En 2004,
Faluya se dio a conocer al mundo como la ciudad de la resistencia
Faluya,
tiempo después de los asedios de la “civilización”
Faluya aún
soporta las secuelas de la guerra; de los escombros de las casas bombardeadas
se siguen sacando esqueletos y lo que es peor: la tasa de malformaciones
congénitas en nacimientos y en la infancia se han disparado.
Se está
reconstruyendo, pero los cortes de electricidad y de agua potable prevalecen.
El ambiente general de la ciudad es de irritación, desesperanza y miedo.
Se calcula
que el 70 por ciento de los edificios y viviendas de Faluya fueron destruidos o
dañados, junto con al menos 100 mezquitas, 6.000 comercios y un mínimo de nueve
edificios gubernamentales [Dahr Jamail/Al Jazeera]
En abril y
noviembre de 2004, el ejército estadounidense inició dos asedios brutales
contra la ciudad de Faluya, situada a 60 kilómetros al oeste de Bagdad, debido
a la incesante resistencia contra la ocupación.
En 2004, los
médicos del Hospital General de Faluya declararon a Al Jazeera que 736 iraquíes
habían sido asesinados durante el asedio de abril. Contaron que el 60% de esas
víctimas eran mujeres, niños y ancianos y que las fuerzas estadounidenses
habían disparado contra el personal médico que intentaba evacuar a los heridos.
Según testimonio de los propios médicos, en las casi tres semanas de intensos
bombardeos y de la invasión por tierra llevada a cabo durante el asedio de
noviembre, fueron asesinados más de 1.000 iraquíes.
Aquí todo es
malo
En aquel
momento, la mayoría de los residentes de esta ciudad de 300.000 habitantes
fueron desplazados de sus hogares. La mayoría han regresado pero miles siguen
sin casa, sin trabajo y luchando por reconstruir sus vidas.
Se calcula
que el 70% de los edificios y de los hogares de Faluya resultaron dañados o
destruidos, junto con unas cien mezquitas, seis mil tiendas y nueve edificios
gubernamentales.
El barrio de
Nazzal se llevó lo peor de ambos asedios. La mayoría de las calles resultaron
totalmente destruidas por los bombardeos y por los tanques estadounidenses.
Hoy, las calles siguen llenas de polvo y escombros.
Yassir
Faisal, cámara que trabajó durante muchos años para Reuters y que vive en
Faluya, afirma a Al Jazeera: “[…] Tememos que vuelvan” y añade “Los sacerdotes
han empezado a advertir a la gente de que tras la retirada de las tropas
estadounidenses podrían llegar las tropas iraníes, lo que sería incluso peor que
si regresaran los estadounidenses”.
Faisal dice
que sabe que la resistencia iraquí sigue en Faluya y que “[…] Están bien
preparados y esperando por lo que pueda suceder”. Sus advertencias pueden ser
una señal terrible de lo que puede llegar a ocurrir mientras más suníes
abandonan los vecindarios de Bagdad para desplazarse a lugares como Faluya.
Mahir Judair,
policía, declaró a Al Jazeera que percibía que las cosas iban “mejor” en la
ciudad, a pesar de los asesinatos que se producen casi a diario. “[…] No hace
mucho, en Gharma, se encontraron cuatro policías asesinados con un artefacto de
fabricación casera”, dice Judair. Otro policía que estaba cerca y que habló sin
dar a conocer su identidad, no estaba de acuerdo: “[…] Perdemos a dos o tres
cada día”, replicó a Judair. Levantó las manos y preguntó “¿Qué es lo que va a
mejor? ¡Los asesinatos y las bombas suceden a todas horas y la reconstrucción
va fatal!”.
Ayad Hadi, un
panadero, se mostró de acuerdo: “[…] Aquí todo es malo”, dice a Al Jazeera y
añade: “No hay agua, no hay electricidad, no hay un buen sistema sanitario.
Tenemos entre un 75 y un 80 por ciento de desempleo. Las viudas no tienen
derechos, ni compensaciones [de guerra]”. Hadi describió el ambiente de la
ciudad como “[…] Un ambiente generalizado de depresión y desesperanza”. El
gobierno, continúa “[…] Se aferra para mantener el poder y se olvida de los
pobres. Antes teníamos pobres, clase media y clase alta, pero ahora solo
tenemos pobres y ricos. Por esto es por lo que no tenemos esperanza en este
país o en nuestro futuro.”
Jassim
Fakhri, estudiante de 18 años que tenía 10 durante los asedios de 2004, dice:
“[…] Los últimos siete años han sido muy duros. Mi familia y yo huimos durante
los asedios y regresamos después. Ahora no hay trabajo, así que yo hago algún
trabajo a jornal.”
A pesar de
que casi todos los policías en Faluya son habitantes de la ciudad, la mayor
parte de las fuerzas militares iraquíes provienen del sur de Iraq. Durante los
asedios de 2004, las milicias de la Shía en el ejército iraquí lucharon junto
al ejército estadounidense, lo que provocó tensiones sectarias en la ciudad
predominantemente sunní y que lo sigue siendo a día de hoy.
Faisal
explica que a pesar de los problemas, cree que Faluya es más segura que Bagdad:
“[…] Como sunníes, Faluya es un lugar mucho más seguro que Bagdad, pero todavía
se producen asesinatos de policías casi todos los días […] Aquí hay personas
del partido al-Dawa que están relacionadas con el primer ministro Nouri
al-Maliki, y esto es un problema”.
La
resistencia continúa
Aún existen
grupos armados que siguen desestabilizando la ciudad con sus operaciones dentro
y fuera de la misma.
En 2004,
Faluya se dio a conocer al mundo como la ciudad de la resistencia, porque
durante un tiempo fue el único lugar no ocupado de Iraq. Los residentes y los
combatientes lucharon muy duramente en los dos asedios estadounidenses contra
Faluya para defender sus hogares y la ciudad, logrando que Faluya se
considerase en toda la región como el símbolo de la resistencia contra la
hegemonía estadounidense.
Un
combatiente de la resistencia al que le hemos preguntado y a quien nos
referiremos con el nombre ficticio de ‘Ahmed’ afirma que la resistencia sigue
en aumento en Faluya y que seguirán lanzando ataques hasta que no quede ninguna
presencia estadounidense en Bagdad.
Ahmed, que
luchó contra las fuerzas de la ocupación estadounidense en las dos batallas de
Faluya en 2004, dice que la resistencia continúa porque “[…] Lo que los
estadounidenses nos han dejado es una ocupación iraní”, y continúa: “[…] Hemos
aprendido a no creer en las palabras de los estadounidenses ni en sus promesas
[…] Dicen que se van pero dejan alrededor de 10.000 personas en su embajada.
Esto quiere decir que no se han ido”.
Según Ahmed,
hay varias brigadas que aún actúan en Faluya, cada una de ellas formada por
unos 80 combatientes. Afirma que “[…] Si a este número le sumamos el número de
agentes secretos, y el personal logístico, llegamos a una cifra considerable.
“[…] En este
momento nosotros sólo actuamos contra las fuerzas estadounidenses hasta su
completa retirada […]. Tras la retirada esperamos que todo lo que ha llegado
con la ocupación se marche con ella, sean iraníes o políticos. La ocupación
iraní es producto de la ocupación estadounidense”.
Abu Abdulá,
otro combatiente, explica que sus grupos siguen bien armados y que tienen “toda
la munición necesaria” para fabricar explosivos y que también poseen otro tipo
de “artillería pesada”.
Él, como
Ahmed, luchó contra los estadounidenses durante las dos batallas de Faluya y
afirma que la lucha continúa. “[…]
Nadie debe pensar que la resistencia ha
terminado o que está derrotada”, afirma “[…]
Dicen que se marchan, lo
dudamos, pero si los estadounidenses no se marchan nosotros seguiremos
combatiendo contra ellos. Del mismo modo combatiremos la ocupación iraní, a
quienes la apoyen y a cualquiera que los ayude a permanecer en Iraq”.
La
reconstrucción inexistente
Uno de los
proyectos de reconstrucción prometidos tras el asedio estadounidense de la
ciudad fue un nuevo hospital. El nuevo Hospital General de Faluya, en el barrio
de Dhubadh, se terminó en 2008. Es mayor y más moderno que el anterior. Sin
embargo, según la opinión generalizada de los vecinos de Faluya, este hospital
parece que es la excepción que confirma la regla de la reconstrucción. Las
promesas de reconstruir las escuelas, las viviendas, las mezquitas y los
edificios gubernamentales destruidos se han quedado en eso, en promesas.
La Autoridad
Provisional de la Coalición, es decir, la administración civil de la ocupación,
creada durante el primer año de ocupación, inició el proyecto y prometió que la
planta de tratamiento de agua sería el centro esencial del proyecto de
reconstrucción estadounidense en Iraq.
En septiembre
de 2011, el proyecto había costado 107,8 millones de dólares, casi cuatro veces
más de lo inicialmente previsto. A pesar de que el proyecto está en ejecución
sólo se han construido 6.000 viviendas para alojar a 38.400 personas, y aún no
está terminado. Según Bagdad existen planes de terminar el proyecto, que costará
unos 87 millones de dólares más de lo previsto y que supondrá tres años más
hasta su completa finalización.
Dado que
otros proyectos acometidos en Bagdad no se han terminado, el proyecto de una
planta de tratamiento de agua en Faluya parece ser el símbolo de otra promesa
rota hecha por las autoridades estadounidenses.
A finales de
2004, responsables estadounidenses e iraquíes iniciaron el pago de las
indemnizaciones a la ciudad. Dawzi Mudhen, director del comité de
reconstrucción de aquel momento, afirma que la compensación a los vecinos fue
“bastante justa”, aunque pasó por alto el gran daño causado en la
infraestructura de la ciudad.
Respecto a la
cantidad de 1.000 millones de dólares de compensación, Mudhen dice que de los
500 millones destinados a los propietarios de las viviendas dañadas solo se ha
pagado la mitad y que de los 500 millones destinados a la reconstrucción de la
infraestructura sólo se han empleado 100 millones.
Dos de los
proyectos de reconstrucción más sobresalientes —el de una planta purificadora
de agua y un proyecto de tratamiento de aguas residuales—se iniciaron en 2004.
Siete años después, el sistema de alcantarillado sigue inacabado y el futuro
del proyecto es incierto.
A pesar de
que Bagdad ha destinado 100 millones de dólares a la reconstrucción de la
ciudad de Faluya y 180 millones a la reconstrucción de viviendas, apenas pueden
verse trabajos de reconstrucción en las calles de Faluya. La falta de
electricidad, de agua potable y la carencia de un sistema de alcantarillado que
funcione, siguen provocando el tifus en miles de hogares.
“[…] Los
estadounidenses no nos han traído nada bueno”, dice Ahmed Huseín, taxista, a
Al-Jazira. “[…] La mayoría estamos sin trabajo y luchamos por nuestra
supervivencia”.
La casa de
Barakat Yasín, jornalero, quedó completamente destruida durante el segundo
asalto estadounidense a Faluya. “[…] No hemos recibido ninguna ayuda” explica y
continua: “[…] Los estadounidenses nos echan de nuestras casas a patadas y las
toman al asalto como sus cuarteles generales; después, cuando se marchan, las
bombardean. Todavía seguimos viviendo en una casa de alquiler”.
Yassin habló
con Al-Jazeera mientras muchos vecinos miraban y asentían a lo que decía. “[…]
En la ciudad solo tenemos dos horas de electricidad al día, o tres con suerte”,
afirma mientras el resto de los vecinos asiente con la cabeza. “[…] El agua no
está depurada y la mayoría tiene que beber agua embotellada.”
Otro hombre,
que nos pidió que no diéramos su nombre, añade que las fuerzas de seguridad del
gobierno entran en Faluya con regularidad para “[…] Causar problemas. Hace tres
meses detuvieron a mucha gente. Asaltan viviendas y dicen que están buscando a
alguien, pero en realidad solo están saqueando las casas”.
Yassin añade:
“[...] Esperamos que las cosas mejoren, pero las cosas empeoran año tras año”.
La planta de tratamiento de aguas, una promesa a la ciudad de Faluya tras el
asedio de abril de 2004, aún está sin terminar y sirve de ejemplo de lo que
irrita a tantos vecinos de Faluya.
Fuente:
http://www.aljazeera.com/indepth/features/2012/01/201212102823143370.html