Palestina:
Llevar la política de nuevo a la calle
La huelga de hambre iniciada por los presos palestinos en cárceles israelíes ha removido de buena manera las estancadas aguas de la política palestina. Ha forzado a que salgan del monótono silencio voces que intentan crear una melodía que sea a la vez diferente y auténtica.
La huelga en la que miles de prisioneros palestinos están participando se caracterizó inicialmente por una profunda paradoja. Sus inicios coincidieron con la reunión del jefe negociador palestino, Saeb Erekat, con Netanyahu en Jerusalén para entregar un mensaje en el que esencialmente se situó como una víctima que se presentara voluntariamente a su verdugo.
Ese mismo día, el verdugo fue humillado y empequeñecido por la lección moral y práctica que dio Jader Adnan, cuya prolongada huelga de hambre obligó a Israel a pagar el precio y ponerlo en libertad. Al final, Adnan puso en entredicho toda la iniciativa del negociador jefe en cuestión.
El discurso político es, en cierto modo, un cuestionamiento de la realidad. Y puesto que la realidad está con frecuencia plena de todo tipo de complejidades, las respuestas no son rápidas ni fáciles; son inextricables, al igual que la realidad.
Hoy en día se plantean en Palestina importantes interrogantes pero siguen dentro de un espacio estrecho y muy lejos de la corriente principal. Ello se debe a que no surgen en el corazón del establishment sino en los márgenes.
El establishment aquí es la matriz del discurso político palestino con su estructura autoritaria, su economía dependiente y con sus deficiencias retratadas en su falta de iniciativa política y en su frenética búsqueda de alternativas desde dentro de sí misma y de sus mecanismos de corrosión.
A pesar de que la Autoridad Palestina llevó su proyecto político a sus límites y fracasó, la oposición —tanto de izquierda como los islamistas— tampoco ha presentado una alternativa radical. Únicamente tratan de embellecer la escena, nada más y nada menos.
Hamas se presentó como una verdadera oposición al discurso del gobierno y consiguió atraer a un gran sector de la opinión pública palestina hacia su proyecto.
Pero al final fue víctima de su experimento en el poder, lo que significa que adaptó su estructura y su discurso a los requerimientos de dicho poder.
Pero al final fue víctima de su experimento en el poder, lo que significa que adaptó su estructura y su discurso a los requerimientos de dicho poder.
¿En quién podemos confiar entonces? He vuelto a echar un vistazo a las fotos compartidas en sitios de redes sociales por parte de activistas palestinos en los enfrentamientos con las fuerzas de ocupación israelíes en puestos de control de Ramala en solidaridad con los presos.
Lamentablemente eran pocos en comparación con lo que representa la cuestión de los prisioneros. No se trata de unos pocos miles de personas pasando hambre para mejorar las condiciones de su encarcelamiento. Más bien están redefiniendo y volviendo a introducir la tragedia de todos los palestinos y palestinas que viven en un sistema de guetos raciales parecidos a grandes prisiones, en condiciones miserables, bajo control militar israelí.
El problema no es que sean pocos, en mi opinión; al contrario, constituye en última instancia una fuente de esperanza a pesar de la frustración que causa. Las opciones radicales y compatibles con la realidad siempre fueron las opciones de una minoría que más tarde llegaron a representar el pulso de una masa amplia y politizada.
Hoy en día hay en Palestina un embrionario estado de rechazo representado por grupos de jóvenes y por diversas organizaciones que están planteando cuestiones específicas tales como el rechazo a la normalización y que reactivan acontecimientos nacionales recalcando la confrontación con la ocupación.
Hoy, la huelga de hambre de los presos da un nuevo impulso a esas iniciativas, las radicaliza y las empuja a llenar un gran vacío en la política palestina. Este floreciente movimiento no es más que un pequeño ejemplo de lo que está, sin duda, por venir.
Básicamente, hay una teoría delirante en Cisjordania que presiona para que se prohíba el discurso político y para convertir el proceso político en una tarea puramente técnica y supervisada por los tecnócratas del gobierno que construyen “las instituciones del Estado”.
La economía general de Cisjordania se basa en un proyecto político que tiene como prioridad las negociaciones. Se beneficia de la ayuda financiera internacional que trabaja dentro de dos dinámicas.
La primera consiste en prestar apoyo a un amplio sector de la seguridad destinada a mantener la ley, un término ambiguo que significa suprimir cualquier intento de hacer frente a la ocupación.
La segunda supone extender el círculo de la “sociedad civil” que ha domesticado a amplios sectores de la “clase media” palestina y a la que ha impuesto sus condiciones. Tal proceso comprende la redefinición de la política en torno a las nociones de democracia, imperio de la ley y el buen gobierno; nociones que, aunque formen parte de esa teoría delirante, no tienen ninguna conexión con la realidad.
Al final, el discurso político se retiró de las calles y se llevó a salas con aire acondicionado para que se consumiera por sí solo y consumiera consigo a antiguos actores políticos.
La tarea principal para los nuevos militantes es romper esta matriz mediante la devolución de discurso político a la calle y la redefinición de sus prioridades para hacer frente a la ocupación.
Lo que estos grupos de jóvenes están haciendo es política en el verdadero sentido de la palabra. Deben continuar, y no darse por satisfechos con la idea de solidaridad sino cruzar a la otra orilla y convertir el discurso político en una predisposición real hacia los valores de libertad, justicia y dignidad, con la ocupación como representación de todo lo que es contrario a tales principios.
Rami Jrais
Al-Ajbar
Rami Jrais, palestino, es periodista.
Fuente: http://english.al-akhbar.com/blogs/angry-corner/egyptian-delegation-saudi-arabia