Un cura había sido destinado a una parroquia en Alaska en un territorio desolado.
Al año va el obispo a visitarlo para levantarle el ánimo y se asombra porque no solo sobrevivió a las inclemencias y al aburrimiento de un lugar tan adverso, sino que estaba de buen humor.
La pregunta era obvia. Cómo hizo para sobrellevar ese destino.
Al año va el obispo a visitarlo para levantarle el ánimo y se asombra porque no solo sobrevivió a las inclemencias y al aburrimiento de un lugar tan adverso, sino que estaba de buen humor.
La pregunta era obvia. Cómo hizo para sobrellevar ese destino.
-No fue fácil, monseñor. Sin mi Rosario y dos whiskies al día no hubiera podido soportarlo.
El obispo, emocionado por la religiosidad del cura, le dijo:
-Te felicito hijo ¿No me invitas un whisky?
-Como no, Monseñor ¡A ver Rosario, servinos dos whiskies!