“Néstor Kirchner era un hombre de una voluntad imparable”
Por Eduardo Anguita
Entrevista: Juan Manuel Abal Medina, secretario de Medios de Comunicación.
"No podía negarme a hablar de Néstor con Miradas, que era el diario que él más leía y quería, como siempre lo dijo y vos bien lo sabes.” Juan Manuel Abal Medina, secretario de Medios y Comunicación, no espera la primera pregunta de Miradas al Sur. Todavía de pie en su despacho de la Casa Rosada, al mismo tiempo que estrecha la mano del periodista, se mete de lleno a hablar de su visión personal de Néstor Kirchner, en el tema propuesto para la entrevista. “Ha pasado un año, un año que hemos vivido sin él, y todavía me parece increíble que no esté acá, con nosotros”, agrega.
–¿Cómo lo recuerda?
–Es muy difícil sintetizarlo con palabras, sin emocionarse. Para mí, estar a su lado era casi como un sueño. Lo recuerdo todo el tiempo. Yo siempre tuve relación con él, pero empecé a tener una relación más fluida cuando lo acompañé en Diputados, y después se acrecentó cuando empezamos con Unasur. Ahí ya lo veía casi todos los días. Para mí era como estar viviendo un sueño. Estar su lado era como estar en Disneylandia, en un mundo de maravillas, de sueños, de cuestiones que se armaban y se arreglaban todos los días. Pero a la vez, uno sentía que se salía del día a día, mirando hacia adelante, con una intensidad y una fuerza que asombraban. Era un hombre con un gran componente de extraordinario.
–¿En qué cosas se notaba?
–En la pasión y la fuerza con que tomaba las causas más difíciles, las que parecían imposibles.
–¿Por ejemplo?
–Siempre recuerdo una reunión que tuve con él pocos días después de la elección del 28 de junio de 2009. Estábamos en Olivos, en el contexto de un resultado electoral difícil, y él me dijo: “Juan Manuel, ahora vamos por todo y vamos por la ley de medios”. Al principio lo escuché con incredulidad, pero cuando salí de ahí estaba seguro de que lo lograríamos.
–¿Cómo lo convenció? ¿Con argumentos, con su convicción?
–Era su manera de enfrentar la realidad. Dos días después, el sábado siguiente a la elección, lo acompañé a una asamblea de Carta Abierta. En los medios todos hablaban de “la derrota definitiva del kirchnerismo”. Había mucha expectativa sobre qué iba a decir. Y Néstor agarró el micrófono y dijo que teníamos que autocriticarnos por no haber profundizado aún más el proyecto. Ése era Néstor Kirchner, un hombre de una voluntad imparable, que iba por lo correcto por lo justo y no había nadie que pudiera frenarlo. Si el camino no existía, lo inventaba y te lo mostraba.
–En eso, ¿es parecido o diferente a la Presidenta?
–Hacía una maravillosa combinación con Cristina. Entre los dos iban construyendo mundos en los cuales hacían posible lo imposible. Y Cristina lo sigue haciendo. Iban construyendo juntos y a la vez nos convencían a los que estábamos alrededor y al resto del país de que se podía. Tenemos la enorme suerte de tener a dos personas, como Néstor y como Cristina, que han marcado historia de una manera fundamental, contundente. Hay que decirlo, como fueron Perón y Eva, aunque digan “mira como los adula”, porque hay seres extraordinarios que cambian la historia y ellos lo hicieron.
–En el caso de Néstor y la Presidenta en un momento tremendo de la Argentina…
–Lo que hemos vivido en la Argentina no fue común. Los procesos políticos, en general, cuando empiezan a caer, caen; y acá hubo una reconstrucción maravillosa en base a la voluntad de dos personas que, cuando todo el mundo decía hay que ir para allá, tuvieron el coraje de decir: No, hay que ir para el otro lado. Y nos convencieron a todos de que había que ir para el otro lado, y fuimos para el otro lado y lo logramos. Creo que ese es el carácter extraordinario del liderazgo de Néstor, y también su legado.
–¿Cómo definiría ese legado?
–La idea de la política, la idea de la voluntad, la idea de que cuando hay convicciones lo importante es hacer lo correcto y no lo conveniente. Eso es lo que transmiten Néstor y Cristina, con tanta fuerza que terminaron contagiándonos y contagiando al conjunto de los argentinos que podíamos.
–Que podíamos salir del infierno, como decía con esa metáfora tan clara y contagiosa. Usaba frases sencillas para decir cosas de una enorme profundidad política que, con el diario del lunes, uno ve que las decía en el momento oportuno. Cuando días atrás, en el teatro Coliseo, la Presidenta se preguntaba qué hubiera sucedido si el gobierno de Néstor Kirchner no hubiera tomado decisiones fuertes con el Fondo Monetario y el Alca, no estaba haciendo una pregunta retórica…
–Fueron decisiones tomadas desde una gran lectura real del mundo, que situaron a la Argentina en una posición diferente que el tiempo demostró que era la correcta. Néstor tenía la diferencia sustantiva de ver esas cosas. Una persona que lo conoce mucho siempre me decía que Néstor leía las cosas desde otro lugar, que tenía una mirada, una perspectiva distinta. Me acuerdo de haberlo acompañado en muchas de las charlas que hacía y él hablaba por ejemplo del tema de la moneda común, de lo que le iba a pasar a Europa, a Grecia y decía que era lo mismo que la convertibilidad en la Argentina. Y cuando se hablaba de la moneda común latinoamericana, él decía que había que tener mucho cuidado con eso. Lo decía hace dos años y mirá lo que pasa ahora.
–Siempre me llamó la atención que Néstor apelaba más al presente que a figuras del pasado. Si bien era un hombre consustanciado con el peronismo, muy consustanciado con la historia de América latina, no buscaba traer al presente dogmas o personas del pasado. En general, los presidentes anteriores sí lo hacían…
–Néstor citaba a una sola persona: a Cristina. Y siempre lo hacían con un gran amor. Me acuerdo de haber estado en reuniones y que Néstor paraba todo porque iba a hablar ella. Se ponía delante de una tele grande que tenía en la oficina en Olivos, se ponía a mirarla sin sacarle la vista, con una actitud de un amor que se veía y se notaba. Era Cristina, no había otros autores, otros políticos. Era Cristina. Esto independientemente de que Néstor era una persona muy interesada en la lectura de la historia política argentina, de la historia latinoamericana también, de los setenta… Había leído todo y agarraba todo lo que circulaba sobre esos temas. Lo leía y releía, pero después, en su construcción política, era el pueblo, el presente y Cristina, lo que importaba.
–Si usted tuviera que citar políticos, tanto contemporáneos como del pasado, lo marcaron, ¿a quiénes nombraría?
–Perón, sin ninguna duda, siempre lo tenía presente. También hubo mucha carga en él de los setenta, de los compañeros… Cuando se encontraba con alguno de ellos, paraba todo para hablar con él. Me acuerdo que en la cumbre Europa-América latina se reencontró con un amigo de militancia de los setenta y a la noche fue charlar con él. No fue a ver a Zapatero, a los alemanes, fue a charlar con él. Esa posición estaba muy marcada.
–Uno de los logros de la gestión de Néstor Kirchner es la relación con Brasil, cimentada evidentemente por la relación que tenía con Lula. Recuerdo que cuando Kirchner murió, Lula dejó todo para venir al velorio. ¿Cómo era la relación que tenían?
–Era una relación de simpatía mutua. Se notaba que eran compañeros. Lo sentía con Lula, lo sentía con Chávez, la construyó muy rápidamente con Santos, que venía de otra historia, de otra tradición, pero lo notaba. Eso fue lo que se vivió ahí, en la Casa Rosada, cuando lo velábamos. En esa jornada vos veías el cariño, el compañerismo. No era un presidente de cada país que se cuidaba frente al otro. Eran como compañeros en la tarea de construcción de la región y esto Néstor lo tenía muy claro, desde el principio. Me acuerdo que apenas asumió en la Unasur decía que había que entender que no era un grupo de afinidad ideológica, sino que teníamos que poder sentir que estábamos construyendo juntos la región. Al principio, cuando él me decía esto, yo le decía obviamente que era lo ideal, pero difícil de hacer. Pero después, cuando yo lo veía hablando con Santos, con el mismo Piñera, discutiendo en conjunto las conveniencias de la construcción regional global, me contagió.
–Yo recuerdo cuando a fines de diciembre de 2007, a los pocos días de haber dejado el gobierno, viajó con el operativo Emmanuel para acompañar una iniciativa de Chávez en una misión de acuerdo, pero acompañando a Chávez. Cuando volvió, en el momento que iba a subir al Tango 01, lo hizo llamar Álvaro Uribe para que le diera una mano en la relación con Chávez. No hubo guerra entre Colombia y Venezuela pero hubo una situación de conflicto y de tensión importante. Tres años y medio después, usted lo acompañó en una misión muy importante…
–Me acuerdo que la actual canciller de Santos, que en ese momento trabajaba en la Argentina, me llamó un día para hablar y me contó que Santos le había encomendado ver la posibilidad de si Néstor podría ayudar en el tema. Y Néstor enseguida dijo claro, claro, dónde voy yo, dónde vamos, dónde nos juntamos. No dudó. Y lo hizo de una manera asombrosa. Asombrosa para mí que era un testigo privilegiado, asombrosa para Santos y asombrosa para Chávez, porque arreglar un problema de esta naturaleza era muy difícil. No esperó: se reunió con Santos, se reunió con Chávez, con Uribe. Kirchner quería hacer una reunión en Santa Marta para cerrar el asunto. Cuando llegamos a Bogotá, ese mismo día, Uribe anuncia el rompimiento definitivo de las relaciones y movilización de tropas, ese era el contexto. Y Néstor en ese momento fue y cambió la historia. Lo hizo desde la Unasur. Pensemos que ahora la Secretaría General de la Unasur es compartida. Cuando vi esa resolución me pareció el más maravilloso homenaje que se le podía hacer a Néstor.
Me divierto al recordar que acá, los grandes medios decían que la reunión era un fracaso, aún antes de que hubiera empezado. Y de repente vieron a los dos presidentes agradeciendo a Néstor, que estaba ahí paradito con su traje en medio de la humedad y los cuarenta grados de Santa Marta. No sabían qué escribir, qué decir.
–Pasando al plano local y pensando en los últimos momentos de Néstor, se cumplió en estos días un año de la muerte de Mariano Ferreyra. Se ha dicho mucho que lo impactó, que le pegó en el corazón de su decisión de no reprimir jamás la protesta social. Y también que pudo haber sido un tiro por elevación al Gobierno. A un año de distancia, ¿cuánto había de temor real a un ataque en ese momento que la situación no estaba tan consolidada como ahora?
–Hubo hechos muy raros que abonan esa teoría. Hubo hechos posteriores con el tema ferroviario, con el Indoamericano. Uno veía grupos que estaban actuando, meta mafia delictiva, meta mafia político sindical en el medio, hechos muy raros. Lo cierto es que Néstor lo vivió como una cosa muy dura. Mariano era un joven de la edad de su hijo, de la edad que él tenía, que tenían sus amigos en los setenta. Había una carga muy especial. Ese día lo acompañé con el Chango Icazuriaga al Chaco, al que fue el último discurso de su vida, en la ciudad de Resistencia, y me acuerdo que en el avión estaba callado. Llamaba la atención porque Néstor siempre estaba jodiendo, hablando. Recién a la mitad del vuelo se puso a hablar y dijo: esto lo tenemos que buscar, investigar. Me acuerdo que el discurso de Resistencia fue muy breve y que salió corriendo a hablar con los medios para asegurar que íbamos a buscar a los responsables. Pasó sus últimos días preocupado por la muerte de Mariano. Lo tomó muy fuerte, por esa enorme ternura que tenía Néstor por los que peleaban por la justicia y también por ver cómo se atentaba para poner en jaque una política central de este gobierno; fue un hecho que lo impactó enormemente.
–¿Qué hubiera pasado en la Argentina si no hubiera habido un 2001? Si el establishment, la supuesta clase dirigente, los mecanismos de control de la gestión pública, no hubieran estado tan caídos. ¿Hubiera podido Néstor Kirchner llegar a los primeros lugares hasta poder plantearse su candidatura?¿Los mecanismos del establishment se bajaron para que Kirchner pudiera llegar a la presidencia?
–Yo creo que Néstor los sorprendió muchas veces, que los agarró por sorpresa. Me parece que en el 2003, más allá de que algunos de los más claros exponentes del establishment, como Claudio Escribano y ese tipo de personas que lo vieron desde el principio, al resto de los factores de poder concentrado no se la creyeron, hubieran creído que las convicciones de Kirchner iban a llegar hasta la puerta de la Casa Rosada, que las iba a dejar ahí. Néstor los fue sorprendiendo, fue avanzando con una enorme contundencia frente a grupos de poder, que estaban objetivamente debilitados, golpeados por la crisis; eso le facilitó las cosas.
–Porque hasta la llegada de Kirchner se iba por otro camino…
–Hay que recordar qué era la Argentina en 2002, a principios de 2003, con un Duhalde al que le daba lo mismo poner a Lavagna o Melconian y cualquiera hubiera andado, con un Duhalde que estaba trabajando explícitamente para lograr la constitucionalidad definitiva de las leyes de la impunidad; eso era la Argentina en el 2003. Con un jefe del ejército que no era paladín de la democracia ni mucho menos. En ese contexto sin esa enorme astucia política no se hubiera podido avanzar. En cambio, en 2007, el establishment estaba mucho más recuperado, y se dieron cuenta de que Cristina lejos de hacer lo que ellos querían que hiciera, empezaron a actuar. Yo creo que sin esa debilidad de los factores de poder, lo que vivimos en la Argentina en 2008 lo hubiéramos vivido antes.
–Claudio Escribano era el vicedirector de La Nación ya desde la época de la dictadura, el mitrismo no solamente hace historia, sino que hace política y en 2003 prácticamente amenazó a Kirchner cuando asumió.
–“La Argentina ha decidido darse gobierno para seis meses”, dijo. En 2003, en la crisis, con la confusión, viendo que en el gabinete quedaban algunas figuras de Duhalde, todavía tenían ilusiones de manejar al Gobierno. Esas ilusiones se rompieron definitivamente con Cristina. Ellos querían que Néstor se reeligiera, una segunda vez, que siguiera lo que ellos conocían. La candidatura de Cristina la vieron mal y cuando quedó claro lo que ellos sabían de ella. Porque a Cristina todos la conocían y sabían que era alguien que no iba a tener especial cuidado ni mucho menos miedo para cortar las ilusiones importantes, ahí salieron con todo.
–El otro día, en el cierre de la campaña, dijo con toda claridad que no era neutral, que fue como cuando Néstor Kirchner dijo que no iba a dejar las convicciones en la puerta de la Casa Rosada…
–Exactamente. Los dos son muy parecidos en eso, dicen lo que van a hacer, y si los demás no lo creen es problema de los otros, no de ellos. Ellos lo dijeron no vamos a dejar las convicciones y no somos neutrales, después está en cada uno creerlo o no, pero es explícito que éste es el rumbo que estamos transitando los argentinos. Todas esas bobadas que se decían del doble comando, que antes era ella que lo manejaba a él, después a él que la manejaba a ella y después que se peleaban y si él no está, etc., son prueba de que no comprendieron nada. Cristina y Néstor se han construido a sí mismos como protagonistas de un proceso juntos, son parte de lo mismo, no hay una separación, y es eso lo que creo yo no se terminaba de entender y daba lugar a tantas bobadas y a este juicio tan tonto que hubo después: bueno, ahora Néstor no está, las cosas van a cambiar.
–Recuerdo un artículo que escribió Luis Alberto Romero en Clarín diciendo: hay que aclarar que Cristina Fernández de Kirchner no es María Estela Martínez de Perón. Lo escribió hace casi un año.
–Escriben lo que quieren y, al leerlo escrito dicen: “¡Ah, claro, es así!”. Se autoconvencen de lo que ellos mismos han escrito. Tienen la limitación de no poder comprender los procesos históricos y sus magnitudes reales y negarse a ver la realidad. Porque ellos lograron controlar un momento, tener el monopolio absoluto y tener todas las pantallas, pero a pesar de eso la realidad se hace evidente. Como dice Cristina tantas veces: pueden mostrarlo o no, pero cuando un argentino que no tuvo agua durante cuarenta años, abre la canilla y sale agua o cuando sale de su casa hay una calle asfaltada o un cordón cuneta, cuando recibe una Asignación Universal, cuando después de diez años de no tener trabajo lo tiene, se pueden construir muchos relatos mediáticos pero la realidad termina imponiéndose.
–Para terminar, ¿cuáles son aquellos recuerdos que ahora afloran, a un año de la muerte de Néstor?
–Son tantos… El tema de la juventud, de su obsesión de él para que la juventud volviera a la política. Eso era un tema hermoso. Porque era pensar la política desde su juventud, de su constitución como actor político. Yo me acuerdo una y otra vez, sobre todo al final, la enorme emoción y la enorme alegría que le agarraba a Néstor cuando empezaba a ver los jóvenes como protagonistas a lo largo y ancho de la Argentina. Entonces decía: “Estamos haciendo las cosas bien”, porque habíamos recuperado la confianza de los jóvenes. Por eso, cuando veía fenómenos como La Cámpora, con esa fuerza y esa explosividad de alegría, para él era una cuestión vital.
–¿Y un recuerdo más íntimo?
–Uno muy simpático. Me acuerdo que en el medio del viaje increíble, de esa tarea titánica, propia, de lograr la paz, después de una larga cena con Chávez y su canciller, volvimos al hotel ya tarde. Habíamos discutido un montón. Entonces nos llama a su habitación del hotel, que era muy grande y tenía un piano. Cuando entré lo vi a Néstor detrás del piano y escuché una música clásica espectacular. “¿Qué hacés?”, le pregunté. “Soy yo”, me contestó. Yo me acerqué al piano para ver si estaba tocando en serio o había puesto una grabación, pero era él. “No sabía que vos tocabas”, le dije, sorprendido. “Para qué lo voy a decir, sino no me va a creer nadie”, me contestó y siguió tocando música clásica, en el piano de cola. Eran como las dos, las tres, las cuatro de la mañana, en Caracas.