Líbano
Lo que Siria ha separado…
Cuando se habla de política en Líbano, lo que sucede en Siria es una referencia obligada. Si la convivencia de confesiones y opciones políticas ha generado tradicionalmente divisiones y problemas en el país de los cedros, un nuevo factor de desestabilización ha venido a sumarse a la ya de por sí precaria situación libanesa: las revueltas y su violenta represión por parte de Bachar al-Asad en el país vecino.
Cuesta reconocer la existencia de una escena política libanesa cuando, en Beirut, unos y otros se organizan en función de líneas pro o anti-sirias. Los propios políticos han reconocido el impacto potencialmente devastador que supondría para Líbano importar la crisis de Siria. Todavía están cercanas la experiencia de la guerra civil de 1975-1990 y las divisiones sectarias que han perdurado al final del conflicto armado.
Con respecto a estas últimas, las revueltas en Siria han vuelto a hacer aflorar viejas enemistades entre cristianos y chiíes que apoyan al régimen de al-Asad y suníes que lo desprecian; en muchos casos, estos grupos rivales viven en la misma ciudad. También la escena de los partidos políticos está dividida en dos campos rivales: por un lado encontramos la coalición “14 de marzo”, de orientación suní, pro-occidental y opuesta a la injerencia siria en Líbano; por otro, el bloque “8 de marzo” que controla actualmente el Gobierno, con un peso muy importante de Hezbollah dentro de él y que defiende las relaciones con Siria e Irán. Cierto es que todo en Líbano parece susceptible de ser manipulado y que más que tratarse de un conflicto religioso, aunque apoyos y oposiciones se manifiesten por confesiones o ramas del mismo Islam, asistimos a una politización e instrumentalización del conflicto sirio en territorio libanés.
Siria está presente de manera palpable en la política libanesa, también, por las oleadas de refugiados que llegan a su territorio. La actitud de los libaneses hacia ellos oscila entre una cierta hospitalidad y la desconfianza que les generan por razones históricas de peso, tanto a causa del recuerdo de la llegada de los palestinos que han vivido durante décadas en campos del país, a los que en ocasiones se ha citado como factor catalizador de la guerra civil de 1975; como por la orientación pro-Siria del bloque “8 de marzo”, actualmente gobernante. Liderado por Hezbollah, el Gobierno difícilmente puede mirar con buenos ojos a los refugiados que han abandonado un país con el que este grupo quiere mantener buenas relaciones. Conviene recordar en este sentido, que el gobierno libanés se opuso a la suspensión de Siria en la Liga Árabe, una decisión que incrementó también los enfrentamientos entre sectores pro y antisirios.
La situación de tensión está alcanzando cotas tan altas que el propio ministro del Interior, Marwan Charbel, afirmó el pasado lunes que las elecciones parlamentarias previstas para 2013 podrían ser canceladas como consecuencia de los constantes problemas de seguridad que experimenta el país. Cercanos están todavía los acontecimientos del 10 de febrero, día en el que partidarios y opositores de Bachar al-Assad se enfrentaron en un barrio suní de Trípoli (al norte del país), con el resultado de dos personas muertas y varios heridos. La semana pasada, la violencia tomaba de nuevo la ciudad, en este caso entre islamistas y ejército libanés. Y lejos de ser únicamente un asunto de tensiones políticas sirio-libanesas, existen también voces que alertan sobre el peligro de que las revueltas en Siria deriven en inestabilidad para toda la región.
Carmen V. Valiña
Aish
Fuente original: http://www.aish.es/index.php/libano/231-declaraciones/2961-escrita-por-carmen-v-valina