Un joven va a visitar a sus abuelos y,
al llegar a la casa, observa que el «nono» está sentado en la mecedora del
porche vestido únicamente con la camisa: de la cintura hacia abajo no lleva
nada.
Alarmado, temiendo una enfermedad de la memoria, el nieto corre hacia él
y exclama: «Pero abuelito, ¿qué estás haciendo? Expuesto de esta manera ante
toda la gente que pasa por la calle... Vení conmigo, por favor. Vení a la casa
que te ayudo a vestirte».
El anciano lo mira y no contesta nada,
y mucho menos se mueve. El joven, más preocupado, le repite que se levante y
que lo acompañará hasta el interior, pero el abuelo sigue sin contestarle. Ante
la tercera insistencia, sin embargo, se da vuelta y le dice con calma: «Mirá
querido. Esto no es cosa mía. La semana pasada me senté acá sin la camisa y terminé
con el cuello durísimo. Esto de hoy es una exigencia de tu abuela».