Las revoluciones en el Mundo Arabe son
populares y se conforman en las Mezquitas, no de la Red.
Ya he escrito una docena de artículos sobre
esto, pero el siguiente artículo de Emad es digno de replicar en la web:
Las verdaderas herramientas
de la Primavera Árabe
Emad Mekay
IPS
Aquí
estoy, un periodista árabe en Silicon Valley, donde cuatro de cada cuatro
personas que conozco creen que Facebook inventó los movimientos populares en el
norte de África y Medio Oriente.
Tres
semanas más y podría empezar a alucinar que Mark Zuckerberg nació en los
tugurios de El Cairo con el nombre de Hassouna El-Fatatri, encarcelado por el
régimen de Hosni Mubarak por defender los derechos individuales.
Algunas
instituciones occidentales que pretenden tener experiencia en Medio Oriente
quedaron totalmente desacreditadas cuando resultó evidente que no tenían ni
idea de la ola de cambios que se iniciaron en la región en diciembre de 2010.
Agencias
de inteligencia, centros de estudio, diplomáticos, comentaristas de televisión
y sin duda algunos periodistas occidentales se quedaron sin palabras ante lo
que ocurría.
Para
explicar el fenómeno, había que conjurar supuestas conexiones entre las
revoluciones y Occidente, en especial a través de las redes sociales de
Internet.
Esta
inteligente estrategia de mercadotecnia fue tan poderosa que, unos 10 meses
después, los círculos occidentales dan poco o nada de crédito a los mecanismos
de cambio social propios del mundo árabe, que hasta ahora han mantenido vivas
esas revoluciones.
Las
herramientas de los árabes no fueron el buscador de contenidos web Google,
Gmail ni las redes sociales Facebook y Twitter. Fueron sus propias
"aplicaciones".
Uno
de las aplicaciones nativas más potentes para organizar protestas masivas en
Egipto, Túnez, Siria, Yemen y otros países árabes fueron las oraciones
musulmanas vespertinas de los viernes.
Basta
ingresar en Google "Viernes de ira" o "Viernes de
liberación" para comprender el impacto de esas convocatorias.
A
las oraciones de los viernes acuden cientos, a veces miles de personas cada
semana, y por eso fueron fundamentales para los levantamientos árabes.
Eran
los principales lugares de encuentro para los manifestantes, no por su valor
espiritual, sino por su capacidad para reunir gente con poco o ningún esfuerzo.
Internet
pudo haber ayudado a difundir algunos de los llamados iniciales en Egipto, con
85 millones de habitantes. Pero fue la oración del viernes 28 de enero la que
desató la auténtica revolución en ese país del norte de África y un efecto
dominó en toda la región.
Los
viernes no tenían una razón, eran simplemente una "aplicación para la
revuelta", una realmente a mano.
Un
segundo dispositivo ergonómico y amigable para el usuario árabe fue el viejo y
tradicional volante en hojas A-4, escrito a mano y ocasionalmente a máquina,
para informar de los sitios de reunión y protesta.
Esta
fue la herramienta favorita del movimiento obrero de Mahala Al Kobra, meca de
la industria textil egipcia, y de los descontentos trabajadores marítimos del
canal de Suez.
Sus
amenazas de huelga fueron fundamentales para que los militares, que temían que
el país cayera en bancarrota, finalmente apoyaran los movimientos populares.
Otra
herramienta para mantener vivo el fervor fue la comunicación boca a boca y por
teléfonos de línea, sobre todo entre familiares aterrorizados reportando a sus
seres queridos cuán brutal se volvía la represión del régimen.
Agregue
a esta mezcla el papel desempeñado por las cadenas de noticias de televisión
panárabes, como Al Jazeera, BBC Arabic y Al Arabiya, informando las 24 horas, e
incluso Al Hurra, financiada por Estados Unidos, y entenderá el limitado papel
que tuvieron las redes sociales informáticas.
De
hecho, Internet se volvió inútil cuando Mubarak cortó todas las comunicaciones,
sin que la medida afectara en lo más mínimo la capacidad de la población de
planificar y organizarse.
La
tesis de Facebook tampoco explica por qué, por ejemplo, no hay señales de
revueltas y ni siquiera de activismo político en Emiratos Árabes Unidos, país
que, según la Escuela de Gobierno de Dubai, en diciembre de 2010 tenía la mayor
tasa de penetración de esa red social en el mundo árabe, con más de 45 por
ciento de sus habitantes.
En
vísperas de la Primavera Árabe, Egipto tenía apenaas una tasa de cinco por
ciento de usuarios de Facebook.
En
Siria y Yemen, con acceso más limitado a Internet y menos expuestos a la
influencia occidental, las protestas crecen como fuegos salvajes.
Y
no las convoca Facebook, sino el "software" naturalmente automatizado
de los rezos de los viernes, la comunicación boca a boca, los folletos, las
líneas telefónicas, las relaciones familiares y la televisión.
Sin
duda, los vídeos publicados en el sitio YouTube y las muchas fotografías
divulgadas por Internet fueron muy importantes, y aún lo son, para documentar
lo que estaba ocurriendo e informarlo al mundo. ¿Pero ayudaron en los primeros
días de la Primavera Árabe? No.
Las
capitales occidentales dormían mientras se producía la revolución en Túnez y
hasta que el presidente Zine el Abidine Ben Ali estaba casi en la puerta de
salida. Y cuando se dieron cuenta de lo que ocurría, su primera reacción fue
tratar de impedir que ese régimen y el de Mubarak colapsaran.
Así
que, para hacer un análisis adecuado y formular recomendaciones útiles a la
Primavera Árabe, las instituciones occidentales deberían tomar aliento y
reconocer sus errores, así como dejar de atribuirse algo que no han hecho y
observar más detenidamente lo que pasó en la región árabe.
Quizás
por una vez logren ver los hechos de Medio Oriente por lo que realmente son.
Emad Mekay tiene una beca en periodismo John S. Knight de la
Universidad de Stanford. Escribió para el diario The New York Times, Bloomberg
News y la agencia Inter Press Service (IPS). Es fundador de la America In
Arabic News Agency. Cubrió las protestas iniciales de la Primavera Árabe para
The International Herald Tribune e IPS.