Van una señora, su esposo veterano
y una rubia despampanante en el ascensor. El marido hace esfuerzos para no
mirar a la rubia y su escote pese a que al entrar más gente la dama se va
apretando contra él. La esposa, a su vez, va montando en cólera al ver el
baboseo de su marido.
De repente, la rubia se da vuelta
indignada y le pega un tremendo cachetazo al marido. Llega justo el ascensor al
piso 18 y, sin dejar de insultarlo, la rubia se baja.
El marido se acaricia la cara roja
del golpe y dice: «¡Qué golpazo me dio esta loca, como si yo la hubiera
pellizcado o algo así! ¡Y te juro que la miraba pero no le hice nada,
absolutamente nada, ni pellizco ni nada, te lo juro!». La esposa sonríe
malévolamente y le responde: «Ya lo sé... la pellizqué yo».