Fragmento del
Ensayo “Peronismo”. JOSE PABLO FEINMANN
John William Cooke, el peronismo que Perón no quiso (III)
Pero
el Che, como creador de la teoría del foco, dio un paso equivocado en las
luchas revolucionarias, que tuvo un saldo trágico y lo sigue teniendo. Para
Marx, que sabía de teoría revolucionaria y de politología más que el Che, la
violencia sólo es revolucionaria cuando se encarna en las masas.
Como
bien dice al final del Manifiesto: los comunistas no ocultan sus propósitos,
voltearán al régimen burgués por la violencia, pero esa violencia tiene un
sujeto de clase: el proletariado, las masas. Y si el “proletariado” suena a
“proletariado británico”, reemplacemos el concepto por el de “masas”.
¿Cómo
se hace la revolución con las masas? El trabajo es mayor que el que requiere la
teoría del foco.
Pero
apuntemos esto: no hay revolución sin la participación activa de las masas.
La
tarea de las vanguardias es la de acompañar a las masas. En todo caso irlas
ideologizando en el curso de la lucha. Pero no bien la vanguardia va más allá
de las masas se aísla. Cae en la soberbia. Pierde sustancia. La sustancia de la
revolución son las masas. De aquí que el peronismo se presentara tan tentador.
Con un empujoncito más hacemos de este pueblo un pueblo revolucionario y el
líder no tendrá más que aceptarlo. No se trabajaba sólo para obedecer a Perón y
aceptar su conducción linealmente. No, señores, No. Se trabajaba para que el
pueblo peronista diera hacia adelante el paso que aún lo alejaba de las
consignas de lucha socialistas. Una vez producido esto, Perón no tendría más
remedio que aceptarlo.
El
que entiende esto entiende todo el complejo fenómeno de la izquierda peronista.
Las
guerrillas formaban parte de esa tarea global jaqueando al régimen, pero no
tenían la conducción de la lucha. Perón no se equivocaba en llamarlas
formaciones especiales. (Volveremos sobre esta conceptualización.
Pero
el concepto de “especiales” expresa que, para Perón, no eran lo natural de la
lucha, no eran el medio por el cual el pueblo acostumbraba a enfrentar a las
dictaduras. Eran “especiales”. Los muchachos tenían que golpear, decía Perón, y
no dejar de golpear, pero la lucha era la del pueblo todo. El gran error de la Juventud Peronista
fue encandilarse con la guerrilla. Que ya dejaron, para ella, de ser
“formaciones especiales” para pasar a ser vanguardia.
Se
incorporó también una sobrevaloración de la Muerte que sólo podía producir lo que produjo:
cadáveres. “Rucci, traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor”, se
cantaba en el acto de Atlanta del ‘73 con un entusiasmo festivo, abiertamente
festivo.)
MUSULMANES: ¡VIOLEN A CARLA BRUNI!
La
conducción era, de acuerdo, la de Perón pero, sobre todo, la de los militantes
de superficie que hacían trabajo ideológico y de formación de cuadros, pues de
ahí saldrían las masas que llevarían al peronismo al encuentro con la ideología
de los tiempos que corrían: el socialismo. Cuando –en 1974– la historia se
redujo al enfrentamiento entre aparatos armados todo esto fue destruido y la
tarea terminó.
El
motivo por el cual habíamos entrado al peronismo fue liquidado por las balas de
la clandestinidad montonera y de la barbarie de la Triple A.
El
motivo por el cual habíamos entrado al peronismo era (en gran medida) Perón.
Con Perón muerto, con las masas en reflujo por la balacera de las orgas, había
(ya) que retroceder.
Toda
la segunda mitad del año ‘74 y todo el año ‘75 es guerrilla sin pueblo.
Los
que estuvieron en eso se equivocaron. O no entendían a Marx o no entendían la
esencia de la izquierda peronista.
El
momento del reflujo no fue el del ‘76. Ahí ya estaba todo perdido. Fue apenas
muere Perón. Ahí había que frenar.
Lejos
de ello, la guerrilla pasa a la clandestinidad, deja al descubierto a todos sus
cuadros de superficie y la
Triple A se hace un festín. Marx había escrito: “La fuerza
material debe ser abatida por la fuerza material; pero también la teoría se
transforma en fuerza material en cuanto se apodera de las masas” (Introducción
a la crítica de la Filosofía
del Derecho de Hegel).
Si
decimos esto ahora no es sólo para esclarecer puntos teóricos que llevaron al
desastre en el pasado (porque, ¿se llegó al desastre o no?, ¿no es hora de
preguntarse seriamente por qué sin importar a quién se cuestiona?) sino para
hacer política hoy. Un grupo que va armado a una movilización se equivocó de
práctica. Los delirantes que le reventaron la cabeza al miserable de Fernando
Siro le hicieron un favor a la policía y victimizaron a una persona detestable
como Siro, a quien nadie jamás habría compadecido. Además, la hora de la
violencia, si llega, nunca llega para un grupo, nunca llega para cuatro o
cinco. Una piña del señor D’Elía arruina una concentración de cuadros o aun de
lúmpenes dándoles pasto a las cámaras y a las fotos del periodismo canalla que
está esperando exactamente eso: una piña de D’Elía para decir lo que necesita
decir, ahí está la barbarie peronista. Un cuadro políticamente formado no hace
eso. Una piña, en política, no la pega un solo tipo. O se entiende o no.
Pero
si no se entiende es grave, es peligroso, el fracaso está al alcance de la
mano. Y cada vez es más difícil retornar de los fracasos. Mi posición final
sobre la violencia acaso sea un delirio utopista, un imposible poético, una
huevada bíblica. Pero ahora no estoy hablando de eso. Hablo de la diferencia
entre la violencia de masas y la teoría del foco insurreccional.
Para
ser claro: si mañana 150.000 musulmanes invaden París e incendian todo,
destruyen la columna Vendôme (como hicieron los comuneros de 1871), tiran abajo
la Torre Eiffel ,
lo apuñalan a Sarkozy, a todos los nazis de Le Pen y violan repetidas veces a
Carla Bruni, bien: que se jodan los franceses.
Se
buscaron esa rebelión masiva. El racismo, el desdén, la soberbia, la exposición
de la riqueza en las narices de los miserables posibilitaron todo eso. La
exclusión, el no admitir como ciudadanos a personas que hace rato ameritan tal
reconocimiento.
Todo
eso hizo posible la violencia. La violencia vino después.
Había
un pueblo proscripto, un partido mayoritario prohibido, un líder enviado al
exilio y el cadáver de la mujer que había amado a ese pueblo y que ese pueblo
amó permanecía vilmente escamoteado, los que metieron caños, los que hicieron
sabotajes actuaron con todo eso como base.
Cuando se dice las bases se dice
eso. No es sólo una clase.
Sino una situación histórica.
La base de la Resistencia Peronista
era lo que acabamos de describir.
Ahora
bien, para representar a esa base hay que surgir de ella o estar en contacto
permanente con ella. Hay que conocerla. Yo no puedo ser un boludo de clase
media que ni idea tengo de la clase obrera y poner un caño en su nombre. Para
Marx y Engels el ejemplo de violencia de masas fue la Comuna.