lunes, diciembre 26, 2011

La Democracia exige la política como conflicto



LEGADO Y DEMOCRACIA ACTIVA

Néstor Kirchner no cayó como un rayo en un día claro y despejado. Cayó en medio de la tormenta perfecta del modelo neoliberal. La fase final de esa tormenta se desató a fines de 2001, arrojando a la miseria y la desesperación al 60% de los argentinos. Néstor arribó en 2003, usufructuando la estructura del duhaldismo, la única en pie para dar batalla a los dos principales candidatos del capital financiero, Menem y López Murphy, 1º y 3º en la presidencial. (A pesar de la complicidad del duhaldismo con el neoliberalismo, su militancia de base, honesta o corrupta, sufría la misma suerte que el resto del campo popular. También de ese PJ pauperizado del GBA nació Néstor.)

Sin dudas, el kirchnerismo naciente fue hijo de la conflictividad social. Se ha dicho habitualmente que una de sus virtudes tuvo que ver con la recuperación de la política. Agregamos: de la política entendida en íntimo vínculo con la conflictivad social. No son las tesis que argumentan sobre amplios consensos (y al mismo tiempo, vacíos) las que alimentaron sus intervenciones. Estamos a favor del consenso, pero sin renunciar a nuestras convicciones, dijo más de una vez cuando se le pidió que cesara la confrontación.

Ese ascenso a Presidente, o más gráfico aún, ese descenso al infierno, le permitió identificar diferentes nudos conflictivos en la sociedad argentina, sumergirse en ellos y resolverlos (o intentarlo). La mayoría, de manera coherente con un tiempo de avanzada popular, entre los más trascendentes, están: La política de Derechos Humanos, la quita de la deuda externa y las mejoras para los sectores vulnerables. Otras más opacas, como su apoyo a los manifestantes de Gualeguaychú o las reformas penales propuestas por Juan Carlos Blumberg.

Su presidencia finalizó pero Néstor no apechugó al conflicto. Si la correlación al campo popular no daba para confrontar, él mismo equilibraba la balanza. Fue él y Cristina Fernández los que aumentaron la presión impositiva (Kirchner ya lo había hecho durante su mandato) a los exportadores sojeros y también fueron ellos dos los que sostuvieron la ley contra los oligopolios mediáticos. De nuevo el conflicto social.

Hace un año, era razonable que le explotara el corazón con el asesinato de un trabajador tercerizado por una patota financiada por un líder sindical. Un conflicto que no pudo anticipar. 

Desde su aparición en la vida política del país, allá por 2003, Néstor rompió con la democracia neoliberal, genuflexa con los fuertes, prepotente con los débiles. Néstor enseñó a no tenerle miedo al conflicto, a identificarlo y resolverlo; de ser necesario, a potenciarlo para ajustar las cuentas con los poderosos. Es su legado el que continúa Cristina cuando interviene la Policía Federal luego de la matanza del Indoamericano o cuando avanza en la regularización de tercerizados ferroviarios. 

Néstor ayer, Cristina hoy, no son imparciales. Todo un pensamiento conservador volverá a exigir en cada oportunidad la necesidad de disminuir crispaciones o crear grandes mesas de acuerdo. Siempre para legitimar determinados intereses sobre otros. En cambio, el kirchnerismo ya está en la historia por identificar el conflicto social y pararse sobre el. La militancia tiene que estar a la altura de las circustancias y continuar ese legado.


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