Como ocurriera con un polémico caso muy reciente en Buenos Aires, una hermosa mujer, joven y esbelta, va
a visitar a un ginecólogo.
En cuanto ingresa al consultorio el médico le ordena
que se saque los pantalones y se acueste en la camilla. La mujer obedece, y el
profesional -absolutamente fascinado por la belleza de su paciente- comienza a
acariciarle la parte interna de sus muslos. Y pregunta:
-¿Sabe qué estoy haciendo, señorita?
-Sí, claro: está buscando alguna
anormalidad, algún bulto, alguna protuberancia...
Acto seguido, el médico le ordena que
se quite la camisa y la brassière. La chica obedece, y el médico comienza a
acariciarle los senos. Vuelve a preguntar:
-¿Sabe qué estoy haciendo, señorita?
-Sí, claro: está buscando algún tumor,
alguna protuberancia, algún nódulo, alguna anormalidad...
Finalmente, el médico le ordena a la
chica que se saque la tanga, y cuando lo hace se acuesta encima de ella y
comienza a hacerle el amor. Con la voz enronquecida por la pasión, el médico
vuelve a preguntar:
-¿Sabés qué estoy haciendo, no?
-Sí, claro: contagiándote la sífilis
por la que vine a consultarte...