Juegos Olímpicos de Londres 2012: Drones, misiles, y barcos cañoneros
Hasta 48 miembros de las fuerzas de seguridad. 13.500 soldados. Misiles tierra-aire estacionados sobre edificios residenciales de apartamentos. Un arma sónica que dispersa multitudes creando “terribles dolores de cabeza”. Drones sin tripulación que espían desde el cielo. Una zona segura, acordonada por una cerca electrificada de 18 kilómetros, rodeada de agentes entrenados y 55 equipos de perros de ataque.
Se perdonará si uno piensa que se trata de tácticas de contrainsurgencia utilizadas por bases del ejército de EE.UU. en Iraq y Afganistán, o tal vez de métodos militares enseñados a déspotas del tercer mundo en la Escuela de las Américas en Fort Benning, Georgia, EEUU. Pero en lugar de ser utilizadas en una zona de guerra o en el teatro de ocupación, en realidad componen el aparato muy visible de seguridad en Londres para los Juegos Olímpicos de Verano de 2012.
Londres, que tiene más cámaras de vigilancia callejera per cápita que cualquier otra ciudad del mundo, ha sido desde los ataques terroristas del 7-7 de 2005 una sociedad en la cual los dirigentes políticos no han escatimado en gastos para controlar a sus propios ciudadanos. Pero la operación olímpica va más allá de cualquier cosa que hayamos visto cuando una democracia occidental recibe los juegos.
Ni siquiera China utilizó en 2008 aviones drone o rodeó la actividad con una cerca masiva de alto voltaje. Pero aquí está Londres, que se prepara para una contrainsurgencia, y coloca un portaaviones directamente en el Río Támesis. Aquí está Londres agregando “escáneres, tarjetas de identidad biométricas, sistemas de circuitos cerrados de televisión para de reconocimiento facial y de patentes, sistemas de rastreo de enfermedades, nuevos centros de control y puntos de vigilancia de la policía”.
Stephen Graham del Guardian se refiere a toda la situación como “Encierro de Londres” así como “la mayor movilización de fuerzas militares y de seguridad en el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial”. No exagera en lo más mínimo. La cantidad de soldados excederá a las fuerzas que el Reino Unido haya tenido en Afganistán.
No se trata solo de los costes o de la increíble invasión de la privacidad de la gente. Se trata de los poderes que se otorgan a la policía de acuerdo con la “Ley de los Juegos Olímpicos de Londres” de 2006, que empodera no solo al ejército y la policía, sino también a fuerzas de seguridad privada a enfrentar “problemas de seguridad” utilizando fuerza física.
Esos “problemas de seguridad” han sido ampliamente definidos para que incluyan todo desde el “terrorismo” hasta manifestantes pacíficos, sindicatos, gente que venda ilegalmente productos olímpicos en las calles, a la eliminación de cualquier presencia corporativa que no tenga el sello de aprobación olímpico. Para ayudarles con esta última parte, habrá “equipos de protección de marca” distribuidos por la ciudad. Esos “equipos” también operarán dentro de puntos de reunión olímpicos para asegurarse de que nadie “porte vestimenta o accesorios con mensajes comerciales diferentes de los de los fabricantes que son patrocinadores oficiales”.
La operación de seguridad también significa el tipo de acoso callejero a jóvenes de clase trabajadora que sonará familiar en EEUU. Como informó el Guardian , “los policías tienen poderes para actuar contra cualquiera que se considere esté involucrado en conducta antisocial, sea en las estaciones de tren, mendigando, ofreciéndose sexualmente, encapuchados vagabundos o que se piense que esté causando una molesta de alguna manera”.
No hay motivos para que los Juegos Olímpicos tengan que ser de esa manera. No hay motivos para que una celebración internacional del deporte -en particular deportes más diversos que nuestra dieta diaria alta en carbohidratos de fútbol, béisbol, baloncesto, más fútbol- no pueda tener lugar sin drones y portaaviones. No hay motivo por el cual atletas de todo el globo no puedan reunirse y mostrar su potencial físico.
Pero las Olimpíadas no tienen más que ver con deporte que la Guerra de Iraq tuvo que ver con democracia. Los Juegos Olímpicos no tienen que ver con atletas. Y definitivamente no tienen que ver con la reunión de “la comunidad de naciones”. Son un Caballo de Troya neoliberal orientado a producir negocios y reducir las libertades civiles más básicas.
Sin que sorprenda a nadie, no hay señales de que ninguna parte del aparato de seguridad sea desmantelada una vez que haya pasado la Olimpíada. Acaban de entregar a las fuerzas de policía local un número extraordinario de nuevos juguetes y las cajas han sido abiertas, los recibos tirados a la basura.
De muchas maneras, los juegos han sido siempre así. De la Olimpíada de Berlín de Hitler en 1936, a la matanza de estudiantes en 1968 en Ciudad de México, a las redadas de bandas en Los Ángeles en 1984, al masivo desplazamiento de ciudadanos en Beijing en 2008, la “represión” siempre ha formado parte de los Juegos Olímpicos. Pero en el mundo posterior al 11-S, las apuestas son aún mayores para denunciar esto por lo que es. Las Olimpíadas se han convertido en la cucharada de azúcar que debe hacer que se trague la medicina, y la medicina es que nuestros dirigentes elegidos han identificado al enemigo, y el enemigo somos todos nosotros.
Por Edge of Sports/Znet
Cubadebate