domingo, mayo 27, 2012

Especial: A propósito de "neutrales", "tibios" y "fanáticos" (parte 1) - Spécial: Un rapport de «neutre», «chaud» et «fanatiques» (partie 1)

"Los mediocres son los inventores de las palabras prudencia, 
exageración, ridiculez y fanatismo". María Eva Duarte de Perón. Evita .

“LOS TIBIOS ME DAN NÁUSEAS”  
-parte I

JOSÉ PABLO FEINMANN. Fragmento del Ensayo Peronismo (2008)

No hay ruptura entre Mi mensaje y las clases de Eva en la Escuela Superior Peronista, de las que sale, como ha sido dicho, su Historia del peronismo. Coincido con lo que Horacio González dice en uno de los varios textos que acompañan a la edición de Mi mensaje de la Editorial Futuro: “No se les puede atribuir a estos póstumos documentos el valor de un giro jacobino y plebeyo, pues pertenecen a la misma alma de un mito de salvación por parte de quien ha sabido recorrer los opuestos extremos de la fortuna social” (Ibid., p. 67. Bastardillas mías). No en La razón de mi vida, texto en el que –al menos yo– noto la mano ajena, periodística, la mano que aquieta el fuego, que le pide calma al desmadre, del señor Penella Da Silva.

Pero es en su Historia del peronismo donde, por ejemplo, Eva dice: “Los mediocres son los inventores de las palabras prudencia, exageración, ridiculez y fanatismo. Toda idea nueva es exagerada. El hombre superior sabe, en cambio, qué fanático puede ser un sabio, un héroe, un santo o un genio, y por eso lo admira y también lo acepta y acepta el fanatismo”.
Calma: sé que la palabra fanatismo tiene hoy referentes temibles. Uno dice fanatismo y ve caer las Torres Gemelas. Dice fanatismo y surge en su memoria el atentado a la AMIA. También –y no en menor medida– dice fanatismo y sabe que ése es el estado espiritual que anima al Presidente del Imperio Bélico-Comunicacional. Bush dice: “Dios está con nosotros”.

Eso es fanatismo. Eso es lo que también dice Osama. Pero en el momento en que Eva habla nada de esto estaba dentro de las posibilidades de interpretación de esa palabra y –en caso de que lo estuviese, en caso de que remitiera a, supongamos, Torquemada o Hitler– lo que importa aquí es el sentido que ella le da.
Para Eva ser fanático es entregarse por completo a una causa. Es una mujer desmedida. Dice: “Yo prefiero al enemigo de frente a un ‘tibio’, será porque los tibios me repugnan, y voy a decir aquí algo que está en las Escrituras: Los tibios me dan náuseas”. Eva hace un uso muy libre de las Escrituras, pero importa saber que lo que les atribuye es lo que ella quiere decir. En este sentido deben ser interpretados esos pasajes. Es, también, en la Historia del peronismo donde figura un notable pasaje sobre la escritura de la historia, que citaré completo: “Porque la historia ha sido escrita no para las masas, sino, en general, para los privilegiados de todos los tiempos. Y esto nos lo explicaremos muy fácilmente, porque cuando alguna vez la historia nos habla de esas luchas es solamente para mencionar la generosidad de algún filósofo, político o reformador, y por eso sabemos cuál era la triste condición en que vivían antes.
Así es alabado Solón en Atenas, porque prohibió que los acreedores vendiesen a los deudores, y por eso sabemos que antes de él los acreedores vendían a los deudores.
Pero no se habló de escarnio antes de Solón, porque lo que han querido en la historia es exaltar la generosidad de un hombre y no descubrir la situación de un pueblo”. No es posible poner en duda la autenticidad de Mi mensaje a la luz de estos textos de Historia del peronismo. Con todo, hay algo que en la Historia se da y se reduce mucho en Mi mensaje. Son los elogios a Perón.
En Historia puede leerse algo tan extremo como: “Por eso, nosotros no tenemos más que a Perón; no vemos más que por los ojos de Perón; no sentimos más que por Perón y no hablamos más que por boca de Perón”. Frases así, pronunciadas en una Escuela de formación de cuadros, no podían sino dinamizar la obsecuencia de los dirigentes, el culto a la persona del líder. Hay otras: “Unicamente los genios como Perón no se equivocan nunca”.

Pero el motivo sobre el que gira todo el discurso de Eva en estas charlas es el de la ética peronista, así la nombra ella. La ética la centra en la conducta de los cuadros auxiliares de conducción, si usamos el lenguaje de conducción política. Los cuadros auxiliares de la conducción, si se extravían, tornan ineficiente a la misma conducción, ya que sus indicaciones, sus órdenes, llegan deformadas al pueblo, o no llegan. El cuadro auxiliar que se corrompe arruina la dinámica del movimiento. 

LA PATRIA DE LA FELICIDAD

El que se deja comprar lo hace por el mismo motivo: para cobrar el dinero de su venta y para, después, afanar desde el lugar de poder en que, primero, lo pongan, y desde el que, luego, empiece a trepar. De aquí que, para Eva, la ética peronista (y, en verdad, podríamos decir: la ética política) radica en ese preciso punto: no robar. Ella lo expresa así: “(Me) preocupa, sobre todo, que todavía haya peronistas que, por su afán de obtener privilegios, más bien parecen oligarcas que peronistas (...). Yo ya sé que la oligarquía (...) ya no volverá más al gobierno, pero ésa no es la que a mí me preocupa que pueda volver.
Lo que a mí me preocupa es que pueda retornar en nosotros el espíritu oligarca (...). Vamos a dar un ejemplo del espíritu oligarca, aunque ya he dado muchos: El funcionario que se sirve de su cargo es oligarca. No sirve al pueblo sino a su vanidad, a su orgullo, a su egoísmo y a su ambición”. En cuanto a la cuestión del capitalismo, la Historia termina con otra de esas frases anticapitalistas usuales en Eva. Por eso digo que de nada vale seguir insistiendo con el discurso de Perón en la Bolsa de Comercio. Que hay otros –y son muchos, ya de Perón, ya de Evita– que expresan una opción anticapitalista.
Hay que remitirse, pues, a otros elementos, no a los discursos, los cuales, no obstante, tienen mucha importancia, porque hay cosas que se dicen y hay cosas que no. Evita, en los textos finales de su Historia del peronismo, dice: “¿Por qué Perón y el pueblo argentino decidieron unirse para tomar el gobierno de la Nación? Para librarse del imperialismo y del fraude (...), para lograr sus justas reivindicaciones, pero también para librarse de la oligarquía, del imperialismo y de los monopolios internacionales (...). El peronismo no puede confundirse con el capitalismo, con el que no tiene ningún punto de contacto. Eso es lo que vio Perón desde el primer momento. Toda su lucha se puede reducir a esto: en el campo social, lucha contra la explotación capitalista”. Notemos que Eva acota la lucha contra “la explotación capitalista” al campo social. El texto es impecablemente peronista. Pese a impresionar con su fraseología dice lo que el peronismo hizo y no va más allá: 1) librarse del imperialismo y el fraude significa la superación de los gobiernos conservadores y lo que la consigna Braden o Perón explicitó desde un comienzo: una relación de conflicto con Estados Unidos; 2) librarse de la oligarquía: derrotarla políticamente y deteriorarla en lo económico. No hay algo que se acerque a un replanteo de la tenencia de la tierra.
Evita podría decir: “Digo lo que podemos decir ahora, y eso hemos hecho. Si avanzamos, se podrá decir más”; 3) la lucha contra los monopolios estaba expresada en la nacionalización de la economía que ese primer peronismo llevaba a cabo; 4) la lucha contra el capitalismo en el campo social era la conquista más exitosa del régimen. De aquí que se acote a lo social. La lucha contra el capitalismo en lo económico era más dura. Desde el punto de vista de Evita se podría decir que debilitar al capitalismo en lo social era debilitarlo en lo económico. Desde otro punto de vista sería legítimo averiguar hasta dónde se pensaba llegar. Es decir, si el anticapitalismo peronista implicaba una expropiación del poder económico de la oligarquía. Aun cuando fuere a largo plazo.
Los signos que arroja Eva, tanto en Historia del peronismo como en Mi mensaje, no son claros. Nunca el peronismo se ha caracterizado por su precisión ideológica. Me refiero a esto: si bien acabamos de ver textos de considerable dureza es posible encontrar, a la vez, algunos que dan una idea exacta de ese obrero peronista que se conforma con la vida simple, con las necesidades básicas satisfechas y un gobierno que atienda a sus intereses. Uno sabe, hoy, que ése sería el sueño dorado de una sociedad como la Argentina, que el siglo XXI se define por ser la negación de la patria para los humildes que caracterizó al primer peronismo. Pero no podemos sino plantear otra vez lo siguiente: ¿qué clase de proletariado constituyó el peronismo? Y es doblemente importante si encontramos esa expresión en los textos de Eva, la figura dura, jacobino-plebeya del movimiento. Creo que el texto que me propongo citar revela muchas cosas.
El alcance de la rebelión (uso, con cautela, esta palabra) peronista, la ternura de Eva por los suyos y las realizaciones que se lograron y que, a la luz de los días que vivimos, son algo así como eso que Daniel Santoro llama la patria de la felicidad. Veamos: “Los argentinos, en esta hora incierta de la humanidad, tenemos el privilegio de soñar con un futuro mejor”. En seguida añade que ese privilegio se le debe a Perón: en Historia no son escasos los reconocimientos, algunos desmedidos, a Perón. Sigue Eva: “¿Quién en el mundo puede soñar? ¿Qué pueblo en el mundo, en este momento, puede soñar un futuro mejor? El mañana se les presenta incierto. Y aquí los argentinos están pensando en su casita, en sus hijos, en que se van a comprar esto o aquello, en que van a ir a veranear. Es que el nuestro es un pueblo feliz”. No parece el texto de una jacobina. ¿Hasta dónde llegan los sueños? Esta es la cuestión. Lo que dice Eva es que el privilegio del pueblo argentino es soñar con un futuro mejor. ¿Cuál es ese futuro? 1) La casita propia; 2) los hijos; 3) comprar esto o aquello; 4) ir a veranear. Concluye, así, que “el nuestro es un pueblo feliz”.

Si a uno –en el desdichado, canallesco mundo en que vivimos, si en este jolgorio de la riqueza obscena y de la marginación, la exclusión, el hambre, la mortalidad infantil– le dibujan la sociedad que ha dibujado Eva, ¿qué puede sentir, cómo puede recibir un discurso de algo que alguna vez fue y hoy es imposible, es una utopía inalcanzable que ni figura en los planes de quienes llevan adelante las cuestiones esenciales de este mundo? Sólo puede sufrir o deprimirse o llorar lágrimas de amargura y de bronca por lo que alguna vez tuvo este pueblo (y los pueblos en general, porque son todos los que, de una u otra manera, han sido sumergidos con el triunfo del neoliberalismo) y lo que tendrá que luchar para recuperar algo de eso que tuvo. Pero no podemos limitarnos a ver y estudiar el primer peronismo desde el abismo social del presente.
Desde un mundo que es consecuencia de la derrota de todos los esfuerzos de los que buscaron algo mejor, desde un capitalismo humanitario hasta la sociedad sin clases del socialismo. Desde un mundo en que la conflictividad histórica se ha resuelto en favor de una derecha bélica, despiadada, que acecha con miles de trampas, de recursos de intimidación (cualquiera en cualquier parte puede ya ser acusado de terrorista, o de favorecerlos, o de simpatizar con ellos o de ceder su territorio para formarlos) que conllevan todos al fortalecimiento de la economía de mercado. Se aproxima, creo, un simposio de ideólogos de este capitalismo de la creciente asincronía en la distribución de la riqueza. Ya he visto (hemos visto todos, posiblemente) las fotos del eterno Vargas Llosa, el gran propagandista de este sistema de creación doble: de ricos y de pobres. Ya se verá quiénes adhieren a él.
 Si adhiere el señor Macri, cosa casi segura, sería interesante que vieran tantos progres a quién votaron el año pasado. El hombre es coherente: nunca mintió. Si no mintió, entonces los que lo votaron lo hicieron por Vargas Llosa y las corporaciones multinacionales. Ahora hay tantos que lloran por los talleres culturales que Macri desarma. No lo admitirán: pero muchos de esos lo votaron. Y bueno, por ahí querían eso. Lo que ahora tienen. Y recién empieza. 

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