Ficciones: dólares e inflación
En la Argentina convivimos con hombres de escasa o casi nula sensibilidad social que especulan permanentemente para ganar muchos pesos a costa de terribles consecuencias para todos, por un lado, y la gran mayoría de la población desconoce la cocina de la especulación, sin viabilidad de acceso para negociar con divisas extranjeras por otro; esto muestra que existe una brecha insalvable de posibilidades entre minorías elitistas y el conjunto del Pueblo argentino.
Todos saben o suponen que la compra y posesión de billetes de dólar brinda una seguridad que no se tiene con el peso moneda nacional, ni con casi ningún otro signo monetario. Es en tiempos difíciles, con gobiernos débiles o entregadores de la Economía nacional para beneficio de la inescrupulosidad de quienes amasan fortunas eludiendo impuestos y apostando a la acumulación de divisas extranjeras mientras la propia se deprecia, cuando la gran mayoría de la población, los trabajadores y los excluidos del sistema, reciben andanadas de información bursátil (prácticamente inentendible), del valor de compra y venta de las monedas más conocidas y los números más temidos: la inflación.
¿Pero qué es la inflación?; economistas de toda laya, algunos con presencia mediática (consumen horas televisivas y radiales y kilómetros cuadrados en medios gráficos), dan cátedras explicativas de las circunstancias que generan este mal tan temido y casi indomable. Todos los gobiernos fueron incapaces de sostener el poder adquisitivo de los sueldos –que es siempre la variable de ajuste de los desastres cometidos- y el costo de la canasta familiar.
La excepción a la regla fue la conducción económica neoliberal de Domingo Cavallo. El “Mingo” inventó la convertibilidad, conocida popularmente como el “uno a uno”, donde un dólar era igual a un peso, lo que permitió a una parte de la población -al menos en los primeros tiempos-, gozar de vacaciones en el extranjero, comprar artículos importados que no se conseguían en el país, o bien pagarlos más baratos, ya que se fabricaban en países donde la mano de obra era más barata –convirtiéndose, indirectamente, en explotadores-. El costo pagado lo superó. Desocupación. Se desarmaron las economías regionales que no podían competir con los artículos importados y se descapitalizó al Estado; los efectos y las consecuencias sociales de aquel modelo son cercanas y muy conocidas.
En el año 2003, Néstor Kirchner inició un nuevo modelo, basado en el que Perón puso en marcha en 1946, de industrialización, ocupación laboral e inclusión, con un Estado presente y atento a las urgencias del Pueblo argentino.
De ninguna manera la cotización del dólar puede ser baja para lograr la competitividad del mercado interno por sobre el internacional; tampoco la brecha entre la divisa norteamericana y la nacional debe ser muy alta, porque los pagos a acreedores extranjeros dejarían en posición de debilidad a la balanza de pagos. El equipo económico comandado por Néstor determinó el valor más conveniente. A partir de allí, la actitud de los que hacen pingües negocios en base a la especulación, prebendas, elusión de impuestos y sobretodo, con el descontrol de precios, reducción de cargas impositivas y manejo de la cotización bancaria, es por todos conocida. Intentaron -y casi lo logran- desestabilizar a Cristina; para eso se aliaron los industriales con los productores rurales; las corporaciones mediáticas con analistas financieros; los partidos políticos liberales con los demócratas sociales; la burguesía con los sindicalistas sin auténtica representatividad obrera.
Todos juntos en la misma bolsa, detrás del rechazo a la Resolución ministerial 125 de retenciones a las exportaciones rurales. Su objetivo fue claro: terminar con el modelo iniciado en 2003 y continuado por Cristina. Al principio el resultado pareció serles propicio (triunfo de la oposición en la legislativa bonaerense y muchas dudas en el conjunto del Pueblo).
Pero la falta de cohesión entre dispares intereses, la falta tremenda de ideas y una llamativa ausencia de propuestas para seducir a las masas -mientras que desde el Estado nacional se trabajó incansablemente en la concreción de medidas acertadas-, llevó paulatinamente a la aceptación masiva del gobierno y al resultado electoral del pasado 23 de octubre que consagró a Cristina y al modelo propuesto con más del 54% de los votos. Inmediatamente los sectores que se enrolaron entre los que perdieron consenso (algunos con cifras francamente ínfimas) en lugar de hacer una correcta lectura de la decisión popular, democrática y constitucional; en lugar de rediseñar una nueva propuesta, más acorde con la opinión pública, sorprendentemente continúan con la misma postura de desacreditar las acciones del gobierno como medio de acceder a los puestos de decisión económica.
Insisten en la misma política de propaganda negra anti-oficialista. Hablan de inflación y devaluación. Pronostican coletazos de la crisis internacional como vencedora del “viento de cola” que –según sus razonamientos- favoreció a la economía local. Cuando el Poder Ejecutivo, sin esperar a la asunción de los nuevos legisladores consagrados en octubre que le proporcionarán una mejor composición del Congreso al oficialismo, planteó varias medidas de importancia, los sorprendió y trataron de taparlas.
Se eliminaron subsidios en los barrios con mayor poder adquisitivo, lo que se interpretó como el inicio del “ajuste”. Precisamente quienes siempre hablaron de la necesidad de ordenar la Economía, de achicar gastos, de terminar con el “despilfarro social”, son los que vocean e imputan al gobierno por este supuesto ajuste como si se tratase de la apertura hacia un proceso de inflación incontrolable. Recientemente se anunció la obligación de presentar el CUIL o CUIT a quienes deseen comprar dólares; medida tendiente a controlar el origen de los capitales (enormes) colocados en la compra de dólares lo que genera fuga de divisas sin explicación congruente, creando además una herramienta necesaria para regular los mercados financieros y poner fin a las operaciones especulativas del anarcocapitalismo. Es claro que la medida apunta a controlar a los especuladores que drenan grandes cifras hacia paraísos fiscales, al tiempo que eluden blanquear cómo adquirieron esos dineros.
La medida no afecta al argentino medio que puede comprar libremente dólares con la sola presentación de su CUIT o CUIL en las entidades bancarias, para lo que no es necesario declaración jurada por tratarse de cantidades normales. Los medios opositores, continuando con la manera de “informar” de los pasados años, catequizan a la población que con esta medida se impide el libre comercio de la moneda, lo que significa –sin lugar a dudas- aumento formidable del valor del dólar.
Con esto se busca inducir la compra que auxilie al aumento de esa moneda. Se vio a Susana Jiménez entrevistada por Jorge Rial manifestar casi escandalizada, que no le habían permitido comprar dólares (sin decir la cantidad); poco después, el propio Rial se encargo de esclarecer por qué no le permitieron comprarlos: su DDJJ de ingresos es de ¡$8.000!, de manera que con tan exigua entrada es imposible que alguien pueda comprar gran cantidad de dólares. La respuesta oficial a esta campaña no varió.
Manteniendo la práctica habitual del Banco Central de intervenir en la compra y venta de dólares para mantener su precio; el valor más adecuado para continuar con el crecimiento del comercio y la Economía argentinas. La especulación desenfrenada e insensible de quienes tienen como única meta sostener sus privilegios, no parece tener límites.
Pero el accionar del Poder Ejecutivo siempre está un paso adelante, demostrando ser superador y generando, al mismo tiempo, nuevas herramientas demoledoras de análisis y de anuncios agoreros, tremendistas y sombríos.
Dardo Gonzalez - Iluatracion: Gisele Coriolano
De la redacción de Aluvión Popular
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