas por los musulmanes: quema de libros religiosos y castigos
diversos -corporales o propiedad confiscada- para los que no asisten a los
servicios eclesiásticos, ayunan o rezan.
b) En los versos 48-58, e invocando el lazo común del islam, el
anónimo autor de la casida insta al sultán de Egipto a que tome represalias
contra los cristianos que viven en Palestina, o que recurra al papa para que
éste interceda ante los soberanos españoles.
c) Menciona, al respecto una carta enviada por el príncipe
mameluco a los Reyes Católicos, de que la que éstos hicieron caso omiso.
La versión dirigida al sultán otomano añade dieciocho versos en
la primera parte, que recogen las quejas de los granadinos por no poder
celebrar el Ramadán y honrar al Profeta sin ser castigados. Se denuncia, asimismo,
que los moribundos que rechazan a los sacerdotes mueran como perros; que les
hayan cambiado los nombres sin su consentimiento y, lo que es peor, que los
niños y niñas sean educados en la idolatría mientras que los minaretes se
transforman en campanarios.
En lo que toca a la segunda parte, Monroe pasó por alto el verso
73 de la casida (el número 58 en la versión enviada al sultán egipcio), que
dice:
"As for the Christian faith, its
/place of/ origin is ruled by your authority, and what happens there reaches
them in every region" (63).
Entiendo que se refiere a Palestina y, más concretamente, a
Jerusalén. Pero es bien sabido que esta ciudad y su territorio fueron
conquistados por las tropas de Selim I (1512-1520) poco antes de la caída de
Egipto en 1517. Como, por otra parte, el nombre de Bayaceto II no es citado en
la casida -Monroe omitió la introducción en prosa a la misma, donde al-Maqqarī
menciona al sultán susodicho-, esto me indujo, junto con otras razones, a
plantear en su momento la posibilidad de que el poema en cuestión hubiera sido
enviado a Estambul después de 1512 (64). Van Koningsveld y Wiegers, que también
han percibido la contradicción, proponen que se interpreten las palabras del
poeta en un sentido más amplio, de manera que en la versión de la casida
remitida al Gran Señor se estaría aludiendo a los antiguos territorios
cristianos de Asia Menor y, por supuesto, Constantinopla. Por mi parte,
prefiero pensar que hubo un error o despiste al redactar la segunda versión del
poema, copiándose de la anterior un verso que no correspondía (65).
Por último, en lo que concierne a la carta enviada por el sultán
mameluco a los Reyes Católicos y que éstos ignoraron, la segunda versión de la
casida añade dieciséis versos que merecen especial atención. En ellos se
refiere que a unos embajadores de Egipto llegados a la corte hispana, les
aseguraron que los granadinos habían cambiado voluntariamente de religión. En
realidad, fue el miedo a la hoguera y a la muerte lo que les llevó a fingir que
se convertían, limitándose a repetir las palabras que les decían. Según el
anónimo autor de la oda, continúan siendo monoteístas rigurosos y no transigen
con el dogma cristiano de la Trinidad. Si los castellanos proclaman que han
aceptado su credo sin ser molestados por ellos, que les pregunten a los
habitantes de Huéjar y Belefique que fueron acuchillados, o a los de Andarax,
que murieron abrasados en el interior de su mezquita aljama.
No cabe duda de que la versión más breve es la original y pudo
ser escrita después que los reyes recibieran la carta del sultán citada arriba,
y antes de que llegara esa delegación egipcia que menciona sólo el texto
enviado a Bayaceto II. Además, en la primera versión no hay referencias a los
hechos luctuosos de Huéjar, Andarax y Belefique acaecidos entre enero y octubre
de 1500. Tampoco se denuncia una represión del islam más o menos organizada,
como ocurre en la segunda versión. De ahí que los autores citados supongan que
la versión más antigua de la casida fue escrita a principios de 1500 y la
segunda un año después, aproximadamente. En cuanto al autor del poema, estiman
que pudo ser un mudéjar de la jassa que, habiendo asumido responsabilidades
abutahiristrativas al servicio real, estuviera familiarizado con los asuntos
diplomáticos (66).
Van Koningsveld y Wiegers basan buena parte de sus afirmaciones
en lo que escribe Luis del Mármol Carvajal casi un siglo después de la
"conversión general". Según él, tras rebelarse los mudéjares del
Albaicín, el cardenal Cisneros recomendó a los reyes que se les otorgara un
perdón condicional: o se convertían o dejaban la tierra. Y agrega que los
monarcas tuvieron por bueno el consejo, aunque tardaron más de ocho meses en
llevarlo a la práctica. En el ínterin, los del Albaicín hicieron todo lo posible
por estorbarlo y se quejaron al sultán de Egipto, pidiéndole que enviara una
embajada a España dando a entender que él haría lo mismo con los cristianos que
vivían bajo su imperio. Fernando e Isabel recibieron muy bien a esos
embajadores, y en cuanto a las protestas de los mudéjares, les respondieron que
ni los querían cristianos a la fuerza ni, mucho menos, que conservaran su
credo, porque ya no se fiaban de ellos. Por eso les habían ofrecido dos
posibilidades: o convertirse de buen grado o irse bajo seguro a los puertos de
África del Norte que quisieren (67).
Hoy sabemos que la recepción del bautismo fue la condición que
pusieron los reyes a los mudéjares del Albaicín para perdonarles que se
hubieran alzado contra su servicio. Los habitantes de la Alpujarra, una vez
sofocada su rebelión en marzo de 1500, fueron castigados con fuertes penas
pecuniarias, de las cuales se librarían algunos meses más tarde, cuando aceptan
bautizarse, con otras comunidades mudéjares, dentro del proceso conocido como
"conversión general". Y si éste no se puso en marcha hasta el verano
-retraso al que alude, en otro sentido, Mármol Carvajal-fue porque los reyes
tardaron en conseguir que la Santa Sede les otorgara el disfrute de las dos
terceras partes de los diezmos que habrían de pagar en adelante los nuevos
cristianos. La alternativa entre conversión o emigración no se planteó hasta
los primeros meses de 1501, cuando la revuelta mudéjar se había extendido a las
sierras de Villaluenga y Bermeja, en el extremo occidental del antiguo emirato.
Fue la derrota y muerte de don Alonso de Aguilar en Río Verde (marzo de 1501)
la que animó al rey Católico a permitir que la mayoría de los rebeldes se
marcharan con lo puesto (68).
Las fuentes castellanas de la época tampoco mencionan la venida
de una embajada del "Soldán de Babilonia" a la corte de los Reyes
Católicos. Más bien parece que las relaciones diplomáticas con Egipto corrieron
una vez más a cargo de los frailes franciscanos de Monte Sión. Una carta de la
reina al guardián de Jerusalén, fechada en Granada a 20 de agosto de 1500,
menciona otras remitidas por éste en las que solicitaba el envío de dos cadíes
granadinos a El Cairo para que certificaran ante el sultán que sus
correligionarios eran bien tratados por los reyes. Doña Isabel responderá que
lo habían sido hasta tal punto "que veyendo ellos la mucha honrra que se
les hazía, de su voluntad an venido más de quinientos a nuestra santa fee
católica… por manera que no ay quien podamos enviar" (69).
Esta contestación -que era una verdad a medias como se verá
luego- explica en buena medida la llegada a la corte, en abril de 1501, de una
delegación franciscana encabezada por fray Pablo Balsamo de Milán. Ésta es sin
duda la embajada egipcia evocada por el autor de la casida en su versión más
completa, y a la que alude expresamente Luis del Mármol en su obra. En esas
fechas se estaba negociando con los rebeldes de las serranías occidentales la
posibilidad de que pudieran marcharse a tierra norteafricana. Por eso, los
reyes encargaron a los religiosos que dijeran al sultán que no estaban
ejerciendo la violencia sobre los mudéjares para que renegaran de su fe (70).
2.2. La
"Legatio Babilonica" y sus secuelas
La "conversión general" vino a coincidir
cronológicamente con la guerra turco-veneciana de 1499-1502, en la que se vio
involucrada la monarquía hispánica. Por esas fechas, Egipto y la Sublime Puerta
mantenían relaciones amistosas, al menos en apariencia. De ahí que Fernando e
Isabel no se contenten con la respuesta dada por medio de fray Pablo Balsamo y
decidan enviar su propio embajador, Pedro Mártir de Anglería, para que diese a
entender al sultán Qansuh (1500-1516) las causas que les llevaron a hacer lo que
habían hecho. A fines de junio de 1501 el famoso humanista sabía ya que iban a
mandarlo por embajador, pero no a donde y por qué motivo (71). El 7 de agosto
los reyes ordenaban pagarle 590 ducados de oro para sus gastos de
desplazamiento y, al día siguiente, don Fernando le entregaba unas
instrucciones acerca de cómo debía comportarse ante el soberano mameluco, que
resumo a continuación (72).
Tras manifestar su interés por la preservación de los Santos
Lugares y el bienestar de los peregrinos que acuden a visitarlos, Pedro Mártir
ha de estar prevenido cuando le pregunten acerca de lo que ha sucedido en
Granada. Advierte el rey que si el Soldán "no bos hablare en como tratamos
los moros de nuestros rreynos, no hableys palabra en ello". Pero si le
dice que han sido maltratados, lo negará aduciendo que las leyes del reino
prohíben que se dañe a los mudéjares "no faziendo subversiones ni
escándalos contra nuestra fe". Debe negar, asimismo, que la conversión de
los moros de Granada haya sido forzada, pues esto va contra los preceptos de la
religión cristiana. Al contrario, habiéndose alzado en armas los vecinos del
Albaicín y de la alquería de Huéjar, unos y otros fueron perdonados porque
aceptaron recibir el bautismo; y su ejemplo sería imitado por los demás mudéjares
de la ciudad y lugares de su tierra. Pedro Mártir ha de añadir que "otro
tanto acaesçió en l'Alpuxarra", y que la benevolencia regia sirvió de
excusa a los moradores de la Ajarquía almeriense para rebelarse y cometer
diversos delitos, por lo que no hubo más remedio que proceder contra ellos y
castigar a algunos para que escarmentara el resto. Más aun, debe convencer al
sultán Qansuh de que se ha permitido emigrar a los granadinos que optaron por
conservar su fe. Y si éste alega que algunos se convirtieron por dádivas o
promesas, que le conteste que la ley cristiana admite "que puedan ser
atraydos a ella por rrasones o dones" (73). De esa manera el sultán
comprenderá que no se ha usado la fuerza para convertir a los granadinos;
máxime si "aun agora sufrimos" -dicen las instrucciones- "que
estan en la dicha çibdad algunos alfaquíes y otros moros, que no han querido ni
quieren ser christianos" (74).
El 12 de agosto de 1501 Pedro Mártir de Anglería notifica al
cardenal de Santa Cruz que los reyes le han ordenado que vaya primero a
Venecia, con instrucciones secretas, y de allí se traslade en barco hasta
Egipto para entrevistarse con el sultán, el cual ha amenazado con tomar
represalias a costa de los cristianos que viven en sus dominios porque los musulmanes
de Granada habían sido obligados a abjurar de su fe. "Lo han convencido de
esto" -escribe Pedro Mártir- "los judíos, moros y herejes expulsados
por nuestros soberanos" (75). El embajador llegó a Venecia la noche del 30
de septiembre. Su breve estancia en la metrópoli del Adriático está registrada
en el diario de Marino Sanuto: "Si dice va /a El Cairo/ per pregar il
Soldan, relaxi i frati di Monte Sion e li trati bene; et che 30 milia mori di
Granata si sono baptizati di sua volontá e non coacti" (76).
Esta embajada a Egipto está bien documentada gracias a las
cartas de Pedro Mártir, que escribió también una detallada relación de su
misión diplomática, la Legatio Babilonica, impresa en Sevilla en 1511 (77). En
ella refiere que zarpó de Venecia el 2 de octubre a bordo de una galeaza de la
Serenísima y, tras un viaje accidentado, arribó a Alejandría el 23 de
diciembre. En esta ciudad permanecería hasta el 26 de enero de 1502, fecha en
la que recibió el salvoconducto para trasladarse a El Cairo. Una espera tan
prolongada pone de manifiesto que el embajador de los Reyes Católicos no iba a
ser bien acogido en la capital egipcia, donde no se hablaba de otra cosa más
que de los sucesos de Granada. En este sentido, Pedro Mártir no se cansa de
elogiar a "Tangarabardino", intérprete del sultán, que le ayudó a
sortear muchos obstáculos. De él nos dice que era de origen valenciano, que
había sido apresado de jovenzuelo en el mar, y que había renegado formalmente
de Cristo con la esperanza de poder evadirse algún día. Ésta es una más de las
versiones que circulaban entonces sobre la identidad de Taghri Berdi b. Abd
Allāh, pues así se llamaba el trujamán. Aunque no hay duda sobre su origen
europeo, la discrepancia se plantea al querer saber si fue cristiano de nacimiento,
o acaso hebreo. Un judío de Volterra, que lo conoció en El Cairo, escribirá que
el intérprete era "un cristiano para los cristianos y un judío para los
judíos" (78).
Qansuh concedió tres entrevistas a Pedro Mártir de Anglería. En
la segunda, que se celebró a puerta cerrada, el sultán habla de la expulsión de
los judíos, de los malos tratos padecidos por los mudéjares y, sobre todo, del
cambio forzoso de religión. El embajador le responde remontándose a don Rodrigo
y a la "pérdida de España" para justificar la posterior conquista de
Granada, utilizando argumentos ya conocidos en la cancillería egipcia. Rechaza
que la conversión al cristianismo tuviera un carácter obligatorio y justifica
lo sucedido porque los mudéjares que se habían sublevado, una vez derrotados,
pidieron a voces el bautismo para librarse del castigo que merecían. Pedro
Mártir recuerda al sultán que los mudéjares valencianos y aragoneses viven
pacíficamente, andan a caballo y con armas, tienen sus mezquitas y se les
guarda la misma justicia que a los cristianos. Por último, se embarca en una
diatriba contra la "raza abyecta" de los judíos, cuyo contenido
encajaría muy bien en una antología del antisemitismo moderno (79).
Según parece, después de la primera entrevista algunos jefes
mamelucos, instigados por los embajadores de los príncipes del Magreb,
amenazaron al sultán con rebelarse si accedía a las peticiones presentadas por
el portavoz de los reyes de España. Sabedor de esto, Pedro Mártir de Anglería
declarará al término del segundo encuentro con el mameluco que si obtenía todo
aquello que había venido a pedirle, al día siguiente proclamaría por doquier
que la armada que sus señores tenían en Calabria venía en socorro de Qansuh; de
ese modo nadie se atrevería a levantarse contra él. A partir de ese momento el
sultán suaviza su postura y, en el curso de la tercera y última entrevista,
consentirá que se rehagan las iglesias de Jerusalén, Beirut, Ramala, Belén y
otros lugares "donde queda algún recuerdo todavía de los hechos de Cristo".
Asimismo, accederá a reducir los tributos que debían pagar los peregrinos. El 4
de marzo de 1502 Pedro Mártir estaba de nuevo en Alejandría, de donde zarpará
rumbo a Venecia el 22 de abril.
Alonso de Santa Cruz copia ampliamente la Legatio Babilonica en
el capítulo LXV de su crónica. Pero no es cierto que la resuma como se ha
escrito alguna vez (80). Para empezar, ignora por completo al intérprete
"Tangarabardino" y omite la primera entrevista que el sultán concedió
a Pedro Mártir, por lo que carece de sentido la referencia que hace, más
adelante, a la ayuda militar que los reyes podrían prestar al mameluco. El
cronista sigue punto por punto los alegatos del embajador en la segunda
entrevista, pero va más lejos que éste en la soflama contra los judíos: escribe
que si el "Soldán" supiera como son realmente "que otra vez los
mandaría echar de Egipto, como avían echado en tiempo de Faraón". Y aunque
la Legatio no menciona a los dimmíes, Alonso de Santa Cruz, al anotar que Pedro
Mártir arrancó al sultán la promesa de que respetaría los Santos Lugares y a
los peregrinos que los visitaban, añade que había conseguido, asimismo,
"que su majestad no permitiera que se hiciese mal y daño a ningún
cristiano de los que avitaban en sus señoríos, sino que los dexaren vivir en su
ley, como hasta allí avían hecho…" (81).
Desconozco la fecha en la que Pedro Martir de Anglería volvió a
España para dar cuenta a sus señores de las gestiones realizadas. Pero consta
que el 25 de noviembre de 1502 el rey Fernando firmaba varias cartas relacionadas
con el resultado de la embajada, siendo sus destinatarios el sultán de Egipto,
el fraile guardián de Jerusalén, el intérprete "Tangarabardino", el
maestre de Rodas y Felipe de Paredes, cónsul de catalanes en Alejandría. El
monarca agradecía en todas ellas el trato dispensado a su embajador y, de paso,
hacía las recomendaciones que convenían en cada caso. Ese mismo día se
despachaban otras misivas para los notables mudéjares de los reinos de Valencia
y Aragón, ordenándoles que escribieran a su vez a Qansuh y le dieran cuenta de
cómo vivían, siguiendo un borrador redactado previamente en la cancillería real
(82).
En febrero de 1502, mientras Pedro Mártir estaba en El Cairo, un
decreto real había puesto a los mudéjares de Castilla y León en la disyuntiva
de aceptar el bautismo o emigrar. No sería extraño pues, que los musulmanes de
Valencia y Aragón, bastante alterados por lo sucedido en Granada, creyeran que
no iba a tardar en tocarles el turno a ellos (83). Con objeto de
tranquilizarles y, al mismo tiempo, explicar al sultán mameluco lo que había
sucedido con los mudéjares castellanos y leoneses, don Fernando dicta una carta
cuyo contenido no deja de ser patético.
En la línea de lo ya expuesto por Pedro Mártir en su embajada,
los supuestos autores de la epístola aseguran que si los granadinos se
bautizaron fue porque ellos mismos lo pidieron para librarse de las penas en
las que habían incurrido por haberse alzado contra los reyes. Y agregan que a
los castellanos se les había ordenado salir del reino con sus bienes al existir
indicios de que preparaban algo; pero "ellos quisieron más tornarse
christianos que no dexar sus naturalezas". En cambio, los mudéjares
valencianos y aragoneses gozaban de las mismas libertades que los cristianos, disponían
de sus haciendas y conservaban sus mezquitas, tal y como declarara en su
momento Pedro Mártir ante el sultán. Aunque los "autores" de la carta
insisten en que ninguno de ellos "fue apremiado ni costreñido ni
aprisionado ni amenazado para que se torne christiano". Por eso concluyen
rogando al mameluco que satisfaga cualquier petición de los Reyes Católicos: de
ese modo sentirán la obligación "de nos tratar bien como hasta aquí lo han
hecho y hazen…". También le piden que no preste atención a los
maledicentes "porque los buenos no paguen la pena que meresçen los
malos" (84).
El sultán de Egipto volvería a amenazar con destruir los Santos
Lugares en 1503, cuando encarga a fray Mauro Hispano que vaya al papa Julio II
y le pida que transmita sus protestas a los Reyes Católicos y a Manuel I de
Portugal. A su disgusto por la política seguida con los mudéjares granadinos,
se suman ahora las quejas por los atropellos que estaban cometiendo los
portugueses en el Océano Índico: la aparición de los navíos lusitanos en aquellas
aguas había trastornado los circuitos tradicionales del comercio de especias
que, como todos saben, era vital para la economía egipcia. Una vez cumplida la
primera etapa de su viaje, fray Mauro saldrá de Roma con cartas del Sumo
Pontífice para los monarcas ibéricos y la traducción latina de la misiva del
sultán. Nada se sabe de su entrevista con Fernando el Católico. Tampoco, si
éste contestó al papa y/o al sultán, pero es de suponer que si hubo respuesta ,
se parecería a la de embajadas anteriores. En cambio, el rey de Portugal sabía
que las protestas de Qansuh le concernían solamente a él. Y escribió a Julio II
para manifestarle su escepticismo sobre las amenazas del "Soldán": si
éste asolaba los Santos Lugares perdería la poca riqueza que le quedaba, fruto
del comercio y de la peregrinación (85).
2.3. La
instalación de los corsarios turcos en África del Norte: Los hermanos
Barbarroja
Kemal Reis volverá a operar en el Mediterráneo occidental
durante la guerra turco-veneciana. El 28 de julio de 1501 se supo en Valencia
que trece galeras, tres fustas y un bergantín turcos habían sido vistos cerca
de Palermo (86). En el mes de septiembre, Anzolo Malipiero, capitán de la muda
veneciana de Berbería, escribe al Senado desde Mesina para comunicarle que ha decidido
suprimir la mayoría de las escalas norteafricanas "per tema de
Camali" (87). Ya se ha comentado que por esas fechas los mudéjares
valencianos vivían en continua zozobra a causa de las turbulencias granadinas.
No es sorprendente, pues, que algunas comunidades opten por escapar al norte de
África con la ayuda de corsarios musulmanes: la fuga que protagonizan los
vecinos de Altea en julio de 1502 contó con la cooperación de fustas turcas
venidas desde Bujía y Argel (88). En estas fechas, concluida la guerra con
Venecia, Bayaceto II ya había retirado la escuadra que mantenía en aguas
magrebíes. Van a reemplazarla corsarios del Egeo que ahora se desplazan al
oeste para ayudar a sus hermanos musulmanes y, de paso, obtener botín a costa
de los cristianos (89).
La necesidad de crear un glacis defensivo en el norte de África,
el interés mercantil y el espíritu de cruzada explican la conquista y ocupación
por los españoles de Mazalquivir (1505), Peñón de Vélez de la Gomera (1508),
Orán (1509), y, en 1510, de Bujía y Trípoli (90). Estas empresas militares, que
se interrumpen con la reanudación de las guerras de Italia en 1511, no evitarán
que los gazíes turcos, solos o en connivencia con los corsarios magrebíes,
ataquen las costas levantinas y del archipiélago balear: lo ponen de relieve
los avisaments recibidos en Valencia entre 1504 y 1515 (91). Apenas hay
noticias, empero, de que osaran entrar en el mar de Alborán. El 30 de noviembre
de 1504, recién fallecida la reina Isabel, don Iñigo López de Mendoza, conde de
Tendilla y capitán general del reino de Granada, escribía a don Fernando:
"A estas partes de Berbería son venidas dos fustas de turcos que algo an
movydo a los livianos como sy fueran mucha gente" (92). Cuatro o cinco
años después, los portugueses apresaban una fusta de Tetuán con varios turcos a
bordo (93). Se ha escrito, incluso, que en esta primera década del siglo XVI
Kemal Reis viajó hasta Marruecos con su sobrino Piri Reis para entrevistarse
con el último emir granadino, no se sabe con qué fin (94).
Los grandes protagonistas de la instalación definitiva de los
turcos en el Maghreb fueron los hermanos Oruch y Hayradin Barbarroja, renegados
griegos oriundos de Mitilene. Pero no termina de estar claro cuando hicieron
acto de presencia en la zona. La versión clásica sostiene que llegaron a Túnez
en el verano de 1504 y acordaron con el califa que los acogería en sus puertos
a cambio de un quinto de las presas que tomaran y de respetar a las naves
aseguradas por el hafsí (95). Por su parte, Andrew C. Hess opina que fue en
1512, a raíz de la muerte de Bayaceto II, cuando ambos hermanos se trasladaron
al oeste (96). Una discrepancia cronológica que no se puede resolver acudiendo
a las memorias que Hayradin dicta a Seyyid Murad en 1543, poco antes de morir,
pues no encontraremos ni una sola fecha en las mismas (97). Lo más probable,
sin embargo, es que llevaran algún tiempo operando desde Ifrīqiya cuando accede
al poder Selim I. Esto explicaría que se distancien del califa tunecino después
que éste rehusara ayudarles a recuperar Bujía en 1512: en adelante dejarán de
pagarle el quinto del botín mientras buscan nuevos puntos de atraque en el
Magreb central (98).
Las aguas italianas y del levante español fueron las más
frecuentadas por las flotillas turcas mientras éstas utilizaron los fondeaderos
tunecinos. Por ese motivo el conde de Tendilla no creía que los Barbarroja se
atrevieran a atacar el litoral granadino: don Iñigo veía la "manga
mediterránea" como una especie de cogujón, o callejón sin salida. Aparte
de esto, estaba convencido de que los corsarios marroquíes no querrían
colaborar con los turcos debido a ciertos roces que habían tenido anteriormente
con ellos. Las fustas otomanas que se acercaron hasta el estrecho de Gibraltar
en 1504, habían capturado un barco del alfaqueque tetuaní Abrahen Ezerchel,
quebrantando así una de las leyes no escritas que regulaban las relaciones
entre musulmanes y cristianos en la frontera del mar de Alborán: en una carta
escrita en 1513, don Iñigo refiere que los turcos fueron "hechos
pedazos" posteriormente por gentes de Tetuán y Tárraga (99).
No hay que insistir en que estaba equivocado. Después de un
segundo y fallido intento contra Bujía, los Barbarroja piden ayuda a Selim I,
que decide apoyarles con el envío de algunas galeras. A principios de 1515,
coincidiendo con la muerte de Tendilla, los corsarios se instalan en Gigel,
setenta millas al este de Bujía. Llegado el verano, una escuadra turco-magrebí
va a cruzar las costas del reino de Granada y, con la ayuda de los gazíes de
Tetuán, atraviesa el Estrecho. El 21 de julio de 1515 cuatro fustas atacaban el
lugar de Conil, señorío del duque de Medina Sidonia, llevándose secuestrados a
parte de sus vecinos tras haber robado y quemado el caserío (100). Nuño
Ribeiro, factor del rey de Portugal en Sevilla, escribe el 7 de agosto que
había noticia cierta de la presencia en aguas del estrecho de Gibraltar de un
turco "que se chama Barbaroxa", con seis galeras de 22 bancos y tres
galeones grandes con mucha artillería y 500 ó 600 escopeteros a bordo, lo que
no dejaba de ser una exageración (101).
La venida de los turcos generó inseguridad e incertidumbre tanto
en el reino de Granada como en Andalucía, pues no se conocían ni las fuerzas
con que contaba el enemigo ni los objetivos que perseguía. El rey Fernando no
tomará las primeras decisiones hasta principios de agosto, cuando ya dispone de
informes más o menos precisos. El día 2 escribía a Hernando de Bazán,
corregidor de Cádiz, que "quatro galeras e quatro fustas gruesas de turcos
y moros han baxado agora de Levante y passado por la costa del reyno de
Granada", y le instaba a que armase una flotilla de carabelas y naos en el
puerto gaditano. Ese mismo día ordenaba al concejo de Jerez que mandase dos
centenares de peones a guarnecer Gibraltar. El 4 de agosto dictaba una
instrucción para la vigilancia del litoral granadino "en tanto andan los
turcos", según la cual debía repartirse la gente de guerra por los lugares
que ofrecían mayor peligro y doblar las guardas en los despoblados, y recomendar
a los moriscos que se apartaran de la costa para evitar que sufrieran algún
daño. También ordenaba al marqués de Mondéjar, nuevo capitán general del reino
de Granada, que reuniera una escuadra en Málaga para salir en busca de los
turcos y "echallos y correllos destos mares" (102). Una semana más
tarde se supo en la corte que otras fustas "de los moros de la costa de
África" se habían unido al destacamento naval turco-magrebí . Por eso, don
Fernando dispuso que se movilizara a parte de las milicias concejiles andaluzas
y murcianas con objeto de que reforzaran los puntos más débiles del litoral
granadino si fuera necesario. Según la nueva instrucción que recibe el marqués
de Mondéjar, el dispositivo de defensa quedaría así (103):
Lugar — Efectivos — Procedencia
Vera y Mojácar - 20 jinetes, 200 peones - Murcia y Lorca
Almería - 20 jinetes, 200 peones - Úbeda y Baeza
Almuñécar - 15 jinetes - 150 peones - Écija y Jaén
Marbella - 20 jinetes, 200 peones - Jerez
Gibraltar - 200 peones - Jerez
El capitán general del reino granadino logró reunir en Gibraltar
hasta 23 embarcaciones procedentes de Cádiz y Málaga, con las cuales salió en
persecución de la flota turco-magrebí, que había doblado el cabo Espartel rumbo
a Larache. No pudo darle caza y, tras permanecer al acecho algunos días en
Arcila, volvió a Gibraltar con el propósito de interceptarla cuando intentara
volver al Mediterráneo. Pero la heterogeneidad de la escuadra -naos, carabelas,
galeras, galeotas, fustas y bergantines- y la rivalidad entre sus capitanes
permitirán que la flota turco-magrebí atraviese el Estrecho en la segunda mitad
del mes de septiembre, sin ser estorbada (104).
Llama la atención la movilización preventiva de una parte de las
milicias concejiles de Andalucía y Murcia, pues esto no se había hecho desde
los días de la revuelta mudéjar (1500-1501). Indica por sí solo la importancia
que se dio a la primera irrupción masiva de los turcos en el mar de Alborán. En
una carta dirigida al marqués de Mondéjar (Aranda de Duero, 13 de agosto de
1515) el rey justifica la llamada a filas ante la venida de los corsarios
"por el daño que podría recreçer si los christianos nuevos hizieren alguna
alteraçion con espaldas dellos…". Pero lo más significativo es que el
monarca recomiende a don Luis Hurtado de Mendoza que le dé a esto la mayor
publicidad posible: "...ques bien porque la gente dese reino no se mueva a
alguna libiandad, que sepan quel Andalucía está aperçibida" (105).
Lo que más preocupaba a don Fernando y a las autoridades
granadinas es que los cristianos nuevos colaboraran con los turcos según venían
haciéndolo con los norteafricanos. En cierto modo, es como si estuvieran al
tanto de la justificación ideológica que los hermanos Barbarroja buscaron para
sus empresas: salvar a los andalusíes de las persecuciones que padecían desde
que se les obligara a convertirse al cristianismo, especialmente de las medidas
tomadas para romper la solidaridad de la familia morisca. En las
"memorias" de Hayradin Barbarroja se lee que los moriscos que permanecían
en al-Andalus
"…hicieron cuevas donde las noches hacen la sala (oración)
y enseñan sus hijos el Alcorán. Y los días, de miedo, los envían a las iglesias
para saber el Evangelio; y a las hijas toman los cristianos porque no se casen
y allí se pierda su generación y la ley de Mahoma. Al que hallan hacer la sala
o leer el Alcorán, o ayunar y haser otras cosas de la ley de moros, lo queman
luego… "
Y añade que el sultán Solimán (1520-1566) y Hayradin
"fueron causa de sacar de trabajos y dar libertad a muchos de ellos y
llevarlos a tierras de moros" 106. Por lo demás, esta obra rebosa de
versículos coránicos que ensalzan la lucha contra los infieles 107.
Los hermanos Barbarroja no inventaron el underground railroad
entre las orillas septentrional y meridional del mar de Alborán, pues ya lo
habían abierto los corsarios de Tetuán y Vélez de la Gomera. Pero después de la
"invasión" del verano de 1515, los moriscos granadinos van a tomar
conciencia de la verdadera ayuda que podían prestarles los turcos; máxime si
con la ocupación de Argel en 1516 y la deposición de los zayaníes al año
siguiente, se sientan las bases del dominio otomano en el Maghreb central y
oriental.
A MODO DE
CONCLUSIÓN
No quiero terminar este trabajo sin hacer algunos comentarios
adicionales sobre el contenido de las casidas enviadas a los sultanes mameluco
y otomano con motivo de la "conversión general". Tanto en una como
otra vemos que la relación de agravios expuesta por el autor refleja
experiencias desagradables y sinsabores padecidos durante algún tiempo, y no
tienen que interpretarse, necesariamente, como si se hubieran producido entre
1500 y 1501. Pero, como las fechas en las que fueron escritas parecen seguras,
es probable que el contenido de ambas versiones recoja en muchos casos
problemas de conciencia y, sobre todo, los temores de los conversos -las
continuas referencias a la hoguera, por ejemplo-, más que hechos reales.
Los versos finales de los dos textos son los mismos. Según Van
Koningsveld y Wiegers, de su lectura se deduce que los andalusíes preferían ser
expulsados de su tierra a vivir en ella como infieles; en ellos se pide el
derecho a emigrar libremente al norte de África con sus pertenencias si no se
restaura la libertad religiosa en el reino de Granada. Por eso, los autores
citados plantean la posibilidad de que las diplomacias egipcia y turca tuvieran
algo que ver con el edicto real de julio de 1501 que, en opinión de ambos,
ofrecía a los mudéjares granadinos la posibilidad de convertirse o salir del
reino desprovistos de sus bienes108.
Pero esta hipótesis no se sostiene por dos razones. En primer
lugar, porque la diplomacia turca brilla por su ausencia en 1501, mientras que
la egipcia carece de fuerza suficiente para influir en el ánimo de los Reyes
Católicos. En segundo, porque se ha malinterpretado el contenido de un edicto
regio de 20 de julio de 1501 que prohíbe la estancia en territorio granadino de
los musulmanes libres, a los cuales se les concede un plazo de tres días para
que salgan del mismo bajo pena de perder sus bienes: el documento alude, sin
mencionarlos, a los mudéjares de Castilla, Valencia y Aragón, cuya presencia en
Granada podría estorbar el adoctrinamiento de los nuevos cristianos109. En este
sentido, debo insistir en que fueron los mudéjares alzados en las sierras de
Villaluenga y Bermeja los únicos a los que se les da opción a marcharse 110.
Apéndice documental
-Documento
n° 11500, agosto, 20. Granada
Da
Isabel contesta al prior de Monte Sión, en Jerusalén, que le había pedido que
enviara dos cadíes granadinos a Egipto
A.G.S.
Cámara de Castilla. Libro 4° de Cédulas, fol.137 recto
"El
guardian de Iherusalen. Nos la rreyna de Castilla, de León, de Aragón, de
Çeçilia, de Granada, etc. Enbiamos mucho a saludar a vos el venerable e devoto
padre guardián de Montesion de Iherusalen como aquél para quien todo bien e
honrra deseamos. Fazemos vos saber que resçebimos vuestras letras e ovimos
mucho plaser de saber las cosas que por ellas nos escrevistes, e agradesçemos
vos el cuidado que dezis teneys de rogar a Dios por el rey, nuestro señor, e
por mi e por nuestros hijos, e así vos rogamos lo continuéis. Çerca de lo otro
que escrevis, que enbiemos dos cadis moros que çertefiquen al soldan como los
moros nuestros súbditos son de nos bien tratados, fazemos vos saber que an sydo
de nos tan bien tratados que veyendo ellos la mucha fonrra que se les hazía, de
su voluntad an venido más de quinientos a nuestra santa fee católica. E loado
Dios y asy todos son a ella convertidos, por manera que no ay quien podamos
enbiar. Afectuosamente vos rogamos syenpre nos escrivais hasyendonos saber de
las cosas de allá, porque con vuestras letras avremos mucho plazer.
Escripta
en la muy noble e gran çibdad de Granada, de agosto a XX de agosto de mill e
quinientos años. Yo la reyna. Por mandado de la reyna, Gaspar de Grizio".
-Documento
n° 21501, abril, 24.Granada
Orden
de pago a favor de fray Pablo Bálsamo de Milán, que ha de volver a Palestina
con otros frailes franciscanos
A.G.S.
Cámara de Castilla. Libro 5° de Cédulas, fol. 107 recto
"La
reyna. Thesorero Gonçalo de Baeça. Yo vos mando que de qualesquier maravedíes
que por mi mandado aveys resçebido o resçibiedes en qualquier manera, dedes e
paguedes a fray Pablo Balsamo de Mediolano e a los otros frayles que con él
vinieron de Jerusalén XXXIIII U. de que yo les fago merçed: los XX U. dellos
para la costa que han de haser en el camino, e los otros XIIII U. para conprar
los machos en que vayan. Los quales le dad e pagad luego e tomad su carta de
pago del dicho fray Pablo con la qual e con esta mi carta, poniendo en ella
Juan Lopes mi contador como queda asentada en vuestra quenta, mando que vos
sean resçebidos en quenta los dichos XXXIIII U. Fecha en Granada a veynte e
quatro días del mes de abril de quinientos e un años. Yo la reyna. Por mandado
de la reyna, Gaspar de Grizio".
-Documento
n° 31502, noviembre, 25. Madrid
Don
Fernando a las autoridades de la morería valenciana: que presten atención a lo
que tiene que decirles el Baile General del reino de Valencia
A.G.S.
Cámara de Castilla. Libro 6° de Cédulas, fol. 19 recto
"Cadis,
alfaquíes, alguasiles, viejos buenos onbres del aljama de los moros de la
nuestra çedula (sic) de Valençia. Nos escrivimos a don Diego de Torre, nuestro
camarero y vayle general, que vos hable de nuestra parte algunas cosas que el
dirá. Dadle entera fee y creençia, y aquello poned en obra syn dilaçion alguna
porque asy cunple a nuestro serviçio.
De
Madrid XXV de enero de DII. Yo el rey. Almaçan, secretario.
-Otra
tal para los de Çaragoça"
-Documento
n° 41502, noviembre, 25. Madrid
El
rey Fernando instruye al tesorero de Valencia sobre el mensaje que los
mudéjares regnícolas han de enviar al sultán de Egipto. Acompaña una copia del
texto que deberá ser traducido al árabe
A.G.S.
Cámara de Castilla. Libro 6° de Cédulas, fols. 19 v° y 20 recto
"El
rey. Thesorero: porque para el bien e conservaçion del Santo Sepulcro de Ihs y
de los monesterios y lugares santos que estan en aquellas partes y de los
peregrinos que van e vienen a él es menester que el aljama de los moros desa
çibdad escrivan al Soldan de Babilonia una carta de la manera que va aquí
ordenada, en minuta señalada de Miguel Pérez de Almaçan, nuestro secretario,
vos enbiamos para ello carta nuestra para la dicha aljama con creençia remitida
a vos. Por ende vos encargamos y mandamos que luego fagays que se junten y les
dedes la dicha nuestra carta y por virtud della les digays de nuestra parte lo
que vierdes que es menester para que syn dilaçion alguna fagan en arábigo la
dicha carta para el dicho Soldan, y avyendola fecho la fagays mirar a persona
de confian-ça porque no muden la sustançia della. Y vista, sy estuviere
conforme a la que vos enviamos, dadla al levador desta que la ha de llevar al
Soldan. Y porque como vedes esto es cosa que cunple mucho a serviçio de Nuestro
Señor y bien del Santo Sepulcro e de los dichos peregrinos, por serviçio
nuestro que no alçeys dello la mano fasta que a éste se le de la dicha carta.
Dada
en Madrid a XXV de enero de DII. Yo el rey. Almaçan, secretario.
-Otra
tal para el vayle general de Valencia
La
forma de la carta que escrivieron los moros de Valençia al Soldan de Babilonia:
Acá
avemos sabido que algunos onbres de malas lenguas, reboltosos, han informado a
V. Al. que los moros de los reynos d'España fueron maltratados y costrenidos a
ser chris-tianos y que han resçibido otros muchos agravios, lo qual todo
fazemos saber a V. Al. ser al contrario, porque sy los moros de Granada se
tornaron christianos fue porque ellos lo pidieron e suplicaron, porque avían
meresçido toda manera de muerte y ser sus mugeres e fijos esclavos y todas sus
fasiendas perdidas por se aver rebelado contra el rey e alborotado pueblos
libianamente, y fecho otras cosas muy feas, entre las quales mataron capitanes
e alcaydes de fortalezas y alguaziles y otras gentes e onbres prinçipales, lo
qual todo les fue perdonado porque de su voluntad quisieron ser christianos y
demandaron el agua del baptismo.
Asy
mismo, a los moros de Castilla, porque los tenían por sospechosos por algunos
yndi-çios que hallaron en ellos, mandaron haser pregón que se fuesen a donde
quisieren con sus bienes. Y ellos quisieron más tornarse christianos que no
dexar sus naturalezas.
Pero
nosotros, los que bivimos en los reynos de Aragón e de Valençia, porque bivimos
paçificamente e somos muy bien tratados y tenemos las libertades que tyenen los
christia-nos, asy de cavalgar a caballo y traer armas como de las otras cosas,
porque sy un christia-no enojase a un moro no sería menos castigado que sy
enojase el moro al christiano. Y tenemos todas nuestras mezquitas, grandes y
pequeñas, a toda nuestra (fol. 20 recto) voluntad, syn ninguno nos inpedir ni
contradezir cosa alguna, asy como sy estoviésemos en tierra de moros. Y sy
ganamos e conquerimos haziendas gozárnoslas e tenémoslas syn ningund
ynpe-dimiento, que ninguno no nos pide nada más de los derechos antiguos según
nuestros antepasados solían pagar; y nunca ninguno de nosotros fue apremiado ni
costreñido ni aprisionado ni amenazado para que se torne christiano.
Por
lo tanto suplicamos a V.Al. sy de parte del rey e de la reyna de España,
nuestros señores, alguna cosa le fuese pedido o rogado, liberalmente lo faga
porque tenga más cargo de nos tratar bien como hasta aquí lo ha hecho y hazen.
Y de aquí adelante V. Al. no quiera dar orejas a malas lenguas ni a onbres
reboltosos porque los buenos no paguen la pena que meresçen los malos.
-Otra
tal para los moros de Çaragoça".
Notas:
1 ARIÉ, R.: "Les relations diplomatiques
et culturelles entre Musulmans d'Espagne et Musulmans d'Orient au temps des
Nasrides", Melanges de la Casa de Velázquez (Madrid) I (1973) 87-107; SECO
DE LUCENA, L.: "Embajadores granadinos en El Cairo", Miscelánea de
Estudios Arabes y Hebraicos (Granada) IV-1 (1955) 5-30.
2 Según leemos en una carta remitida a Juan II
el 20 de abril. AMADOR DE LOS RÍOS, J.: Memoria histórico-crítica sobre las
treguas celebradas en 1439 entre los reyes de Castilla y de Granada, Madrid,
1879,p.137. Queda la duda de si se trataba de un otomano o de un emisario
mameluco, pues, como es sabido, el sultanato egipcio se consideraba a sí mismo
un estado turco.
3
PERTUSI, A.: Testi inediti epoco noti sulle caduta di Constantinopoli,
Bolonia, 1983, p. 26; SCHWOE-BEL, R.: The shadow of the Crescent: the
Renaissance Image of the Turk (1453-1517), Niewkoop, 1967, p. 7.
4 BRUNSCHVIG, R.: La Berbérie Orientale sous
les Hafsides, des origins à la fin du XVe siécle, vol. 1, Paris, 1982, 2.a ed.,
p. 263.
5 Por desgracia, no cita la fuente. TEMIMI, A.:
"Une lettre des morisques de Grenade au sultan Suleiman al-Kanuni en
1541", Revue d'Histoire Maghrebine" (Túnez) 3 (1975) 101.
6 LÓPEZ DE COCA Castañer, J. E.: "El Islam
y la caída de Granada", La Península Ibérica en la Era de los
Descubrimientos, 1391-1492. Actas III Jornadas Hispano-Portuguesas de Historia
Medieval (Sevilla) II (1997) 1553-1573. Algunas de las ideas vertidas en este
trabajo proceden de otro anterior: "Granada y los turcos otomanos,
1439-1516", Sardegna, Mediterráneo e Atlántico tra Medioevo ed Età
Moderna. Studi Storici in Memoria di Alberto Boscolo (Roma) III (1993) 185-199.
7 Lo que me ha permitido revisar alguna de las
hipótesis que formulé entonces. Infra n° 64.
8 Un buen análisis sobre la descomposición del
Magreb a fines de la Edad Media, en ABUN-NaSR, J.: A History of the Maghrib,
Cambridge, 1975, 2.a ed., pp. 119-158.
9 Cf. Crónica de los Reyes Católicos.II: Guerra
de Granada, Ed. J. de M. Carriazo, Madrid, 1943, pp. 145-146 y 313. Andrés
Bernáldez, Cura de Los Palacios, añade que los embajadores zayaníes pidieron a
los reyes que se mostraran clementes con la población malagueña. Cf. Memorias
del reinado de los Reyes Católicos, Ed. J. de M. Carriazo y M. Gómez Moreno,
Madrid, 1962, p. 188.
10 Cf. "Guerra de Granada"
(B)iblioteca de (A)utores(E)spañoles (Madrid) CCLXVII-3° (1975) 197; ABUN-NASR,
J.: ob. cit., p. 157.
11 En 1489 don Fernando instruye a su embajador
en Túnez para que felicite al nuevo califa por su acceso al poder y le prometa
apoyo contra su pariente a cambio de la liberación de cierto número de cautivos
cristianos. Cf. Documentos sobre las relaciones internacionales de los Reyes
Católicos vol. III, Ed. A. de la Torre, Barcelona, 1951, pp. 178-181.
12 Según Hernando del Pulgar, los Reyes
Católicos advirtieron a los sultanes de Fez y Tremecén que no debían permitir
que pasaran a tierra granadina gentes, ni armas, ni caballos ni provisiones. Supra, n° 9.
13
British Library, Egerton Ms. n° 1.173, fols. 7 v° y 52 recto en
particular.
14
MEYERSON, Mark D.: The Muslims of Valencia in the Age of Fernando and
Isabel. Between Coexistence and Crusade, Berkeley, 1991, pp. 65 y 66.
15
(A)rchivo(G)eneral(S)imancas. Diversos de Castilla, libro 44, fol.
1.
16 MASALA, Anna: "La prima spedizione
otomana in Spagna (1487)", Medioevo. Saggi e Rassegne" (Cagliari) 8
(1983) 122; también, "La prima spedizione otomana sulle coste della
Spagna", La presenza italiana in Andalucía nel Basso Medioevo. Atti del
secondo convegno. Roma, 25-27 maggio 1984, Bolonia, 1986, p. 171.
17 ARIÉ, R: L'Espagne musulmane aux temps des
Nasrides (1232-1492), Paris, 1973, p. 451.
18 Se desconocen los resultados de la misma.
MEYERSON, M. D.: ob. cit., pp. 67 y 68.
19 Cf. La Berberie Orientale sous les Hafsides,
vol. 1, p. 276.
20 Según GRANJA, Fernando de la: "Condena
de Boabdil por los alfaquíes de Granada", Al Andalus (Madrid-Granada)
XXXVI-1 (1971) 163 y 164.
21 Sigo la versión francesa de ARIÉ, R.: ob.
cit., p. 173.
22 Cf. ALARCÓN, M. A. y GARCÍA Linares, R.: Los
documentos árabes diplomáticos del Archivo de la Corona de Aragón, Editados y
traducidos por…, Madrid-Granada, 1940, docs. 147 y 148.
23 Siguiendo, al parecer, las recomendaciones
del concilio de Vienne. BARCELÓ TORRES, M. C.: Minorías islámicas en el País
Valenciano. Historia y dialecto, Valencia-Madrid, 1984, p. 95.
24 Carta del 23 de febrero de 1323, en Los
documentos árabes diplomáticos…, pp. 367 y 368 en especial.
25 LÓPEZ DE Coca CaSTAÑER, J. E.: "Sobre la
emigración mudéjar al reino de Granada", Revista d'Historia Medieval
(Valencia) 12 (2001-2002) 256.
26 Ver carta del rey (Zaragoza, 7/abril/ 1477) a
Luis de Cabanyelles, lugarteniente de gobernador del reino de Valencia, y a
Honorat Berenguer Mercader, baile general, en (A)rchivo(R)eino(V)alencia Bailía
vol. 1.156, fols. 33 v° y 34. Transcrita por RUZAFA GARCÍA, M.: Patrimonio y
estructuras familiares en la morería de Valencia (1370-1520), vol. II,
Valencia, 1988, doc. 143a. Tesis doctoral inédita.
27 Así se lee en las cartas remitidas por el rey
Fernando (Toledo, 11/febrero/1480) al gobernador de Aragón y al merino de
Zaragoza, a fin de averiguar quienes han sido los culpables. Cf. Documentos
sobre las relaciones internacionales…,vol. 1, Barcelona, 1949, pp. 75 y 76.
28 PAZ y MELIÁ, A.: El cronista Alonso de
Palencia. Su vida y sus obras, Madrid, 1914, pp. 328-330. La reproduce
DOUSSINAGUE, José Ma: La política internacional de Fernando el Católico,
Madrid, 1944, pp. 515-517.
29 Cf. Crónica de los Reyes Católicos. II:
Guerra de Granada, pp. 395-398.
30 PALENCIA, Alonso de: ob. cit., p. 220
31 Ibidem, pp. 221 y 222.
32 Sobre este particular, véase HAY, D.: Europe.
The Emergence of an Idea, Edimburgo, 1968, 2. a ed.,
p. 66 y cap. V.
33
Véase la carta a Inocencio VIII
(Zaragoza, 3/enero/1488) en Documentos sobre las relaciones
internacionales…,vol.III, Barcelona, 1951, pp. 9 y 10.
34 BERNÁLDEZ, A. : ob. cit., p. 208.
35 Infra n° 62, p. 183.
36 Cf. "La conquista de Melilla en
1497", La España Moderna (Madrid) 61 (1894) 125. Le copia DOUSSINAGUE, J.
M.: ob. cit., pp. 335 y 336.
37 Cf. Documentos sobre las relaciones
internacionales…, vol. 1, pp. 291-292, 294-295 y 297-298; 335.
38 Documentos sobre las relaciones
internacionales…, vol. 2, Barcelona, 1950, pp. 80, 89, 100, 159, 183, 192,
195-196, 198-199, 210 y 214; 220 y 221. En cambio, apenas hubo alarmas en 1486
y 1487, aunque el rey siga preocupado por la defensa de Sicilia. Ibidem, pp.
364 y 414.
39 Habiendo emigrado a Túnez, la familia Ripoll
rompe lazos con Valencia entre 1477 y 1480. RUZAFA GARCÍA, M.: ob. cit. vol. 1,
fols. 105 y 106.
40 DOUMERC, B.: Venise et l'emirat hafside de
Tunis (1231-1535), Paris, 1999, p. 165.
41 Refugiado en Francia, bajo la protección de
los Hospitalarios, este príncipe pasaría luego a Roma, donde residió hasta su
muerte, en 1495.
42
Cf. The Forgotten Frontier. A History of the Sixteenth-Century
Ibero-African Frontier, Chicago, 1978, pp. 60 y 61.
43 Cf. "La prima spedizione otomana in
Spagna (1487)", 126-128 en particular.
44 Según advierte Geo Pistarino, que acepta la
tesis de su compatriota. Cf. "Tra la "Mappa per i sette mari" ed
il "Libro della Marina" di Piri Reis", Anuario de Estudios
Medievales (Barcelona) 20 (1990) 298 y 299.
45 Salvatore Bono escribe que fue en 1501 cuando
los turcos atacaron por vez primera las costas españolas. Cf. I corsari
barbareschi , Turín, 1964, p. 138. El libro de Piri Reis, que contiene una
descripción de casi todas las costas mediterráneas, fue redactado en 1521 y
revisado cinco años después. Para el litoral ibérico, véase MANTRAN, R.:
"La description des côtes de l'Andalousie dans le "Kitab
i-bahriye" de Piri Reis", Actas del XII Congreso de la Unión Europea
de Arabistas e Islamólogos, Madrid, 1986, pp. 495-507.
46
SHAW, S.: History of the Ottoman Empire and Modern Turkey, vol. 1 ,
Cambridge, 1991, p. 75. Sobre Katib Çelebi, véase FaROGHI, Suraiya: Approaching
Ottoman History. An Introduction to the Sources, Cambridge, 1999, pp. 152-154.
47 Sobre la falta de coincidencia entre las
fuentes, véase su trabajo "La prima spedizione otomana sulle coste della
Spagna", p. 172.
48 Cf. Documentos sobre las relaciones
internacionales…, vol. 3, Barcelona, 1951, p. 140. Ver, asimismo, la carta que
envía al maestre de Rodas el 20 de septiembre de 1488. Ibidem, p. 148.
49 (C)OLECCIÓN (D)OCUMENTOS (I)NÉDITOS, vol. 51,
p. 81.
50 Cf. Documentos sobre las relaciones
internacionales…, vol. 4, Barcelona, 1962, pp. 416 y 417.
51
MEYERSON, M. D.: ob. cit., p. 67.
52 En la "data" del pagador Juan de la
Torre consta que en junio (o Julio) de 1494 abonó 11.523 maravedíes a Pedro de
Zafra, "que fiso de gasto en aderesçar su fusta quando las fustas de los
turcos vinieron a Almería". Apud LADERO GALÁN, A. y LADERO QUESADA, M. A.:
"Ejércitos y armadas de los Reyes Católicos: Algunos presupuestos y
cuentas de gastos entre 1493 y 1500", Revista de Historia Militar (Madrid)
92 (2002) 71.
53 Cf. Documentos sobre las relaciones
internacionales…, vol. 4, p. 507.
54 Ibidem , pp. 558 y 559.
55 Coincidiendo con la marcha al exilio de
Boabdil en octubre de 1493, Hernando de Zafra menciona en una de sus cartas a
los reyes la salida, para Turquía, de una carraca con 270 granadinos a bordo.
Cf. CODOIN vol. 11, pp. 554 y 555.
56
Los monarcas le responden el 26 de
abril: "En lo que desys del corsario turco e de las fustas e galeras que
vos han dicho que tyenen armadas, brevemente plasyendo a Dios mandaremos dar
orden en el armada". A.G.S. Cámara de Castilla. Libro 2-2° de Cédulas,
fol. 177 recto.
57 MARENGO, E.: "Genova e Tunisi,
1388-1515", Atti Soc. Ligure di Storia Patria (Génova) XXXII (1901) 198;
según MASALA, A.: "La prima spedizione sulle coste della Spagna", p.
174, nota 16.
58 Según un aviso procedente de Ibiza, recibido
en Valencia el 4 de septiembre de 1498. DÍAZ BORRÁS, A.: "L'estudi de la
piratería a través dels avisaments costaners. Replegament cristià i setge
islàmic a la València de la transició a la Modernidat: 1480-1520", Anuario
de Estudios Medievales (Barcelona) 20 (1990) 285.
59 LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.: "Granada
y el Magreb: la emigración andalusí (1485-1516)",en GARCÍA ARENAL, M. y
ViGUERA, M.a J. (Eds.): Relaciones de la Península Ibérica con el Magreb (s.
XIII-XVI), Madrid, 1988, pp. 420-422 y 428-430.
60 Ibidem, pp. 432-436; el caso de Belerin, en
LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.: "La "conversión general" en el
obispado de Málaga (1500-1501)", Chronica Nova (Granada)21 (1993-1994)
223-227.
61 El autor incluye una versión árabe del poema
y su traducción al inglés. Cf. "A Curious
Morisco Appeal to the ottoman Empire", Al Andalus (Madrid-Granada) XXI- 1
y 2 (1966) 281-303.
62
VAN KONINGSVELD, P. S. y WIEGERS, G. A.: "An Appeal of the Moriscos
to the Mamluk sultan and its counterpart to the ottoman court: textual
analysis, context and wider historical background", Al Qantara (Madrid)
XX-1(1999) 165-178 en particular. En este trabajo se basan las páginas que
siguen a no ser que indique lo contrario.
63 La versión española, de M. García Arenal,
dice: "Ya que el lugar de origen de la religión cristiana está bajo su
dominio, pues de allí se extendió a todas las regiones". Cf. Los moriscos,
Madrid, 1975, p. 39.
64 Hipótesis que planteo en mis trabajos
"Granada y los turcos otomanos, 1432-1516, p. 195; "El Islam y la
caída de Granada", pp. 1570 y 1571.
65 Recordemos que Pedro Mártir de Angleria
califica a los mamelucos como bárbaros "que contra la voluntad de todos
los cristianos ocupan lo que fue cuna de nuestra religión". Infra n° 77,
p. 102.
66 Supra n° 62, pp. 185 y 186.
67 Cf. "Historia del rebelión y castigo de
los moriscos del reino de Granada", B.A.E. (Madrid) XX-1 (1946) 156.
68 Cf. "La "conversión general"
en el obispado de Málaga", pp. 212-214
69 A.G.S. Cámara de Castilla. Libro 4° de
Cédulas, fol. 137 recto. Véase documento 1 del apéndice documental.
70 El 24 de abril la reina ordena a su tesorero
Gonzalo de Baeza que proporcione a estos frailes el dinero necesario para el
viaje de vuelta. Véase documento 2 del apéndice.
71 Véanse las cartas que remite el 30 de junio
al cardenal de Santa Cruz y a Pedro Fajardo en "Epistolario de Pedro
Mártir de Angleria", estudio y trad. De José López de Toro, Documentos
Inéditos para la Ha de España, vol. IX , Madrid, 1953, epístolas 222 y 223.
72 La orden de pago de sus dietas en LADERO
QUESADA, M. A.: Los mudéjares de Castilla en tiempo de Isabel I, Valladolid,
1969, p. 351.
73 Esto fue lo que sucedió, precisamente, con
las autoridades y notables de muchos lugares, que recibieron franquicias
fiscales y otros privilegios antes de convertirse. Ibidem , pp. 356-368.
74 Cf. Documentos sobre las relaciones
internacionales, vol. 6 , Barcelona, 1966, pp. 268 y 269. No mentía el rey al
afirmar que aun quedaban musulmanes en Granada: entre 1503 y 1506 se bautizaron
personas en la ciudad y la Alpujarra. LADERO QUESADA, M.A.: "Nóminas de
conversos granadinos (1499-1500)", en LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E. (Ed.):
Estudios sobre Málaga y el reino de Granada en el V Centenario de la Conquista,
Málaga, 1987, p.295.
75 Supra n° 71, epístola 224.
76 Cf. I Diarii di Marino Sanuto,vol. IV, cura
di N. Barozzi, Venecia, 1880, col. 146.
77 Cf. Una embajada de los Reyes Católicos a
Egipto (según la "Legatio Babilonica" y el "Opus
Epistolarum" de Pedro Mártir de Angleria), traducción prólogo y notas de
Luis García García, Valladolid, 1947.
78 Pedro Mártir dice que estaba circuncidado.
Sobre la carrera de este funcionario del régimen mameluco, véase WANSBROUGH,
J.: "A Mamluk Ambassador to Venice in 913/1507", Bulletin of the
School of Oriental and African Studies (Londres) 26, pt. 3 (1963) 503-530.
79 Supra n° 77, pp. 149-163 de la versión
latina; 150- 168 de la española.
80 Cf. Crónica de los Reyes Católicos vol. I,
Ed. J. de M. Carriazo, Sevilla, 1951, pp. 267-273.
81 Ibidem, p. 273. No parece que la suerte de
los dimmíes haya sido un motivo de preocupación en las relaciones con Egipto.
Supra n° 32.
82 A.G.S. Cámara de Castilla. Libro 6° de
Cédulas, fols. 18 v° y 19 recto. La reina Isabel firmó otras tantas cartas con
un contenido similar el 9 de febrero de 1503, estando en Alcalá de Henares.
Ibidem, fols. 46 y v°.
83 Meyerson, M. D.: ob. cit., pp. 90-92.
84 Ver documento n° 4 del apéndice documental.
85 GARCÍA Oro, J.: "Fray Mauro Hispano
O.F.M. (1504-1506): un portavoz del "Soldán de Babilonia" en
Europa", Homenaje al profesor Darío Cabanelas O.F.M., con motivo de su LXX
aniversario, vol. II, Granada, 1987, pp. 345-354. La respuesta manuelina nos
trae a la memoria algunos de los argumentos esgrimidos, años antes, por Alonso
de Palencia. Supra n° 31.
86 DÍAZ BORRÁS, A.: ob. cit., 286.
87 Supra n° 76, col. 113.
88
MEYERSON, M. D.: "The War against Islam and the Muslims at Home:
The Mudejar Predicament in the Kingdom of Valencia during the reign of Fernando
el Católico", Sharq al-Andalus. Estudios Arabes (Alicante) 3 (1986)
112 y notas 52-53.
89 SHAW, S.: ob. cit. , I, p. 76.
90 Sin olvidar el precedente de Melilla,
conquistada en 1497.
91 DÍAZ BORRÁS, A.: ob. cit., 288-291.
92 Cf. Epistolario del conde de Tendilla
(1504-1506), vol. 1 , Ed. M. J. Osorio y Amparo Moreno; Estudio de J. Szmolka,
Granada, 1996, p.193. Dos meses más tarde , las mismas fustas, probablemente,
se dejaban ver en aguas de Málaga. Supra, 288.
93 Estos turcos "cuido ser dos primeiros
que ao reino de Fez vierâo e os primeiros que eu em Arzila vi". Cf. Anais
de Arzila. Crónica Inédita do seculo XVI por Bernardo Rodrigues, vol. II, Ed.
David Lopes, Lisboa, 1919, pp. 49-51.
94 Sería antes de la muerte de Kemal Reis, en
1511. MASALA, A.: "La prima spedizione otomana", pp. 132 y 133.
95 HAEDO, Diego de: Topografía e historia
general de Argel, vol. I , Madrid, 1927, pp. 215 y 216.
96 Cf. The Forgotten Frontier, p. 61.
97 La obra, que fue traducida al español en
1578, está a caballo entre la historia y la novela; su estilo oscila entre la
literatura oral y las formas cultas de la historiografía. GALLOTA, A.: "Le
Gazavat di Hayreddin Barbarrosa", Studi Magrebini (Nápoles) 3 (1970) 80.
Además, infra n° 106.
98 Fue el rey de Bujía quien pidió ayuda para
recuperar la plaza. HAEDO, D. de: ob. cit. , I, pp. 220222; también KARRAY, K.:
"La course maghrebine et les pouvoirs locaux avant Lepante", VIII
Jornades d'Estudis Historics Locals: el comerç alternatiu. Corsarisme i
contraband (ss. XV-XVIII), Mallorca, 1990, pp. 125 y 126.
99 Supra n° 92. Sobre las actividades de este
alfaqueque, LÓPEZ DE COCA CASTAÑER, J. E.: "Andalucía y el norte de
África: la redención de cautivos a fines de la Edad Media", Actas del III
Congreso de H" de Andalucía. Andalucía Medieval (I), Córdoba, 2003, pp.
272-276. He analizado la postura del conde de Tendilla en LÓPEZ DE COCA, J. E.:
"Granada y los turcos otomanos", pp. 190-192.
100 Pedro de Medina, cronista de la casa ducal,
fue testigo presencial de los hechos. Cuenta que desembarcaron doscientos
hombres, los cuales, con las banderas desplegadas, irrumpieron en Conil. No era
éste el estilo habitual de los corsarios andalusíes y norteafricanos. Cf.
"Crónica de los duques de Medina Sidonia", CODOIN t. XXXIX , Madrid,
1861, lib. VIII, cap. XI.
101 También afirma que en Conil apenas hubo
resistencia. CORTE-REAL, Manuel-Henrique: A feitoria portuguesa na Andaluzia
(1500-1532) , Coimbra, 1967, p. 100.
102 Todas las cartas están datadas en Aranda de
Duero. A.G.S. Cámara de Castilla, libro 255, fols. 6870 v°.
103 Carta al concejo de Úbeda (12/agosto/1515)
ordenando que estén preparados para partir, en PORRAS ARBOLEDAS, P.:
"Documentos cristianos sobre mudéjares de Andalucía en los siglos XV y
XVI", Anaquel de Estudios Arabes (Madrid) III (1992) doc. 17. Otra similar
para el concejo de Murcia, firmada el 13 de agosto, lo mismo que la instrucción
remitida al marqués de Mondéjar, en LÓPEZ DE COCA, J. E.: "Granada y los
turcos otomanos", docs 3 y 1 del apéndice documental.
104 Los detalles en MENESES GARCÍA, E.:
"Luis Hurtado de Mendoza, marqués de Mondéjar (14891522)", Hispania
(Madrid) 134 (1976) 556-559.
105 LÓPEZ DE COCA, J. E.: ob. cit., doc. 2 del
apéndice.
106 Cf. La vida, y historia de Hayradin, llamado
Barbarroja. Gazavat-I Hayreddin Pasa (La crónica del guerrero de la fe
Hayreddin Barbarroja), Ed. M. A. de Bunes y E. Sola, Granada, 1997, p. 43;
además, pp. 69 y 80-81.Ver, también, HESS, A. C.: ob. cit., pp. 137 y 138.
107 Como ha observado KARRAY, K.: ob. cit., 119.
108
Cf. "An Appeal of the Moriscos", 178 y 186.
109 LÓPEZ DE Coca Castañer, J. E.: "La
emigración mudéjar al reino de Granada en tiempo de los Reyes Católicos",
En la España Medieval (Madrid) 26 (2003), 211.
110 Supra n° 68.
Autor: J. E. López de Coca Castañer - Fuente: Centro de Estudios Moriscos de
Andalucía