viernes, febrero 22, 2013

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Un empleado del Correo detecta una carta dirigida a Dios. Dado que no tiene dirección, la abre para ver de qué se trata. En el sobre, una hoja de papel escrita con mano temblorosa dice: «Querido Dios: soy una viuda de 84 años que vive de una pequeña pensión. Ayer alguien me robó el monedero con $ 600. Era lo que me quedaba para el mes. No sé qué hacer». La carta continúa: «El domingo es Navidad y había invitado a dos amigas a cenar, pero sin dinero no tendré qué ofrecerles. No tengo familia y Tú eres mi única esperanza. ¿Me podrías ayudar? ¡Por favor! Con amor, María».

El empleado queda conmovido por la historia y les muestra la carta a sus compañeros. De inmediato se organiza una colecta y entre todos juntan $ 520. El empleado ensobra la plata y la envía a la dirección de «María» que figuraba en el remitente.

Pasan los días, y con ellos la Navidad. Una semana más tarde, para sorpresa del empleado, llega una segunda carta dirigida a Dios remitida por María. La abre y lee: «Querido Dios: con lágrimas en mis ojos y con todo el agradecimiento de mi corazón te escribo estas líneas para decirte que hemos pasado, mis amigas y yo, una de las mejores navidades de la vida. ¡Gracias, Dios! Por cierto, faltaban 80 pesos: ¡seguramente se los quedaron esos hijos de puta del Correo!».

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